El Despertar de Budha
Vicente Blasco Ibáñez
Novela corta
I
El príncipe Sidarta era el hombre más feliz de la India.
Brahma, el divino soberano de los cielos, habla juntado en su persona el valor de Rama, paladín invencible de las leyendas, con la profunda sabiduría de los poetas solitarios que en las laderas del Himalaya, lejos de los hombres, pasaban su vida componiendo himnos religiosos.
Su padre era Sudhodana, de raza guerrera, rey de Kapila, que sostenía con su espada la conquista del territorio indio realizada por sus antecesores. Su madre, la gentil Maya; y según contaban los poetas de la corte, habíalo concebido en un bosquecillo del palacio de los Cisnes, tendida en lecho de marfil, cubierta por la lluvia de rosas que desde lo alto lanzaban las divinidades absortas ante su belleza y viendo en sueños cómo descendía del cielo un pequeño elefante blanco como la espuma del mar, que dulcemente penetraba por su costado izquierdo.
Murió la hermosa Maya, segura de haber sido escogida por Brahma para dar al mundo un sér que, por su sabiduría, seria adorado por los hombres.
Y el rey Sudhodana casi no pudo llorarla, ocupado únicamente en la educación y cuidado de su hijo.
¡Dichoso príncipe Sidarta! Jamás se vió educación mejor aprovechada ni progresos tan asombrosos.
Aquel muchacho, nacido en el bosquecillo de Lumbini en una noche serena, al susurro de las altas palmeras, entre los suspiros de las rosas y contemplado desde lo más profundo del cielo por los cien mil ojos de Brahma que parpadeaban como inquietas estrellas, sabia todo lo humano, presentía lo desconocido y no abría la boca sin que experimentaran asombro los brahmanes y guerreros de la corte de su padre.
Dominio público
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Publicado el 23 de octubre de 2021 por Edu Robsy.