Ónfala
Théophile Gautier
Cuento
Historia rococó
Mi tío, el caballero de T***, vivía en una pequeña casa que daba por un lado a la triste calle de Tournelles y por el otro al triste boulevard Saint-Antoine. Entre el boulevard y el cuerpo de la vivienda, viejos arbustos, devorados por los insectos y el musgo, estiraban lamentablemente sus brazos descarnados al fondo de una especie de cloaca encajada entre negras y altas murallas. Algunas pobres flores marchitas doblaban lánguidamente la cabeza como muchachas tísicas, esperando que un rayo de sol fuera a secar sus hojas medio podridas. Los hierbajos habían irrumpido en los senderos, que se reconocían con dificultad, pues hacía mucho tiempo que el rastrillo no había pasado por ellos. Uno o dos peces rojos flotaban más que nadaban en un estanque cubierto de lentejas de agua y de plantas de pantano.
Mi tío llamaba a eso su jardín.
En el jardín de mi tío, aparte de las bellezas que acabamos de describir, había un pabellón bastante desapacible, al que, sin duda por antífrasis, le había dado el nombre de Delicias. Se hallaba en un estado de completa degradación. Las paredes estaban combadas; grandes placas de argamasa se habían desprendido y yacían por la tierra entre las ortigas y la avena loca; un moho pútrido verdeaba las partes inferiores; la madera de los postigos y de las puertas se había dilatado, y ya no cerraban o lo hacían muy mal. Una especie de enorme puchero de resplandecientes efluvios formaba la decoración de la entrada principal; porque en tiempos de Luis XV, época de la construcción de las Delicias, había siempre, por precaución, dos entradas. Óvolos, hojas esculpidas y volutas recargaban la cornisa totalmente arrasada por la infiltración de las aguas pluviales. En resumen, las Delicias de mi tío el caballero de T*** era una construcción lamentable.
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Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.