Textos más descargados de Silverio Lanza disponibles | pág. 3

Mostrando 21 a 30 de 86 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Silverio Lanza textos disponibles


12345

San Martín

Silverio Lanza


Cuento


Archilla es un delicioso pueblecito de la provincia de Guadalajara. Es como un blanco cordero abandonado. Visto desde las cumbres de los montes parece cuatro blancos trapitos acabados de lavar en el río y puestos á secar sobre una loma. Por esto conoceréis el pueblo que describo. Figuráos un hermoso valle atravesado por el río Tajuña. A la derecha de la corriente, y en la falda del monte, una colina, á la que dan verde color muchos y frondosísimos nogales. A las aguas del río van á unirse las de tres fuentes distintas. Siguiendo cauce arriba se encuentran Romancos y luego Brihuega. Cauce abajo se halla Tomellosa y después Valfermoso. Archilla tiene ochenta casas, medía docena de calles, una diminuta plaza cuadrada, casa ayuntamiento, escuela, iglesia, dos ermitas, cementerio, carnicería, posada, un molino de grano y otro de aceite. Archilla constituye uno de mis grandes descubrimientos. Si algún poeta va allí le suplico que me dedique un recuerdo. Por lo demás, no os imaginéis serenatas, mozos gallardos que canten trovas, ni hermosas con ojos


azules como el cielo despejado,


y trenzas rubias como


las mazorcas en el granero.


Yo prescindí de todas estas cosas durante mi estancia en aquel pueblo. Nada tengo que decir respecto á los habitantes de Archilla, y esto probará su parecido con los demás habitantes del globo.


Leer / Descargar texto

Dominio público
10 págs. / 18 minutos / 53 visitas.

Publicado el 31 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Los Gusanos

Silverio Lanza


Novela corta


Primera parte. De la virtud y de los beneficios que proporciona


No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca ó ya la frente,
silencio avisen ó amenacen miedo.

(Quevedo)
 

No me caso con Petra —dijo Manolo— hasta que yo no tenga una casa mía, para que á mi mujer no la puedan echar de ninguna parte: ni el casero.

Y Manolo, que era mozo de mulas, y ganaba nueve reales diarios, dejó de fumar, de beber vino, de jugar al mus, de ir al baile, y hasta de ir á paseo. Cuando estaba libre, tejía capachos de esparto para los molinos aceiteros, y se los pagaban bien. En un año ahorró setecientos quince reales. No quiso prestarlos á réditos; y cuatro años después, compraba á Crisanto una casita que poseía de ochocientas cincuenta pesetas.

Lo supo el tío Gusano y dijo á Manolo:

—Hombre: ya sé que has fincado. Que sea enhorabuena. Y, ¿a quién le has robado la casa?

—Yo no robo á nadie.

—Parece milagro.

—Abur.

—¿Convidas?

—Ya tiene usted de más con lo que tiene.

—Lo mismo digo.


Leer / Descargar texto

Dominio público
38 págs. / 1 hora, 6 minutos / 209 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Lo Que No Vuelve

Silverio Lanza


Cuento


«Lo más hermoso del mundo es la mujer hermosa... cian... la verdadera... ino... ancia.»

Está bien. Acabaré este articulo.

»Nació una noche que Cupido y Venus durmieron con los labios unidos, y al despertarse los dioses hallaron su sueño hecho carne.

»Y aquel sér caminaba sobre la tierra produciendo celos á las mujeres hermosas.

»Yo tuve ocasión...»

—Señorito.

—¿Qué?

—Está ese joven que pide una recomendación para que le coloquen.

—Que vuelva mañana.

»Yo tuve ocasión para hacerla mia, pero fui un estúpido, porque no comprendí que el amor es la síntesis de la vida humana. Y cuando se ama no se debe temer el peligro. Y yo...»

—Señorito.

—¿Otra vez?

—Está la señorita Esperanza.

—Que vuelva.

—¿Cuándo?

—Que no vuelva. La enviaré un palco, y la veré en el teatro.

«Y yo temí el peligro como si éste, por grande que fuera, pudiera ser el precio de aquella ventura. Como si el dolor...»

—Señorito.

—Y dale.

—El manco que cura usted todas las mañanas.

—Que vuelva más tarde.

