Textos más populares este mes de Silverio Lanza disponibles | pág. 8

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autor: Silverio Lanza textos disponibles


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La Galatea

Silverio Lanza


Cuento


Con este nombre se conocen muchas obras literarias y dramáticas y no pocas tradiciones. No las citaré por no presumir de erudito.

Hace tiempo asistí á una de las representaciones que obtuvo una zarzuela española que alcanzó gran éxito. Cantaba una tiple que me produjo enojo. ¡Qué falta de mímica, de expresión y de voz! En fin, la ausencia del arte. Pero en una de las escenas, el galán, joven pescador, ofrece á la dama una preciosa joya. La metamorfosis fué completa.

Era de ver la actitud de aquella señora y eran de oír las purísimas notas que su garganta daba al aire.

Al salir del teatro recordé el cuento que voy á referir, cuento vulgarísimo que todos conocen y cuentan.

En una ciudad de Italia existía un escultor, asombro de las gentes, no sólo por sus talentos artísticos sino también por su fealdad física. Ambas cualidades se decía haberlas heredado de su padre el célebre Forgio.

Contrariado en sus empresas amorosas el tal Santino, resolvió hacerse una mujer á gusto suyo, empresa fácil para escultor tan insigne. La obra se terminó. Las timoratas gentes encontraron inmoral el asunto y el objeto, pero Santino les enseñó el texto de un soldado de Garibaldi que disculpa tales aficiones, y la hermosa mujer desnuda empezó á llamarla atención y al cabo se ofrecieron grandes sumas por aquellos contornos del mármol.

El artista empezó á adelgazar notablemente, luego se le oyó por las noches dar voces pidiendo á la estátua que correspondiese á sus caricias, después se le tuvo por loco.

Santino cerró el taller y empezó á vender las obras que tenía terminadas.


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Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 45 visitas.

Publicado el 31 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Tempestad

Silverio Lanza


Cuento


Mi chalet del Escorial es lindísimo, pero me obligarán á venderlo las tormentas del país. Es cosa fastidiosa pasar entre truenos el verano. Recuerdo una tarde...

Estábamos mi esposa y yo en un gabinete donde habíamos tomado café después de almorzar. Se sabía que la tormenta era inminente, el viento refrescaba y la elevada temperatura empezaba á disminuir; por lo demás el barómetro permanecía fijo. Satisfecho de la exactitud de mis observaciones me hallaba sentado en un gran sillón de paja contemplando cómo mi linda esposa hacia con crochet estrellitas de punto. Mirando aquellas manitas tan blancas y aquellas rosadas uñas, recordé la historia de mis amores; mi boda; las peripecias del noviazgo ¡Cuántos incidentes! Una negra nube cubría ya todo el cielo, y parecía que iba á faltarme luz que me permitiese ver las bellezas de mi mujercita. ¡La mía! ¡Qué satisfacción! ¡Después de haberla deseado tanto! Después de... ¡Cuánto disgusto! Ella habla tenido la culpa... Sus coqueterías... Inconvenientes de ser bonita. Pero si me hubiera querido como decía... Gozaba en hacerme celoso... Con éste... con aquél... ¿Y Federico?.. ¡Sabe Dios! ¿Se habrá casado? ¿Vivirá?.. ¿Dónde estará ahora Federico?

—No sé.

Comprendí que había hecho mi pregunta en voz alta. Un horroroso trueno rugió á espaldas del jardín.

—Jesús, María y José,—dijo mi esposa persignándose.— ¿Porqué preguntabas eso?

—¿El qué? ¡Ah! ¿Dónde está Federico? Sí. Pues nada. Me acordaba de él no sé con qué motivo.

—¿Ves cómo eres? Cuando yo estoy más contenta al lado tuyo hablas de esas cosas para disgustarme.

—¡Disgustarte! No lo creo.

Luisa me miró fijamente. Un relámpago brilló en el cielo y otro en mis ojos. Mi mujer cerró los suyos y se persignó devotamente.

—¿Estás ahuyentando el espíritu maligno?

—Si tú no quieres, no lo haré.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 46 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Los Andadores del Rey

Silverio Lanza


Cuento


Esta es la cámara nupcial de los reyes de Douria.


Contra mi costumbre me veo en la precisión de parecer erudito.

Los Douros formaban una nación guerrera (Douria), célebre en la historia por sus conquistas y sus reveses. Navida en las cumbres de los montes Hiniestos, bien pronto adquirió un notable desarrollo, conquistando la Ética, la Nimia y la Leticia. Llegó á su mayor apogeo bajo el reinado de Bélico I (El Justo) trescientos siglos antes de la venida del papel sellado. La osadía de un soldado llamado Lauro rompió la alianza entre Douros é Infaustos, y éstos quedaron vencidos. Posteriormente, las mujeres de Infaustía, seducidas por la belleza y la cultura de los varones Douros, empeñaron a su país en nueva guerra para lograr esclavos inodoros y los Douros fueron sometidos.

