Textos más populares este mes de Silverio Lanza | pág. 2

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autor: Silverio Lanza


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La Competencia

Silverio Lanza


Cuento


¿Sabéis lo que es competencia judicial? ¿No habéis oído decir que tal juez no es competente y que deben pasarse los autos y la pieza P al juez Q? ¿No os han asegurado que el juez de aquí debe inhibirse en el asunto de aquel? Todo esto os parecerá extraño, porque si un juez sabe hacer justicia, lo natural es que la haga en cualquier perturbación del orden jurídico. (¡Vaya una frasecilla!) Pero no ocurre así, y es natural que no ocurra.

La competencia se hace manifiesta en muchas ocasiones, y, por consiguiente, es preciso legislar acerca de las competencias.

Recuerdo un caso que os hará comprensible la competencia.

En un pueblo que no cito, se celebraba la fiesta de San Dimas, patrón del citado pueblo.

Hubo gran función religiosa; y, terminada esta, los vecinos colocaron sus ofrendas en el altar mayor, con que este se lleno de monedas, aves, frutas, embutidos y algunas alhajas. Todos los objetos debían ser vendidos en subasta pública, ó sea reducidos á dinero, sistema que yo aplaudo, porque de algún medio han de valerse para poder comer esos infelices que pasan su juventud estudiando una carrera que luego les obliga á ser el motivo de todas las murmuraciones, á morirse de hambre y á soportar con paciencia que cuatro zoquetes logren economatos y canongías por la gratitud de una aristócrata penitente ó por las influencias afrodisiacas de una ama bien construida.

Quedó la iglesia desierta; cerróla el sacristán, y cuando, á las tres de la tarde, volvió á abrirla, hallóse con que San Dimas había desaparecido. Pero lo notable del caso es que se había marchado con la limosna.


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1 pág. / 2 minutos / 42 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Verbena de San Juan

Silverio Lanza


Cuento


—¡Olé! ¡Viva la alegría! señor Rafael, tráigase usted la fuente de la plaza, echando vino.

—Ojo con emborracharse, que luego, á la noche, hay alguno que rompe tres primas sin haber templado.

—Aquí nadie se emborracha; el que lo hace, paga la convidada por todos.

—Mucho, mucho; muy bien dicho.

—¡Que se escriban esas palabras!

—Oye. ¿A quién le has oído tú eso?

—Al diputado.

—¡Bravo! ¡Bravo! Que haga el diputado.

—Figúrate que estás en las Cortes.

—Que se suba encima de la mesa.

—Escucha. Zurdo. ¿Cómo van vestidos los ministros?

—Si no me dejáis, no digo nada.—

—¡Silencio!

—Antes necesito beber un poco.

—Oye. ¿Los diputados beben vino?

—Estultus, como dice el sacristán. En Madrid, la gente gorda, bebe agua de Colonia.

—Menuda chispa tendrán los señoritos.

—Ca, hombre. Ahí tienes ese chistera con el color de restrojo lo mismo que un difunto. Parece un hombre porque lleva patillas y va muy tieso; el otro día le dieron aguardiente del bajo en casa del escribano; y, apenas lo cato, lloraba cada lagrimón más grande que el chico de mi hermana.

—Dicen que sabe mucho.

—No digo que no; pero ayer no sabía cuantos celemines tiene una fanega.

—Pues eso lo sabe todo el mundo.

EL maestro le dijo á mi madre que el tal señorito es mala persona, y que hay que vigilar á las mozas.,

—Leandro, eso va contigo. Desde que vino al pueblo anda detrás de Rosica.

—Ya sabe ella lo que tiene que hacer.

—Si no dices otra cosa... Rosa es una chica honrada, y si tu lo haces mal con ella, ni las piedras te van á querer en el pueblo; pero ya sabes que donde hay gallinas es adonde van las zorras.

—Vosotros sabéis algo y no queréis decírmelo.


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Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Pisto Legislador

Silverio Lanza


Cuento


El tío Pelé arrienda una tierra al tío Melé, para que este la siembre de patatas; y Pisto (juris consultor del pueblo), en una pared de la taberna de Cisco, escribe con lápiz el contrato de la siguiente manera:

Asta 50 arrobas media quartiya por arroba

Asta 100 arrobas una idén idén

Caso que más á medias


* * *


El tío Melé coge 123 arrobas, y dice al tío Pelé:

—¿Quiere usted cobrar á dinero ó especie?

—A dinero.

—¿A cuánto las ponemos?

—A lo que esté.

—Se han medido á ocho perras arroba.

—Pues á eso.

—Pues luego traeré el dinero á la taberna.


* * *


Melé, ante Pisto y demás contertulios, entrega á Pelé 24 pesetas y 20 céntimos.

