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autor: Soledad Acosta de Samper


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Dolores

Soledad Acosta de Samper


Novela corta


Parte primera

La nature est un drame avec des personnages

VÍCTOR HUGO

—¡Qué linda muchacha! —exclamó Antonio al ver pasar por la mitad de la plaza de la aldea de N*** algunas personas a caballo, que llegaban de una hacienda con el objeto de asistir a las fiestas del lugar, señaladas para el día siguiente.

Antonio González era mi condiscípulo y el amigo predilecto de mi

—Lo que más me admira —añadió Antonio, es la cutis tan blanca y el color tan suave, o como no se ven en estos climas ardientes.

Efectivamente, los negros ojos de Dolores y su cabellera de azabache hacían contraste con lo sonrosado de su tez y el carmín de sus labios.

—Es cierto lo que dice usted —exclamó mi padre que se hallaba a mi lado—, la cutis de Dolores no es natural en este clima… ¡Dios mío! —dijo con acento conmovido un momento después—, yo no había pensado en eso antes.

Antonio y yo no comprendimos la exclamación del anciano. Años después recordábamos la impresión que nos causó aquel temor vago, que nos pareció tan extraño.

Mi padre era el médico de N*** y en cualquier centro más civilizado se hubiera hecho notar por su ciencia práctica y su caridad. Al contrario de lo que generalmente sucede, él siempre había querido que yo siguiese su misma profesión, con la esperanza, decía, de que fuese un médico más ilustrado que él.

Hijo único, satisfecho con mi suerte, mimado por mi padre y muy querido por una numerosa parentela, siempre me había considerado muy feliz. Me hallaba entonces en N*** tan sólo de paso, arreglando algunos negocios para poder verificar pronto mi unión con una señorita a quien había conocido y amado en Bogotá.


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Dominio público
62 págs. / 1 hora, 48 minutos / 284 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Mi Madrina

Soledad Acosta de Samper


Cuento


Siendo yo niño (de esto hace luengos años) cuando mi madre y mis hermanas preparaban algún amasijo o cosa delicada, para cuya cooperación no necesitaban de mis deditos que en todo se metían, ni de mi lengüita que todo lo repetía, todas decían en coro:

«Que lleven a Pachito a casa de su madrina.» Yo escuchaba esta sentencia sin apelación, entre alegre y mohíno, y salía de la casa muy despacio, siguiendo a la criada a media cuadra de distancia, y deteniéndome a cada momento para atar las correas de mis botines y recoger la cacucha que me servía de pelota, y así distraía las penas de mi destierro.

Sin embargo, al llegar a casa de mi madrina, las delicias que me aguardaban allí me hacían olvidar las que perdía. Pero antes de entrar, digamos quiénes éramos mi madrina y yo. Yo (ab jove principium) era el último de los diez hijos que mi pobre madre dio a luz: mis nueve hermanas mayores no me idolatraban menos que las nueve musas a Apolo, y yo era naturalmente, en la familia considerado como un fénix, un portento. En ella abundaban dos plagas: pobreza y mujeres. Mi padre, después de trabajar mucho y como un esclavo, murió, a poco de nacido yo, dejándonos escasamente lo necesario para vivir con humildad; mas a pesar de nuestra pobreza, vivíamos todos unidos y satisfechos: ¡preciosa medianía, por cierto, en la que se vive sin afanes y contento y tranquilo!…


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Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 329 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

El Corazón de la Mujer

Soledad Acosta de Samper


Cuentos, Colección


Introducción

El corazón de la mujer es un arpa mágica que no suena armoniosamente sino cuando una mano simpática la pulsa.

El alma y el corazón de una mujer son mundos incógnitos en que se agita el germen de mil ideas vagas, sueños ideales y deleitosas visiones que la rodean y viven con ella: sentimientos misteriosos e imposibles de analizar.

El corazón de la mujer tiene, como el ala de la mariposa, un ligero polvillo; y como ésta pierde su esmalte cuando se la estruja: el polvillo es la imagen de las ilusiones inocentes de la juventud que la realidad arranca rudamente, dejándolo sin brillo y sin belleza.

La mujer de espíritu poético se penetra demasiado de lo ideal, y cuando llega a formarse un culto del sentimiento, sobreviene la realidad que la desalienta y aniquila moralmente. No preguntéis la causa de la tristeza que muestran algunas, o del abatimiento, la amargura o aspereza que manifiestan otras: es porque han caído de la vida ideal, y la realidad ha marchitado sus ilusiones dejándolas en un desierto moral. Muchas no saben lo que ha pasado por ellas, pero llevan consigo un desaliento vago que les hace ver el mundo sin goces; viven solamente para cumplir un deber, y se convierten en beatas o amargamente irónicas.


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Dominio público
93 págs. / 2 horas, 44 minutos / 1.051 visitas.