El antiquísimo historiador Talcual cita á los Infaustos con el nombre de Robayslas. También los exploradores Comino y Pimentón hablan de un pueblo de Chupa-guindas que debe ser el de Infaustía.

Acerca de todo esto redactaré una Memoria cuando mi elevada posición me obligue a escribir tonterías.


Esta es la mesa hecha con la quilla del barco Infierno conquistado á los Éticos. Esta hermosa cama está fundida con las armas ganadas al enemigo. Los tapices fueron pendones de Nimios y Leticios. Hé aquí las armas de combate de Benigno I colocadas en el esqueleto del feroz Físcalo, muerto á puñetazos por un soldado Douro.

Todo en esta habitación respira grandeza.

Ahí está el rey Benigno. Miradle. Es atlético, prieto de rostro, de barba negra y cabellera corta, espesa y rizada. La mirada de sus negros ojos parece un rayo de la luz del sol brotando de la eterna oscuridad.

Es más valiente que los soldados y más sabio que los sacerdotes.

Él dijo: «Quién una vez ha sido esclavo ya no merece ser libre. Vale más morir.»


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 44 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Ni en la Vida ni en la Muerte

Silverio Lanza


Novela corta


Convencidos de que Dios se hizo hombre, pretenden los hombres hacerse dioses. Mal oficio

Personajes

(Retratos del natural)

Licurgo Redondo, juez de delitos.
Pío de la Cruz, cura párroco.
Bienvenido González, (el inocente).
La familia Prada.
Un sepulturero que no habla.
Un tabernero, un polizonte, gentes del pueblo, y otros personajes que ni son del pueblo ni son gentes.

Se figura la acción en Villaruin, población próxima a Granburgo (capital de la Atargea), en el siglo XX del cristianismo, durante la dominación de las llamadas razas cultas.

Don Ligurco Redondo

(Juez de delitos)


Se le llama también juez de preparación o, como decía el presidente de un tribunal de apelación, «el juez de los primeros pasos», y en una procesión de Semana Santa envió al nominado detrás del Cristo amarrado a la columna, porque «usted me va inztruyendo este procezo y yo iré a la cola con él cabirdo para zentenciar con arreglo a justicia».

Cuando algún comerciante es presumido se dice que el tal se ha tragado la vara de medir: pues bien, el juez de delitos de Villaruin se ha tragado la vara de la justicia. Se la ha tragado porque anda más estirado que un pino. Se la ha tragado y le ha producido una indigestión.

Afortunadamente sólo se ha tragado la vara; otros se comen la justicia y engordan. El juez de Villaruin está para cebar; y el descaro con que asoman los huesos por debajo de la piel hace honor a la probidad de tan digno sacristán de Themis.

¡Pobre iluso!

Antes de tomar posesión de la plaza, se presentó al jefe del negociado de Derecho del Interior, y el alto funcionario le dijo:

—Usted dirá.

—Soy el juez de delitos nombrado para Villaruin.

—Está bien.

—Y vengo a despedirme de Vuecencia.

—Está bien.


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Dominio público
40 págs. / 1 hora, 10 minutos / 146 visitas.

Publicado el 9 de enero de 2022 por Edu Robsy.

La Muerte de la Verdad

Silverio Lanza


Cuento


Fui un estúpido.

Quizás no.

Desde que tuve aquella pesadilla he cambiado de ideas.

Ya no encuentro gusto ni á la Federación ni al tabaco.

¡Horrible pesadilla!

No sé cómo me encontré en una larga tabla inclinada que unía la cumbre de una montaña con el fondo del valle. Me deslizaba con la rapidez de las revoluciones.

—¡Al valle! ¡Al valle! —gritaba yo.

—¡Al valle! ¡Al valle! —respondían detrás de mí.

Me separé de la tabla y me sostuve en el aire para ver quien me seguía, pero en un instante pasaron por delante de mí muchos miles de personas.

Después creí ver á un amigo que me debe dinero y poniéndome sobre la tabla me deslicé tras él.

—¡Al valle! ¡Al valle! —se gritaba por todas partes. Ya divisé al mal pagador, llegué á alcanzarle y me dispuse á cobrar.

¡Veintitrés reales no se deben perder! Volví la cabeza; detrás de mí venía mi vecina del entresuelo. Entonces grité á mi amigo. «¡No huyas! Todas las cantidades que me debes te las perdono.»

