Textos de Silverio Lanza etiquetados como Cuento disponibles | pág. 2

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Medicina Rústica

Silverio Lanza


Cuento


—Medita, Mariano, lo que me propones, y verás que es una infamia.

—¿Por qué, Silverio?

—¡Hombre de Dios! Si yo fuese médico, y fuese a reemplazarte en Navadebolos, siempre quedaría el hecho penable de que te reemplazaba para que te casases burlando a tu suegro, que es el alcalde del pueblo donde ejerces.

—¡Discutible!

—Además, quieres que vaya a reemplazarte no siendo yo médico, y esto es gravísimo.

—Di que no quieres contribuir a mi boda con Remedios, aunque sabes que su padre es rico, y que esta boda es necesaria porque estamos enamorados, y contamos con la madre, la señora alcaldesa, y con toda la familia, menos con don Remigio, porque se ha empeñado en casar a Remedios con el chico del tío Judas solamente para unir las dos lindes de la vereda por donde atajan los de Cuatezones cuando vienen a Navadebolos. Y no sabe el muy animal que, aunque are la vereda, y aunque cerque a una las dos tierras, le tirarán las tapias, abrirán dos boquetes, pasará por ellos la gente, pisarán el sembrado y los surcos, y reconstituirán la vereda los Cuatezones. Y don Remigio y Judas se quedarán más cuatezones que sus vecinos.

—¡Qué lástima!

—¡Sí que lo es! El domingo saldrá Remedios con su madre camino de un balneario que la he recomendado yo mismo a doña Rosalía, de acuerdo con ella y con mi novia. En la capital se hospedarán en casa del cura don Facundo, que es tío de Remedios, yo me hospedaré en una fonda, escribiremos a don Remigio, le ocultaremos el sitio donde estamos, y vendrán las negativas, las insistencias y la concesión y las amonestaciones.

—¡Un sainete que pudiera ser tragedia!

—Entonces es inútil que oigas a mi novia.

—¿La tienes escondida aquí?

—No, pero tengo de ella un retrato que te dedica, y una carta (que también firma su madre) pidiéndote que me complazcas en el favor que te pido.


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Dominio público
31 págs. / 55 minutos / 74 visitas.

Publicado el 11 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Cómo Quisiera Morir

Silverio Lanza


Cuento


No os asustéis de que elija un asunto tan triste para escribir este articulo.

¡Hablar de morir un joven cuya cédula personal es una patente de dicha!

Y, sin embargo, la muerte es mí capricho constante, quizás porque es el único que espero conseguir.

Después de haber vivido sufriendo el hambre que no mata y que se llama estrechez; estudiando incesantemente para convencerme á la postre de que no sé nada; sin lograr nunca un miserable sueldo con que alegrar el cuerpo, ni una insignificante distinción con que halagar al espíritu, ¿qué esperanza me queda? solamente la muerte.

Dios es bueno y es justo. ¡Bendito seas, oh Dios!

Si los hombres me hubieran dejado sentar á la mesa del placer, quizás en aquel hermoso festín te hubiera olvidado, Dios omnipotente; pero si ves que en mi desgracia no te he negado nunca, ¿podrás dudar ¡oh Dios! de que yo te ame?

Teniendo fe en Dios, y no teniendo esperanza en los hombres, la muerte es un dulce consuelo.

Pero nadie se muere hasta que Dios quiere, y yo, después de haberme envenenado y haber sufrido enfermedades y agresiones aún no me he muerto. Confieso que tampoco me hubiera hecho gracia.

Es lógico; ya que en vida no he pasado de ser un sér vulgar, quisiera lograr una muerte característica.

Una vez la soñé, pero la soñé despierto, que es como sueño yo.

Oigan Vds. el sueño.

Son las nueve de la noche de un miércoles de Ceniza. Estoy en la Puerta del Sol; siento un golpecito en el brazo derecho y me encuentro...

—¡Hola, Manolita!

—¡Ay Silverio, muy preocupado vas!