—¿Cuanto es mi cuenta?—pregunta Pelé á Pisto.

—Cuarenta y nueve pesetas con veinte céntimos.

—¿Por qué?—dice Melé.

—Porque en pasando de 100, se iba á medias: conque la mitad de 123 son 61 y media, que á 80 céntimos, valen 49 con 20.

—No, señor—replica Melé.—Se dijo que hasta 50 media cuartilla por arroba, ó sean seis arrobas y cuartilla; de 50 á 100, una cuartilla, ó sean 12 arrobas y media, y de 100 á 123, la mitad de las 23, ó sean 11 y media, conque todo suma 30 arrobas y cuartilla, que valen 24 pesetas y 20 céntimos.


* * *


Pelé y Melé han llegado á un acuerdo; han partido la diferencia, y le han dado dos bofetadas á Pisto para que no escriba leyes el que no sepa escribirlas.


* * *


¡Que cunda el ejemplo!


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Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Para que Almuerce el Rey

Silverio Lanza


Cuento


Una noche de invierno, en Madrid, y en la plaza de Oriente...

Es una crueldad que las noches de invierno sean largas, y aunque á esto obligue la variedad de declinaciones del Sol, aprovecho este momento para protestar de la marcha de los astros.

Hacia las cuatro de la madrugada de una noche de invierno, una mujer joven, flaca, mal peinada y mal vestida, mostraba á un niño cubierto de andrajos, la estatua ecuestre del buen rey Felipe IV.

He dicho buen rey con permiso de Quevedo, y, además, porque siempre hablo con respeto de los reyes.

—¿Ves ese? pues también fué rey; pídele dos céntimos y verás como no te los da.

Seguía el rey Felipe IV apoyado en los estribos para defenderse en la empinada del caballo, empinada que tanto maravilla á las gentes, y que, aunque nada tiene de particular, dícese que fué invención de Galileo (?).

—No te los da tampoco. Ya ves que hemos pedido limosna á todos los reyes de la plaza. Pues no han chistado. Para pedir son buenos, pero para dar... Y tú, ¿qué dices?

—Tengo frío.

—Hijo de mi alma. Ven, que te abrigue.

Y quitándose la loca un mugriento pañuelo de seda que llevaba al cuello, cubrió con el la cabeza y los hombros del pálido niño.

—Tienes frío porque tienes hambre. Y tu, ya lo ves, desde que empezó la noche estamos pidiendo y... nada. Los reyes no dan; conque, ya ves. ¿Qué dices?

—Vamos á casa. Tengo sueño.

—Tienes sueño porque tienes hambre.

—Tengo mucho sueño.

—Sí, sí. A casa... A casa. A casa no se puede ir porque está cerrada la casa. ¿Abrirá la puerta el sereno? ó no la abrirá... Y tampoco cenaras en casa.

—Hay pan.

—Pero no está en remojo.

—No importa.

—Sí; no importa; y parece piedra como ese rey que está ahí de espaldas. ¡Qué grande es!

—Y ¿por qué les pides si son de piedra?


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Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

¡No Más Anhidros!

Silverio Lanza


Cuento


Balneario de San Alotodo


Lo que alivia, cura.

Curarse es renacer; pues aunque sólo fuera conservarse, sería nacer á una continuación de la existencia.

Carecíamos en España de una Institución Hídrica; de la Meca de los Enfermos, ó de la Ciudad de la Salud. La tenemos ya.

Pidan prospectos é instrucción las personas que piensen favorecernos.


Modo de efectuar el viaje


El más cómodo es salir en el expreso de las cuatro. A la una de la madrugada se llega á Empalme. En Empalme no hay servicio de fonda; pero la estación, aunque pequeña, suele estar limpia.

Se sale de Empalme á las cinco de la mañana, y se llega á Valdezotes de Abajo (celebre por su apio equino, tan beneficioso para los reumáticos) á las once de la mañana, y de allí al balneario, que sólo dista cuarenta kilómetros, se hace el trayecto en los típicos vehículos del país, disfrutando, ora de las grandezas de la luz meridiana, ora de los perfumes de los dorados rastrojos.


Análisis de las aguas


El doctor D. J. M. Martín C. de Gómez certifica que cien unidades de volumen de nuestras aguas contienen:


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Publicado el 29 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Familia Literaria

Silverio Lanza


Cuento


Todas las familias tienen que sufrir las murmuraciones de un extraño, y en esta ocasión soy el extraño dispuesto á murmurar de la familia literaria.

Y tengo el honor de presentarla.

El Sr. Escritor, cabeza. Su esposa doña Casa Editorial. El Libro, hijo. Doña Critica, suegra de ambos cónyuges, y D. Público, primo de toda la familia.