«Como si el dolor no fuese el aperitivo del descanso y la desgracia no hiciese amable la fortuna.»

—Señorito, el señor marqués.

—¡Majadero! Dile que te has equivocado, y que no estoy en casa.

—Está bien.

—Espera. Y que iré esta tarde á Jai-Alai.

—Está bien.

—Y no me interrumpas por nadie.

—Está bien.

«...y la desgracia no hiciese amable la fortuna. Nada puede equivaler á esa bellísima virgen que la naturaleza ha adornado con sus mayores encantos. Donde la juventud...»

—Señorito.

—¡Juan!

—Usted perdone. Diré á la señora que vuelva.

—¿Qué señora?

—Su mamá de usted.

—¡Bárbaro!

—¿Qué pase?

—Voy á recibirla.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 29 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Las Limosnas de los Pobres

Silverio Lanza


Cuento


Son las siete y media de la noche. La buena Ventura recoge las cestas de azofaifas y avellanas, y coloca en paquetes los pliegos de aleluyas y de soldados iluminados. Todo esto, sin cesar de mover las castañas en el hornillo. Por fin, la tarea concluye, y las mercancías quedan amontonadas en un rincón del estrechísimo y oscuro portal. Después, la modesta tendera se sienta junto al quicio de la puerta; asegura el mantón sobre sus hombros; arropa sus pies con un resto de felpudo; arregla el pañuelo de la cabeza cogiendo una de sus puntas con la boca y tirando de la otra con la mano, y toma la paleta y remueve las castañas gritando: ¡Calentitas! ¡calentitas!

—Buenas noches, señá Ventura.

—Buenas nos las dé Dios, D. Marcelino.

—Y frescas.

—Como que pronto nace el niño.

—Dentro de pocos días estará la Plaza Mayor llena de nueces y pavos.

—Mucho frío les va á hacer á los alcarreños.

—¡Bah!

—Pero siéntese V.

—Gracias.

—Ahí detrás está el banquillo.

—Allá voy.

—Arrímese V. al fuego.

—Mil gracias.

—¿Cómo andan esos estudios?

—Bien.

—¿De modo que este año acaba V.?

—Sí, señora.

—Y se casará V. con la Vicenta.

—Desde luego.

—¿De veras?

—¿Lo duda V.?

—Yo, no señor. Siempre he dicho que sí. Porque sé que es V. muy decente.

—Gracias, señá Ventura.

—No hay por qué. Y enseguida al pueblo.

—Si, señora, Allí tengo plaza segura.

—Pues van Vds, á estar en grande. Ella es buena chica... Algo presumidilla, pero eso es la edad.

—Yo la quiero mucho.

—Eso que V. ha dicho á la vista está.

—¿Y Pilarica?


Leer / Descargar texto

Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 60 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2022 por Edu Robsy.

La Rendición de Santiago

Silverio Lanza


Novela


Advertencia

Aun está usted a tiempo de dejarme, lector y señor mío. Olvide usted que para leerme gastó usted unas pesetas; añádalas usted a las muchas que ha empleado mal o le han robado o le han exigido, y tire usted este libro sin leerlo, si no sabe usted leer.

Quiero decir que si usted buscaba un libro que adornase, su biblioteca o su mesa de despacho, ha perdido usted su tiempo. Si usted buscaba el libro de moda, ha perdido usted su tiempo. Si usted buscaba el libro nuevo para hablar de él a los amigos y a los contertulios, ha perdido usted su tiempo, porque nadie le escuchará si de mí le habla. Si buscaba usted un libro que le deleitase, busque usted otro, porque éste es triste y soporífero. Si quería usted un libro que le ilustrase, no ha escogido usted bien, porque éste no le dirá nada nuevo; le dirá solamente lo que usted ya sabe, aunque no se atreva a decir que lo sabía. Y si buscaba usted un libro malo para darse el placer de censurarlo, también ha perdido usted su tiempo, porque en las primeras páginas del libro le advierto a usted que protesto de una manera enérgica y rotunda contra las censuras de usted.

Al comprar usted el libro, ha adquirido usted el derecho de leerlo, pero no el de censurarlo. Esto le parecerá a usted raro, pero se lo explicaré a usted.


Leer / Descargar texto

Dominio público
126 págs. / 3 horas, 41 minutos / 98 visitas.