—Ya sólo me quedan preocupaciones. El dinero se me acabó in initium.

—Sacristán. Siempre estás hablando en latín.

—Es la lengua favorita de los sabios que no saben castellano.

—Vamos, déjate de bromas y convídame.

—Querida Manolita. Dos puntos. Supla mi buen deseo á la falta de moneda.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 79 visitas.

Publicado el 5 de enero de 2022 por Edu Robsy.

La Tempestad

Silverio Lanza


Cuento


Mi chalet del Escorial es lindísimo, pero me obligarán á venderlo las tormentas del país. Es cosa fastidiosa pasar entre truenos el verano. Recuerdo una tarde...

Estábamos mi esposa y yo en un gabinete donde habíamos tomado café después de almorzar. Se sabía que la tormenta era inminente, el viento refrescaba y la elevada temperatura empezaba á disminuir; por lo demás el barómetro permanecía fijo. Satisfecho de la exactitud de mis observaciones me hallaba sentado en un gran sillón de paja contemplando cómo mi linda esposa hacia con crochet estrellitas de punto. Mirando aquellas manitas tan blancas y aquellas rosadas uñas, recordé la historia de mis amores; mi boda; las peripecias del noviazgo ¡Cuántos incidentes! Una negra nube cubría ya todo el cielo, y parecía que iba á faltarme luz que me permitiese ver las bellezas de mi mujercita. ¡La mía! ¡Qué satisfacción! ¡Después de haberla deseado tanto! Después de... ¡Cuánto disgusto! Ella habla tenido la culpa... Sus coqueterías... Inconvenientes de ser bonita. Pero si me hubiera querido como decía... Gozaba en hacerme celoso... Con éste... con aquél... ¿Y Federico?.. ¡Sabe Dios! ¿Se habrá casado? ¿Vivirá?.. ¿Dónde estará ahora Federico?

—No sé.

Comprendí que había hecho mi pregunta en voz alta. Un horroroso trueno rugió á espaldas del jardín.

—Jesús, María y José,—dijo mi esposa persignándose.— ¿Porqué preguntabas eso?

—¿El qué? ¡Ah! ¿Dónde está Federico? Sí. Pues nada. Me acordaba de él no sé con qué motivo.

—¿Ves cómo eres? Cuando yo estoy más contenta al lado tuyo hablas de esas cosas para disgustarme.

—¡Disgustarte! No lo creo.

Luisa me miró fijamente. Un relámpago brilló en el cielo y otro en mis ojos. Mi mujer cerró los suyos y se persignó devotamente.

—¿Estás ahuyentando el espíritu maligno?

—Si tú no quieres, no lo haré.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 46 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Las Limosnas de los Pobres

Silverio Lanza


Cuento


Son las siete y media de la noche. La buena Ventura recoge las cestas de azofaifas y avellanas, y coloca en paquetes los pliegos de aleluyas y de soldados iluminados. Todo esto, sin cesar de mover las castañas en el hornillo. Por fin, la tarea concluye, y las mercancías quedan amontonadas en un rincón del estrechísimo y oscuro portal. Después, la modesta tendera se sienta junto al quicio de la puerta; asegura el mantón sobre sus hombros; arropa sus pies con un resto de felpudo; arregla el pañuelo de la cabeza cogiendo una de sus puntas con la boca y tirando de la otra con la mano, y toma la paleta y remueve las castañas gritando: ¡Calentitas! ¡calentitas!

—Buenas noches, señá Ventura.

—Buenas nos las dé Dios, D. Marcelino.

—Y frescas.

—Como que pronto nace el niño.

—Dentro de pocos días estará la Plaza Mayor llena de nueces y pavos.

—Mucho frío les va á hacer á los alcarreños.

—¡Bah!

—Pero siéntese V.

—Gracias.

—Ahí detrás está el banquillo.

—Allá voy.

—Arrímese V. al fuego.

—Mil gracias.

—¿Cómo andan esos estudios?

