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autor: Stendhal


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Rojo y Negro

Stendhal


Novela


Con la noticia escueta de un suceso vulgar, tomado de la crónica de los Tribunales, Henry Beyle (Stendhal) compuso, allá por los años 1830, Le rouge et le noir, la admirable novela psicológica que ha logrado consagración de obra maestra en la literatura universal.
¿Sabéis cuál es el hecho, base y raíz del análisis humano que tenéis ante los ojos? Antoine Berthet, hijo de un herrador de Brangues, en el Delfinado, había sido amante de una señora, M., en cuya casa desempeñaba el oficio de preceptor. Expulsado después de los seminarios, donde pretendía seguir sus estudios, fué de nuevo preceptor en casa de M. de C., cuya hija sedujo. Vuelto a Brangues, se percató de que la señora de M. no abrigaba para él los antiguos amorosos sentimientos, y llega a sospechar que acaso un rival ha ocupado su puesto. Inducido de esta sospecha, dispara un tiro sobre su ex amante en la iglesia, y vuelve contra sí mismo la pistola, hiriéndose. Luego, es ejecutado en la plaza de Grenoble, el 23 de febrero de 1828.
El Julián Sorel de la novela imaginada, es el Antonio Berthet del suceso vivo y sangrante; pero el espíritu analítico de Stendhal, su aguzada y fina sensibilidad, han erigido, sobre el documento humano, un drama real, con esa manera de elevado realismo que describe el proceso psicológico de las almas.
Decía Stendhal, en una carta a Balzac, que para sus novelas escogía personajes conocidos, les dejaba algunos de sus hábitos, pero les infundía más espíritu. En Sorel, su hijo más afortunado, encarnó su propio carácter, mezcla extraña—según dice uno de sus biógrafos—de originalidad natural y estudiada, de sinceridad y de afectación, de clarividencia y de fantasía, de disimulo y de abandono. Sorel pertenece a aquella generación "ardiente, pálida y nerviosa", concebida durante la inquietud de las guerras del Imperio.


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Dominio público
547 págs. / 15 horas, 58 minutos / 827 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Vittoria Accoramboni

Stendhal


Cuento, Crónica


Para desgracia mía y del lector, esto no es una novela, sino la traducción fiel de una historia muy seria escrita en Padua en diciembre de 1585.

Hace algunos años me encontraba en Mantua, buscando esbozos y cuadros pequeños al alcance de mi pequeña fortuna, pero quería que fueran de pintores anteriores al año 1600; por aquel entonces terminaba de eclipsarse la originalidad italiana, que ya había estado en grave peligro con la toma de Florencia en 1530.

En vez de cuadros, un viejo aristócrata tan rico como avaro me propuso venderme, a precio muy alto, unos viejos manuscritos que el tiempo había teñido de amarillo; le pedí que me dejara hojearlos; me lo permitió, añadiendo que se fiaba de mi honestidad para que no recordara las anécdotas sabrosas que leyera, si no compraba los manuscritos.


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Protegido por copyright
27 págs. / 48 minutos / 85 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Vida y Muerte de Mina de Vanghel

Stendhal


Cuento


Cuento imitado del danés, del señor Oehlenschläger

El traductor no supo de este cuento sino por las fogosas críticas de los diarios alemanes, a quienes les parece inmoral el autor, al que reprochan su «sistema». Hemos intentado limar el bulto de esos defectos.

Mina de Vanghel nació en la tierra de la filosofía y de la imaginación, en Kœnigsberg. A finales de la campaña de Francia, en 1814, el conde de Vanghel, general prusiano, se apartó súbitamente de la corte y del ejército. Una noche, estando en Craonne, en Champaña, tras un combate cruento en que las tropas a sus órdenes se habían hecho acerbamente con la victoria, le asaltó una duda: ¿tiene derecho un pueblo a cambiar la forma íntima y racional según la cual desea otro pueblo regular su existencia material y moral? Preocupado por esta trascendental cuestión, el general decidió no volver a desenvainar la espada antes de tenerla resuelta; se retiró a sus posesiones de Kœnigsberg.

