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autor: Silverio Lanza etiqueta: Cuento


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Guardias y Maestros

Silverio Lanza


Cuento


En un camino que parte de Valdepeñas y termina en Sierra Morena... Yo creo que para ser morena es preciso tener algo más que el cutis de color obscuro y los ojos negros. Hay hermosas que parecen morenas y no lo son, y también hay rubias que son decididamente morenas. Se me figura que, aún explicándome mal, me hago entender. Las morenas verdaderas están tostadas exteriormente por un fuego interno que se manifiesta en sueños de aventuras, vivísimas emociones, deseos imperiosos y humildades heroicas. La rubia que es morena interiormente debe conceptuarse la hermosura mayor de la Naturaleza.

La sierra que separa la Mancha de Andalucía debe llamarse morena, y así se llama. Allí hay lugares á propósito para los más románticos sueños de amor, los más crueles asesinatos y los duelos sin piedad. Aquello es un monumento gigante levantado á la superioridad de lo malo y á la superioridad de lo bello. Por todas partes lleno de cruces, cifras y fechas, como libro que anota un critico algo ilustrado. Un montón de piedras que recuerda una promesa; un árbol cortado que es señal de un juramento; cuevas que han oído gritos de dolor y besos de enamorados; una tierra que ha absorbido vino y sangre, y un firmamento que ha contemplado impávido todas estas cesas, dando quizá día tormentoso al alegre galán y serena noche de luna al temeroso bandido.

Pues bien; en el camino que cito al principio está la celebre venta del Recodo.

La venta es una necesidad en la sierra, porque una sierra sin ventas sería como una corte sin palacios. Precisamente la venta es el palacio de la sierra. Los venteros son unos magnates. Ellos delatan á la Guardia civil los crímenes en que no han tomado parte, y ellos ocultan á la Guardia civil los crímenes en que figuran como reos. Cada venta tiene su nombre, sus dominios y sus parroquianos.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 38 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Ausencia del Diablo

Silverio Lanza


Cuento


El antiguo casino tenia un salón cuya tertulia no olvidaré jamás.

Lo que voy á contar ocurría el año 187 en el saloncito indicado y en


Una noche de Enero tormentosa


como dice un poetilla que firma con mi nombre.

D. Manuel es hombre rico y culto. Gruñón. Está definido. Un hombre que gruñe solo se parece á sí mismo. Se había quedado soltero por no parecerle bien ninguna de las mujeres casaderas que había conocido. No tenia amistad íntima con nadie. Cambiaba de criados mensualmente. Renegaba de su cocinera y comía en la fonda. Maldecía de los restaurants y nos suplicaba le invitásemos á comer en nuestras casas.

Era el ave Cinglo; á todas partes llevaba el mal humor.

Sin tener color político era siempre de oposición para satisfacer la sed de gruñir á que le obligaba su carácter.

Una tarde me encontró en la calle.

—Gracias á Dios que le veo á V. vestido á la española. ¡Siempre de gabán! Esa capa le está á V. muy bien. Ustedes, por parecer franceses, hasta en eso.

Satisfecho del cumplido me embocé para dar mayor belleza á la prenda alabada. Pero al embozarme estornudó D. Manuel.

—Caramba. Ya podía V. tener más cuidado. Al menos con el gabán no hacía V. tanto viento.

Dichos estos antecedentes concedamos la palabra á D. Manuel.

—Señores: Villaverde no viene porque está rezando el rosario.

—¿De veras?

—Si, señores. Ahora se va á convertir. Mientras tanto estará su señora en casa de Sepúlveda cantando la romanza de Roberto.

—D. Manuel, tiene V. lengua de hacha.

—¿Por qué? ¿Por que digo las verdades?

—Sí, señor; por eso ó por lo otro.

—Pues mire V., bastantes disgustos tengo yo al cabo del día para que venga V. ahora á sermonearme.

—Quisiera yo saber los disgustos que V. tiene.

—¡Si le parecen á V. flojos! Con sólo el alza de estos días tengo bastante...


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Dominio público
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Publicado el 31 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Lo Que Hace el Diablo

Silverio Lanza


Cuento


Salía yo de una casa de la calle del Prado, donde había pasado la velada viendo cuadros disolventes, y salí, como es mi costumbre, renegando de la perversidad humana que aficiona á los hombres y a las mujeres á permanecer juntitos y á oscuras.

Y marchaba renegando del sensualismo ajeno y del frío de aquella noche, cuando observé que por la acera opuesta bajaba una real moza. Me paré en la esquina de la calle del Baño y me puse á contemplar aquellos andares. Al llegar enfrente de mi


La donna tutta á me si torse,


pero siguió andando.

Se me fueron los ojos detrás de aquel prodigio de gentileza, y por igual camino se me fueron los pies.