—Bien.

—¿De modo que este año acaba V.?

—Sí, señora.

—Y se casará V. con la Vicenta.

—Desde luego.

—¿De veras?

—¿Lo duda V.?

—Yo, no señor. Siempre he dicho que sí. Porque sé que es V. muy decente.

—Gracias, señá Ventura.

—No hay por qué. Y enseguida al pueblo.

—Si, señora, Allí tengo plaza segura.

—Pues van Vds, á estar en grande. Ella es buena chica... Algo presumidilla, pero eso es la edad.

—Yo la quiero mucho.

—Eso que V. ha dicho á la vista está.

—¿Y Pilarica?


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Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 59 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2022 por Edu Robsy.

San Martín

Silverio Lanza


Cuento


Archilla es un delicioso pueblecito de la provincia de Guadalajara. Es como un blanco cordero abandonado. Visto desde las cumbres de los montes parece cuatro blancos trapitos acabados de lavar en el río y puestos á secar sobre una loma. Por esto conoceréis el pueblo que describo. Figuráos un hermoso valle atravesado por el río Tajuña. A la derecha de la corriente, y en la falda del monte, una colina, á la que dan verde color muchos y frondosísimos nogales. A las aguas del río van á unirse las de tres fuentes distintas. Siguiendo cauce arriba se encuentran Romancos y luego Brihuega. Cauce abajo se halla Tomellosa y después Valfermoso. Archilla tiene ochenta casas, medía docena de calles, una diminuta plaza cuadrada, casa ayuntamiento, escuela, iglesia, dos ermitas, cementerio, carnicería, posada, un molino de grano y otro de aceite. Archilla constituye uno de mis grandes descubrimientos. Si algún poeta va allí le suplico que me dedique un recuerdo. Por lo demás, no os imaginéis serenatas, mozos gallardos que canten trovas, ni hermosas con ojos


azules como el cielo despejado,


y trenzas rubias como


las mazorcas en el granero.


Yo prescindí de todas estas cosas durante mi estancia en aquel pueblo. Nada tengo que decir respecto á los habitantes de Archilla, y esto probará su parecido con los demás habitantes del globo.


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Dominio público
10 págs. / 18 minutos / 53 visitas.

Publicado el 31 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Ausencia del Diablo

Silverio Lanza


Cuento


El antiguo casino tenia un salón cuya tertulia no olvidaré jamás.

Lo que voy á contar ocurría el año 187 en el saloncito indicado y en


Una noche de Enero tormentosa


como dice un poetilla que firma con mi nombre.

D. Manuel es hombre rico y culto. Gruñón. Está definido. Un hombre que gruñe solo se parece á sí mismo. Se había quedado soltero por no parecerle bien ninguna de las mujeres casaderas que había conocido. No tenia amistad íntima con nadie. Cambiaba de criados mensualmente. Renegaba de su cocinera y comía en la fonda. Maldecía de los restaurants y nos suplicaba le invitásemos á comer en nuestras casas.

Era el ave Cinglo; á todas partes llevaba el mal humor.

Sin tener color político era siempre de oposición para satisfacer la sed de gruñir á que le obligaba su carácter.

Una tarde me encontró en la calle.

—Gracias á Dios que le veo á V. vestido á la española. ¡Siempre de gabán! Esa capa le está á V. muy bien. Ustedes, por parecer franceses, hasta en eso.

Satisfecho del cumplido me embocé para dar mayor belleza á la prenda alabada. Pero al embozarme estornudó D. Manuel.

—Caramba. Ya podía V. tener más cuidado. Al menos con el gabán no hacía V. tanto viento.

Dichos estos antecedentes concedamos la palabra á D. Manuel.

—Señores: Villaverde no viene porque está rezando el rosario.

—¿De veras?

—Si, señores. Ahora se va á convertir. Mientras tanto estará su señora en casa de Sepúlveda cantando la romanza de Roberto.

—D. Manuel, tiene V. lengua de hacha.