Publicado el 21 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Los Piratas en Cartagena

Soledad Acosta de Samper


Novela


Introducción

La envidia, la emulación y el odio que el gran poderío de España en el nuevo mundo despertó entre las demás naciones europeas, se había traducido por medio de ataques y vías de hecho: cosa natural en un tiempo recién emancipado de la barbarie y que acababa de salir de la época de transición llamada de la Edad Media. Aquellos ataques injustos contra España se pusieron en planta por ciertas asociaciones y compañías de piratas, corsarios, filibusteros, bucaneros y aventureros de diferentes naciones, y particularmente ingleses y franceses, los cuales, con el pretexto de auxiliar a sus gobiernos y reyes —casi continuamente en guerra contra España—, se dieron a robar los tesoros que llevaban de las colonias a la madre patria, cometiendo al mismo tiempo innumerables desafueros y cruelísimas acciones en los puertos hispanoamericanos, como podía temerse de malandrines sin Dios ni ley.

Establecidas aquellas asociaciones de piratas en varias islas de las Antillas, que habían logrado tomar por su cuenta, muy en breve se hicieron poderosos y temibles, y las expediciones que sus jefes enviaban contra la tierra firme causaban el espanto y el terror de los colonos, que jamás podían vivir tranquilos y seguros.

Señalaremos aquí muy de paso los nombres de las expediciones más importantes que atacaron las costas de los territorios que hoy forman la República de Colombia.


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Dominio público
152 págs. / 4 horas, 26 minutos / 127 visitas.

Publicado el 8 de mayo de 2023 por Edu Robsy.

Teresa la Limeña

Soledad Acosta de Samper


Novela corta


I

¡Divina maga de la memoria,
tu plañidera, sublime voz
dentro de mi alma la triste historia
de mi pasado resucitó!…

N.P. LLONA (poeta colombiano)

Un ancho balcón daba casi inmediatamente sobre la pedregosa playa de Chorrillos, en donde las olas del mar venían a morir con dulce murmullo, mientras que más lejos se estrellaban ruidosamente contra murallones y fuertes estacadas.

Empezaba a caer el sol y la rada resplandecía con la luz de arreboles nacarados, que iluminaban brillantemente a los que paseaban por las orillas del mar. Bellas mujeres arrastraban sus largos ropajes, y elegantes petimetres pasaban en grupos mirando a las bañadoras, que jugaban y reían entre el agua, ataviadas con sus extraños vestidos de género oscuro y sus sombrerillos de paja. Se oían de tiempo en tiempo gritos apagados por la distancia, cuando se estrellaban las espumosas olas cerca de alguna tímida bañadora: y este ruido lo interrumpían risas lejanas y el constante ladrido de un perrillo que jugaba con un niño en el malecón. A lo lejos los lobos marinos o bufeos levantaban sus negras cabezas por entre las ondas del mar, y tal cual pájaro chillaba volando hacia la orilla.

Los cristales de las casas resplandecían con mil colores diversos, cuyo brillo fue disminuyendo a medida que moría la luz del sol.

Poco a poco los bañadores se hicieron más escasos en el sitio predilecto, aumentándose los grupos en los bancos del malecón, donde aguardaban la banda de música que debía tocar allí a esa hora.


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142 págs. / 4 horas, 9 minutos / 139 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Novelas y Cuadros de la Vida Sur-Americana

Soledad Acosta de Samper


Cuentos, Novelas cortas, Colección


A la memoria de mi padre,
el general Joaquín Acosta

Dos palabras al lector

Debo una explicación a cuantos favorezcan con su benévola acogida este libro, respecto de los motivos que han determinado su publicación.

La esposa que Dios me ha dado y a quien con suma gratitud he consagrado mi amor, mi estimación y mi ternura, jamás se ha envanecido con sus escritos literarios, que considera como meros ensayos; y no obstante la publicidad dada a sus producciones, tanto en Colombia como en el Perú, y la benevolencia con que el público la ha estimulado en aquellas repúblicas, ha estado muy lejos de aspirar a los honores de otra publicidad más durable que la del periodismo. La idea de hacer una edición, en libro, de las novelas y los cuadros que mi esposa ha dado a la prensa, haciéndose conocer sucesivamente bajo los seudónimos de Bertilda, Andina y Aldebarán, nació de mí exclusivamente; y hasta he tenido que luchar con la sincera modestia de tan querido autor para obtener su consentimiento.

¿Por qué lo he solicitado con empeño? Los motivos son de sencilla explicación. Hija única de uno de los hombres más útiles y eminentes que ha producido mi patria, del general Joaquín Acosta, notable en Colombia como militar y hombre de estado, como sabio y escritor y aún como profesor, mi esposa ha deseado ardientemente hacerse lo más digna posible del nombre que lleva, no sólo como madre de familia sino también como hija de la noble patria colombiana; y ya que su sexo no le permitía prestar otro género de servicios a esa patria, buscó en la literatura, desde hace más de catorce años, un medio de cooperación y actividad.


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367 págs. / 10 horas, 42 minutos / 334 visitas.

Publicado el 17 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Tipos Sociales: la Monja

Soledad Acosta de Samper


Cuento


—¡Pobres monjas! —decía yo a una amiga mía—, ¡cuánto me conmueve la situación en que se hallan!

