Textos más populares este mes de Silverio Lanza disponibles | pág. 6

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autor: Silverio Lanza textos disponibles


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Medicina Rústica

Silverio Lanza


Cuento


—Medita, Mariano, lo que me propones, y verás que es una infamia.

—¿Por qué, Silverio?

—¡Hombre de Dios! Si yo fuese médico, y fuese a reemplazarte en Navadebolos, siempre quedaría el hecho penable de que te reemplazaba para que te casases burlando a tu suegro, que es el alcalde del pueblo donde ejerces.

—¡Discutible!

—Además, quieres que vaya a reemplazarte no siendo yo médico, y esto es gravísimo.

—Di que no quieres contribuir a mi boda con Remedios, aunque sabes que su padre es rico, y que esta boda es necesaria porque estamos enamorados, y contamos con la madre, la señora alcaldesa, y con toda la familia, menos con don Remigio, porque se ha empeñado en casar a Remedios con el chico del tío Judas solamente para unir las dos lindes de la vereda por donde atajan los de Cuatezones cuando vienen a Navadebolos. Y no sabe el muy animal que, aunque are la vereda, y aunque cerque a una las dos tierras, le tirarán las tapias, abrirán dos boquetes, pasará por ellos la gente, pisarán el sembrado y los surcos, y reconstituirán la vereda los Cuatezones. Y don Remigio y Judas se quedarán más cuatezones que sus vecinos.

—¡Qué lástima!

—¡Sí que lo es! El domingo saldrá Remedios con su madre camino de un balneario que la he recomendado yo mismo a doña Rosalía, de acuerdo con ella y con mi novia. En la capital se hospedarán en casa del cura don Facundo, que es tío de Remedios, yo me hospedaré en una fonda, escribiremos a don Remigio, le ocultaremos el sitio donde estamos, y vendrán las negativas, las insistencias y la concesión y las amonestaciones.

—¡Un sainete que pudiera ser tragedia!

—Entonces es inútil que oigas a mi novia.

—¿La tienes escondida aquí?

—No, pero tengo de ella un retrato que te dedica, y una carta (que también firma su madre) pidiéndote que me complazcas en el favor que te pido.


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Dominio público
31 págs. / 55 minutos / 72 visitas.

Publicado el 11 de enero de 2022 por Edu Robsy.

La Rendición de Santiago

Silverio Lanza


Novela


Advertencia

Aun está usted a tiempo de dejarme, lector y señor mío. Olvide usted que para leerme gastó usted unas pesetas; añádalas usted a las muchas que ha empleado mal o le han robado o le han exigido, y tire usted este libro sin leerlo, si no sabe usted leer.

Quiero decir que si usted buscaba un libro que adornase, su biblioteca o su mesa de despacho, ha perdido usted su tiempo. Si usted buscaba el libro de moda, ha perdido usted su tiempo. Si usted buscaba el libro nuevo para hablar de él a los amigos y a los contertulios, ha perdido usted su tiempo, porque nadie le escuchará si de mí le habla. Si buscaba usted un libro que le deleitase, busque usted otro, porque éste es triste y soporífero. Si quería usted un libro que le ilustrase, no ha escogido usted bien, porque éste no le dirá nada nuevo; le dirá solamente lo que usted ya sabe, aunque no se atreva a decir que lo sabía. Y si buscaba usted un libro malo para darse el placer de censurarlo, también ha perdido usted su tiempo, porque en las primeras páginas del libro le advierto a usted que protesto de una manera enérgica y rotunda contra las censuras de usted.

Al comprar usted el libro, ha adquirido usted el derecho de leerlo, pero no el de censurarlo. Esto le parecerá a usted raro, pero se lo explicaré a usted.


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Dominio público
126 págs. / 3 horas, 41 minutos / 91 visitas.

Publicado el 7 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Las Limosnas de los Pobres

Silverio Lanza


Cuento


Son las siete y media de la noche. La buena Ventura recoge las cestas de azofaifas y avellanas, y coloca en paquetes los pliegos de aleluyas y de soldados iluminados. Todo esto, sin cesar de mover las castañas en el hornillo. Por fin, la tarea concluye, y las mercancías quedan amontonadas en un rincón del estrechísimo y oscuro portal. Después, la modesta tendera se sienta junto al quicio de la puerta; asegura el mantón sobre sus hombros; arropa sus pies con un resto de felpudo; arregla el pañuelo de la cabeza cogiendo una de sus puntas con la boca y tirando de la otra con la mano, y toma la paleta y remueve las castañas gritando: ¡Calentitas! ¡calentitas!

