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autor: Silverio Lanza editor: Edu Robsy


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La Locura Ajena

Silverio Lanza


Cuento


—Pero, vuélvase usted de este otro lado—le decía yo en la huerta del manicomio al infeliz Roldan.

—De este otro lado veo mi buena sombra.

—No señor; de este lado no ve usted ninguna sombra, porque está usted cara al sol.

—De este lado está mi buena sombra, pero usted no ve la buena sombra que yo tengo. En cambio me vuelvo, y ahí tiene usted mi sombra negra, mi sombra mala, la que ustedes ven; y, por eso, me llaman mala sombra.

—Pues póngase usted de costado hacia el sol.

—¿Y que?

—Haga usted la prueba.

—¡Si la hago muchas veces!

—Vera usted que solo tiene usted una sombra.

—Veo las dos, pero usted solo ve la mala.

—Como usted vera la mía.

—Algunos días no, pero hoy la tiene usted.

—Porque discuto.

—Porque está usted muy pesado, y sería usted capaz de volverme loco.

—Eso es lo que yo no quiero.

—O devolverse usted.

—Lo sentiría.

—Y yo también; pero es peor hallarse cuerdo y que le tengan á uno encerrado. Y todo por mi mala sombra. Y por la noche es peor. Cuando voy por el corredor estrecho siempre voy viendo mi sombra mala.

—Porque siempre tiene usted á sus espaldas un farol.

—Como usted tiene siempre una respuesta.

—No vale incomodarse.

—Ya sabe usted que no me incomodo; trato de convencerle á usted, y algún día me dará usted la razón.

—En cuanto usted la tenga.

—En cuanto usted razone. ¿Por qué al pasar por delante del tragaluz de la cocina, cuando vamos á cenar, crece tanto mi mala sombra?

—Porque la luz viene de abajo.

—Me recuerda usted á un orador de club á quien oí, y que decía: Es necesario enseñar á los reyes, que la luz que ha de iluminarles viene de abajo, y como el orador pisase en el suelo una cerilla que se inflamo, hubo chacota larga y... y...


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1 pág. / 2 minutos / 118 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Fe

Silverio Lanza


Cuento


Para ir á la Meca, no puede el marido impedir á la mujer que vaya, sino que si el no quiere ir, ella toma otro que la acompañe por todo el tiempo que dure el viaje; y si viene del viaje preñada, lo que para, siendo hombre, es gerifo, que quiere decir, pariente de Mahoma, porque dicen concurre Mahoma á la generación...

El P. Castillo (devoto peregrino).


Pues bien; Aniceto es gerifo. Su madre era una hermosísima mujer cuando la conocí.

Un día, durmiendo entre altos trigos, á orillas de una vereda que conduce desde el pueblo á la ermita de San Juan, alegróse mi vista con la repentina presencia de la lugareña. Hizo ella súbitos ademanes de inquietud y asombro así que me vio, más yo la tranquilice con la mesura de mi palabra y lo respetuoso de mi continente, y de este modo la anime á conversar conmigo.

—Buenas tardes, Bibiana.

—Buenas las tenga usted, señorito.

—¿Va usted de paseo?

—Sí, señor.

—¿Hacia donde?

—Pues... hacia la ermita.

—Quiere usted sentarse y descansar.

—No, señor, no. Es muy tarde y voy de prisa.,

—Diga usted, ¿esa ermita es de San Juan?

—De San Juan, si.

—¿Y está el santo dentro de la ermita?

—Ya lo creo.

—¿Cuándo es su fiesta?

—Dentro de doce días; el veinticuatro de este.

—Entonces es San Juan Bautista. ¿Y que fiesta le hacen al santo?

—Pues se le hace mucha.

—Usted perdone; la estoy molestando con mis preguntas y usted lleva prisa.)

—¡No faltaba mas! Usted pregunte lo que quiera.

—Pues, se lo diré á usted andando.

Y efectivamente empezamos á caminar hacia la ermita.

Mientras yo hablaba iba Bibiana recogiendo piedrecitas del camino, las cuales guardaba debajo del delantal.


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2 págs. / 4 minutos / 89 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Buñolería

Silverio Lanza


Cuento


Está en una calle estrecha y pasajera. Parece por fuera el aborto de una taberna engendrado por un horchatero. Á las tres de la madrugada ya están abiertas las puertas y ocupadas todas las mesillas cojas con tableros pintados de blanco.