La policía de Berlín lo vigilaba de cerca y el conde de Vanghel no se ocupó ya sino de sus meditaciones filosóficas y de Mina, su hija única. Murió pocos años después, joven aún, dejándole a su hija una inmensa fortuna y dejándola también en desgracia en la corte, lo que no es baladí en la orgullosa Germania. Cierto es que, como pararrayos contra esa desdicha, Mina de Vanghel contaba con uno de los apellidos más nobles de la Alemania oriental. Solo tenía dieciséis años; pero lo que por ella sentían ya los militares jóvenes con los que se trataba su padre rayaba en la veneración y el entusiasmo. Les gustaba el temperamento novelesco y adusto que le brillaba a veces en la mirada.


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43 págs. / 1 hora, 16 minutos / 58 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Una Posición Social

Stendhal


Cuento


Capítulo I

La señora duquesa de Vaussay tenía más de treinta años, pero si ocho días después hubieran dicho… etc. Rubia, un ser apasionado. Un temperamento ardiente la empujaba a entregarse con frenesí a todos los placeres, pero siempre había tenido un elevadísimo concepto del deber, no tenía de ese deber ni siquiera una idea sensata, pero se había hecho de él una idea supersticiosa, una idea que nunca había examinado a fondo y de la que se había adueñado su facilidad para emocionarse.

Nunca había consentido en tomar un amante tras haberlo proyectado; y cuatro veces (o más) la habían obligado a ello con hábiles maniobras.

Contaban que había tenido varios amantes y no me costaría creerlo. Tenía un alma vivaz y activa. Pero siempre la habían raptado las hábiles maniobras de algún hombre acostumbrado a tener mujeres o la pasión ciega de algún alma realmente tocada. Nunca fue la primera en amar, nunca quiso entregarse. Pero, rebosante de remordimiento por su falta, que no era capaz de mirar cara a cara con sangre fría, creía que podría borrarla y conjurar el remordimiento con una abnegación completa por el hombre que se había convertido en dueño suyo. Llevada por su buena fe, creía que aún la ataba un deber imperioso, siendo así que la inteligencia no podía ocultarle que el hombre para quien estaba reservando el corazón entero ya estaba asediando otro corazón.


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42 págs. / 1 hora, 13 minutos / 70 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

San Francisco en Ripa

Stendhal


Cuento


Aristo y Dorante han tratado este tema,
lo que ha dado a Erasto la idea de tratarlo también.

30 de septiembre

Traduzco de un cronista italiano los detalles de los amores de una princesa romana con un francés. Sucedió en 1726, a comienzos del siglo pasado. Todos los abusos del nepotismo florecían entonces en Roma. Nunca aquella corte había sido más brillante. Reinaba Benedicto XIII (Orsini), o más bien su sobrino, el príncipe Campobasso, que dirigía en nombre de aquél todos los asuntos grandes y pequeños. Desde todas partes, los extranjeros afluían a Roma, los príncipes italianos, los nobles de España, ricos aún por el oro del Nuevo Mundo, acudían en masa. Cualquier hombre rico y poderoso se encontraba allí por encima de las leyes. La galantería y la magnificencia parecían ser la única ocupación de tantos extranjeros y nacionales reunidos.

Las dos sobrinas del Papa, la condesa Orsini y la princesa Campobasso, se repartían el poder de su tío y los homenajes de la corte. Su belleza las habría hecho destacar incluso en los últimos puestos de la sociedad. La Orsini, como se dice familiarmente en Roma, era alegre y disinvolta; la Campobasso, tierna y piadosa; pero un alma tierna susceptible de los más violentos arrebatos. Sin ser enemigas declaradas, aunque se encontraban todos los días en los apartamentos del Papa y se veían a menudo en sus propias casas, las damas eran rivales en todo: en belleza, en influencia y en riqueza.


