Textos más populares esta semana de Silverio Lanza | pág. 6

Mostrando 51 a 60 de 86 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Silverio Lanza


45678

San Martín

Silverio Lanza


Cuento


Archilla es un delicioso pueblecito de la provincia de Guadalajara. Es como un blanco cordero abandonado. Visto desde las cumbres de los montes parece cuatro blancos trapitos acabados de lavar en el río y puestos á secar sobre una loma. Por esto conoceréis el pueblo que describo. Figuráos un hermoso valle atravesado por el río Tajuña. A la derecha de la corriente, y en la falda del monte, una colina, á la que dan verde color muchos y frondosísimos nogales. A las aguas del río van á unirse las de tres fuentes distintas. Siguiendo cauce arriba se encuentran Romancos y luego Brihuega. Cauce abajo se halla Tomellosa y después Valfermoso. Archilla tiene ochenta casas, medía docena de calles, una diminuta plaza cuadrada, casa ayuntamiento, escuela, iglesia, dos ermitas, cementerio, carnicería, posada, un molino de grano y otro de aceite. Archilla constituye uno de mis grandes descubrimientos. Si algún poeta va allí le suplico que me dedique un recuerdo. Por lo demás, no os imaginéis serenatas, mozos gallardos que canten trovas, ni hermosas con ojos


azules como el cielo despejado,


y trenzas rubias como


las mazorcas en el granero.


Yo prescindí de todas estas cosas durante mi estancia en aquel pueblo. Nada tengo que decir respecto á los habitantes de Archilla, y esto probará su parecido con los demás habitantes del globo.


Leer / Descargar texto

Dominio público
10 págs. / 18 minutos / 55 visitas.

Publicado el 31 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Verbena de San Juan

Silverio Lanza


Cuento


—¡Olé! ¡Viva la alegría! señor Rafael, tráigase usted la fuente de la plaza, echando vino.

—Ojo con emborracharse, que luego, á la noche, hay alguno que rompe tres primas sin haber templado.

—Aquí nadie se emborracha; el que lo hace, paga la convidada por todos.

—Mucho, mucho; muy bien dicho.

—¡Que se escriban esas palabras!

—Oye. ¿A quién le has oído tú eso?

—Al diputado.

—¡Bravo! ¡Bravo! Que haga el diputado.

—Figúrate que estás en las Cortes.

—Que se suba encima de la mesa.

—Escucha. Zurdo. ¿Cómo van vestidos los ministros?

—Si no me dejáis, no digo nada.—

—¡Silencio!

—Antes necesito beber un poco.

—Oye. ¿Los diputados beben vino?

—Estultus, como dice el sacristán. En Madrid, la gente gorda, bebe agua de Colonia.

—Menuda chispa tendrán los señoritos.

—Ca, hombre. Ahí tienes ese chistera con el color de restrojo lo mismo que un difunto. Parece un hombre porque lleva patillas y va muy tieso; el otro día le dieron aguardiente del bajo en casa del escribano; y, apenas lo cato, lloraba cada lagrimón más grande que el chico de mi hermana.

—Dicen que sabe mucho.

—No digo que no; pero ayer no sabía cuantos celemines tiene una fanega.

—Pues eso lo sabe todo el mundo.

EL maestro le dijo á mi madre que el tal señorito es mala persona, y que hay que vigilar á las mozas.,

—Leandro, eso va contigo. Desde que vino al pueblo anda detrás de Rosica.

—Ya sabe ella lo que tiene que hacer.

—Si no dices otra cosa... Rosa es una chica honrada, y si tu lo haces mal con ella, ni las piedras te van á querer en el pueblo; pero ya sabes que donde hay gallinas es adonde van las zorras.

—Vosotros sabéis algo y no queréis decírmelo.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 53 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Justicia que Da Miedo

Silverio Lanza


Cuento


—Silverio, estate quietecito.
—Pero, mamá, siempre me pide usted que me esté quieto.
—Porque es lo único que necesito de tí.


Dejé la pluma y subí á cubierta porque oí rotar la caña.

El piloto me llamó desde el puente para ofrecerme una taza de café. El capitán, que se paseaba por el alcázar, me detuvo:

—No acepte usted; el café le excita, ¿sabe? mañana veremos tierra de Puerto Rico. Si va malo, le dejo allí.

—¡No lo quiera Dios!

—Ni yo le dejare, ¿sabe? ¿Qué ha escrito esta noche?

—Un artículo acerca de las autoridades.

—¿Y á usted que le importan si es usted bueno?

—No basta. Es mi obsesión. Temo siempre morir inocente en un patíbulo.

—¡Vaya! ¡Cálmese, niño!

