Textos más populares este mes de Silverio Lanza disponibles | pág. 7

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autor: Silverio Lanza textos disponibles


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La Tempestad

Silverio Lanza


Cuento


Mi chalet del Escorial es lindísimo, pero me obligarán á venderlo las tormentas del país. Es cosa fastidiosa pasar entre truenos el verano. Recuerdo una tarde...

Estábamos mi esposa y yo en un gabinete donde habíamos tomado café después de almorzar. Se sabía que la tormenta era inminente, el viento refrescaba y la elevada temperatura empezaba á disminuir; por lo demás el barómetro permanecía fijo. Satisfecho de la exactitud de mis observaciones me hallaba sentado en un gran sillón de paja contemplando cómo mi linda esposa hacia con crochet estrellitas de punto. Mirando aquellas manitas tan blancas y aquellas rosadas uñas, recordé la historia de mis amores; mi boda; las peripecias del noviazgo ¡Cuántos incidentes! Una negra nube cubría ya todo el cielo, y parecía que iba á faltarme luz que me permitiese ver las bellezas de mi mujercita. ¡La mía! ¡Qué satisfacción! ¡Después de haberla deseado tanto! Después de... ¡Cuánto disgusto! Ella habla tenido la culpa... Sus coqueterías... Inconvenientes de ser bonita. Pero si me hubiera querido como decía... Gozaba en hacerme celoso... Con éste... con aquél... ¿Y Federico?.. ¡Sabe Dios! ¿Se habrá casado? ¿Vivirá?.. ¿Dónde estará ahora Federico?

—No sé.

Comprendí que había hecho mi pregunta en voz alta. Un horroroso trueno rugió á espaldas del jardín.

—Jesús, María y José,—dijo mi esposa persignándose.— ¿Porqué preguntabas eso?

—¿El qué? ¡Ah! ¿Dónde está Federico? Sí. Pues nada. Me acordaba de él no sé con qué motivo.

—¿Ves cómo eres? Cuando yo estoy más contenta al lado tuyo hablas de esas cosas para disgustarme.

—¡Disgustarte! No lo creo.

Luisa me miró fijamente. Un relámpago brilló en el cielo y otro en mis ojos. Mi mujer cerró los suyos y se persignó devotamente.

—¿Estás ahuyentando el espíritu maligno?

—Si tú no quieres, no lo haré.


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2 págs. / 4 minutos / 47 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Los Andadores del Rey

Silverio Lanza


Cuento


Esta es la cámara nupcial de los reyes de Douria.


Contra mi costumbre me veo en la precisión de parecer erudito.

Los Douros formaban una nación guerrera (Douria), célebre en la historia por sus conquistas y sus reveses. Navida en las cumbres de los montes Hiniestos, bien pronto adquirió un notable desarrollo, conquistando la Ética, la Nimia y la Leticia. Llegó á su mayor apogeo bajo el reinado de Bélico I (El Justo) trescientos siglos antes de la venida del papel sellado. La osadía de un soldado llamado Lauro rompió la alianza entre Douros é Infaustos, y éstos quedaron vencidos. Posteriormente, las mujeres de Infaustía, seducidas por la belleza y la cultura de los varones Douros, empeñaron a su país en nueva guerra para lograr esclavos inodoros y los Douros fueron sometidos.

El antiquísimo historiador Talcual cita á los Infaustos con el nombre de Robayslas. También los exploradores Comino y Pimentón hablan de un pueblo de Chupa-guindas que debe ser el de Infaustía.

Acerca de todo esto redactaré una Memoria cuando mi elevada posición me obligue a escribir tonterías.


Esta es la mesa hecha con la quilla del barco Infierno conquistado á los Éticos. Esta hermosa cama está fundida con las armas ganadas al enemigo. Los tapices fueron pendones de Nimios y Leticios. Hé aquí las armas de combate de Benigno I colocadas en el esqueleto del feroz Físcalo, muerto á puñetazos por un soldado Douro.

Todo en esta habitación respira grandeza.

Ahí está el rey Benigno. Miradle. Es atlético, prieto de rostro, de barba negra y cabellera corta, espesa y rizada. La mirada de sus negros ojos parece un rayo de la luz del sol brotando de la eterna oscuridad.

Es más valiente que los soldados y más sabio que los sacerdotes.

Él dijo: «Quién una vez ha sido esclavo ya no merece ser libre. Vale más morir.»


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4 págs. / 7 minutos / 45 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2022 por Edu Robsy.

La Rendición de Santiago

Silverio Lanza


Novela


Advertencia

Aun está usted a tiempo de dejarme, lector y señor mío. Olvide usted que para leerme gastó usted unas pesetas; añádalas usted a las muchas que ha empleado mal o le han robado o le han exigido, y tire usted este libro sin leerlo, si no sabe usted leer.

