Las Paisanas de mi Madre
Silverio Lanza
Cuento
¿Gladiatores quoque ars tuetur ira denudat. Deinde quid opus est ira, cum idem perficiat ratio?
Séneca.
Ustedes se acordaran de la tarde que Cachitos volvió á la plaza;
de que mató muy bien, y de que al salir se le hizo una ovación, y nada
más. Pues ahora voy á referir lo que paso aquella tarde.
Cachitos había estado tres meses en la cama curándose una perturbación de las costillas y otros órganos convecinos, producida por la entrada súbita, en aquellas regiones, del cuerno de un Miura incivil y atropellante. Esta era la explicación dada por Pico de Oro, cuñado de Cachitos, su primer banderillero, y sevillano, aunque esta condición debía ir delante, según él decía, porque es el primer ditado que se trae al mundo.
Los pesimistas aseguraron que Cachitos no volvería á torear, y el diestro se fué á la capilla de la Virgen de la Paloma el primer día que salió de su casa, volvió á la calle de Toledo, entro en la taberna del señor Francisco, y dijo al mozo:
—De beber pa todo el mundo.
Y se sirvieron copas hasta en medio del arroyo.
Cuando acabo la sesión dijo el empresario á Cachitos:
—¿Y qué? ¿Le pongo á usted, una cruz?
—A mí me pone usted en el cartel, y con unas letras mu gordas para que se vean dende la eterniá por si me estaban aguardando.
Hubo aplausos, abrazos y vivas; y se supo que Cachitos mataría seis Veraguas de butén, de chipén, sin jonjauilla ni fantesías de pasa matute. Así lo decía Pico de Oro, y así lo repito.
Las letras del cartel eran gordas, pero no las vieron desde el otro mundo, porque hubieran resucitado los muertos para... nada, porque ya los vivos se habían repartido todo el billetaje.
Dominio público
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Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.