Paróse mi perseguida en la entrada de la calle de Cervantes, y yo pasé delante de la buena moza. El sitio era oscuro, y mi vista es corta; conque sólo pude asegurarme de que la flamenca llevaba la cara oculta por la toquilla y un paquete escondido debajo del mantón.

Anduve como seis pasos, y me paré, suponiendo que mi conquistada me seguiría, pero no la ví.

Esa huye —me dije—, me ha dado mico, y se marcha por la calle del León; pero en esta calle tampoco hallé á la taimada.

Y estaba tragándome aquel camelo cuando me ocurrió la idea de que la barbiana hubiera subido á la casa de préstamos, é inmediatamente subí, abrí la mampara, y allí estaba arrimada al mostrador.

Pregunté si había de venta algún alfiler de corbata; me contestaron que tenían muchos: prometí volver al día siguiente, y me marché, después de haber visto que el objeto empeñado era una manta, y que, sobre ésta, habían prestado cincuenta reales.

La desconocida corría como una liebre, pero la alcancé, y la dije:

—Señora, permítame usted que...

—Hágame usted el favor de retirarse.

—Después, señora, pero antes ruego á usted de nuevo que me escuche.

Yo me acercaba, y la mujer huía casi á saltos.


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Dominio público
6 págs. / 10 minutos / 84 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Los Náufragos

Silverio Lanza


Cuento


Las olas que buscan el cielo me ocultan la tierra. La suerte ha pescado hoy conmigo. Estos plateados peces brillan como el dinero que me producirá su venta. Estoy alegre y nosotros pensamos cuando nos va bien. Mis pensamientos son tristes como las iglesias que hay en los campos. La soledad nace vestida de luto; si la cubrís de flores y telas vistosas os parecerá risueña, pero al quitarle esas galas de la imaginación, volveréis á hallar vuestra compañera cubierta con su negra vestidura. Cuando estoy en tierra me hallo solo, y cuando en la mar en mi barca y con mis redes. ¡Bendita sea la mar! Allí, entre los hombres, nadie me quiere; todos desean hacerme daño, y tengo miedo, y mi día es triste como noche de invierno, y mi noche lúgubre y espantosa como la de la eternidad. Aquí vivo en paz; el agua y yo somos amigos. El primer rayo del sol llama á los párpados de mis ojos y me despierta. Bebo ginebra y arreglo la vela que también durmió en la entena y luégo los dos trabajamos. Tiendo mis redes y recojo mi pesca. Después burlo los rayos del sol con el ancho lienzo y duermo á pierna suelta, y cuando el gran astro que nació entre las aguas camina aprisa buscando su lecho entre los montes, vuelvo á mi trabajo, y al fin, á la mezquina luz del crepúsculo cuento mis víctimas y calculo mi ganancia. Izo la vela, mi resistente mano izquierda sujeta la escota y mi inteligente mano derecha maneja la caña, y así cada una trabaja según su educación. Llego al puerto, vendo mi pesca, me proveo de alimento para el día siguiente y vuelvo á mi palacio donde la bancada de popa me proporciona cómoda cama. Así soy feliz.

El firmamento está despejado; una negra nube adorna por el horizonte sus bruscos contornos; yo presumo por dónde vendrá el viento, presto oído y le siento llegar como á caballos que se aproximan galopando.


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Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Todo Es Soplar

Silverio Lanza


Cuento


Una tarde me hallaba en el otro mundo reunido con Ornar y Azor ben Azor, el bárbaro que se apoderó del territorio de los Kal Zetines, y fundó el imperio del Infundio, el que más importancia tiene actualmente en Africa, y á donde van los exploradores aficionados á perderse y á otros excesos.

Yo pasaba muchos ratos acompañándome con estos sujetos cuyas opiniones discrepaban bastante de las que tienen mis compatriotas aficionados á la política. Aquellos eran dos soberanos sin trampa ni cartón, y me aprovechaba de sus instintos democráticos para gozar de una conversación con aristócratas de tal fuste.

Ornar nos contaba á menudo las delicias que experimentó sabiendo que por su orden quemaba Amron la biblioteca de Alejandría.

Azor ben Azor, que era un bárbaro de otra especie, se lamentaba de la pérdida de aquellos 700.000 volúmenes.

—Los libros siempre sirven.

—Para nada —respondía Ornar—; ó son iguales al Korán ó contrarios á las verdaderas doctrinas.

—Un libro es la herencia que deja un hombre, y el que supiera todo lo que se ha escrito sería el dueño del mundo.

—Por la cantidad; como sería poderoso quien tuviese todos los pedernales.

—Es que un libro...

—Es siempre una necedad. Para adquirir una idea nueva y hermosa es preciso leer muchos; total: que los libros son las cosas que hacen los hombres que, por su ineptitud ó por su debilidad, no encuentran placer en otras ocupaciones; después de todo, las dos terceras partes de lo que aprende el hombre ni le sirven para morir más tarde ni para vivir mejor.

