En Voz Baja
Silverio Lanza
Cuento
—¿Te acuerdas de Concha?
–¿Cuál?
—No hay más que una.
—Permíteme; hay muchas que nacen en la mar y muchas que viven en el arroyo de la calle.
—Para nosotros sólo hay una.
—Como no sea la de Burdeos.
—Esa.
—¿La has visto?
—Esta mañana.
—¿Cómo está?
—Muy vieja.
—Como nosotros.
—Más aún.
—¡Presumido!
—No lo creas. De aquella hermosa instantánea española que en Burdeos nos explotaba y nos divertía queda solamente una anciana muy seria.
—¡Diantre!
—La conocí enseguida, porque es imposible que la olvidemos. Llevaba un vestido hecho con el buen gusto de la sencillez, y la acompañaba un joven de veintitantos años.
—Continúa con su afición.
—Escucha.
—Bueno.
—La seguí, la alcancé, la miré con insistencia, volví á quedarme detrás de ella, y repetí varias veces esta maniobra. Noté que se turbaba, y cuando llegamos á la Presidencia se acercó á la pared. La pobre Concha estaba lívida, y me acerqué á ella. Entonces dijo al mozo:,
—Un coche, uno de aquellos, que se acerque.
El joven dudaba, y le animó diciéndole:
—Vaya usted sin temor; yo no me separo de esta señora.
Y cuando estuvimos solos me sujetó el brazo con sus manos crispadas y llorando, dramática, sublime...
—¡Chico!
—Escucha... y llorando me dijo así: «Señor general: he sido una miserable para que este hijo mío fuese hoy un ingeniero ilustre y honrase á su madre. Señor general: no destruya usted en un momento una felicidad que tanto me ha costado.»
—Sigue, sigue.
—Y nada más. Vino el joven con el coche, montaron, y yo conmovido, saludé respetuosamente á la llorosa anciana.
—¿Tú? ¿Tú saludaste en un sitio tan público á una mujer de esa especie?
—¿Y qué?
—¿Fuiste capaz...
Dominio público
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Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.