Textos más vistos de Stendhal no disponibles | pág. 3

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La Abadesa de Castro

Stendhal


Novela


I

El melodrama nos ha mostrado con tanta frecuencia a los bandoleros italianos del siglo dieciséis, y tanta gente ha hablado sobre ellos sin conocerlos, que hoy en día tenemos al respecto una idea completamente equivocada. En general puede decirse que estos bandidos actuaron como oposición a los gobiernos atroces que, en Italia, sucedieron a las repúblicas de la Edad Media. El nuevo tirano era normalmente el ciudadano más rico de la difunta república y, para seducir a la plebe, adornaba la ciudad con iglesias magníficas y hermosos cuadros. Así lo hicieron los Polentini de Roma, los Manfredi de Faenza, los Riario de Ímola, los Cane de Verona, los Bentivoglio de Bolonia, los Visconti de Milán y, por último, los menos belicosos y los más hipócritas de todos, los Médicis de Florencia. De entre los historiadores de estos pequeños estados, nadie se atrevió a narrar los innumerables envenenamientos y asesinatos provocados por el miedo que atormentaba a esos pequeños tiranos; estos historiadores tan serios estaban en su nómina. El lector debe tener presente que todos estos tiranos conocían personalmente a cada uno de los republicanos por los que se sabían execrados (por ejemplo, el gran duque de Toscana, Cosme, trataba con Strozzi), que muchos de estos tiranos perecieron asesinados, y así se comprenderán los odios profundos, las suspicacias eternas que insuflaron tanto ingenio y valentía a los italianos del siglo dieciséis, y tanta genialidad a sus artistas. Veremos que estas pasiones profundas impidieron el nacimiento de ese prejuicio tan ridículo al que, desde los tiempos de madame de Sévigné, llamamos «honor» y que consiste sobre todo en sacrificar la propia vida para servir al amo del que hemos nacido vasallos, y para complacer a las damas.


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115 págs. / 3 horas, 22 minutos / 209 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Lamiel

Stendhal


Novela


Capítulo 1

Creo que somos injustos con los paisajes de esta bella Normandía a donde cualquiera de nosotros puede ir a dormir esta noche. Se cantan las alabanzas de Suiza; pero hay que pagar sus montañas con tres días de aburrimiento, las vejaciones de las aduanas y los pasaportes llenos de visados. Mientras que nada más llegar a Normandía, un océano de verdor se ofrece a los ojos cansados de las simetrías de París y de sus muros blancos.

Quedan atrás, hacia París, las tristes llanuras grises, la carretera avanza por una serie de hermosos valles y de altas colinas cuyas cumbres, cubiertas de árboles, se dibujan en el cielo y limitan, audaces, el horizonte, ofreciendo algún punto de partida a la imaginación, placer muy nuevo para el habitante de París.

Si seguimos adelante vislumbramos a la derecha, entre los árboles que cubren los campos, el mar, sin el cual no puede haber paisajes verdaderamente bellos.

Si los ojos, despiertos a las bellezas de los paisajes por el encanto de las lejanías, buscan los detalles, verán que cada prado forma como un recinto rodeado de muros de tierra, y estos muros regularmente dispuestos al borde de todos los prados están coronados de innumerables olmos jóvenes. Aunque estos árboles jóvenes no tengan más de treinta pies y los predios estén plantados sólo de modestos manzanos, el conjunto es verde y da la idea de un generoso fruto de la industria.

El panorama de que acabo de hablar es precisamente el que, al venir de París y acercarnos al mar, encontramos a dos leguas de Carville, un pueblo grande en el que, hace pocos años ocurrió la historia de la duquesa de Miossens y del doctor Sansfin.


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174 págs. / 5 horas, 5 minutos / 82 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

María Fortuna

Stendhal


Cuento


Esta mañana, 5 de febrero de 1835, a Livia Rangoni la han sacado de la cárcel de mujeres de Civitavecchia para llevarla a la cárcel de Mentina, feudo del Espíritu Santo, a petición de monseñor Cioia, jefe supremo Commendatore di Santo Spirito.

Hace más o menos tres meses que Livia Rangoni salió de Toscanella, en donde vivía, y fue con su marido a dormir a Centopina (burgo de los alrededores de Viterbo) en casa de Bernardo Containi, amigo de su marido y amante suyo. A la mañana siguiente, Rangoni y su mujer se van camino de Corneto. Al llegar a doce millas de Centopina un hombre enmascarado ataca a Rangoni y lo acribilla de puñaladas. El asesino era Bernardo Containi, el amante de Livia.