Doña Crítica es vieja ó fea, y de todos modos no halla encantos en la vida. No se entusiasma. Está acostumbrada á imponer su opinión y no medita sus opiniones.

Olvida que fué joven ó hermosa; se ve cerca del sepulcro y cree que toda la humanidad debe estar en la agonía. Usa del ingenio para llamar la atención y de la sátira para hacerse respetar. Cuando es ofendida saca un crucifijo como Torquemada ó se cubre con la toga como César.

Es buena porque ella ha aumentado la dote de la esposa y ha corregido los errores del esposo, creando en ambos cónyuges un noble estimulo. Encuentra defectos en su nieto, aunque no los tenga, pero si alguien le insulta le defiende hasta salvarle.

Prefiere lo extranjero á lo nacional, porque así espera que la llamen instruida y de gustos delicados.

Tiene todas las condiciones de la mujer, y sólo es constante en mudar. Grita como un niño y sufre como un mártir. Huye quejándose como un faldero ó acomete como una fiera. A las veces es del último que la pide amparo, y en otras ocasiones defiende injustamente á sus amantes. Si os alaba no se lo agradezcáis en público, porque gusta más de parecer fuerte que de parecer buena. Si os insulta, no la contestéis públicamente, porque os llenará de improperios.

En épocas normales es una suegra insufrible, pero si peligra la familia usa de todas las excelencias del valor y del talento, y lucha sin desmayos hasta conseguir la victoria. Es bueno quererla mucho y tenerla lejos.


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3 págs. / 5 minutos / 30 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Otelo Fin de Siècle

Silverio Lanza


Cuento


(ó venganza catalana)


El mérito consiste en arreglarlo todo á gusto de todos.


Sus padres de ella tenían en San Gervasio una quinta de recreo que llamamos torre.

¡Qué recuerdos, Dios mío, qué recuerdos!

Ella era menudita, menudita... Gloria mía, girón de mi alma; me vuelvo loco pensando en tí.

Jugábamos como perro y gato cuando son amigos. Yo era el perro fiel, fornido, vigoroso; la hubiera matado fácilmente. Ella era el gatillo, me llamaba bruto en cuanto la tocaba, y la tocaba siempre con mucho mimo.

Yo dibujaba entonces muy bien; sin inmodestia; hoy tengo fama europea y siempre he trabajado pensando en Narcisa; quizá por eso me han aplaudido. Y ella se casó con un badulaque, un mequetrefe con sangre que no es roja. Y el gatillo ha crecido, se ha ensanchado: es la matrona que veo en sueños, la que debía alegrar mi estudio y ser mi inspiración, mi modelo, mi público y mi critico.

Ayer la vi en la calle de Fernando; iba con su hermano; miré á otra parte y no saludé. Entonces dijo, volviéndose á Antonio: «¡Qué grosero!»

¿Yo grosero? ¿Grosero porque no saludo? Pero, ¿con qué cortesía se saluda al insulto? ¿Cómo se despide el ahorcado de la soga que le estrangula?

Allá, en San Gervasio, yo era un pintamonas, y ella me llamaba bruto y me quería. Hoy tengo laureles y fortuna, y Narcisa me llama grosero, y me lo llama porque me quiere. ¡Cuántas veces habrá deseado las caricias de aquel perro fiel que la estrujaba hasta producirla miedo, pero nunca hasta producirla lágrimas!

Para que la gatita siguiera siendo el adorno del brasero y la distracción del hogar la han casado con un cascabel. Estará muy bonita con ese adorno, pero...

Juro que he de tomar venganza cumplidísima.


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2 págs. / 4 minutos / 26 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

¿Cuál Es la Ley?

Silverio Lanza


Cuento


Non irascetur sapiens pecantibus... ¿Quid enim si mirare velit non in silvestribus dumis poma pendere?... nemo irascitur ubi vitium natura defendit.

(Séneca.)


A las once de la noche ha descendido la temperatura... Eran las once, y me puse el sobretodo. Paseaba yo por la ronda de no sé cuántos: un paseo que parece una mala carretera. Sillares de piedra á un lado; al otro hondonadas y casuchas; á lo lejos Valle-hermoso, la Cárcel Modelo, el Buen Suceso, y más cerca el cuartel del Conde-Duque. Refresca... Nada de miedo á los ladrones... ¡Yo!... ¿Qué me pueden quitar?... Esto, lo otro... ¿Y qué?... ¿La vida?... ¿Y qué?... ¿Es mía?... ¿La honra?... Esa no la quitan los ladrones. Esa la quitan otros, y eso es lo único que me pertenece, porque es hechura mía... Mucho miedo á los que deshonran, pero ¿á los ladrones?... Les pegáis y huyen... Los otros...