—¿Por qué? ¿Por que digo las verdades?

—Sí, señor; por eso ó por lo otro.

—Pues mire V., bastantes disgustos tengo yo al cabo del día para que venga V. ahora á sermonearme.

—Quisiera yo saber los disgustos que V. tiene.

—¡Si le parecen á V. flojos! Con sólo el alza de estos días tengo bastante...


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Dominio público
5 págs. / 8 minutos / 49 visitas.

Publicado el 31 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Galatea

Silverio Lanza


Cuento


Con este nombre se conocen muchas obras literarias y dramáticas y no pocas tradiciones. No las citaré por no presumir de erudito.

Hace tiempo asistí á una de las representaciones que obtuvo una zarzuela española que alcanzó gran éxito. Cantaba una tiple que me produjo enojo. ¡Qué falta de mímica, de expresión y de voz! En fin, la ausencia del arte. Pero en una de las escenas, el galán, joven pescador, ofrece á la dama una preciosa joya. La metamorfosis fué completa.

Era de ver la actitud de aquella señora y eran de oír las purísimas notas que su garganta daba al aire.

Al salir del teatro recordé el cuento que voy á referir, cuento vulgarísimo que todos conocen y cuentan.

En una ciudad de Italia existía un escultor, asombro de las gentes, no sólo por sus talentos artísticos sino también por su fealdad física. Ambas cualidades se decía haberlas heredado de su padre el célebre Forgio.

Contrariado en sus empresas amorosas el tal Santino, resolvió hacerse una mujer á gusto suyo, empresa fácil para escultor tan insigne. La obra se terminó. Las timoratas gentes encontraron inmoral el asunto y el objeto, pero Santino les enseñó el texto de un soldado de Garibaldi que disculpa tales aficiones, y la hermosa mujer desnuda empezó á llamarla atención y al cabo se ofrecieron grandes sumas por aquellos contornos del mármol.

El artista empezó á adelgazar notablemente, luego se le oyó por las noches dar voces pidiendo á la estátua que correspondiese á sus caricias, después se le tuvo por loco.

Santino cerró el taller y empezó á vender las obras que tenía terminadas.


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Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 45 visitas.

Publicado el 31 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

P. P. y W.

Silverio Lanza


Cuento


Durante mi vida no se ha cesado de criticar mi boda con Matea. Es de advertir que ésta fué mi sirvienta antes de ser mi esposa. Creo llegado el momento de dar algunas explicaciones acerca de este asunto.

En el día tal, del año tantos, me hallaba en la Exposición de Bellas Artes examinando con enojo una figura en mármol que había obtenido el primer premio sin tener cualidad alguna que mereciera tan gran distinción.

Hallábase á mi lado un venerable anciano de barba blanca. Comprendimos ambos, por nuestros respectivos gestos, que pensábamos de igual manera. Entonces empezamos á cruzar algunas palabras.

—Esto es atroz.

—De muy mal gusto.

—Esa cabeza no está en su sitio.

—Pero, además, repare V. que si empezase á andar esta estátua resultaría un Jacob cojo.

—¡Ah! ¿Representa á Jacob?

—Sí, señor.

—Entonces será Jacob después de encogérsele el endón.

—Buena ocurrencia.

—¿Usted es aficionado?

—Sí, señor.

—¿Acaso será esta su carrera?

—También es cierto.

—¿Es indiscreción preguntar á V. su nombre?

—No, señor. Me llamo Fulano de Tal.

—¡Hola! ¿Es V. el autor de la magnífica estátua que guarda el duque de Cuál?

—¿Lágrimas amargas?

—Esa.

—Sí, señor.

—Me felicito de este encuentro.

—Usted no debe ser del arte. Yo le conocería á usted.

—Soy un aficionado.

Seguimos hablando de esta manera, y salimos juntos de la Exposición. Él me invitó á subir á su coche, pero yo me negué resueltamente. Recordé lo mezquino de mi traje, y por no parecer su criado no quise figurarme su amigo. Entonces el caballero me dió su tarjeta y me suplicó le visitase. Se lo prometí así y nos despedimos.