Aún crean sombras en las calles los pocos faroles que deja luciendo á tan avanzada hora el económico Ayuntamiento, Las prostitutas pasean por la acera arrastrándose con pesado paso, mirando con envidiosos ojos aquellos bohemios que tan temprano se desayunan, sin sospechar que acaso no hayan hecho otra comida desde la mañana anterior. Algunas compañeras, que tienen más filosofía ó los pies doloridos, arman corro alrededor de una esquina, y allí murmuran y ajustan sus cuentas, mirando de vez en cuando al fondo del callejón, donde un vago claror que proyecta en el arroyo el farolillo de un portal anuncia á los consumidores que allí hay un lupanar de poco precio. Todas llaman á los transeuntes con su característico silbido ó con palabras no menos especiales y distintas, y sujetan la capa del estudiante calavera, ó la blusa del obrero que va borracho, y cantan coplas obscenas adaptadas á la música de Semíramis y bostezan y se rascan. Delante de la puerta de la Buñolería están la pareja de guardias de Orden público, el individuo de la ronda y el sereno, rodeando el chuzo y el farol del último, hablando de toros y loterías y robos y crímenes. Ya se nota el primer movimiento industrial de la población, y se ven haraposas mujeres revolviendo montones de basura, ejerciendo de esta manera miserable uno de los comercios más importantes de la corte. Ya van hacia sus puestos algunas vendedoras de buñuelos caminando con su tablero sobre la cabeza y la tijera colgada al hombro.


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2 págs. / 4 minutos / 30 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Cien Reales de Luz

Silverio Lanza


Cuento


Salí de Bolsa y fuíme directamente á casa de Emilia. Mi Nana, como yo la llamaba, dormía en un sillón de su gabinete. También las doradas ascuas de la chimenea parecían dispuestas á dormir entre cenizas. Yo había olvidado la baja de los Ferros, y de este modo ninguno cumplía su misión. Ni yo calculaba, ni calentaba la lumbre y Emilia dormía. Los tres estábamos cansados de nuestro destino.

Poco después Emilia se sentaba al lado del balcón, la avivada lumbre producía llamas rojas, azules y blancas, girones de fuego que se precipitaban por la chimenea y subían hacia el cielo como las almas de los justos y las blasfemias de los impíos.

En la calle, la tristeza de una tarde de invierno con la fúnebre luz de un cielo nublado, y el temeroso andar de las gentes, que marchan preservando su cabeza de la lluvia y sus pies del barro, muchedumbre que produce un ruido característico, sólo semejante al del motín que nace y balbucea un grito.

Emilia limpiaba el empañado cristal con un pañuelo, y por el trozo limpio y transparente miraba á la calle sin ocuparse de mí. Las llamas en la chimenea parecía que me hacían una mueca burlona y luégo ascendían por el tubo de hierro hablando entre sí en voz baja como si comentasen riendo la pena mía, y yo miraba la mujer y la lumbre, las dos ingratas con quienes pasamos nuestros inviernos, las que hacemos objeto de nuestra poesía, y ellas cuidan nuestro cuerpo y no se cuidan de nuestra alma.

—Vamos, hombre, siéntate.

—¿Dónde?

—Aquí enfrente. Así verás á la vecina, esa jamona que te preocupa.

—Mira que á mí...

—Pues no es tan fea.

—Pero no me gusta.

—Parece que estés triste. ¿Has tenido algún contratiempo?

—Ninguno.

—Pues, sé que la Bolsa baja.

—Mejor; ahora me conviene.

—Que sea enhorabuena... Tú siempre sales ganando.


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5 págs. / 9 minutos / 64 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Lo que les Gusta a las Mujeres

Silverio Lanza


Cuento


—¡Pues entonces, hombre!...

—Si; pero la gran dificultad es encontrarla.

—No digas eso.

—¡Pues apenas si me he llevado chascos!...

—¿Cuáles?

—Ea. Fulanita trataba de seducirme á mi después de haberse dejado seducir por un francés. Menganita se dejaba pretender mientras arreglaba conmigo los preparativos para nuestra boda. Zutanita ya sabes lo que era. Me presentaron á la de Tal. Medio arreglado tenía el asunto con los padres y supe que la niña tenía amores con un monigote que frecuentaba la casa. La chica de Cual tenía el vicio de las criadas.

—¿Qué vicio?

—Uno.

—Todo eso no significa nada.

—¡Caracoles!

—¿Por qué no te casaste con la de Éste?

—Por la misma razón que me obligó á dejar la de Otro.

—¿Por qué?

—Porque la de Otro andaba con éste y la de Éste andaba con otro.

—En fin, que no quieres casarte.

—Lógico! Dirás que no puedo casarme.

—¿Quieres que te busque novia?

—Si no me llevas caro...

—Purita.

—No parece mala muchacha.

—Ya lo creo. No encontrarás una criatura mejor educada. En aquella casa no hay líos ni enredos, ni diversiones que puedan parecer deshonestas. Tres ó cuatro veces al año va la familia al teatro. Esto es todo. Allí no verás sino gente formal.

—Si todo eso fuese cierto...

—Con verlo, basta. Esta noche te presento.

