Un Miembro del Comité del Terror
Thomas Hardy
Cuento
Habíamos estado hablando de las glorias georgianas de nuestro anticuado balneario, que ahora, con sus resistentes edificios bermejos de oscuro ladrillo, estilo ochocientos, parece la acera de una calle de Soho o Bloomsbury transportada a la costa, y arranca una sonrisa al moderno turista, que no aprecia la solidez de construcción. El escritor, muy joven, asistía como mero oyente. La conversación derivó de temas generales a lo particular, hasta que la anciana señora H., que a los ochenta años conservaba perfecta la memoria que había tenido toda su vida, nos interesó unánimemente con la manifiesta fidelidad con que repitió una historia que le había sido relatada muchas veces por su madre, cuando nuestra anciana amiga era una niña; un drama doméstico muy relacionado con la vida de una conocida de su padre, cierta mademoiselle V., profesora de francés. Los incidentes ocurrieron en la ciudad cuando ésta se hallaba en el apogeo de su fortuna, por la época de nuestra breve paz con Francia de 1802 a 1803.
—La escribí en forma de historia hace algunos años, precisamente después de morir mi madre —dijo la señora H—. Está guardada ahora en mi escritorio.
—¡Léala! —dijimos nosotros.
—No —contestó ella—, hay mala luz y la recuerdo lo suficientemente bien, palabra por palabra, con adornos y todo.
No podíamos escoger, dadas las circunstancias, y ella empezó:
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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.