Quiero decir que si usted buscaba un libro que adornase, su biblioteca o su mesa de despacho, ha perdido usted su tiempo. Si usted buscaba el libro de moda, ha perdido usted su tiempo. Si usted buscaba el libro nuevo para hablar de él a los amigos y a los contertulios, ha perdido usted su tiempo, porque nadie le escuchará si de mí le habla. Si buscaba usted un libro que le deleitase, busque usted otro, porque éste es triste y soporífero. Si quería usted un libro que le ilustrase, no ha escogido usted bien, porque éste no le dirá nada nuevo; le dirá solamente lo que usted ya sabe, aunque no se atreva a decir que lo sabía. Y si buscaba usted un libro malo para darse el placer de censurarlo, también ha perdido usted su tiempo, porque en las primeras páginas del libro le advierto a usted que protesto de una manera enérgica y rotunda contra las censuras de usted.

Al comprar usted el libro, ha adquirido usted el derecho de leerlo, pero no el de censurarlo. Esto le parecerá a usted raro, pero se lo explicaré a usted.


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126 págs. / 3 horas, 41 minutos / 102 visitas.

Publicado el 7 de enero de 2022 por Edu Robsy.

La Buñolería

Silverio Lanza


Cuento


Está en una calle estrecha y pasajera. Parece por fuera el aborto de una taberna engendrado por un horchatero. Á las tres de la madrugada ya están abiertas las puertas y ocupadas todas las mesillas cojas con tableros pintados de blanco.

Aún crean sombras en las calles los pocos faroles que deja luciendo á tan avanzada hora el económico Ayuntamiento, Las prostitutas pasean por la acera arrastrándose con pesado paso, mirando con envidiosos ojos aquellos bohemios que tan temprano se desayunan, sin sospechar que acaso no hayan hecho otra comida desde la mañana anterior. Algunas compañeras, que tienen más filosofía ó los pies doloridos, arman corro alrededor de una esquina, y allí murmuran y ajustan sus cuentas, mirando de vez en cuando al fondo del callejón, donde un vago claror que proyecta en el arroyo el farolillo de un portal anuncia á los consumidores que allí hay un lupanar de poco precio. Todas llaman á los transeuntes con su característico silbido ó con palabras no menos especiales y distintas, y sujetan la capa del estudiante calavera, ó la blusa del obrero que va borracho, y cantan coplas obscenas adaptadas á la música de Semíramis y bostezan y se rascan. Delante de la puerta de la Buñolería están la pareja de guardias de Orden público, el individuo de la ronda y el sereno, rodeando el chuzo y el farol del último, hablando de toros y loterías y robos y crímenes. Ya se nota el primer movimiento industrial de la población, y se ven haraposas mujeres revolviendo montones de basura, ejerciendo de esta manera miserable uno de los comercios más importantes de la corte. Ya van hacia sus puestos algunas vendedoras de buñuelos caminando con su tablero sobre la cabeza y la tijera colgada al hombro.


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2 págs. / 4 minutos / 31 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Cien Reales de Luz

Silverio Lanza


Cuento


Salí de Bolsa y fuíme directamente á casa de Emilia. Mi Nana, como yo la llamaba, dormía en un sillón de su gabinete. También las doradas ascuas de la chimenea parecían dispuestas á dormir entre cenizas. Yo había olvidado la baja de los Ferros, y de este modo ninguno cumplía su misión. Ni yo calculaba, ni calentaba la lumbre y Emilia dormía. Los tres estábamos cansados de nuestro destino.

Poco después Emilia se sentaba al lado del balcón, la avivada lumbre producía llamas rojas, azules y blancas, girones de fuego que se precipitaban por la chimenea y subían hacia el cielo como las almas de los justos y las blasfemias de los impíos.

En la calle, la tristeza de una tarde de invierno con la fúnebre luz de un cielo nublado, y el temeroso andar de las gentes, que marchan preservando su cabeza de la lluvia y sus pies del barro, muchedumbre que produce un ruido característico, sólo semejante al del motín que nace y balbucea un grito.

Emilia limpiaba el empañado cristal con un pañuelo, y por el trozo limpio y transparente miraba á la calle sin ocuparse de mí. Las llamas en la chimenea parecía que me hacían una mueca burlona y luégo ascendían por el tubo de hierro hablando entre sí en voz baja como si comentasen riendo la pena mía, y yo miraba la mujer y la lumbre, las dos ingratas con quienes pasamos nuestros inviernos, las que hacemos objeto de nuestra poesía, y ellas cuidan nuestro cuerpo y no se cuidan de nuestra alma.

—Vamos, hombre, siéntate.

—¿Dónde?

—Aquí enfrente. Así verás á la vecina, esa jamona que te preocupa.

—Mira que á mí...