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17 págs. / 30 minutos / 89 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Rosa y Verde

Stendhal


Novela corta


Capítulo I

Fue a finales de 183… cuando el conde von Landek, general de división, regresó a Kœnigsberg, su patria; llevaba años con un empleo en el cuerpo diplomático prusiano. Llegaba en aquellos momentos de París. Era un hombre bastante bonachón que tiempo atrás, en la guerra, había demostrado que era valiente; ahora estaba casi siempre asustado; temía no ser todo lo ocurrente que parece necesario para un cargo de embajador —el señor de Tayllerand echó a perder el oficio— y además creía que resultaba ocurrente si hablaba sin parar. El general von Landek tenía una forma más de destacar, y era el patriotismo; se ponía rojo de ira, por ejemplo, siempre que se topaba con el recuerdo de Jena. Hacía poco, al regresar a Kœnigsberg, dio un rodeo de más de treinta leguas para no pasar por Prenzlow, esa ciudad pequeña en donde un cuerpo de ejército prusiano depuso las armas ante unos cuantos destacamentos del ejército francés allá por la época de Jena.

Para el bueno del general, legítimo poseedor de siete cruces y dos medallas, el amor a la patria no consistía en hacer a Prusia feliz y libre, sino en vengarla por segunda vez de la fatal derrota que ya hemos mencionado.


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90 págs. / 2 horas, 38 minutos / 271 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Recuerdos de un Caballero Italiano

Stendhal


Cuento


Nací en Roma, de padres que ocupaban en esa ciudad una posición honrosa; a los tres años tuve la desgracia de perder a mi padre y, como mi madre, aún en lo más granado de la juventud, estaba dispuesta a contraer nuevo matrimonio, puso mi educación en manos de un tío que no tenía hijos. Este accedió de buen grado e incluso con entusiasmo; pues, como estaba decidido a convertir a su pupilo en devoto partidario de los curas, esperaba ejercer con provecho sus funciones de tutor.


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33 págs. / 57 minutos / 65 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Philibert Lescale

Stendhal


Cuento


Esbozo de la vida de un joven rico en París

Conocía yo un poco a aquel señor Lescale que era tan alto; medía seis pies. Era uno de los hombres de negocios más ricos de París; tenía una sucursal en Marsella y varios barcos en la mar. Acaba de morir. No es que fuera un hombre triste, pero, si llegaba a decir diez palabras en un día, podía considerarse un milagro. No obstante, le gustaba el buen humor y hacía cuanto fuera preciso para que lo invitásemos a unas cenas que habíamos fijado los sábados y que llevábamos muy en secreto. Tenía instinto comercial y, si se me hubiera presentado un asunto vidrioso, le habría pedido opinión.

Al morir me hizo el honor de escribirme una carta de tres líneas. Se refería a un joven en quien tenía interés, pero que no llevaba su apellido. Lo llamaba Philibert.

Su padre le había dicho: «Haz lo que te parezca, me da lo mismo: ya estaré muerto cuando hagas el tonto. Tienes dos hermanos, dejaré mi fortuna al menos tonto de los tres; y a los otros dos, cien luises de renta».

Philibert se había llevado todos los premios en el internado; el hecho es que al salir no sabía nada. Desde entonces ha sido húsar tres años y ha ido dos veces a América. En la época del último de esos viajes, aseguraba que estaba enamorado de una segunda cantante que me parece una bribona redomada muy capaz de llevar a su amante a entramparse, a cometer luego falsificaciones e incluso, andando el tiempo, algún crimen apañadito de esos que llevan derecho al tribunal de lo criminal, circunstancia que le referí al padre.

El señor Lescale mandó llamar a Philibert, a quien llevaba dos meses sin ver.

—Si sales de París y te vas a Nueva Orleáns —le dijo—, te daré quince mil francos, pero pagaderos a bordo del barco, en el que serás sobrecargo.