—Buenas noches, señá Ventura.

—Buenas nos las dé Dios, D. Marcelino.

—Y frescas.

—Como que pronto nace el niño.

—Dentro de pocos días estará la Plaza Mayor llena de nueces y pavos.

—Mucho frío les va á hacer á los alcarreños.

—¡Bah!

—Pero siéntese V.

—Gracias.

—Ahí detrás está el banquillo.

—Allá voy.

—Arrímese V. al fuego.

—Mil gracias.

—¿Cómo andan esos estudios?

—Bien.

—¿De modo que este año acaba V.?

—Sí, señora.

—Y se casará V. con la Vicenta.

—Desde luego.

—¿De veras?

—¿Lo duda V.?

—Yo, no señor. Siempre he dicho que sí. Porque sé que es V. muy decente.

—Gracias, señá Ventura.

—No hay por qué. Y enseguida al pueblo.

—Si, señora, Allí tengo plaza segura.

—Pues van Vds, á estar en grande. Ella es buena chica... Algo presumidilla, pero eso es la edad.

—Yo la quiero mucho.

—Eso que V. ha dicho á la vista está.

—¿Y Pilarica?


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 54 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Las Paisanas de mi Madre

Silverio Lanza


Cuento


¿Gladiatores quoque ars tuetur ira denudat. Deinde quid opus est ira, cum idem perficiat ratio?

Séneca.


Ustedes se acordaran de la tarde que Cachitos volvió á la plaza; de que mató muy bien, y de que al salir se le hizo una ovación, y nada más. Pues ahora voy á referir lo que paso aquella tarde.

Cachitos había estado tres meses en la cama curándose una perturbación de las costillas y otros órganos convecinos, producida por la entrada súbita, en aquellas regiones, del cuerno de un Miura incivil y atropellante. Esta era la explicación dada por Pico de Oro, cuñado de Cachitos, su primer banderillero, y sevillano, aunque esta condición debía ir delante, según él decía, porque es el primer ditado que se trae al mundo.

Los pesimistas aseguraron que Cachitos no volvería á torear, y el diestro se fué á la capilla de la Virgen de la Paloma el primer día que salió de su casa, volvió á la calle de Toledo, entro en la taberna del señor Francisco, y dijo al mozo:

—De beber pa todo el mundo.

Y se sirvieron copas hasta en medio del arroyo.

Cuando acabo la sesión dijo el empresario á Cachitos:

—¿Y qué? ¿Le pongo á usted, una cruz?

—A mí me pone usted en el cartel, y con unas letras mu gordas para que se vean dende la eterniá por si me estaban aguardando.

Hubo aplausos, abrazos y vivas; y se supo que Cachitos mataría seis Veraguas de butén, de chipén, sin jonjauilla ni fantesías de pasa matute. Así lo decía Pico de Oro, y así lo repito.

Las letras del cartel eran gordas, pero no las vieron desde el otro mundo, porque hubieran resucitado los muertos para... nada, porque ya los vivos se habían repartido todo el billetaje.


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 36 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Las Estrellas Visibles

Silverio Lanza


Cuento


Diálogo de dos locos


—Perdone usted, mi general. Antes le salude á usted; pero no me acordaba de que toda la mañana he llevado vuelto el anillo, y que usted no me veía. Ahora me he descubierto y vengo á darle los buenos días.

—Muchas gracias; conque el anillo, ¿eh?

—Este es otro, pero no importa; yo los hago con cualquier cosa, y todos me sirven. Este es el anillo de Sísifo.

—Creí que era de usted.

—No, señor; de Esefo. De Esefo ó de Osiris; no estoy seguro.

—¿Y usted cree que nadie le ve á usted?

—Estoy persuadido.

—¿Y si los demás se lo ponen?

—Si se lo ponen y le dan vuelta, no hay quien los vea.

—Pues démelo usted, y haremos la prueba.

—No, señor.

—¿Duda usted de esa virtud?

—Nada de eso; pero si se lo pone usted, lo vuelve, y después no puede desvolverlo, queda usted para siempre invisible.

—No ocurrirá.

—Y que si yo necesito ocultarme mientras usted lo tiene puesto, pues, ea.

—(Con aire amostazado.) Pero si eso no oculta á nadie.

—Usted lo dirá.

—Dele usted vuelta, y ya vera usted como le encuentro en seguida. (Y le doy un puntapié.)

—¿Qué apostamos?