—Eso mataría á mi santa madre, que tanto se ha esforzado en hacerme caballero. Y mi esposa sería la mujer de un presidiario. Y mi nene bonito maldeciría á su padre.

—Pero, cálmese. Eso no ocurrirá nunca; eso no es posible.

—¿Qué no es posible? ¿Es posible que aquí, en esta inmensa soledad del Océano y del firmamento, que se reúnen en un horizonte no interrumpido, podamos rompernos la cabeza contra tierra?

—Sí, señor.

—¿Cómo?

—Dando en un bajo.

—¿Y qué es un bajo?

—Un punto que...

—Un punto que está demasiado alto. Pues todas las grandezas que la Humanidad lleva consigo al navegar por el mar de la vida pueden perecer súbitamente, porque los bajos están muy altos.

—¿Lo dice usted por mí?—me preguntó el piloto desde el puente.

—No, señor.

—Pues camará, suba usted á tomar café. Y á esos bajos, ¡qué los balicen!


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 52 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

¡Peste de Huesos!

Silverio Lanza


Cuento


Cuando los reyes eran encarnaciones del alma de sus pueblos, ocurrió lo que voy á referir.

Alejandro II, último príncipe de una dinastía que aún no ha reinado en España, vió morir á su padre en un cadalso (es inútil decir que murió por ser liberal), y soporto resignadamente la crueldad con que se le obligo á presenciar la muerte de su padre.

Cumplió el verdugo con encantadora destreza el inapelable fallo de los caballeros que por aquel entonces se ganaban la vida condenando al prójimo con arreglo á la ley de moda, sin perjuicio de cometer ellos los delitos que se castigaban en las leyes antiguas y los que se castigaron en las leyes posteriores.

Cuando el reo concluyo de pagar todos los tributos que impone el Estado, el príncipe examino la cuerda que suspendía el cadáver del rey, y dijo tranquilamente:

—Con esto no contaba Dios.

Por eso Alejandro II, cuando fué monarca, no quiso serlo por derecho divino; tenía miedo á las herejías del cáñamo.

Como es naiural, los revolucionarios gobernaron pésimamente, y se pensó en la restauración.

La mudanza es el placer de la vida; y la Humanidad sería feliz si las variaciones estuvieran regularizadas legalmente. Yo he obedecido á cuatro reyes, dos regentes, dos repúblicas y un gobierno provisional, y todos me han dado un día de esperanza al llegar, un día de dolor al gobernarme y un día de placer cuando se fueron. Lo mismo me ha ocurrido con mis conocidos y con mis amadas. Pero!cuantos sustos en cada mudanza! Dios, en su infinita sabiduría, regularizo los cambios en la Naturaleza; el invierno se marcha alegre porque sabe que ha de volver, y nosotros le recibimos á gusto porque sabemos que se marchara oportunamente. Por eso dije á ustedes que la mudanza es el placer de la vida, y por eso ustedes y yo nos damos el placer de cambiar de asunto.


Leer / Descargar texto

Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 52 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Hemodinámica

Silverio Lanza


Cuento


Un hermoso día del mes de Febrero; las diez de la mañana. En la naturaleza que rodea á la capital hay orgías de los órganos emborrachándose de luz y de calor.

Madrid no forma parte de la naturaleza; es á la vida lo que el tísico al atleta. Madrid trabaja quejándose. Las córneas denuncian un estado patológico del hígado. La vaguedad de la mirada y la indolencia de la marcha denuncian un estado patológico del estómago. Gabanes y capas para resguardarse del sol que abrasa; los madrileños tienen frío: un estado patológico de la circulación. Ya encuentro la definición: Madrid es un órgano enfermo de mi patria.

Por la puerta del ministerio de la Gobernación van entrando los empleados y los pretendientes. En la acera se pasean algunos individuos de la ronda secreta. Veo un hombre ciego y viejo sentado en una silla de tijera y tocando la flauta. Me parece que se esmera, procura afinar y siente aquel ritmo que nadie escucha. Anoto en mi cuaderno lo siguiente: "Recorred la Historia y veréis que la prosperidad del arte denuncia la grandeza de los pueblos. Después de malgastar su actividad tantas generaciones empleándola en convencionalismos estúpidos, llega la decadencia y el arte sirve solamente para suplicar con lágrimas en los ojos una moneda con que defender la vida.»

Más allá otro viejo que vende bustos, aunque nadie los compre, porque estas futesas sirven entre personas cultas para recordar el cariño ó satisfacer un placer de estética; la canalla que nos rodea ha resuelto manifestar sus afectos de este modo: el odio con la calumnia y la amistad con la adulación.

