—Y usted, Jesús, ¿qué espera de este Gobierno?
—Yo, nada.
—Ni yo. Entre paréntesis, ¿ha bajado el cuatro?
—Hoy, no.
—¿Y el cinco?
—Bajo ayer.
—Hoy subirá.
—o no: según se presente la cuestión de Africa.
—Pero yo creía, Jesús, que eso no tenía importancia de cierta especie.
—Pues hay algo.
—¡Si yo fuese dueño de Africa...!
—¿Qué haría usted?
—Lo primero allanar...
—Perdone usted que le interrumpa, Don Ignacio. ¿El Banco le merece á usted confianza?
—Completa.
—Pues yo no la tendría.
—¿Qué teme usted?
—¡Quién lo sabe!
* * *
Calle del Bastero, numero 303; casa vieja, anterior á la venida
del caciquismo; portal muy grande que termina en un patio, por cuyas
paredes trepa la escalera y se extienden los corredores.
Jesús, zapatero remendón, trabaja en su oficio y conversa con Don
Ignacio quien, sentado en un banco que oscila, mueve las manos para
sostener un cigarro de la Tabacalera, y las descansa sobre el abultado
vientre.
Africa llega de la calle. En la acera se ve al 5, Tostón, que venía tras la moza; y en el corredor aparece el 4, Rubiales, que la estaba esperando.
—Buenos días, señor Jesús.
—¡Hola, vecinal
Don Ignacio se pone erguido, señala al busto de la barbiana, y dice:
—Tiene usted un punto en el jersey.
—Haga usted otro.
—¿Qué?
—Que haga usted punto.
—Sabe usted más que Merlín.
—Y más que usted: como que usted no sabe lo antipático que se cría.
—Por ser cosa de usted, me quedo con ella.
—Póngala usted donde la vergüenza para que no se la vea nadie. Conque, adiós Jesús.
—Adiós, vecina.
—Y para la compañía, que soy yo, na.
Leer / Descargar texto 'Apunte de Economía Política'