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3 págs. / 6 minutos / 74 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Philibert Lescale

Stendhal


Cuento


Conocía superficialmente a aquel M. Lescale de seis pies de estatura; era uno de los hombres de negocios más ricos de París: tenía una factoría en Marseille y varios buques en el mar. Acaba de morir. No era un hombre taciturno, pero si pronunciaba diez palabras al día era casi de milagro. Pese a eso le gustaba la alegría y hacía todo lo necesario para que lo invitáramos a las cenas que habíamos establecido los sábados y que celebrábamos casi en secreto. Tenía olfato comercial y yo lo habría consultado si se me hubiera presentado algún negocio dudoso.

Al morir me hizo el honor de escribirme una carta de tres líneas. Se interesaba en ella por un joven que no llevaba su apellido. Se llamaba Philibert.

Su padre le había dicho:

—Haz lo que te venga en gana, no me importa: cuando cometas tonterías yo ya estaré muerto. Tienes dos hermanos; dejaré mi fortuna al menos torpe de los tres; a los otros dos les dejaré cien luises de renta.

Philibert había recibido todos los premios en el colegio pero lo cierto es que, al salir de éste, no sabía absolutamente nada. Después fue húsar por tres años y realizó dos viajes a América. Cuando realizó el segundo de éstos, se decía enamorado de una cantante que parecía una pícara empedernida, capaz de inducir a su amante a contraer deudas, a hacer falsificaciones y más tarde incluso a cometer algún lindo delito que lo conduciría directamente a los tribunales. Así se lo dije al padre.

El señor Lescale mandó llamar a Philibert, al que no había visto desde hacía dos meses.

—Si estás dispuesto a abandonar París y a viajar a Nueva Orléans —le dijo—, te daré quince mil francos que sólo recibirás a bordo del barco en el que trabajarás como sobrecargo.

El joven se marchó y se arreglaron para que su estancia en América durara más que su etapa de pasión.


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3 págs. / 5 minutos / 79 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Paul Sergar

Stendhal


Cuento


Paul Sergar había nacido en el Delfinado y en la ciudad de Valence, de un padre médico que sabía griego y se pasaba la vida más que atendiendo a los enfermos leyendo a los autores famosos. Aquel padre tenía mucho talento, y del bueno; se le ocurrían ideas nuevas acerca de la mayor parte de las cosas de las que se habla. Tenía tres casas en Valence y una finca en Tain y todo junto le daba no menos de unas doce mil libras de renta.

El doctor Sergar quiso con pasión a su hijo Paul durante los primeros años de este. Se pasaba días enteros contestando a las preguntas que el niño le hacía acerca de todo. Pero volvió a casarse con una mujer hermosa y mala que le dio dos niñas. Aquella mujer se las ingenió tan bien para calumniar a Paul ante su padre que se convirtió en el más desdichado de los hombres.

La infancia, que nunca ha dejado de ser en el sur de Francia una etapa feliz en que las conveniencias sociales todavía no le amargan la vida a nadie, fue una época muy desdichada para Paul; entre los quince y los dieciocho años fue quizá una de las personas de Francia más digna de compasión. Tenía una forma de ser apasionada y recelosa; la imaginación se le fue por el lado de lo trágico y lo hizo mucho más desdichado.

A eso de los dieciséis años se le ocurrió la feliz idea de estudiar Derecho; pidió que lo dejasen ir a París a graduarse. Los amigos de su padre le afearon la forma en que trataba a su hijo, que pasaba por ser el muchacho más guapo de Valence. Las mujeres tomaron partido por él; la señora Sergar temió que le abrieran los ojos a su marido y acabó por acceder a prometerle una pensión de mil ochocientos francos al pobre muchacho, que se puso en camino hacia París casi desesperado de la vida y preguntándose a veces si no haría mejor poniendo término a un destino tan triste con un tiro de pistola.


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1 pág. / 2 minutos / 75 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

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