—Nada; porque ya sabe usted que mientras no venga Don Carlos, soy pobre.

—Pues de balde.

—De balde.

—¿Vamos allá?

—Cuando usted quiera.

El loco volvió el anillo, é inmediatamente dió al general una tremenda bofetada.

—¿Qué ha visto usted, mi general?

—¡Bruto!

—Pero, ¿qué ha visto usted?

—Las estrellas.

—¡Ah!, las estrellas; no digo que no.

Y siguió paseando tranquilamente.


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Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 39 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Un Cuento, y Más, de Burros

Silverio Lanza


Cuento


Remigia se había declarado viuda.

Siendo muy niña se quedó sin madre, porque esta, huyendo de las miserias de su hogar, se fugo con un corredor de ganados. Remigia busco trabajo para mantener á su padre; y, como el trabajo lo dan los hombres, no se lo dieron á Remigia sin haberla prostituido. Pero el abuelo murió, su nieto llego á los diez años, y la infeliz huérfana y madre renuncio al vergonzoso amparo de los hombres: con su hijo le bastaba:

Desde que Remigia se negó, fué más apetecible; y como no se la podía conquistar por la dádiva, se trato de conquistarla por el terror; se la culpaba de todos los hurtos y de todos los siniestros; las mujeres la escupían, y los hombres la pegaban. Y Remigia ganaba, comía y ahorraba, porque nadie como ella y su hijo hacía tan económicamente y tan bien las faenas del campo.

Al terminar el agosto, tenía Remigia escondidas en la chimenea 70 pesetas.

—¿Sabes lo que te digo?

—Usted dirá, madre.

—Que con ese dinero nos vamos á la ciudad á comprar un borrico.

—¿Pa ponerlo en lugar del que han robado en la iglesia?

—¿Robar? Que lo habrá vendido el señor cura. Dicen que era lo mejor del paso del Domingo de Ramos. Nada, hijo; que no hay gente menos ladrona que los pobres: ¡como no nos quitemos los bostezos!

—Pues usted tiene catorce duros.

—Y que son para un borrico, porque este invierno nos servirá para llevar la ropa al arroyo, y estaremos lavando el lunes y el martes; y lo demás de la semana, tu y yo á traer lena, y hierba para los conejos...

—Los echaremos.

—Y para quien los tenga. Ahí está pared por medio el corral del boticario, que bien de conejos tiene; pues ese no ha de ir por la hierba; y si la quiere, nos la pagara.

—Tie usted razón.

—Y tendremos una compañía: los tres trabajaremos para los tres.


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Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 32 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Parada y á Fondo

Silverio Lanza


Cuento


Cui autem minus dimittitur, mi nus diligit.

San Lucas.


Piden dinero casi todos los amigos, dicho sea para elogio de los extraños; y á mis lectores les habrán dado más sablazos que pelos tengan en la cabeza, aún advirtiendo que no haya ningún calvo entre mis lectores.

El que pide promete pagar, aunque no tenga tal propósito ni facilidad para cumplirlo; y pide más que necesita, porque sabe que le han de dar menos de lo que pide; y de aquí proviene que todos los primos tengan fama de tacaños.

Admitida la existencia de esa costumbre peligrosa que se llama dar sablazos, se deduce cuan interesantes son todos los sistemas que llevan á lo que pudiéramos llamar la higiene del bolsillo. Y adviértase, desde luego, que á esto pueda aplicarse la máxima de un avicultor, que dice: «Es más fácil conservar sana á una gallina que curarla si está enferma.» ó sea, que es más fácil no prestar, que recuperar lo prestado.

Los inocentes, en su grado máximo, prestan, y los cautos, en su grado mínimo, responden: No tengo. también estoy esperando. Lo siento mucho, pero... conque vienen las gentes á suponerles pobres, y el que parece pobre, llega á serlo.

Otros, menos tontos, contestan: Para fin de mes; y como, al llegar aquella fecha, no cumplen lo que prometieron, adquieren fama de personas informales.

Quien es grosero porque envía enhoramala al sablista, y quien es impertinente porque da más consejos que moneda.

Yo conozco un método que defiende el bolsillo, evita que el prestatario pueda justificar sus calumnias, y produce un documento que atestigua las bellas condiciones del sablista y del presunto primo y la buena amistad que les une.

Supongamos que alguien ignorase mi voto de pobreza, y me pidiese dinero.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 30 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Justicia que Da Miedo

Silverio Lanza


Cuento


—Silverio, estate quietecito.
—Pero, mamá, siempre me pide usted que me esté quieto.
—Porque es lo único que necesito de tí.


