Textos más populares este mes de Vicente Riva Palacio disponibles | pág. 4

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La Ausencia de Tomasito

Vicente Riva Palacio


Cuento


Apócrifo


Ésta era una pareja que vivía casada por el registro natural. Un día llegó Tomasito, que así se llamaba el varón, a la casa, y le dijo la mujer:

—Oiga don Tomasito, ahí está ya la Semana Santa.

—Bueno, ¿y qué?

—¿Y qué?, que yo ya me he confesado y es fuerza que usted se me mude de aquí, pero luego, luego.

Don Tomasito comprendió la fuerza del argumento, y se conformó con la resolución.

Con muchísima prudencia, y sin desplegar sus labios, hizo un lío de trapitos, enrolló su petate, (porque todo esto pasaba en una accesoria), se puso su sombrero y se dirigió a la puerta.

Iba a salir cuando oyó la voz de su adorado tormento que le llamaba.

—Don Tomasito.

—¿Qué se ofrece?

—Oiga usted, váyase pronto, eh; pero el sábado de gloria que no sea necesario andarlo buscando.


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Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 106 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Las Dos Emparedadas

Vicente Riva Palacio


Novela


Libro I. Austriacas y nitardinas

I. Conoce el lector al hombre más poderoso, y al mismo tiempo al más desvalido, de la corte de España, en el año de gracia, de 1668

Antes de llegar con nuestra historia a México, necesitamos llevar a España a nuestros lectores, a fin de que conozcan mejor a los personajes que deben presentarse después en la colonia.

Suponemos que el viaje no los fatigará, porque ya hemos llegado.

En el año de 1665, por el mes de septiembre, entregó el alma al Criador, el célebre rey Felipe IV de España, llamado por sus contemporáneos el Grande, y dejó por heredero de su reino y extensa monarquía, a su hijo, no menos célebre, aunque por diversas causas, el tímido y fanático Carlos II, conocido en la historia con el sobrenombre de el Hechizado.

Pero don Carlos el II era un niño, cuando acaeció la muerte de su padre, y éste nombró para regenta del reino, y tutora de su hijo, a la reina doña María Ana de Austria, su esposa, hija del Emperador de Alemania Fernando III.

Así pues, da principio nuestra historia durante el gobierno de Su Majestad la reina gobernadora doña María Ana de Austria en el año de 1668.

Era una mañana de invierno, por demás fría y nublada, un vientecillo delgado y molesto recorría las calles de Madrid, sin dignarse siquiera golpear las puertas o levantar el polvo de las calles, y todos los transeúntes procuraban evitar sus caricias, cubriéndose cuidadosamente el rostro con el embozo de sus capas.

Un joven esbelto, de grandes y negros ojos, de fino y atusado bigote, pobremente vestido, pero que tenía el garboso continente de un gran señor, caminaba apresuradamente hacia palacio, sin cuidarse del frío ni del viento y no llevando por toda precaución más que una capa corta y poco abrigadora.


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435 págs. / 12 horas, 41 minutos / 261 visitas.

Publicado el 1 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

Los Piratas del Golfo

Vicente Riva Palacio


Novela


Primera parte. Juan Morgan

I. Brazo-de-acero

Casi en el corazón de la rica y dilatada isla «Española», florecía a mediados del siglo XVII la pintoresca aldea de San Juan de Goave, célebre entonces por la clase de habitantes que contenía.

La aldea de San Juan tenía el aspecto más encantador, rodeada de jardines, de florestas y de prados, en los que se apacentaban a millares las vacas y los toros salvajes.

Sus habitantes eran en lo general o cazadores o desolladores de bestias, que comerciaban sólo con los cueros y el sebo de los animales, y presentaban la más confusa mezcla de negros y blancos, mulatos y mestizos, españoles y franceses, ingleses e indios; pero todos llevando la misma vida, todos tratándose con la igualdad de los hijos de una misma raza, todos trabajando con afán por hacerse de algunos puñados de dinero, que venían a perder entre la multitud de mujeres prostituidas que allí había, o sobre la carpeta de una mesa de juego, o entre los vapores del aguardiente.

