Sombrío Relato, Narrador Aún Más Sombrío
Villiers de L'Isle Adam
Cuento
Al señor Coquelin, el joven
Ut declaratio fiat
Aquella noche yo estaba invitado, oficialmente, a tomar parte en una cena de autores dramáticos, reunidos para festejar el éxito de un colega. Era en B…, el restaurante de moda entre la gente de la pluma.
Al principio, la cena fue naturalmente triste.
Sin embargo, tras haber bebido algunas copas de un Léoville añejo, la conversación se animó. Tanto más cuanto que giraba en torno a los incesantes duelos que ocupaban un gran número de las conversaciones parisinas del momento. Cada uno recordaba, con obligada desenvoltura, haber empleado la espada y trataban de insinuar, descuidadamente, vagas ideas de intimidación bajo sabias teorías y guiños sobreentendidos acerca de la esgrima y la pistola. El más ingenuo, un poco achispado, parecía absorto en la combinación de una parada en segunda que imitaba, por encima del plato, con su tenedor y su cuchillo.
Bruscamente, uno de los convidados, el señor D… (hombre experto en los entresijos del teatro, una lumbrera en cuanto a la armazón de cualquier situación dramática, en fin, quien, de todos los presentes, mejor había demostrado entender eso de «provocar un éxito»), exclamó:
—¡Ah!, ¿qué dirían, señores, si les hubiera sucedido mi aventura del otro día?
—¡Cierto! —respondieron los invitados—. ¿No eras el testigo del señor de Saint Sever?
—¡Vamos! ¿Si nos contaras (pero eso sí, francamente) lo que pasó?
—Encantado —respondió D…—, aunque aún se me encoge el corazón al pensar en ello.
Tras algunas silenciosas caladas al cigarrillo, D… comenzó en estos términos [Le dejo, estrictamente, la palabra]:
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Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.