Publicado el 7 de enero de 2022 por Edu Robsy.

La Muerte de la Verdad

Silverio Lanza


Cuento


Fui un estúpido.

Quizás no.

Desde que tuve aquella pesadilla he cambiado de ideas.

Ya no encuentro gusto ni á la Federación ni al tabaco.

¡Horrible pesadilla!

No sé cómo me encontré en una larga tabla inclinada que unía la cumbre de una montaña con el fondo del valle. Me deslizaba con la rapidez de las revoluciones.

—¡Al valle! ¡Al valle! —gritaba yo.

—¡Al valle! ¡Al valle! —respondían detrás de mí.

Me separé de la tabla y me sostuve en el aire para ver quien me seguía, pero en un instante pasaron por delante de mí muchos miles de personas.

Después creí ver á un amigo que me debe dinero y poniéndome sobre la tabla me deslicé tras él.

—¡Al valle! ¡Al valle! —se gritaba por todas partes. Ya divisé al mal pagador, llegué á alcanzarle y me dispuse á cobrar.

¡Veintitrés reales no se deben perder! Volví la cabeza; detrás de mí venía mi vecina del entresuelo. Entonces grité á mi amigo. «¡No huyas! Todas las cantidades que me debes te las perdono.»

—¡Al valle! ¡Al valle!

Pero yo me separé de la tabla porque ví un ángel rubio que aguardaba en el espacio teniendo de la brida un caballo blanquísimo.

—¿Eres Dios? —me preguntó el ángel.

—Acaso lo sea.

—¿Eres el demonio?

—Lo he sido.

—A tí espero.

Y monté sobre aquel corcel más hermoso que el de Santiago. El ángel se sujetó á la cola del caballo, y como esto me pareciera poco elegante, dile orden de caminar delante de mí. Tampoco esto lo hallé bien, y entonces hice de él una brillante estrella y la coloqué en mi frente.

Hermosas mujeres, con rostros de serafines, cubrieron mi cuerpo y el de mi tordo.

Beatriz se posó en mis labios y el Dante puso sus espaldas para que mi caballo apoyase en ellas las pezuñas.


Leer / Descargar texto

Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 56 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Cuento Inverosímil

Silverio Lanza


Cuento


Confúndete, pues, cuando te honran sin merecerlo, y procura hacer verdad lo que de ti creen los otros; y cuando lo merecieses, da la gloria á Dios que te dió aquéllo, porque te honran.

Fr. Luis de Granada.


Antón Perulero,
Cada cual atienda a su juego,
Y aquél que no atienda
Pagará una prenda.


En una población... aquí, donde yo señalo en el mapa, está el Gran Casino de Cherry-Cheeks.

Muy hermoso, con muchos dorados, muchas losas de mármol, muebles forrados de terciopelo, espejos altísimos, tocadores muy bien provistos de perfumes, un comedor ¡qué comedor! cuadras anchas y limpias, cocheras que parecen palacios, nada de escultura ni de pintura, en la biblioteca los tomos de la Gaceta, un diccionario geográfico, dos docenas de novelas estúpidas, cinco de novelas pornográficas y algunos periódicos.


Son las tres de la madrugada y Eduardo Lara, marqués de Valfermoso, se levanta de la mesa de baccarrat, le rodean sus amigos, y todos se sientan en el saloncito inmediato.

Se recuerdan y se comentan las jugadas raras. Hizo muy bien en pedir, porque ganó en el segundo teniendo el primero completamente perdido... Además les quitó un nueve para la jugada siguiente. Desde entonces quedó la suerte cambiada. El pobre Guerrero se había empeñado en abatir y no lo había conseguido, y Olot quería pedir con seis. Nada, que se habían vuelto locos...

Un dependiente del casino trajo en una bandeja de plata la cantidad ganada por el marqués; más de once mil pesetas.

A las diez de la mañana el marqués concluía de bañarse en casa de una de sus queridas, y ésta salió á la calle, incomodada, al parecer, con su amante, porque no le daba cuatro mil reales.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 86 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Cuentecitos Sin Importancia

Silverio Lanza


Cuentos, colección


Dedicatoria

Al Señor Don Fernando Castelo


Mi novelita Mala cuna y mala fosa está dedicada á un muerto.