Dejé la pluma y subí á cubierta porque oí rotar la caña.

El piloto me llamó desde el puente para ofrecerme una taza de café. El capitán, que se paseaba por el alcázar, me detuvo:

—No acepte usted; el café le excita, ¿sabe? mañana veremos tierra de Puerto Rico. Si va malo, le dejo allí.

—¡No lo quiera Dios!

—Ni yo le dejare, ¿sabe? ¿Qué ha escrito esta noche?

—Un artículo acerca de las autoridades.

—¿Y á usted que le importan si es usted bueno?

—No basta. Es mi obsesión. Temo siempre morir inocente en un patíbulo.

—¡Vaya! ¡Cálmese, niño!

—Eso mataría á mi santa madre, que tanto se ha esforzado en hacerme caballero. Y mi esposa sería la mujer de un presidiario. Y mi nene bonito maldeciría á su padre.

—Pero, cálmese. Eso no ocurrirá nunca; eso no es posible.

—¿Qué no es posible? ¿Es posible que aquí, en esta inmensa soledad del Océano y del firmamento, que se reúnen en un horizonte no interrumpido, podamos rompernos la cabeza contra tierra?

—Sí, señor.

—¿Cómo?

—Dando en un bajo.

—¿Y qué es un bajo?

—Un punto que...

—Un punto que está demasiado alto. Pues todas las grandezas que la Humanidad lleva consigo al navegar por el mar de la vida pueden perecer súbitamente, porque los bajos están muy altos.

—¿Lo dice usted por mí?—me preguntó el piloto desde el puente.

—No, señor.

—Pues camará, suba usted á tomar café. Y á esos bajos, ¡qué los balicen!


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1 pág. / 1 minuto / 50 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

¡Peste de Animales!

Silverio Lanza


Cuento


A los que viváis en tiempos futuros, ¡salud!

Cuando os nutráis bien, y sin esfuerzo y sin comer carnes por donde paso, al menos, la enfermedad del espanto; cuando os desplacéis sin usar de una bestia que os perfume el camino y se rebele contra nuestras ordenes; cuando los gatos y los perros no os quiten los besos de las mujeres; cuando los ruiseñores cedan las ramas á tiples económicas; cuando en el mar haya solo corales y perlas, en la atmósfera no haya más mosquitos, y en la tierra viva solamente el homo sapiens, acordaos de mi, que dije entre el desprecio de los unos y el enojo de los otros, esta perogrullada:

Cuanto más cerca de los animales está el hombre, menos distancia hay entre el hombre y los animales.


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Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Los Grandes Señores Efectivos

Silverio Lanza


Cuento


El rey de las limitadas


Donde termina la curva, que hay después del puente, hizo clac.

El chauffeur aseguro que la avería no era importante; no hacia falta quien ayudase: dos horas de tiempo, y nada mas.

En la pequeña loma que domina el valle está Valdezotes de Arriba; en la vertiente Sur, y próximo al río, está Valdezotes de Abajo.

El general y su yerno tomaron á broma lo ocurrido, y consiguieron que Mariana soportase con paciencia una marcha de quince minutos sobre un camino lleno de polvo y de guijarros.

Cuando entraron en la plaza del pueblo, que ya curioseaba á los recién venidos, pidió el duque á un muchacho que les llevase á la Administración de Correos. Hallábase está instalada en la casa del tío Pajitas, cacique de segundo orden, quien, al establecerse el telégrafo en el pueblo, arreglo un cuadra, dos gallineros y una cochiquera con tal arte, que el nuevo local pudo ser la oficina de Correos y Telégrafos, sin que dejase de ser una pocilga. Claro es que Bajitas cobraba del Ayuntamiento y de la Dirección hasta la suma de catorce duros mensuales, alquiler fabuloso que se repartía así:


Para el señor Ventura, cacique máximo, 25 pesetas.

Para el secretario, 3.

Para el tío Pelma, concejal eternamente descontentadizo, 3

Para el sacristán, 5,25

Para el medico, como delegado de Sanidad, 5.

Para el veterinario, en igual concepto, 4,75.

Para el tío Pocapena, inamovible juez municipal, 3.

Para la cofradía de San Blas, patrón del pueblo, 9.


A Pajitas le quedaban doce pesetas al mes, y hacia un negocio hermoso, porque toda la casa de Pajitas no hubiera valido en arriendo veinticinco duros anuales.


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 40 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

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