Las Limosnas de los Pobres
Silverio Lanza
Cuento
—Buenas noches, señá Ventura.
—Buenas nos las dé Dios, D. Marcelino.
—Y frescas.
—Como que pronto nace el niño.
—Dentro de pocos días estará la Plaza Mayor llena de nueces y pavos.
—Mucho frío les va á hacer á los alcarreños.
—¡Bah!
—Pero siéntese V.
—Gracias.
—Ahí detrás está el banquillo.
—Allá voy.
—Arrímese V. al fuego.
—Mil gracias.
—¿Cómo andan esos estudios?
—Bien.
—¿De modo que este año acaba V.?
—Sí, señora.
—Y se casará V. con la Vicenta.
—Desde luego.
—¿De veras?
—¿Lo duda V.?
—Yo, no señor. Siempre he dicho que sí. Porque sé que es V. muy decente.
—Gracias, señá Ventura.
—No hay por qué. Y enseguida al pueblo.
—Si, señora, Allí tengo plaza segura.
—Pues van Vds, á estar en grande. Ella es buena chica... Algo presumidilla, pero eso es la edad.
—Yo la quiero mucho.
—Eso que V. ha dicho á la vista está.
—¿Y Pilarica?
Dominio público
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Publicado el 1 de enero de 2022 por Edu Robsy.