La Evolución de la Materia
Silverio Lanza
Cuento
Ciertas cosas hay que referirlas sobriamente.
El sencillo toque de oración es más expresivo que los raros gritos con que los sacerdotes acompañan las ceremonias del culto.
Richard Krassoff era un hombre serio y un buen amigo.
Un día se me dijo que Richard era emigrado ruso.
Tanto mejor.
Los hijos escarnecidos por sus padres son más dignos de respeto que los padres bondadosos.
Me presente por primera vez en casa de Richard una tarde de invierno. Krassoff tenía en las barreras una habitación modestísima.
Entonces conocí la familia de mi amigo.
La señora tenía treinta y cinco años, y parecía una anciana. El niño desempeñaba una plaza de agregado en el escritorio de un banquero. Su hermanita tenía seis años. Pequeña como la margarita y blanca como las azucenas, tenía María esa rara simpatía que acompaña á la desgracia.
Quede agradablemente sorprendido ante aquellos individuos que, por su honradez, merecían ser pobres.
Senté la niña sobre mis piernas y la dejé jugar con la cadena del reloj. Pero, de pronto, interrumpiendo su juego, me dijo:
—¿Quieres que te cuente un cuento?
—Sí, hija mía.
—¿Cuál?—preguntó la señora de Krassoff.
—El del huevo, mamá.
—¡Ah, el del huevo! interrumpió Richard. Escúchelo usted, Sr. Lanza. Es interesante ahora que tanto se preocupan los sabios con las evoluciones de la materia.
—Esta bien. Cuenta.
El niño se apoyo en la pared y dibujo en sus labios una amarga sonrisa que sostuvo durante toda la narración. Krassoff, de pie y mirando hacia la calle, entretúvose en golpear los cristales con las yemas de los dedos. La señora fijo sus ojos en la niña, y esta apoyo su manita izquierda en mi hombro, y accionando con la derecha empezó así su cuento:
Dominio público
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Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.