—¡Al valle! ¡Al valle!

Pero yo me separé de la tabla porque ví un ángel rubio que aguardaba en el espacio teniendo de la brida un caballo blanquísimo.

—¿Eres Dios? —me preguntó el ángel.

—Acaso lo sea.

—¿Eres el demonio?

—Lo he sido.

—A tí espero.

Y monté sobre aquel corcel más hermoso que el de Santiago. El ángel se sujetó á la cola del caballo, y como esto me pareciera poco elegante, dile orden de caminar delante de mí. Tampoco esto lo hallé bien, y entonces hice de él una brillante estrella y la coloqué en mi frente.

Hermosas mujeres, con rostros de serafines, cubrieron mi cuerpo y el de mi tordo.

Beatriz se posó en mis labios y el Dante puso sus espaldas para que mi caballo apoyase en ellas las pezuñas.


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Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 56 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Los Cruzados

Silverio Lanza


Cuento


Fingir sabiduría ó alardear de ignorancia, son dos sistemas vulgarísimos para encubrir una estupidez real.

La resistencia por la ofensa y la resistencia Pasiva son las resistencias de los ignorantes y los Cobardes. Al cielo sólo va el bueno.


Hace años oí lo siguiente á un amigo mío:

«Cuando yo estudiaba con los padres escolapios, mi profesor me llenaba de cardenales el cuerpo, y yo supuse entonces que el latín era un pretexto para pegar azotes. Siendo mozo quise estudiar el Arte poética, y me encontré con que nada sabía de la lengua latina y, recapacitando, deduje que los azotes eran un pretexto para no enseñar latín.»

De todos modos, y aparte de lo dicho, yo profeso un cariñoso respeto á los padres Agustinos porque saben y á los Escolapios porque enseñan. Esto nace de que creo firmemente que es más agradable á Dios aprender que ayunar. Acaso me equivoque, acaso peque. Ya lo veremos como lo vieron los cruzados de mi cuento.

Soy un gran pecador. Lo confieso y me pesa, pero quizás gane el cielo, porque soy un individuo altamente moral é inofensivo é insignificante.

Verán Vds, cómo.

Amo á Dios sobre todas las cosas, porque encuentro en ello un placer grandísimo.

Me amo á mi mismo más que al prógimo, porque no me gustan acciones que no sean recíprocas.

Amo el estudio, porque produce la agradable posesión de lo deseado y el encantador deseo de lo desconocido.

No hago mal á nadie, para evitarme el remordimiento, y olvido y perdono el mal recibido para no sufrir las impertinencias del rencor.

Me gustan las verdades útiles y las mentiras bonitas.

De las mujeres sólo me gustan las honradas, y soy tan bueno que las deseo para otro.

Amo la justicia, pero creo que debe ser administrada por Dios y no por los guardias de orden público.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 71 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

¡Si Todos Fuesen Locos!

Silverio Lanza


Cuento


(Entre un demente y su camarero)

—Banco de España: Diez millones para Pepe.

—¡Vamos, D. Manuel, tome usted la sopa!

—¿La sopa? Yo la pago; he dicho que la pago. Sindicato central de las agrupaciones mineras de la cuenta del Ebro; tres millones de francos inmediatamente, tres mi...

—¡Que se enfría, D. Manuel! ¡Vamos con un poquito!

—llones. Trescientos millones.

—¡Que se enfría, vamos con un poquito!

—¿Un poquito? Mucho, mucho. Banco de Londres: acepte usted mis cheques que son corrientes. En seguida: un millón de libras esterlinas. Para ahora tengo.

—Mire usted que me enfado.

—¿Por qué? ¿Quieres dinero?

—Lo que quiero es que tome usted la sopa.

—¿La sopa? Yo no quiero sopa; yo no como sopa; yo tengo mucho dinero para comer sopa. ¿Qué quieres? ¿Cien millones? ¿En liras? Te los doy á la vista. Sociedad Internacional de...

—¡Que me enfado, D. Manuel! ¡Que me enfado!

—¿Por que no la tomo?

—Pues, ea.

—Pero si te la pago.

—Pues tómela usted.

—Te la pago y no la tomo.

—Eso no está bien.

—¿Y tú has pagado siempre todo, absolutamente todo lo que has tomado?

—No hablemos de eso.

—Contesta y dí la verdad. ¿Has pagado siempre? Contesta la verdad, ó no tomo la sopa. ¿Has pagado siempre lo que has tomado?

—Siempre, no.

—Pues desátame, y te ato.


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1 pág. / 1 minuto / 120 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Profilaxis

Silverio Lanza


Cuento


—¿La Gaceta del día 15?

