La Conciencia
Teodoro Baró
Cuento infantil
En aquellos tiempos en que los guerreros iban completamente vestidos de hierro, vivía un hombre muy poderoso, pero muy malo, tanto que cuando se pronunciaba su nombre, sus infelices vasallos se santiguaban y decían:
—¡Dios y la Virgen nos libren de él!
Pero lo decían en voz muy baja y hacían la señal de la cruz cuando nadie les veía, por temor de que alguien fuese a aquel hombre y le dijera:
—Señor; aquél ha hablado mal de ti.
Si tal acusación llegaba a sus oídos, en el acto daba a sus esbirros orden de prender al infeliz, a quien arrancaban del seno de su familia, sin que les conmoviera el llanto ni les impresionaran los desgarradores gritos de su mujer e hijos; y aquella misma noche era sacrificado el vasallo, sin piedad ni misericordia.
Y los villanos cerraban las ventanas y las puertas de sus moradas, porque no llegase hasta ellas rumor alguno, y murmuraban santiguándose:
—¡Dios y la Virgen nos libren de él!
Aquel hombre había edificado un castillo en un picacho alto, muy alto, donde anidaban las aves de rapiña; y éstas le cedieron las peladas rocas porque se dijeron:
—Vámonos de aquí, pues no podemos vivir en compañía de un hombre que es peor que nosotras.
Cuando hubo levantado el castillo, abrió a su alrededor un ancho foso que llenó con las cenagosas aguas que las tempestades depositaban en las inmediaciones y el tiempo corrompía; y cuando las sabandijas y los reptiles llegaron al foso arrastradas por las aguas, se agitaron y remontaron la corriente murmurando:
—Vámonos de aquí, porque no podemos vivir en compañía de un hombre que es peor que nosotros.
Dominio público
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Publicado el 19 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.