—Más útiles son los libros que los perros, los caballos y las mujeres.

—¡Qué atrocidad!

—¿Para qué sirven tantos mamarrachos metidos en el harén?

—Para...

—Y para embrutecer al hombre, acostumbrándole al despotismo irracional de la materia.

—No diga usted tonterías.


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Dominio público
1 pág. / 3 minutos / 26 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Un Rey Destronado

Silverio Lanza


Cuento


(En el manicomio)

Su majestad el Rey ha tenido visita por la mañana. A la hora de la comida asegura á sus compañeros que le han visitado la familia real y el presidente del Consejo.

—Volveré pronto á palacio.

—¿Por qué no? se dice uno.

—Cosas de este pobre hombre, opinan los restantes.

Su majestad llega á la huerta y enciende un cigarro puro. Los locos le rodean.

—¡Qué aire tan distinguido tiene usted!

El rey no contesta.

—¡Qué buen tabaco fuma vuecencia!

El rey sigue impasible.

—Señor: Si V. M. se fatiga, yo chuparé.

—Después: cuando me queme los dedos.

Y todos los locos piensan en lo que harán para conseguir la colilla.

El rey está en un banco elevado á trono, y sus vasallos le rodean. Hay algo extraordinariamente majestuoso en la apostura de aquel fumador y en el humo que rodea su cabeza.

Y después, cuando ya se quema los dedos, apaga el puro restregándolo contra el trono, enseña la colilla á sus cortesanos, y dice:

—Para picarla mañana.

Y se la guarda en un bolsillo.

Los locos se esparcen por la huerta.

—¿Y el rey?—pregunta un demente que acaba de llegar.

—Ya no lo es.

—¿Por qué?

—Porque apura la colilla.


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Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Heredípeta

Silverio Lanza


Cuento


Primera parte

Por lo demás, era deber mío asistir á aquel viejo en sus últimos momentos. Sobre todo, le debía dinero, y sabido es con cuánto cuidado acompañamos nuestros ingleses al sepulcro. El señor Conde había hecho la campaña de Italia con mí abuelo; había obtenido para mí padre sus mejores empleos. Había sido mi curador. Había, y principalmente yo la debía algunas cantidades que nunca me recordaba. Teniente general, millonario, Grande de España, y ya casi decrépito, tuvo la extravagante idea de tomar en matrimonio una deliciosa jovencita, sobrina y heredera de la marquesa de Romancos. La suerte parecía perseguir al señor Conde. A los tres meses de matrimonio murió su tía política, y nuevos capitales aumentaron el de la casa. La joven condesa era tan bella como bondadosa; pero á pesar de todos pus encantos la murmuración llegó á las puertas de su honra y no encontró pretexto para seguir adelante. Conchita había sido perfectamente educada por su tía: sus sentimientos religiosos eran sinceros.

Odiaba la sociedad como todo lo desconocida cuyo mérito deseamos que se niegue. Con estas condiciones forzosamente debía ser virtuosa la linda condesita. Á mí me miraba con mirada maternal. En la expresión de sus ojos habla algo de regañona condescendencia, á menudo solía reprenderme por mis bromas y se inquietaba por mi salud si me veía formal y serio. Aquella niña se me impuso de todas veras. Ella era mi madre, y el general mi abuelo. De todo lo dicho provenía mi entrañable cariño á esta familia.

En la mañana del 22 de Enero del año tantos recibí un recado de Conchita advirtiéndome que el señor Conde habla pasado muy mala noche y se encontraba bastante enfermo. En seguida me presenté en la casa. Efectivamente el general estaba en estado grave. El médico había hecho su diagnóstico; según él, una pulmonía fulminante me dejaría huérfano.


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Dominio público
16 págs. / 28 minutos / 52 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Cuento Inverosímil

Silverio Lanza


Cuento


Confúndete, pues, cuando te honran sin merecerlo, y procura hacer verdad lo que de ti creen los otros; y cuando lo merecieses, da la gloria á Dios que te dió aquéllo, porque te honran.

Fr. Luis de Granada.


Antón Perulero,
Cada cual atienda a su juego,
Y aquél que no atienda
Pagará una prenda.


En una población... aquí, donde yo señalo en el mapa, está el Gran Casino de Cherry-Cheeks.

Muy hermoso, con muchos dorados, muchas losas de mármol, muebles forrados de terciopelo, espejos altísimos, tocadores muy bien provistos de perfumes, un comedor ¡qué comedor! cuadras anchas y limpias, cocheras que parecen palacios, nada de escultura ni de pintura, en la biblioteca los tomos de la Gaceta, un diccionario geográfico, dos docenas de novelas estúpidas, cinco de novelas pornográficas y algunos periódicos.


