Textos favoritos de Théophile Gautier publicados el 20 de marzo de 2017 | pág. 2

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autor: Théophile Gautier fecha: 20-03-2017


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La Pipa de Opio

Théophile Gautier


Cuento


El otro día, encontré a mi amigo Alphonse Karr sentado en su diván, con una vela encendida, aunque era pleno día, y en la mano, un tubo de madera de cerezo provisto de un hongo de porcelana en el que echaba una especie de pasta oscura parecida al lacre; la pasta ardía y chisporroteaba en la chimenea del hongo, y él aspiraba por una pequeña boquilla de ámbar amarillo el humo que al instante se extendía por la habitación con un vago olor a perfume oriental.

Cogí, sin decir nada, el aparato de las manos de mi amigo, y acerqué mis labios a uno de sus extremos; después de varias bocanadas, experimenté una especie de agradable aturdimiento, que se parecía bastante a las sensaciones de la primera borrachera.

Como aquel día no estaba de humor y no tenía tiempo para embriagarme, colgué la pipa de un clavo y bajamos al jardín, a ver las dalias y a jugar un poco con Schutz, dichoso animal que no tiene otra función que la de ser negro sobre una alfombra de verde césped.

Regresé a mi casa, cené y fui al teatro a soportar no sé qué obra. Luego volví y me acosté, porque hay que alcanzar y hacer, mediante la muerte de unas horas, el aprendizaje de la muerte definitiva.

El opio que había fumado, lejos de producir el efecto de somnolencia que esperaba, me sumió en agitaciones nerviosas como si hubiera tomado enormes cantidades de café, y daba vueltas en la cama como una carpa sobre una parrilla o un pollo en un asador, produciendo un perpetuo balanceo de mantas, ante el gran descontento de mi gato que estaba acurrucado en una esquina del edredón.

Por fin el sueño, largo rato esperado, cubrió mis pupilas con su polvo de oro y mis ojos se volvieron cálidos y pesados; me dormí.

Después de una o dos horas completamente inmóviles y negras, tuve un sueño.

Es el siguiente:


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Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Ónfala

Théophile Gautier


Cuento


Historia rococó

Mi tío, el caballero de T***, vivía en una pequeña casa que daba por un lado a la triste calle de Tournelles y por el otro al triste boulevard Saint-Antoine. Entre el boulevard y el cuerpo de la vivienda, viejos arbustos, devorados por los insectos y el musgo, estiraban lamentablemente sus brazos descarnados al fondo de una especie de cloaca encajada entre negras y altas murallas. Algunas pobres flores marchitas doblaban lánguidamente la cabeza como muchachas tísicas, esperando que un rayo de sol fuera a secar sus hojas medio podridas. Los hierbajos habían irrumpido en los senderos, que se reconocían con dificultad, pues hacía mucho tiempo que el rastrillo no había pasado por ellos. Uno o dos peces rojos flotaban más que nadaban en un estanque cubierto de lentejas de agua y de plantas de pantano.

Mi tío llamaba a eso su jardín.

En el jardín de mi tío, aparte de las bellezas que acabamos de describir, había un pabellón bastante desapacible, al que, sin duda por antífrasis, le había dado el nombre de Delicias. Se hallaba en un estado de completa degradación. Las paredes estaban combadas; grandes placas de argamasa se habían desprendido y yacían por la tierra entre las ortigas y la avena loca; un moho pútrido verdeaba las partes inferiores; la madera de los postigos y de las puertas se había dilatado, y ya no cerraban o lo hacían muy mal. Una especie de enorme puchero de resplandecientes efluvios formaba la decoración de la entrada principal; porque en tiempos de Luis XV, época de la construcción de las Delicias, había siempre, por precaución, dos entradas. Óvolos, hojas esculpidas y volutas recargaban la cornisa totalmente arrasada por la infiltración de las aguas pluviales. En resumen, las Delicias de mi tío el caballero de T*** era una construcción lamentable.


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Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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