La vida de aquellos colonos era una extraña mezcla de asiduidad en el trabajo y prodigalidad en los vicios, de religiosa honradez en sus contratos y de relajación de costumbres en su vida, de franqueza y fraternidad con los desgraciados, y avidez y codicia en el juego.

Los vicios y las virtudes llevados a la exaltación. Los vicios y las virtudes viviendo en los mismos pechos, realizado el ensueño de la edad de oro en que las ovejas y los lobos dormían bajo la misma sombra, el milano y la paloma descansaban en la misma rama, el tigre y el loro bebían en el mismo arroyo. Todo aquello era sin duda inexplicable para la civilización del siglo XIX, en que apenas el ciudadano pacífico duerme tranquilo, cuando está bajo el mismo techo que el gendarme.


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Dominio público
449 págs. / 13 horas, 6 minutos / 647 visitas.

Publicado el 1 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

Los Ceros

Vicente Riva Palacio


Crítica, Artículo


Prólogo

«Caballero andante sin amores —decía don Quijote— es árbol sin hojas y sin frutos, y cuerpo sin alma.» ¿Qué diré yo, en los tiempos que corren, de un libro que no tenga prólogo y advertencia del editor? Y eso a buen componer, porque algunas veces sucede como en la Carmen de Pedro Castera, que el autor del libro hace descolgarse sobre el público de buena fe, amén de un prólogo con pretensiones de filosófico, escrito por un amigo del autor, un aguacero de cartas que, como certificados de buena conducta, y corroborando aquello de satisfacción no pedida, acusación manifiesta, llegan, a la sombra de más o menos conocidas firmas, a referir en todos los tonos, en todos los estilos, y casi en todos los idiomas (porque hay algunas que parecen escritas en francés y otras en inglés, y otras en italiano), que aquel libro es el mejor de los libros, aquel autor el mejor de los autores, y aquel público el mejor de los públicos.

Y nada voy a decir de nuevo (porque es seguro que muchos lo han de haber dicho ya) del prólogo de nuestro buen Vigil en su traducción de Persio; que va la obra del satírico latino, entre el prólogo y las notas, como un chico que ha roto un farol y camina entre dos gendarmes a la comisaría.

Hasta el amable Luis G. Ortiz arrima su prologuito a su traducción de Francesca de Rimini.

Libros hay, como el de Coquelin sobre el crédito y los bancos, en que vale tanto la introducción como la obra; y el pensador Renan dispara introducciones que, sólo por ser tan buenas, no parecen tan largas.


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Dominio público
319 págs. / 9 horas, 18 minutos / 199 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

Calvario y Tabor

Vicente Riva Palacio


Novela


Dos palabras

Cuatro años de espantosa agonía, en que la víctima ha acabado por humillar al verdugo: he aquí el «Gólgota» del pueblo mexicano, de este pueblo mártir sobre cuya cabeza han dejado caer los farisaicos reyes de Europa, su anatema y el poder de su fuerza brutal.
¡La Victoria! he aquí el «Tabor» desde cuya altura, México, el atleta de las libertades americanas, se ha transfigurado delante del mundo, y muestra a sus enemigos su rostro que resplandece como el sol.
Este libro encierra la historia de esos dolores y de ese glorioso triunfo, revestida con las galas que la imaginación de un poeta ha sabido prestar a sus heroicos recuerdos, que son también los de la Patria.
¡Soldado de la República, valiente hijo del pueblo, que luchaste sin descanso defendiendo la tierra de tus padres! Tú que ahora ves flamear tu orgullosa bandera mecida por el viento de la gloria, y quitas de ella la corona de laureles para colocarla como ofrenda votiva en la tumba sagrada de los que murieron por la libertad; tú, hombre de corazón que conoces la grandeza de los sacrificios de la Patria: abre y lee.
Ahí está tu propia historia; ahí está el libro de tu alma; ahí están las hojas dispersas que escribiera el dolor con sus lágrimas de fuego, y que ha recogido el tiempo en sus armas de bronce para hacerlas leer a las generaciones futuras.
Abre y lee… y cuando en las calladas horas de la noche, sentado junto al hogar, las recites a los hijos de tu amor… orgullosos de tener tal padre, diles que ésta no es una fábula inventada para entretener el ocio; sino la verdad, aunque disfrazada con el atavío de la leyenda.
Y que la guarden en su memoria para que la evoquen cuando esté próxima a extinguirse en su corazón la llama del patriotismo.