—Pues no es tan fea.

—Pero no me gusta.

—Parece que estés triste. ¿Has tenido algún contratiempo?

—Ninguno.

—Pues, sé que la Bolsa baja.

—Mejor; ahora me conviene.

—Que sea enhorabuena... Tú siempre sales ganando.


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5 págs. / 9 minutos / 66 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Los Náufragos

Silverio Lanza


Cuento


Las olas que buscan el cielo me ocultan la tierra. La suerte ha pescado hoy conmigo. Estos plateados peces brillan como el dinero que me producirá su venta. Estoy alegre y nosotros pensamos cuando nos va bien. Mis pensamientos son tristes como las iglesias que hay en los campos. La soledad nace vestida de luto; si la cubrís de flores y telas vistosas os parecerá risueña, pero al quitarle esas galas de la imaginación, volveréis á hallar vuestra compañera cubierta con su negra vestidura. Cuando estoy en tierra me hallo solo, y cuando en la mar en mi barca y con mis redes. ¡Bendita sea la mar! Allí, entre los hombres, nadie me quiere; todos desean hacerme daño, y tengo miedo, y mi día es triste como noche de invierno, y mi noche lúgubre y espantosa como la de la eternidad. Aquí vivo en paz; el agua y yo somos amigos. El primer rayo del sol llama á los párpados de mis ojos y me despierta. Bebo ginebra y arreglo la vela que también durmió en la entena y luégo los dos trabajamos. Tiendo mis redes y recojo mi pesca. Después burlo los rayos del sol con el ancho lienzo y duermo á pierna suelta, y cuando el gran astro que nació entre las aguas camina aprisa buscando su lecho entre los montes, vuelvo á mi trabajo, y al fin, á la mezquina luz del crepúsculo cuento mis víctimas y calculo mi ganancia. Izo la vela, mi resistente mano izquierda sujeta la escota y mi inteligente mano derecha maneja la caña, y así cada una trabaja según su educación. Llego al puerto, vendo mi pesca, me proveo de alimento para el día siguiente y vuelvo á mi palacio donde la bancada de popa me proporciona cómoda cama. Así soy feliz.

El firmamento está despejado; una negra nube adorna por el horizonte sus bruscos contornos; yo presumo por dónde vendrá el viento, presto oído y le siento llegar como á caballos que se aproximan galopando.


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7 págs. / 12 minutos / 71 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Los Cruzados

Silverio Lanza


Cuento


Fingir sabiduría ó alardear de ignorancia, son dos sistemas vulgarísimos para encubrir una estupidez real.

La resistencia por la ofensa y la resistencia Pasiva son las resistencias de los ignorantes y los Cobardes. Al cielo sólo va el bueno.


Hace años oí lo siguiente á un amigo mío:

«Cuando yo estudiaba con los padres escolapios, mi profesor me llenaba de cardenales el cuerpo, y yo supuse entonces que el latín era un pretexto para pegar azotes. Siendo mozo quise estudiar el Arte poética, y me encontré con que nada sabía de la lengua latina y, recapacitando, deduje que los azotes eran un pretexto para no enseñar latín.»

De todos modos, y aparte de lo dicho, yo profeso un cariñoso respeto á los padres Agustinos porque saben y á los Escolapios porque enseñan. Esto nace de que creo firmemente que es más agradable á Dios aprender que ayunar. Acaso me equivoque, acaso peque. Ya lo veremos como lo vieron los cruzados de mi cuento.

Soy un gran pecador. Lo confieso y me pesa, pero quizás gane el cielo, porque soy un individuo altamente moral é inofensivo é insignificante.

Verán Vds, cómo.

Amo á Dios sobre todas las cosas, porque encuentro en ello un placer grandísimo.

Me amo á mi mismo más que al prógimo, porque no me gustan acciones que no sean recíprocas.

Amo el estudio, porque produce la agradable posesión de lo deseado y el encantador deseo de lo desconocido.

No hago mal á nadie, para evitarme el remordimiento, y olvido y perdono el mal recibido para no sufrir las impertinencias del rencor.

Me gustan las verdades útiles y las mentiras bonitas.

De las mujeres sólo me gustan las honradas, y soy tan bueno que las deseo para otro.

Amo la justicia, pero creo que debe ser administrada por Dios y no por los guardias de orden público.


