Juanita
Soledad Acosta de Samper
Cuento
Gran arte de vivir es el sufrimiento;
hondo cimiento de la virtud es la paciencia.
Juan Nuremberg
—¡Qué casualidad! —exclamó don Enrique—. Yo conocí en Neiva a la hermana de esa misma Mercedes, a Juanita Vargas.
—¿De veras? —preguntamos todos.
—No me queda la menor duda...; qué familia tan desgraciada —añadió—, pues ésta tuvo también mucho que sufrir.
—Cuéntenos usted lo que le sucedió —dijimos en coro.
—La historia sería muy larga de referir.
—¡Mejor! —exclamó don Felipe—, propongo que en cambio cada uno cuente alguna cosa: ¿no es justo, señor cura?
—Por mi parte, yo no me hallo con fuerzas para desempeñar mi...
—Eso no puede ser... un sacerdote es el que más dramas verdaderos ha presenciado... así pues, vaya preparándose.
—¿Veremos..., y usted?
—Yo cumpliré. Y no crean ustedes —añadió volviéndose a donde Matilde y a mí—, no crean que están exentas ustedes de la común obligación.
—Por supuesto —contesté—, pero mientras tanto don Enrique nada dice.
—¡Cómo no! siempre cumplo lo que ofrezco, aunque tal vez les pesará haberme nombrado orador, pues yo nunca lo he sido. Esta narración en boca de otro podría ser interesante; pero mucho me temo que desempeñándola yo resulte fría y monótona.
Dominio público
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Publicado el 3 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.