P. P. y W.
Silverio Lanza
Cuento
En el día tal, del año tantos, me hallaba en la Exposición de Bellas Artes examinando con enojo una figura en mármol que había obtenido el primer premio sin tener cualidad alguna que mereciera tan gran distinción.
Hallábase á mi lado un venerable anciano de barba blanca. Comprendimos ambos, por nuestros respectivos gestos, que pensábamos de igual manera. Entonces empezamos á cruzar algunas palabras.
—Esto es atroz.
—De muy mal gusto.
—Esa cabeza no está en su sitio.
—Pero, además, repare V. que si empezase á andar esta estátua resultaría un Jacob cojo.
—¡Ah! ¿Representa á Jacob?
—Sí, señor.
—Entonces será Jacob después de encogérsele el endón.
—Buena ocurrencia.
—¿Usted es aficionado?
—Sí, señor.
—¿Acaso será esta su carrera?
—También es cierto.
—¿Es indiscreción preguntar á V. su nombre?
—No, señor. Me llamo Fulano de Tal.
—¡Hola! ¿Es V. el autor de la magnífica estátua que guarda el duque de Cuál?
—¿Lágrimas amargas?
—Esa.
—Sí, señor.
—Me felicito de este encuentro.
—Usted no debe ser del arte. Yo le conocería á usted.
—Soy un aficionado.
Seguimos hablando de esta manera, y salimos juntos de la Exposición. Él me invitó á subir á su coche, pero yo me negué resueltamente. Recordé lo mezquino de mi traje, y por no parecer su criado no quise figurarme su amigo. Entonces el caballero me dió su tarjeta y me suplicó le visitase. Se lo prometí así y nos despedimos.
El cartoncito decía: «Primitivo Dios.—Ventas del Espíritu-Santo.»
Dominio público
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Publicado el 30 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.