La Desconocida
Villiers de L'Isle Adam
Cuento
A la señora condesa de Lacios
El cisne calla durante toda su vida para cantar bien una sola vez.
—Antiguo proverbio
Era el sagrado muchacho a quien un bello verso hace palidecer.
—Andrien Juvigny
Aquella noche, todo París resplandecía en los Italiens. Se representaba Norma. Era la función de despedida de María—Felicia Malibrán.
La sala entera, con los últimos acordes de la plegaria de Bellini, Casta diva, se había levantado y reclamaba a la cantante en un glorioso tumulto. Le arrojaban flores, pulseras, coronas. ¡Un sentimiento de inmortalidad envolvía a la augusta artista, casi moribunda, y que se alejaba, creyendo cantar!
En el centro de las butacas de patio, un joven, cuya fisonomía expresaba un alma resuelta y orgullosa, manifestaba, rompiendo sus guantes a fuerza de aplaudir, la apasionada admiración que experimentaba.
Nadie, en el mundo parisino, conocía a este espectador. No tenía aire provinciano, sino extranjero. Con su vestimenta nueva, pero de lustre apagado y de corte irreprochable, sentado en su butaca, hubiera parecido casi singular, sin la instintiva y misteriosa elegancia que emanaba de su persona. Al examinarlo, se hubiera buscado en torno suyo espacio, cielo y soledad. Era extraordinario: pero París ¿no es la ciudad de lo Extraordinario?
¿Quién era y de dónde venía?
Era un adolescente salvaje, un huérfano señorial —uno de los últimos de este siglo—, un melancólico noble del Norte, escapado de la noche de una casa solariega de Cornualles, desde hacía tres días.
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Publicado el 22 de octubre de 2016 por Edu Robsy.