IGNACIO M. ALTAMIRANO


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Dominio público
445 págs. / 12 horas, 59 minutos / 622 visitas.

Publicado el 2 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

La Bendición de Abraham

Vicente Riva Palacio


Cuento


Como al mejor cazador se le va la liebre, a pesar de tan diligente y cuidadosa como era el ama del señor cura, una mañana de verano se olvidó de cerrar la puertecilla de la jaulica en que estaba prisionero un gorrioncillo alegre y cantador, que hacía más de un año formaba las delicias de los humildes habitantes de la casa cural.

El gorrioncillo se acercó cautelosamente hasta la puerta de la jaula, y dando saltitos y volviendo la cabeza y piando suavemente, examinó la salida y se puso a reflexionar en las probabilidades de éxito que podía tener la fuga.

La jaula estaba en una solana: el día se presentaba sereno y hermoso; había en derredor de la casa pocas calles, y a corta distancia se veía el campo cubierto de dorados trigales, que ondulaban mansamente al ligero soplo del vientecillo de la mañana.

Tentadoras eran las circunstancias, y el amor a la libertad decidió al prisionero; saltó fuera de la jaula y emprendió el vuelo en el momento mismo en que el ama aparecía en escena.

Como hacía tanto tiempo que el pobre gorrión no ejercitaba sus alas en el vuelo, pesadamente hendía el aire, desfallecía a cada instante, tropezaba con los tejados y se estremecía de terror oyendo los gritos del ama, que decía a los vecinos el rumbo que seguía el fugitivo y la torpeza con que volaba.

Por fin, cansado y sin poder ya continuar, cayó más bien que deteniéndose, de golpe en medio de un campo efe trigo. Allí permaneció largo rato, que él no supo saber cuánto tiempo fue, porque no llevaba reloj, pero es de suponer que fueran más de dos horas.

Se había salvado; había recobrado su libertad, pero tenía un hambre devoradora, porque el trabajo había sido extraordinario y emprendida la fuga antes de tomar el almuerzo.


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2 págs. / 5 minutos / 45 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Confesión

Vicente Riva Palacio


Cuento


Apócrifo


—Acúsome, pagre —decía una india que se confesaba—, que yo andaba namorada de mi comadrita su marido.

—Válgate Dios, hija —contestaba el sacerdote, que comprendía que «mi comadrita su marido» quería decir mi compadre—, ¿cómo fuiste a cegarte así?

—Pagre, como semos pobres y estamos solos.

—Sea por Dios, ¿qué más?

—Acúsome, pagre, que namoré con señá Dorotea su esposo.

—Ave María Purísima; ¿cómo fue eso hija?

—Pagre, como semos pobres y estamos solos.

—Vaya, hija, ¿qué más?

—Pues pagre, también lo namoré con siñor don José su hijo.

—Pero mujer, ¿estabas loca?

—No, pagre, como semos pobres y estamos solos…


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1 pág. / 1 minuto / 170 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Hermano Cirilo

Vicente Riva Palacio


Cuento


Cuento Verdadero


En uno de los pueblos de España, y a principios de este siglo, vivía un varón ejemplarísimo por sus virtudes, y a quien todos llamaban allí el hermano Cirilo; no porque perteneciera a ninguna comunidad ni cofradía, sino porque de propia voluntad vestía siempre el hábito de San Francisco, y a todos los saludaba con el cariñoso título de hermano.

Frisaba ya en los setenta años; era delgado, pálido, de pequeña estatura, pero vigoroso, activo y ligero, y bajo aquel aspecto de ancianidad llevaba el alma de un niño y el corazón de un ángel.

Tocábale a fray Cirilo toda la mayor parte de aquellas bienaventuranzas que dijo Jesucristo, porque era manso, misericordioso y limpio de corazón, pero sobre todo, la que más le cubría era aquella, en que habló el Redentor, de los pobres de espíritu, que si pobre en bienes terrenales estaba siempre, porque a los pobres daba cuanto adquirir podía, más escaso andaba en materia de espíritu, sin que por esto pudiera decirse de él, que era todo lo que se llama un tonto, ni mucho menos.