A Rangoni lo dan por muerto en la carretera. Containi huye y regresa a su casa de Centopina. Livia va a buscar a unos campesinos que viven cerca de lugar del crimen, alquila un burro, pide que coloquen encima a su desventurado marido y acaba por volver a llevarlo con mil trabajos a Centopina, a casa de Containi, en donde había pasado la noche. Containi se desespera por la desdicha ocurrida a su amigo, atienden a Rangoni, pero este, por fin, muere al cabo de dos días. (En la novela, antes de morir tiene ciertas sospechas).

En cuanto muere Rangoni, la viuda regresa a Toscanella con Containi, su amante; vende los bueyes de su marido, un rebaño de ovejas e incluso unos cuantos campos; abandona a los tres niños pequeños que tenía y se marcha por fin de Toscanella; con ella van su amante, Containi, y Gianvincenzo Mori y Tullio Rivolta, criados de su marido, armados con escopetas, como aquel. (En la novela, Gianvincenzo está enamorado de Livia).


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2 págs. / 4 minutos / 74 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Novela

Stendhal


Cuento


La escena transcurre en Bolonia, en una casa de campo deliciosa (Desio) cerca de la ciudad de Bolonia. La duquesa de Empoli, durante una fiesta brillante, rabia de celos por una amiga. Un francés, el teniente ***, quiere arrebatarle el corazón de Métilde. Esta, agobiada de pena y sumida en la melancolía, solo es capaz de dar amistad, y estaba a punto de concederle la suya al francés cuando él, presa de una loca pasión, comete locuras e imprudencias. La duquesa, siguiendo los consejos del frío e implacable Talley, incita a la señora *** a que deje sumido en la desesperación al francés. Este renuncia a inspirar un amor como el que lo devora y se conforma con la amistad que le otorga por fin la señora ***, que también lo perdona porque solo su mala cabeza tenía la culpa de todo, y pasan juntos una vejez dichosa entre goces que no conoce el vulgo. El señor *** quiere incluso reconciliarse luego con la duquesa de Empoli; Talley había fallecido y el señor F. le dijo un día:

—Me hizo usted todo el daño que pudo, pero soy tan feliz sencillamente con la amistad de la señora *** que no me queda ya sitio en el corazón para el odio y siento por usted un afecto muy tierno porque es usted amiga suya.

Capítulo I

Daban las doce en el reloj del palacio; iba a concluir el baile. La duquesa recorría con expresión alterada los paseos del jardín inglés, al que daban luz de sobra las estrellas resplandecientes de una noche de verano en Italia y la claridad que salía por los ventanales del salón.


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7 págs. / 13 minutos / 52 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Paul Sergar

Stendhal


Cuento


Paul Sergar había nacido en el Delfinado y en la ciudad de Valence, de un padre médico que sabía griego y se pasaba la vida más que atendiendo a los enfermos leyendo a los autores famosos. Aquel padre tenía mucho talento, y del bueno; se le ocurrían ideas nuevas acerca de la mayor parte de las cosas de las que se habla. Tenía tres casas en Valence y una finca en Tain y todo junto le daba no menos de unas doce mil libras de renta.

El doctor Sergar quiso con pasión a su hijo Paul durante los primeros años de este. Se pasaba días enteros contestando a las preguntas que el niño le hacía acerca de todo. Pero volvió a casarse con una mujer hermosa y mala que le dio dos niñas. Aquella mujer se las ingenió tan bien para calumniar a Paul ante su padre que se convirtió en el más desdichado de los hombres.

La infancia, que nunca ha dejado de ser en el sur de Francia una etapa feliz en que las conveniencias sociales todavía no le amargan la vida a nadie, fue una época muy desdichada para Paul; entre los quince y los dieciocho años fue quizá una de las personas de Francia más digna de compasión. Tenía una forma de ser apasionada y recelosa; la imaginación se le fue por el lado de lo trágico y lo hizo mucho más desdichado.

A eso de los dieciséis años se le ocurrió la feliz idea de estudiar Derecho; pidió que lo dejasen ir a París a graduarse. Los amigos de su padre le afearon la forma en que trataba a su hijo, que pasaba por ser el muchacho más guapo de Valence. Las mujeres tomaron partido por él; la señora Sergar temió que le abrieran los ojos a su marido y acabó por acceder a prometerle una pensión de mil ochocientos francos al pobre muchacho, que se puso en camino hacia París casi desesperado de la vida y preguntándose a veces si no haría mejor poniendo término a un destino tan triste con un tiro de pistola.