En la esquina un puesto de corbatas: el símbolo del siglo XIX, el sabio jactancioso que ha pasado cien años matando los hombres por el cuello como se matan las bestias que sirven para alimentarnos.

¿Dónde voy? Donde haya mucho sol y mucha alegría. Desde luego, extramuros de Madrid.


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 52 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Flor del Matutero

Silverio Lanza


Cuento


—Serrana, ponte el pañuelo,
que está la espiga de trigo
envidiosa de tu pelo.


—Miente, miente, pa jaserte de querer.


Si hubiera el mentir condena,
ya estaría en un presidio
el gachó que me camela.


—La jonjana pa el campo y jaz mutis, que te saco las cinco cuerdas.

—Pues si tu no cantas ni miquis; como no cante la agüela.

—Agüela, saque osté argo, asín que sean los posos.

—¡Ay, hijo, ni pa acompañar al grillo!

—Pues venga un pasito.

—Jamugas que me pusieran en la borrica y no levantaba yo los pies del suelo.

—Canta tú, pelmaso.

—Le voy á despavilar el insómnico á tu madre.

—Si no me duermo.

—Don Insónico lo ha mentao.

—Don Insónico es un bruto, mejorándote á ti.

—Vaya unos términos que te traes.

—Yo he dicho insómnico.

—¡Ay! si paese que te da hipo.

—¿Quién?

—Ese.

—Lo que tu buscas son dos gofetás.

—El Cid matando mujeres.


El Cid con tanto valor.


Pero ¿acompañas ó no acompañas?

—Si paeces un reuma que tan pronto da en un lao como en otro.

—Pues ya ves que salgo por jaleo.

—Pa la jorca debías de salir.


—No me quites la mirada.


—Y ahora por solea.

—Pues sígueme, hombre, que detrás del coche van los perros.

—Adiós, carretela.


—No me quites la mirada,
mira que me estás poniendo
como una cueva cerrada.


—Agüela, tápese usted la visión pa que no vea usted lo que va á pasar.

—¡Bah! La intensión no ha perdió á ninguna mujer.

—Pues por la intensión se condena.


—Por la intensión se condena,
yo me condeno al quererte,
porque mi intensión no es güena.


—La mía como er agua bendita.


Leer / Descargar texto

Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 51 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

¡Peste de Animales!

Silverio Lanza


Cuento


A los que viváis en tiempos futuros, ¡salud!

Cuando os nutráis bien, y sin esfuerzo y sin comer carnes por donde paso, al menos, la enfermedad del espanto; cuando os desplacéis sin usar de una bestia que os perfume el camino y se rebele contra nuestras ordenes; cuando los gatos y los perros no os quiten los besos de las mujeres; cuando los ruiseñores cedan las ramas á tiples económicas; cuando en el mar haya solo corales y perlas, en la atmósfera no haya más mosquitos, y en la tierra viva solamente el homo sapiens, acordaos de mi, que dije entre el desprecio de los unos y el enojo de los otros, esta perogrullada:

Cuanto más cerca de los animales está el hombre, menos distancia hay entre el hombre y los animales.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 51 visitas.

Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

¡Blanco!

Silverio Lanza


Cuento


Al gatillo le mueve un dedo; al dedo, un músculo; al músculo, un nervio; al nervio, la voluntad, y á la voluntad la sensación producida por un agente externo. Cuando este agente recibe un balazo es que se suicida.


Mi Silverio se entretiene en el jardín tirando con una escopeta de salón. He recortado el sello de un pliego de tres reales, que afortunadamente no sirvió, y lo he colocado sobre el boton de la plancha; para que mi hijo atine más fácilmente.

Silverio, ayer tarde, se desesperaba.

—Yo creo que he dado en el sello.

—Te equivocas; hubiera salido el mono.

—O no.

—Fatalmente. Y recuerda la máxima: cuando no salga, no has dado; y cuando veas salir súbitamente un monigote con mucha arrogancia, es que has hecho blanco.

—¿Y tiro sobre él mono?

—Nunca: siempre al blanco, y afinando.

—Eso se dice, pero...

—Figúrate que el monigote que está oculto allí es un miserable que calumnia á tu madre, un cobarde que se venga de mis desprecios, privándome de mis bienes y de mi libertad, y un malvado que ampara á los niños robándoles su hijuela y su alegría. Es preciso desenmascarar á ese traidor; es preciso que hagas blanco y que aparezca ese canalla; va en ello la felicidad de este hogar. Apunta, Silverio.

El chiquillo tendió el arma, inclinó sobre la culata la hermosa cabeza y apuntó.

—No tengas prisa: siempre á tiro hecho.