—Con más razón te conmovería su suerte, si supieras que cada uno de sus conventos era un hogar hospitalario que han perdido, y que el sacarlas de allí les ha causado más pena que la que sintiera un patriota a quien desterrasen de su país sin tener esperanza de volver jamás.

—¡Vaya, tú exageras! ¡Cuántas no se habrán alegrado al verse libres!

—¡Libres! ¿Llamas libertad el tener que vivir pobremente de limosnas y con el corazón henchido por el dolor de haber dejado el asilo que habían jurado no abandonar sino con la vida? ¿Llamas libertad vivir en una pobre casa, sin ninguna de las comodidades a que estaban enseñadas, y con el continuo temor de carecer de lo necesario?

—¿Y tú qué sabes de eso? ¿acaso has vivido con ellas?

—Sí… , las conozco muy bien y mi simpatía no hace comprender mucho de lo que no todos ven. ¿No te acuerdas que ahora algunos años pasé unos meses en el convento de ***, cuya grata y desinteresada hospitalidad será motivo de mi agradecimiento mientras viva?

—Lo había olvidado, y en verdad que siempre he tenido muchos deseos de sabor cómo viven las monjas en sus misteriosos conventos.

—El convento es un pequeño mundo donde se agitan, no lo dudes, todos o casi todos los sentimientos humanos. Hay varios tipos de monjas que no dejaría de ser interesante estudiar, porque en ellos hallaríamos cuál ha sido la misión de los monasterios en nuestra sociedad.

—Te ruego que recuerdes algunos de ellos para…

—¿Alimentar tu curiosidad? Lo mejor que puedo hacer entonces, querida mía, será dejarte recorrer las páginas del diario que escribí durante mi permanencia en el convento de ***.

Efectivamente al día siguiente recibí el diario de Pía, del cual con permiso suyo me he tomado la libertad de trascribir algunos trozos.


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8 págs. / 15 minutos / 110 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Luz y Sombra

Soledad Acosta de Samper


Cuento


La juventud

Brillaba Santander en toda su gloria militar, en todo el esplendor de sus triunfos y en el apogeo de su juventud y gallardía. El pueblo se regocijaba con su adquirida patria, y el gozo y satisfacción que causa el sentimiento de la libertad noblemente conquistada se leía en todos los semblantes.

Contaba yo de catorce a quince años. Había perdido a mi madre poco antes, y mi padre, viéndome triste y abatida, quiso que acompañada por una señora respetable, visitase a Bogotá y asistiese a las procesiones de Semana Santa, que se anunciaban particularmente solemnes para ese año. En aquel tiempo el pueblo confundía siempre el sentimiento religioso con los acontecimientos políticos, y en la semana santa cada cual procuraba manifestarse agradecido al que nos había libertado del yugo de España.

Triste, desalentada, tímida y retraída llegué a casa de las señoritas Hernández, donde mi compañera, doña Prudencia, acostumbraba desmontarse en Bogotá. Las Hernández eran las mujeres más de moda y más afamadas por su belleza que había entonces, particularmente una de ellas, Aureliana. Llegamos el lunes santo a las dos de la tarde, y doña Prudencia, deseosa de que yo no perdiese procesión, me obligó a vestirme, y casi por fuerza me llevó a un balcón de la calle real a reunirnos a las Hernández, que ya habían salido de casa.

Cuando vi los balcones llenos de gente ricamente vestida, las barandas cubiertas con fastuosas colchas, y me encontré en medio de una multitud de muchachas alegres y chanceras, me sentí profundamente triste y avergonzada, y hubiera querido estar en el bosque, más retirado de la hacienda de mi padre.

—¡Allá viene Aureliana! —exclamó doña Prudencia.

—¿Dónde? —pregunté, deseosa de conocerla; pues su extraordinaria hermosura era el tema de todas las conversaciones.

—Aquella que viene rodeada de varios caballeros.


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Dominio público
13 págs. / 24 minutos / 344 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Manuelita

Soledad Acosta de Samper


Cuento


«Quiconque n'oublie pas, a vraiment aimé,
et la fidélité de la mémoire est l'un des gages
les plus assurés de ce que vaut le coer.»

Guizot
 

El siguiente día se anunció nublado y lluvioso; pero al llegar la noche la atmósfera se serenó. Después de tomar el chocolate de la oración salimos al corredor como teníamos costumbre de hacerlo: la luna no había parecido aún, pero se veía hacia el occidente aquel resplandor azulado que indica que en breve aparecen sobre el horizonte.

—¿Ya olvidó usted, amiga mía, que anoche ofreció contarnos cierta historia? —preguntó Matilde con su voz suave y triste.

—No por cierto —contestó mi hermana—, y para cumplir mi oferta he procurado recordar pormenores casi olvidados; de modo que si usted lo desea comenzaré mi relación.

—¡De mil amores; empiece usted!

—«Estando yo muy joven —comenzó mi hermana—, salía con frecuencia a pasear con una anciana tía a quien queríamos mucho, tanto por su carácter bondadoso como por cierta instrucción innata que hacía su conversación en extremó amena y agradable.


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Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 111 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

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