—Conformes.

—La reunión empieza á las ocho y media y acaba á las diez.

—Algo añeja me parece esa costumbre.

—¿Quieres una mujer á la moda?

—No, no; prefiero á Purita.

—Después de comer nos veremos en el café, y de allí á la casa.

—No hay inconveniente.

—Me alegraría de que te arreglases de una vez.

—Más me alegraría yo.

—Ea, pues, hasta luégo.

—Hasta luégo. Adiós.


* * *


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3 págs. / 6 minutos / 70 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Lo Que Hace el Diablo

Silverio Lanza


Cuento


Salía yo de una casa de la calle del Prado, donde había pasado la velada viendo cuadros disolventes, y salí, como es mi costumbre, renegando de la perversidad humana que aficiona á los hombres y a las mujeres á permanecer juntitos y á oscuras.

Y marchaba renegando del sensualismo ajeno y del frío de aquella noche, cuando observé que por la acera opuesta bajaba una real moza. Me paré en la esquina de la calle del Baño y me puse á contemplar aquellos andares. Al llegar enfrente de mi


La donna tutta á me si torse,


pero siguió andando.

Se me fueron los ojos detrás de aquel prodigio de gentileza, y por igual camino se me fueron los pies.

Paróse mi perseguida en la entrada de la calle de Cervantes, y yo pasé delante de la buena moza. El sitio era oscuro, y mi vista es corta; conque sólo pude asegurarme de que la flamenca llevaba la cara oculta por la toquilla y un paquete escondido debajo del mantón.

Anduve como seis pasos, y me paré, suponiendo que mi conquistada me seguiría, pero no la ví.

Esa huye —me dije—, me ha dado mico, y se marcha por la calle del León; pero en esta calle tampoco hallé á la taimada.

Y estaba tragándome aquel camelo cuando me ocurrió la idea de que la barbiana hubiera subido á la casa de préstamos, é inmediatamente subí, abrí la mampara, y allí estaba arrimada al mostrador.

Pregunté si había de venta algún alfiler de corbata; me contestaron que tenían muchos: prometí volver al día siguiente, y me marché, después de haber visto que el objeto empeñado era una manta, y que, sobre ésta, habían prestado cincuenta reales.

La desconocida corría como una liebre, pero la alcancé, y la dije:

—Señora, permítame usted que...

—Hágame usted el favor de retirarse.

—Después, señora, pero antes ruego á usted de nuevo que me escuche.

Yo me acercaba, y la mujer huía casi á saltos.


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Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Cuestión Social

Silverio Lanza


Cuento


Mi amigo Publícola había pasado en vela la noche del 3. Al amanecer casi era cadáver.

Unid el hambre con el sueño y se verificará una combinación química que dará por resultado un compuesto que se tiene por simple: el derecho á la existencia.

Publícola al sentirse falto de vida comprendió por primera vez que tenía derecho á vivir. Pero la hora no era oportuna para despertar al Presidente del Consejo ó del Supremo y exponerle estas teorías. Por otra parte, la propaganda de ciertas ideas siguen el mismo movimiento que el humo de la pólvora: sale de abajo y llega arriba.

Publícola empezó su campaña en una buñolería. Convenció al dueño de que no era burgués, supuestas las diferencias que existen entre las explotaciones de las dos masas blancas: la masa humana y la de los buñuelos. Llamó Santo Jonás al señorito de la casa, calificativo que oyó con inocente satisfacción la abultada buñolera.

Después habló con los bohemios de la asquerosa simonía de nuestros gobernantes; con los aguadores del sudor de su frente; con los carboneros del negro pan del trabajo; con las criadas del amor libre, y con los soldados del ensangrentado látigo de los déspotas y los cabos.

Resultado práctico: tomó siete buñuelos, dos churros y cinco copas de aguardiente.

A las nueve opinaba mi amigo que se puede vivir á costa del país teniendo el sistema de servir al que paga.

De modo, que á las cuatro de aquella mañana, el Presidente no pensaba como Publícola, y á las nueve pensaba Publícola como el Presidente.

Pero á las nueve y media el alcohol había exagerado la secreción de jugos, y los buñuelos estaban disueltos, descompuestos y repartidos con una asimilación insignificante.

A las diez las opiniones de Publícola discrepaban algo de las del señor Presidente, á las once volvió á acordarse del derecho á la vida.


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Publicado el 15 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Judas

Silverio Lanza


Cuento


(Fotografía del natural)


Dícese que iban por un camino, y en dirección opuesta, un jesuita moreno y un escolapio muy rubio. Es sabido que los jesuitas, desde la primera fundación calasancía, no han cesado de molestar á los escolapios;y sabido es que, entre la gente de iglesia, los odios son recíprocos. Al hallarse próximos, dijo el jesuita:

—Rubio era Judas.