Atendí, porque me interesaba conocer cómo los músculos de mi hijo obedecían á sus nervios.

Silverio apuntó medio minuto, y después echó á correr, dió con la culata en el sello, y se quedó amenazando al aparecido monigote.

—Pero, chico...

—Déjeme usted; cuando sepa tirar haré otra cosa, pero ahora, aunque sea á culatazos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 48 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Socialismo y Anarquismo

Silverio Lanza


Cuento


—Juan, ¿qué le trae á usted por aquí?

—Pues venía á que me echase usted una cuenta.

—Y, ¿qué quiere usted saber?

—Pues yo, el año 97, ganaba siete reales, y me asocie con los compañeros en eso de la resistencia; y, desde entonces, todos los años hacemos una huelga y nos suben un real: conque yo gano ya 14 reales, que es lo más en la costumbre. Pero me obligan á que este año también vaya á la huelga para que á los otros les suban; y yo vengo á que me eche usted la cuenta de si debo seguir con los obreros ó con los burgueses.

—¿Cuanto dura la huelga?

—Ponga usted mes y medio largo.

—Pondré cincuenta días, y supondré sesenta y cinco días festivos por año.


Años Jornal Días de- Ingreso Jornal efectivo nominal vengados Reales en 300 días lab. -------------------------------------------------- 1897 7 300 2.100 7 1898 8 250 2.000 6 ½ 1899 9 250 2.250 7 ½ 1900 10 250 2.500 8 1901 11 250 2.750 9 1902 12 250 3.000 10 1903 13 250 3.250 10 ½ --------------------------------------------------


En 1904, que también hubo huelga, solo gano usted 11 ½ reales de jornal.

—Entonces, ¿Cuándo ganare 14 reales?

—En 1907 — 17 — 250 — 4.250 — 14.

—Pues lo mismo hubiera conseguido sin necesidad de las huelgas. Ademas, los amos nunca pagaran 17 reales, aunque sean nominales.

—¿Por qué no? Venderán más caro.

—Es verdad. ¿Y si nos reuniésemos los de todos los oficios?

—Se aumentarían todos los jornales, y aumentarían también todos los precios.

—¿Y si nos reuniésemos todos los hombres, para el bien de todos y de cada uno, como es natural y necesario?


Leer / Descargar texto

Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 48 visitas.

Publicado el 29 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Tempestad

Silverio Lanza


Cuento


Mi chalet del Escorial es lindísimo, pero me obligarán á venderlo las tormentas del país. Es cosa fastidiosa pasar entre truenos el verano. Recuerdo una tarde...

Estábamos mi esposa y yo en un gabinete donde habíamos tomado café después de almorzar. Se sabía que la tormenta era inminente, el viento refrescaba y la elevada temperatura empezaba á disminuir; por lo demás el barómetro permanecía fijo. Satisfecho de la exactitud de mis observaciones me hallaba sentado en un gran sillón de paja contemplando cómo mi linda esposa hacia con crochet estrellitas de punto. Mirando aquellas manitas tan blancas y aquellas rosadas uñas, recordé la historia de mis amores; mi boda; las peripecias del noviazgo ¡Cuántos incidentes! Una negra nube cubría ya todo el cielo, y parecía que iba á faltarme luz que me permitiese ver las bellezas de mi mujercita. ¡La mía! ¡Qué satisfacción! ¡Después de haberla deseado tanto! Después de... ¡Cuánto disgusto! Ella habla tenido la culpa... Sus coqueterías... Inconvenientes de ser bonita. Pero si me hubiera querido como decía... Gozaba en hacerme celoso... Con éste... con aquél... ¿Y Federico?.. ¡Sabe Dios! ¿Se habrá casado? ¿Vivirá?.. ¿Dónde estará ahora Federico?

—No sé.

Comprendí que había hecho mi pregunta en voz alta. Un horroroso trueno rugió á espaldas del jardín.

—Jesús, María y José,—dijo mi esposa persignándose.— ¿Porqué preguntabas eso?

—¿El qué? ¡Ah! ¿Dónde está Federico? Sí. Pues nada. Me acordaba de él no sé con qué motivo.

—¿Ves cómo eres? Cuando yo estoy más contenta al lado tuyo hablas de esas cosas para disgustarme.

—¡Disgustarte! No lo creo.

Luisa me miró fijamente. Un relámpago brilló en el cielo y otro en mis ojos. Mi mujer cerró los suyos y se persignó devotamente.

—¿Estás ahuyentando el espíritu maligno?

—Si tú no quieres, no lo haré.


Leer / Descargar texto

Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 47 visitas.

Publicado el 3 de enero de 2022 por Edu Robsy.

45678