Son las tres de la madrugada y Eduardo Lara, marqués de Valfermoso, se levanta de la mesa de baccarrat, le rodean sus amigos, y todos se sientan en el saloncito inmediato.

Se recuerdan y se comentan las jugadas raras. Hizo muy bien en pedir, porque ganó en el segundo teniendo el primero completamente perdido... Además les quitó un nueve para la jugada siguiente. Desde entonces quedó la suerte cambiada. El pobre Guerrero se había empeñado en abatir y no lo había conseguido, y Olot quería pedir con seis. Nada, que se habían vuelto locos...

Un dependiente del casino trajo en una bandeja de plata la cantidad ganada por el marqués; más de once mil pesetas.

A las diez de la mañana el marqués concluía de bañarse en casa de una de sus queridas, y ésta salió á la calle, incomodada, al parecer, con su amante, porque no le daba cuatro mil reales.


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Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

El Mejor Alcalde, Dios

Silverio Lanza


Cuento


Son las siete de la noche. El Sr. Juan cruza la plaza del pueblo y entra en la casa consistorial.

—Buenas, Mariano.

—Hola, Sr. Juan, ¿qué trae usted por aquí?

—¿Está el señor alcalde?

—Está con la Comisión de adoquines.

—Y, ¿qué hacen?

—Pues van á empedrar...

—¿La plaza de las Escuelas?

—Quiá, la calle del Barranco.

—Pero si por allí no pasa un cristiano.

—Pero tiene la puerta falsa el señor alcalde.

—¿Y qué?

—Y salen sus galeras, y las cabras, y los cerdos.

—Comprendido. ¿Y durará mucho la sesión?

—Poco. Llevan media hora. Dijeron que se quedara un alguacil y me quedé yo.

—¿Y Avisa?

—En el cortijo del señor síndico.

—¿Ocurre algo?

—No, señor; que esta noche cenan allí.

—¿Quiénes?

—Pues todos los de justicia.

—Pero no irá el señor alcalde.

—¿Que no? Pues si es quien convida.

—¿De modo que ya han hecho las paces?

—El mesmo día de la toma.

—Está bien.

—Esto es una comedia.

—A las veces sainete.

—También.

—Y á las veces tragedia.

—Como lo será pa el tío Dormido.

—¿Qué le pasa?

—Que el señor alcalde le quiso comprar el pajar y él no quiso, y ahora le obliga á hacer obra y á meterse pa dentro, y...

—Y lo venderá.

—Qué remedio.

—Parece que andan.

—Ya salen. Estése usted aquí y le habla cuando pase.

—Si, hombre, y gracias.


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6 págs. / 11 minutos / 60 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Muerte de la Verdad

Silverio Lanza


Cuento


Fui un estúpido.

Quizás no.

Desde que tuve aquella pesadilla he cambiado de ideas.

Ya no encuentro gusto ni á la Federación ni al tabaco.

¡Horrible pesadilla!

No sé cómo me encontré en una larga tabla inclinada que unía la cumbre de una montaña con el fondo del valle. Me deslizaba con la rapidez de las revoluciones.

—¡Al valle! ¡Al valle! —gritaba yo.

—¡Al valle! ¡Al valle! —respondían detrás de mí.

Me separé de la tabla y me sostuve en el aire para ver quien me seguía, pero en un instante pasaron por delante de mí muchos miles de personas.

Después creí ver á un amigo que me debe dinero y poniéndome sobre la tabla me deslicé tras él.

—¡Al valle! ¡Al valle! —se gritaba por todas partes. Ya divisé al mal pagador, llegué á alcanzarle y me dispuse á cobrar.

¡Veintitrés reales no se deben perder! Volví la cabeza; detrás de mí venía mi vecina del entresuelo. Entonces grité á mi amigo. «¡No huyas! Todas las cantidades que me debes te las perdono.»

—¡Al valle! ¡Al valle!

Pero yo me separé de la tabla porque ví un ángel rubio que aguardaba en el espacio teniendo de la brida un caballo blanquísimo.

—¿Eres Dios? —me preguntó el ángel.

—Acaso lo sea.

—¿Eres el demonio?

—Lo he sido.

—A tí espero.

Y monté sobre aquel corcel más hermoso que el de Santiago. El ángel se sujetó á la cola del caballo, y como esto me pareciera poco elegante, dile orden de caminar delante de mí. Tampoco esto lo hallé bien, y entonces hice de él una brillante estrella y la coloqué en mi frente.

Hermosas mujeres, con rostros de serafines, cubrieron mi cuerpo y el de mi tordo.

Beatriz se posó en mis labios y el Dante puso sus espaldas para que mi caballo apoyase en ellas las pezuñas.


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Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 53 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2022 por Edu Robsy.

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