Porque yo ni de los muertos me olvido.

Ahora bien; como me reservo el placer de no verle á usted morir, se hace preciso que le recuerde á usted en vida.

Así como el más leve indicio de una función basta para denunciar la vida en un organismo, así, creo yo, bastará este insignificante tomo para consignar nuestra amistad tan sincera y tan desinteresada.

Sea conforme lo deseo.


Silverio Lanza

Prólogos

De la primera edición


¡Cuánto trabajo he perdido en coleccionar los cuentos de Silverio Lanza! ¿Y para qué?...

Luchando heróicamente con mi pobreza he logrado de ella algunas pesetas con que publicar este tomo.

¡Quizá no publique otro!

Por eso he reunido en él cuentos de casi todas las colecciones; no los mejores ni los más malos (que yo no sé distinguir en estas cosas), sino aquellos que, á mi juicio, sintetizan mejor el carácter de cada colección.

Sentiré haberme equivocado.


El editor
J. B. A.

De su segunda edición

Mi amigo D. Pepe quiere casar á sus hijas Anita y Lucrecia. Anita es vieja y fea, y Lucrecia hermosa y joven.

El problema es casar á Anita antes que á Lucrecia.

—Presento á V. mi hija Lucrecia y mi hija Anita que es la segunda.

—Pero... ¿por qué es la segunda?

—Porque la he presentado después.


El editor
J. B. A.

De la tercera edición

Al público.—Muchísimas gracias.


El editor
J. B. A.

P. P. y W.

De la colección «Cuentos del delirio»


Leer / Descargar texto

Dominio público
121 págs. / 3 horas, 33 minutos / 156 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2022 por Edu Robsy.

¡Y Tan Ciertos!

Silverio Lanza


Cuento


«Ayer, á las cuatro de la madrugada, detuvo un vigilante de la Higiene, en la buñoleria de El Mangue, á una señora embriagada, al parecer.

«Conducida á la prevención resultó ser doña N. N., viuda de D. N. N., y casada actualmente con D. N. N.

»El vigilante fué reprendido severamente y la señora puesta en libertad.»

Bien hecho. Ya que las señoras no procuran diferenciarse de las prostitutas bueno será que los agentes las diferencien.

De todas maneras, ciertos son los toros.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 56 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Una Ecuación con Dos Incógnitas

Silverio Lanza


Cuento


(Una solución)


Diálogo en la cervecería del Quebec's Inn entre un Exchange-broker y su hijo.

—Dí, papá; ¿vamos á estar en este país mucho tiempo?

—Quizás estemos poco... quizás estaremos siempre.

—¿Y mámá?

—Ha muerto.

—¡Muerta!...

—Un agente de policía la dió un culatazo. ¿Oyes? un culatazo. Oyelo bien.

—¿Y de qué murió?

—El médico creyó que de una meningitis: un magistrado dijo que la había matado la rabia, y yo creo que murió de vergüenza... Porque nos avergüenzan... Ya lo sabes.

Un minuto de silencio.

—Oye, papá; ¿por qué bota la pelota?

—¿Por qué preguntas eso?

—Contéstame.

—Pues bien; al dar en el suelo se oprime el aire que hay dentro de la esfera de goma; este aire trata de recobrar su volumen primitivo, y este esfuerzo de reacción se efectúa en todos sentidos: la fuerza hacia abajo se neutraliza con la resistencia del suelo, y la que va hacia arriba puede con la pelota y la levanta en el aire... Y basta.

Otra pausa.

—Contesta, y no te incomodes

—Di.

—De modo que si la doy con mucho empuje botará mucho.

—Sí, hijo, sí.

—¿Y si la diese con mucha fuerza... con la fuerza de toda la pólvora que hay en Inglaterra?

—¿Qué es eso?

—Sí, papá; yo la empujo con todo mi cuerpo, y con toda esa fuerza...

—Pero entonces darías de bruces en tierra y te estrellarías.

—Bueno; me estrellaría, pero la pelota subiría mucho, mucho... ¿Hasta dónde?

—No sé.

—Subiría hasta el cielo; hasta donde está mamá.

—¿Qué dices, hijo?

—Calla, calla, papá. Ya ves que oía cuando me contaste lo del culatazo.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 46 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

12345