Estaba cerca del barrio de Pozas, cuando se me acercó una niña.

—Dios te ampare.

—Oiga usted, caballero.

La hipocresía eterna. Valerse de los desgraciados para pedir á los poderosos... Socorros para el hospital... para el asilo de huérfanos... las víctimas del trabajo... la instrucción primaria... y lo cierto es que la miseria aumenta; que los niños... y los pobres... y los enfermos... y...

—Oiga usted, caballero.

—Dios te ampare.

—¿Me quiere usted llevar á mi casa?

—¿Qué?

No tenía un metro de estatura... estaba muy limpia... gordita y rellena como el tumor de un avergonzado... chatilla y rubia... ojos azules, boca grande... señas particulares: no pedía dinero.


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14 págs. / 24 minutos / 69 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Muchas Gracias

Silverio Lanza


Cuento


Respetemos la queja cuando el dolores grande.

Es preciso sacar utilidad hasta de lo malo.


«Amigo Silverio: Aprovechando tus cariñosas ofertas voy á enviaros á mi hijo Luis, á Lola, mi cuñada, y á mi suegra.

Haz el favor de decirme de qué medio me valgo para enviarlos.

Aguarda tu contestación, y te abraza tu afectísimo, Cándido Remitente.»


«Mi buen amigo: Tu carta nos alegró mucho, y os esperamos con impaciencia.

A mi juicio debes enviar á Luisillo certificado, lo cual te costará tres reales, además del franqueo, con arreglo al peso; y no olvides que, mediante diez céntimos, tienes derecho á que te den aviso de recibo. Lola puede venir en una tarjeta postal, y á tu suegra me la envías como carta ordinaria.

Ya sabes que te quiere y adivina tus deseos tu afectísimo amigo, Silverio Lanza.»


Una mañana me trajo el cartero á Lola unida á una tarjeta postal. La muchacha llegó en un estado lastimoso.

—¡Qué vergüenza he pasado! Todos, al verme, decían: «Por este lado va solamente la dirección,» y enseguida miraban el otro.

—En fin, has venido, y esto era lo importante.

Dos días después llegó Luis con cuarenta y ocho horas de retraso, firmé que lo había recibido sin fractura, y el muchacho nos consoló del cansancio de Lola y de la pérdida de la suegra, porque esta señora no fué habida en ninguna administración, á pesar de mis investigaciones y de las molestias que se tomó mi amigo D. Vicente, el escritor correctísimo.


«Amigo Silverio: Si te parece que reclame para quedar bien, haré lo que gustes. Tuyo, Cándido.»


«Amigo Cándido: No reclames, porque suelen pagar justos por pecadores. Y, finalmente, las gentes de nuestros alcances no certifican las cartas cuando quieren que se pierdan, y si se pierden debemos quedar agradecidos. Tuyo, Silverio.»


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Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Orígenes y Fuentes de Conocimiento

Silverio Lanza


Cuento


En el Retiro, y en una mañana de verano, se disponía á suicidarse míster Rake. Pero el inglés propone y el español dispone, y Pedro Yélamos dispuso que míster Rake no se suicidase.

—Usted perdonará, pero llevo un rato contemplándole, y se me figura que proyecta usted un desatino.

—¿Es usted agente de policía?

—No, señor; soy tipógrafo.

—Entonces, ¿qué le importa á usted?

—Pero, ¿es que sólo tienen corazón los polizontes?

—Esta no es cuestión de corazón.

—Me parece.

—Es cuestión de orden público.

—Y de caridad, porque yo no debo consentir que usted se mate.

—Pero, ¿á usted qué le importa?

—No lo sé con exactitud, pero no lo consiento.

—Ustedes no tienen libertad.

—En eso estamos conformes.

—Yo tengo derecho á matarme.

—No lo sé.

—Y usted no tiene derecho á interrumpirme.

—Tampoco lo sé.

—Pues, entonces...

—Interrumpo porque quiero; no conozco la ley, aunque la he compuesto, pero si no tengo derecho me lo tomo.

—Es una arbitrariedad.

—¿Lleva usted mucho tiempo en España?

—Tres meses.

—Se le conoce á usted, porque le extraña muchas cosas.

—Este pais me ha perdido.

—No lo crea usted; aquí las cosas cambian de dueño, pero nunca se pierden.

—Yo era rico.

—Lo siento.

—¿Por qué?

—Porque los pretéritos siempre son enojosos á los presentes.

—Y era feliz.

—Otro pretérito.

—Creía en el amor.

—Eso nos ha pasado á todos.

—Me parece que usted me interrumpe con frecuencia.

—Perdone usted; pero antes iba usted á interrumpirse más bruscamente.

—Y lo haré.


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3 págs. / 6 minutos / 34 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

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