—Tenga usted.

Me interesaba aquel numero de la Gaceta porque yo era oficial de albañil; quería hacerme maestro de obras; y se legislaba acerca de esta carrera que fué suprimida.

Estábamos sin trabajo porque los ricos paraban las obras empezadas y se largaban huyendo del cólera.

Por todas partes se veían camillas y carros fúnebres. Roque, el solador, salió de una taberna de la plaza del Progreso, oscilo y dió de bruces en la acera. ¡Está borracho!, dijeron unas mujeres. Me acerqué; el infeliz tiritaba de frío. Le cogieron, se lo llevaron, y seguí hacia mi casa. Cuando cruce el patio para tomar la escalera interior oí que lloraban en el 7. ¡Pobre Anita! ¡Y deja tres niños!

Mi patrona estaba fuera de casa, y Rosa, la vecina, me dió la llave de mi cuarto y me dijo:

—¿Sabe usted quien se las guilla?

—¿Quien?

—María Nieves. Y como no hemos encontrado ningún hombre en la vecindad, pues no se ha hecho nada.

—Iré yo.

Entre en mi habitación, me quite la chaqueta que llevaba sobre la blusa, y saque del bolsillo la Gaceta.

María Nieves estaba acabando. En el catre se veía temblar el cuerpo que tiritaba; y, sobre la almohada, aparecía el lívido rostro de aquella niña tan hermosa.

—¡Dios se lo pague!, señor Silverio—dijo la madre.

—¿No hay ladrillos calientes, ni botellas de agua hirviendo?

—A esta hora no hay lumbre en la vecindad.

—Si usted quisiera...

—Lo que usted mande.

Le dí una peseta para que subiese dos botellas de vino, me desnudé, y me metí en la cama con aquel capullo de diez y siete años.

La pobrecita lloraba; quizá su pudor se ofendía; quizá eran lágrimas las suyas con que agradecía mi arrojo.


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1 pág. / 2 minutos / 126 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

¡Y Tan Ciertos!

Silverio Lanza


Cuento


«Ayer, á las cuatro de la madrugada, detuvo un vigilante de la Higiene, en la buñoleria de El Mangue, á una señora embriagada, al parecer.

«Conducida á la prevención resultó ser doña N. N., viuda de D. N. N., y casada actualmente con D. N. N.

»El vigilante fué reprendido severamente y la señora puesta en libertad.»

Bien hecho. Ya que las señoras no procuran diferenciarse de las prostitutas bueno será que los agentes las diferencien.

De todas maneras, ciertos son los toros.


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Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Un Cuento, y Más, de Burros

Silverio Lanza


Cuento


Remigia se había declarado viuda.

Siendo muy niña se quedó sin madre, porque esta, huyendo de las miserias de su hogar, se fugo con un corredor de ganados. Remigia busco trabajo para mantener á su padre; y, como el trabajo lo dan los hombres, no se lo dieron á Remigia sin haberla prostituido. Pero el abuelo murió, su nieto llego á los diez años, y la infeliz huérfana y madre renuncio al vergonzoso amparo de los hombres: con su hijo le bastaba:

Desde que Remigia se negó, fué más apetecible; y como no se la podía conquistar por la dádiva, se trato de conquistarla por el terror; se la culpaba de todos los hurtos y de todos los siniestros; las mujeres la escupían, y los hombres la pegaban. Y Remigia ganaba, comía y ahorraba, porque nadie como ella y su hijo hacía tan económicamente y tan bien las faenas del campo.

Al terminar el agosto, tenía Remigia escondidas en la chimenea 70 pesetas.

—¿Sabes lo que te digo?

—Usted dirá, madre.

—Que con ese dinero nos vamos á la ciudad á comprar un borrico.

—¿Pa ponerlo en lugar del que han robado en la iglesia?

—¿Robar? Que lo habrá vendido el señor cura. Dicen que era lo mejor del paso del Domingo de Ramos. Nada, hijo; que no hay gente menos ladrona que los pobres: ¡como no nos quitemos los bostezos!

—Pues usted tiene catorce duros.

—Y que son para un borrico, porque este invierno nos servirá para llevar la ropa al arroyo, y estaremos lavando el lunes y el martes; y lo demás de la semana, tu y yo á traer lena, y hierba para los conejos...

—Los echaremos.

—Y para quien los tenga. Ahí está pared por medio el corral del boticario, que bien de conejos tiene; pues ese no ha de ir por la hierba; y si la quiere, nos la pagara.

—Tie usted razón.

—Y tendremos una compañía: los tres trabajaremos para los tres.


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1 pág. / 2 minutos / 33 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

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