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1 pág. / 2 minutos / 75 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Philibert Lescale

Stendhal


Cuento


Conocía superficialmente a aquel M. Lescale de seis pies de estatura; era uno de los hombres de negocios más ricos de París: tenía una factoría en Marseille y varios buques en el mar. Acaba de morir. No era un hombre taciturno, pero si pronunciaba diez palabras al día era casi de milagro. Pese a eso le gustaba la alegría y hacía todo lo necesario para que lo invitáramos a las cenas que habíamos establecido los sábados y que celebrábamos casi en secreto. Tenía olfato comercial y yo lo habría consultado si se me hubiera presentado algún negocio dudoso.

Al morir me hizo el honor de escribirme una carta de tres líneas. Se interesaba en ella por un joven que no llevaba su apellido. Se llamaba Philibert.

Su padre le había dicho:

—Haz lo que te venga en gana, no me importa: cuando cometas tonterías yo ya estaré muerto. Tienes dos hermanos; dejaré mi fortuna al menos torpe de los tres; a los otros dos les dejaré cien luises de renta.

Philibert había recibido todos los premios en el colegio pero lo cierto es que, al salir de éste, no sabía absolutamente nada. Después fue húsar por tres años y realizó dos viajes a América. Cuando realizó el segundo de éstos, se decía enamorado de una cantante que parecía una pícara empedernida, capaz de inducir a su amante a contraer deudas, a hacer falsificaciones y más tarde incluso a cometer algún lindo delito que lo conduciría directamente a los tribunales. Así se lo dije al padre.

El señor Lescale mandó llamar a Philibert, al que no había visto desde hacía dos meses.

—Si estás dispuesto a abandonar París y a viajar a Nueva Orléans —le dijo—, te daré quince mil francos que sólo recibirás a bordo del barco en el que trabajarás como sobrecargo.

El joven se marchó y se arreglaron para que su estancia en América durara más que su etapa de pasión.


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3 págs. / 5 minutos / 79 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Recuerdos de un Caballero Italiano

Stendhal


Cuento


Nací en Roma, de padres que ocupaban en esa ciudad una posición honrosa; a los tres años tuve la desgracia de perder a mi padre y, como mi madre, aún en lo más granado de la juventud, estaba dispuesta a contraer nuevo matrimonio, puso mi educación en manos de un tío que no tenía hijos. Este accedió de buen grado e incluso con entusiasmo; pues, como estaba decidido a convertir a su pupilo en devoto partidario de los curas, esperaba ejercer con provecho sus funciones de tutor.


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33 págs. / 57 minutos / 66 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2018 por Edu Robsy.

San Francisco en Ripa

Stendhal


Cuento


Aristo y Dorante han tratado este tema,
lo que ha dado a Erasto la idea de tratarlo también.

30 de septiembre

Traduzco de un cronista italiano los detalles de los amores de una princesa romana con un francés. Sucedió en 1726, a comienzos del siglo pasado. Todos los abusos del nepotismo florecían entonces en Roma. Nunca aquella corte había sido más brillante. Reinaba Benedicto XIII (Orsini), o más bien su sobrino, el príncipe Campobasso, que dirigía en nombre de aquél todos los asuntos grandes y pequeños. Desde todas partes, los extranjeros afluían a Roma, los príncipes italianos, los nobles de España, ricos aún por el oro del Nuevo Mundo, acudían en masa. Cualquier hombre rico y poderoso se encontraba allí por encima de las leyes. La galantería y la magnificencia parecían ser la única ocupación de tantos extranjeros y nacionales reunidos.

Las dos sobrinas del Papa, la condesa Orsini y la princesa Campobasso, se repartían el poder de su tío y los homenajes de la corte. Su belleza las habría hecho destacar incluso en los últimos puestos de la sociedad. La Orsini, como se dice familiarmente en Roma, era alegre y disinvolta; la Campobasso, tierna y piadosa; pero un alma tierna susceptible de los más violentos arrebatos. Sin ser enemigas declaradas, aunque se encontraban todos los días en los apartamentos del Papa y se veían a menudo en sus propias casas, las damas eran rivales en todo: en belleza, en influencia y en riqueza.


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17 págs. / 30 minutos / 89 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

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