No tenía el hermano Cirilo idea del mal, como propio de la naturaleza humana; creíalo siempre obra del demonio, pensaba que más que castigos buscarse debieran medios para resistir las tentaciones del ángel rebelde.

Con todo y con eso, en aquel pueblo, en que las costumbres no andaban muy de acuerdo con la moral evangélica, el hermano Cirilo, con sus exhortaciones, sus consejos y su afán por moralizar a la gente, había alcanzado más de un triunfo, ya apartando a una doncella del precipicio, ya dando resignación a una casa víctima de un marido celoso o brutal, ya conteniendo a más de una viuda en los estrechos límites de la honestidad.


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5 págs. / 10 minutos / 67 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Consultar con la Almohada

Vicente Riva Palacio


Cuento


Tradición mexicana


Allá por los años de gracia de 1651 y 52 andaban en la península yucateca muy revueltas y confusas las cosas públicas y aun las particulares.

Peleaban y pleiteaban los frailes con los obispos, los obispos con los gobernadores, los gobernadores con los encomenderos, los encomenderos con los indios, y los indios, no teniendo muchas veces con quien pelear, y no contentos con pelear entre sí, volvían a dar principio a la tanda, emprendiéndola a su vez con los frailes; dejábanles hasta la fe del bautismo y sin decir ahí quedan las llaves, se iban a los montes volviendo allí a sus antiguas creencias, y reconociendo a sus antiguos dioses, que si no eran tan buenos como el de los españoles, en cambio no les habían dado tan malos ratos.

Entre tanto, el «hambre» se daba gusto; andaba el maíz por los cielos, lo que más era volar, que andar. Los hombres, las mujeres y los niños salían a los caminos a pedir limosna, y allí se encontraban con que había muchos que a ellos se la pidieran, y no pocos morían de necesidad y de miseria en las encrucijadas y a la entrada de los pueblos, gastándose los ayuntamientos en dar sepultura a aquellos cuerpos más de lo que, invertido en maíz, hubiera bastado para conservarles la vida; que así es, por lo común, la beneficencia oficial en todas partes.


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Publicado el 29 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Los Azotes

Vicente Riva Palacio


Cuento


Después de largo y sangriento sitio ocupó Hernán Cortés la capital del imperio de Moctezuma; pero quedó la ciudad en tan lastimoso estado, que el conquistador, con su ejército, tuvo que acampar durante algún tiempo en la cercana villa de Coyoacán, porque en México ni lugar pudo encontrarse para el alojamiento de los soldados.

Pocos meses después, los trabajos de la reedificación habían avanzado tanto, que ya el conquistador pudo trasladarse allí, y eran tan activos, que dice el padre Motolinía, en su Historia de los indios de la Nueva España, que «en la edificación de la gran ciudad de México en los primeros años, andaba más gente que en la edificación del templo de Jerusalén; porque era tanta la gente que andaba en las obras, que apenas podría hombre romper por algunas calles y calzadas, aunque son muy anchas».

Y ya entonces el conquistador de México no era Hernán Cortés a secas, sino que se llamaba el muy magnífico señor Hernán Cortés, gobernador y capitán general de Nueva España; que el don aún no lo usaba, porque hasta algunos años después no se lo concedíó el emperador.

Por aquellos días aconteció, según refiere la tradición, que el gobernador y capitán general publicó un bando exigiendo la puntual asistencia de todos los vecinos a las misas que celebraban los padres franciscanos, primeros religiosos que a predicar el cristianismo llegado habían a Nueva España.

La morosidad de los soldados para asistir al Santo Sacrificio, y la indiferencia o poca costumbre que de ello tenían los indios, hacía que muchos llegasen a la iglesia ya pasado el evangelio, o cuando el sacerdote pronunciaba las últimas oraciones, causando con eso escándalo entre aquel rebaño de ovejas recién convertidas al cristianismo.


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2 págs. / 4 minutos / 119 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

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