El cartoncito decía: «Primitivo Dios.—Ventas del Espíritu-Santo.»


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Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 32 visitas.

Publicado el 30 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Gloria In Excelsis

Silverio Lanza


Cuento


Final del drama en tres actos «Un cura»


Amplia cocina de labrador. al fondo una ventana cerrada con vidrieras. A la derecha el hogar. Próxima á este se halla sentada Rosario. A la izquierda una puerta. Una arca para ropa, Mueblaje correspondiente.

Rosario es mujer de sesenta años, viuda, y con un hijo que fué cura, y cuya situación se ignora desde hace mucho tiempo. Vive de sus rentas; está asistida por criados, y se halla paralitica y muda. El matrimonio que asiste á Rosario se despide de esta.

—La mujer.—Y ahora que ya hemos rezado, á dormir. Cierre usted los ojitos y hasta que venga yo á despertarla y acostarla.

(Rosario sonríe con gratitud.)

—La mujer.—¿Esta usted bien abrigada?

(Rosario mueve la cabeza asintiendo.)

—La mujer.—Pues adiós. Ya pasara por aquí éste cuando eche de comer á las mulas.

—El hombre.—Si que pasare.

—La mujer.—Ea, pues, adiós.

—El hombre.—Ea, pues, adiós.

Rosario queda sola mirando hacia la puerta; después cierra los ojos y los cubre con las manos. Lleva estas al regazo, eleva las miradas hacia el cielo, vuelve á mirar á la puerta; y, apoyándose con las manos en los brazos del sillón, trata inútilmente de incorporarse.

De repente torna las manos al regazo y se queda inmóvil como si escuchase. después gira el busto cuanto le es posible mirando con ansiedad hacia la ventana. Un cristal de ésta cae roto al suelo. Poco después aparece una mano por el hueco abierto en la cristalería, y desechando la falleba, abre la ventana. Por ella salta un hombre que representa cuarenta años. Viste traje de caballero que viaja ó reside en el campo.


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Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 32 visitas.

Publicado el 29 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

El Hábito del Monje

Silverio Lanza


Cuento


Deseoso de obsequiar á mi prima con un vestido voy á la respetable casa de N. El dependiente principal me dice:

—Todo esto es bueno; pero por ahí hallara usted algo de más fantasía, pero menos solido, y siempre le saldrá á usted caro.

Propongo á mi prima que compremos el vestido en la casa N; pero con su grosería habitual me responde que allí solo venden antiguallas; y vamos á una tienda nueva de un señor Floringuindingui.

Nos enseñan doce cortes (los únicos que tienen) de vestidos de seda. Yo callo y observo la suavidad con que el dependiente toma el cabello á mi prima. Esta elige un corte, y lo pago.


Primera cuenta


Un corte de vestido........ 215 pesetas.


Salimos á la calle y propongo como modista á la señora P, que tiene su gran establecimiento en la calle de Alcalá; pero mi prima contesta:

—Esas sólo saben vestir á las mujeres de mala vida.

Y volviéndose á la tienda pide las señas de una modista.

Pasamos tres meses de desesperación porque la modista tiene muchas prisas. Yo supongo que la tela estará empeñada.

Por fin aparece el vestido y la


Segunda cuenta


Adornos, bajos, automáticos, percalina, linón, etc. ..... 124,75 pesetas. Dos varas de fondo........... 42 » Hechura...................... 60 » --------------------------------------------- Total........................ 226,75 »


Pago, y por curiosidad pregunto á mi prima que hay con dos varas de fondo que cueste 42 pesetas, y me dice:

—Son dos varas de la misma tela del vestido, porque el corte no daba bastante; y como el tendero las ha tenido que cortar de otro corte, pues por eso las ha cobrado tan caras.


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Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 48 visitas.

Publicado el 29 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

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