Y contestó el escolapio:

—Eso no es artículo de fe: lo que si es artículo de fe es que Judas era de la Compañía de Jesús.


* * *


Generalmente, nos imaginamos á Judas, rubio, feo, vendiendo por treinta dineros al hijo de María, y ahorcándose después; y todo esto es inexacto. Judas, aunque pareciese rubio, no lo era; porque lo racional en un Judas es que se tiñese el pelo. Judas era hermoso; si hubiese sido feo, enfermo, ó lisiado, hubiera sido melancólico, quizá agresivo, pero nunca traidor; porque los desgraciados, cuando tienen un Jesús que les quiera, jamás le venden. Judas no cobró solamente treinta dineros: eso es una candidez de los modernos eruditos. Judas cobró mucho más; porque en aquellos tiempos la dignidad profesional de los traidores estaba á mayor altura. Judas no fué suicida: á Judas le mando ahorcar Caifás; porque siempre los poderosos han gobernado de la misma manera: explotando la traición y asesinando á los traidores.


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Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

El Verdadero Timo del Entierro

Silverio Lanza


Cuento


La ponderación de fuerzas en el Ayuntamiento de Valdezotes traía pensativos al diputado, á los concejales y á los peores contribuyentes.

Con Riñones ó con Quedito; este era el problema. La solución fué elegir concejal y alcalde al tío Meterio, y nombrar al tío Quedito primer teniente, porque se avino á la solución. Riñones protestó indignado y se sentó á la izquierda.

Emeterio tenía cincuenta fanegas de tierra mala, un par de mulas malas, una casa mala y vieja, una mujer vieja y mala, y un hijo que era lo peor que Emeterio tenia.

La vara de alcalde lleno á la señá Niceta y á Tolico de satisfacción y de orgullo. Emeterio quedó asombrado y temeroso.

Se celebro la toma de posesión, y el día siguiente se hallaba enfermo el señor alcalde. Se llamó al medico de Zarzabronca, é hizo ante la familia y Quedito este diagnostico: «Pulmonía doble infecciosa con atonía del corazón, hipertrofia del hígado y congestión renal. Situación gravísima: conviene que se confiese y reciba los Santos Sacramentos. No se debe perder la esperanza; yo y la Ciencia tenemos recursos.»

Emeterio se quejaba rabiosamente, y Valdezotes se disponía á un caso extraordinario: á enterrar un alcalde. Quedito reunió al Cabildo municipal; hablo de la urgencia; recordó que la caja, los cirios, la música y las coronas estaban á nueve leguas de distancia, y se comisiono al síndico para que, en unión del secretario y de las caballerías necesarias, fuese á la ciudad y se trajese lo preciso para enterrar dignamente al primer alcalde que en Valdezotes moría mandando.

Al amanecer se había Emeterio descargado de los bollos, de las aves, del cordero, de la bebida y de todo lo que había ingerido el día de la toma de posesión. Y satisfecho de si mismo, porque había obrado bien, se durmió tranquilamente.


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Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

El Mejor Alcalde, Dios

Silverio Lanza


Cuento


Son las siete de la noche. El Sr. Juan cruza la plaza del pueblo y entra en la casa consistorial.

—Buenas, Mariano.

—Hola, Sr. Juan, ¿qué trae usted por aquí?

—¿Está el señor alcalde?

—Está con la Comisión de adoquines.

—Y, ¿qué hacen?

—Pues van á empedrar...

—¿La plaza de las Escuelas?

—Quiá, la calle del Barranco.

—Pero si por allí no pasa un cristiano.

—Pero tiene la puerta falsa el señor alcalde.

—¿Y qué?

—Y salen sus galeras, y las cabras, y los cerdos.

—Comprendido. ¿Y durará mucho la sesión?

—Poco. Llevan media hora. Dijeron que se quedara un alguacil y me quedé yo.

—¿Y Avisa?

—En el cortijo del señor síndico.

—¿Ocurre algo?

—No, señor; que esta noche cenan allí.

—¿Quiénes?

—Pues todos los de justicia.

—Pero no irá el señor alcalde.

—¿Que no? Pues si es quien convida.

—¿De modo que ya han hecho las paces?

—El mesmo día de la toma.

—Está bien.

—Esto es una comedia.

—A las veces sainete.

—También.

—Y á las veces tragedia.

—Como lo será pa el tío Dormido.

—¿Qué le pasa?

—Que el señor alcalde le quiso comprar el pajar y él no quiso, y ahora le obliga á hacer obra y á meterse pa dentro, y...

—Y lo venderá.

—Qué remedio.

—Parece que andan.

—Ya salen. Estése usted aquí y le habla cuando pase.

—Si, hombre, y gracias.


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6 págs. / 11 minutos / 62 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

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