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4 págs. / 7 minutos / 73 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Heredípeta

Silverio Lanza


Cuento


Primera parte

Por lo demás, era deber mío asistir á aquel viejo en sus últimos momentos. Sobre todo, le debía dinero, y sabido es con cuánto cuidado acompañamos nuestros ingleses al sepulcro. El señor Conde había hecho la campaña de Italia con mí abuelo; había obtenido para mí padre sus mejores empleos. Había sido mi curador. Había, y principalmente yo la debía algunas cantidades que nunca me recordaba. Teniente general, millonario, Grande de España, y ya casi decrépito, tuvo la extravagante idea de tomar en matrimonio una deliciosa jovencita, sobrina y heredera de la marquesa de Romancos. La suerte parecía perseguir al señor Conde. A los tres meses de matrimonio murió su tía política, y nuevos capitales aumentaron el de la casa. La joven condesa era tan bella como bondadosa; pero á pesar de todos pus encantos la murmuración llegó á las puertas de su honra y no encontró pretexto para seguir adelante. Conchita había sido perfectamente educada por su tía: sus sentimientos religiosos eran sinceros.

Odiaba la sociedad como todo lo desconocida cuyo mérito deseamos que se niegue. Con estas condiciones forzosamente debía ser virtuosa la linda condesita. Á mí me miraba con mirada maternal. En la expresión de sus ojos habla algo de regañona condescendencia, á menudo solía reprenderme por mis bromas y se inquietaba por mi salud si me veía formal y serio. Aquella niña se me impuso de todas veras. Ella era mi madre, y el general mi abuelo. De todo lo dicho provenía mi entrañable cariño á esta familia.

En la mañana del 22 de Enero del año tantos recibí un recado de Conchita advirtiéndome que el señor Conde habla pasado muy mala noche y se encontraba bastante enfermo. En seguida me presenté en la casa. Efectivamente el general estaba en estado grave. El médico había hecho su diagnóstico; según él, una pulmonía fulminante me dejaría huérfano.


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16 págs. / 28 minutos / 61 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Los Gusanos

Silverio Lanza


Novela corta


Primera parte. De la virtud y de los beneficios que proporciona


No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca ó ya la frente,
silencio avisen ó amenacen miedo.

(Quevedo)
 

No me caso con Petra —dijo Manolo— hasta que yo no tenga una casa mía, para que á mi mujer no la puedan echar de ninguna parte: ni el casero.

Y Manolo, que era mozo de mulas, y ganaba nueve reales diarios, dejó de fumar, de beber vino, de jugar al mus, de ir al baile, y hasta de ir á paseo. Cuando estaba libre, tejía capachos de esparto para los molinos aceiteros, y se los pagaban bien. En un año ahorró setecientos quince reales. No quiso prestarlos á réditos; y cuatro años después, compraba á Crisanto una casita que poseía de ochocientas cincuenta pesetas.

Lo supo el tío Gusano y dijo á Manolo:

—Hombre: ya sé que has fincado. Que sea enhorabuena. Y, ¿a quién le has robado la casa?

—Yo no robo á nadie.

—Parece milagro.

—Abur.

—¿Convidas?

—Ya tiene usted de más con lo que tiene.

—Lo mismo digo.


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38 págs. / 1 hora, 6 minutos / 210 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Las Limosnas de los Pobres

Silverio Lanza


Cuento


Son las siete y media de la noche. La buena Ventura recoge las cestas de azofaifas y avellanas, y coloca en paquetes los pliegos de aleluyas y de soldados iluminados. Todo esto, sin cesar de mover las castañas en el hornillo. Por fin, la tarea concluye, y las mercancías quedan amontonadas en un rincón del estrechísimo y oscuro portal. Después, la modesta tendera se sienta junto al quicio de la puerta; asegura el mantón sobre sus hombros; arropa sus pies con un resto de felpudo; arregla el pañuelo de la cabeza cogiendo una de sus puntas con la boca y tirando de la otra con la mano, y toma la paleta y remueve las castañas gritando: ¡Calentitas! ¡calentitas!

—Buenas noches, señá Ventura.

—Buenas nos las dé Dios, D. Marcelino.

—Y frescas.

—Como que pronto nace el niño.

—Dentro de pocos días estará la Plaza Mayor llena de nueces y pavos.

—Mucho frío les va á hacer á los alcarreños.

—¡Bah!

—Pero siéntese V.

—Gracias.

—Ahí detrás está el banquillo.

—Allá voy.

—Arrímese V. al fuego.

—Mil gracias.

—¿Cómo andan esos estudios?

—Bien.

—¿De modo que este año acaba V.?

—Sí, señora.

—Y se casará V. con la Vicenta.

—Desde luego.

—¿De veras?

—¿Lo duda V.?

—Yo, no señor. Siempre he dicho que sí. Porque sé que es V. muy decente.

—Gracias, señá Ventura.

—No hay por qué. Y enseguida al pueblo.

—Si, señora, Allí tengo plaza segura.

—Pues van Vds, á estar en grande. Ella es buena chica... Algo presumidilla, pero eso es la edad.

—Yo la quiero mucho.

—Eso que V. ha dicho á la vista está.

—¿Y Pilarica?


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8 págs. / 15 minutos / 62 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2022 por Edu Robsy.

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