Textos más vistos de Voltaire publicados por Edu Robsy | pág. 2

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autor: Voltaire editor: Edu Robsy


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Bababec y los Faquires

Voltaire


Cuento


Cuando estuve yo en la dudad de Benarés, antigua patria de los brahmanes, procuré instruirme. Entendía medianamente el indio, escuchaba mucho y lo examinaba todo. Vivía en casa de mi corresponsal Omri, el hombre más de bien que he conocido. Era él de la religión de los bramas, yo tengo la honra de ser musulmán, y nunca nos dijimos una palabra más alta que otra acerca de Mahoma y Brahma: cada uno hacía sus abluciones aparte, y bebíamos la misma limonada, y comíamos el mismo arroz, como dos hermanos.

Fuimos un dia juntos á la pagoda de Gavani, adonde vimos muchas cuadrillas de faquires, unos que eran yangüies, esto es, faquires contemplativos, y otros discípulos de los antiguos gimnosofistas, los cuales pasaban una vida activa. Todos saben que tienen una lengua científica, que es la de los más antiguos brahmanes; y un libro en este idioma, que llaman el Veidan, que ciertamente es el libro más antiguo de toda el Asia, sin exceptuar el Zenda-Vesta. Pasé por delante de un faquir que estaba leyendo este libro. ¡Maldito infiel, exclamó, que me has hecho perder la cuenta de las vocales que estaba contando! De esta hecha pasará mi alma al cuerpo de una liebre, en vez de ir al de un papagayo, como lo esperaba con fundamento. Yo le di una rupia para que se consolara. A pocos pasos tuve la desgracia de estornudar, y al ruido se despertó un faquir que estaba arrobado. ¿Dónde estoy? dijo; ¡qué horrorosa caida! ya no veo el cabo de mis narices, y se ha desaparecido la luz celestial. Si soy yo la causa, le dije, de que veáis más allá que donde alcanzan vuestras narices, ahí está una rupia para resarcir tamaño desmán; tornaos á vuestra luz celestial.


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Publicado el 8 de junio de 2021 por Edu Robsy.

El Hombre de los Cuarenta Escudos

Voltaire


Novela corta


Un apacible viejo, que siempre se queja del tiempo presente y alaba el pasado, me decía en una ocasión:

—Amigo, Francia no es tan rica como lo era en tiempo de Enrique IV. ¿Y por qué? Porque no están los campos bien cultivados, porque faltan brazos para la labranza; porque al encarecer los jornales, dejan muchos colonos sus tierras sin labrar.

—¿De dónde procede esa escasez de labriegos?

—De que todo aquel que es inteligente toma el oficio de bordador, de grabador, de relojero, de tejedor de seda, de procurador o teólogo. De que la revocación del edicto de Nantes ha dejado un inmenso vacío en el reino. De que se han multiplicado las monjas y los pordioseros, y en fin, de que cada uno esquiva, en cuanto puede, las penosas faenas de la tierra, para las que Dios nos ha creado, y que tenemos por indignas, de puro lógicos que somos.

Otra causa de nuestra pobreza es la muchedumbre de necesidades nuevas: pagamos a nuestros vecinos 15.000.000 por este artículo, 20 ó 30 por aquél. Metemos en las narices un polvo hediondo que viene de América, y tomar café, té, chocolate y obtener la grana, el añil, y las especias nos cuesta más de 200.000.000 de reales al año. Nada de esto era conocido en tiempo de Enrique IV como no fuesen las especias, que se consumían mucho menos. Gastamos cien veces más cera, y más de la mitad nos viene de país extranjero, porque no cuidamos de aumentar nuestras colmenas. Las mujeres de París y demás grandes ciudades llevan hoy al cuello, en las manos y en las orejas más diamantes que todas las damas de palacio en tiempos de Enrique IV, sin exceptuar la reina. Casi todas estas superfluidades las tenemos que pagar en dinero contante.


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Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Princesa de Babilonia

Voltaire


Novela corta


I

El anciano Belus, rey de Babilonia, se creía el hombre más importante de la tierra, ya que todos sus cortesanos se lo decían y todos sus historiadores se lo probaban. Esta ridiculez podía disculpársele porque, efectivamente, sus antecesores habían construido más de treinta mil años atrás Babilonia y él la había embellecido. Se sabe que su palacio y su parque, situados a algunas parasangas de Babilonia, se extendían entre el Éufrates y el Tigris, que bañaban estas riberas encantadas. Su vasta mansión de tres mil pasos de frente se elevaba hasta las nubes. Su plataforma estaba rodeada por una balaustrada de mármol blanco, de cincuenta pies de altura, que sostenía las estatuas de todos los reyes y todos los hombres célebres del imperio. Esta plataforma, compuesta de dos hileras de ladrillos recubiertos por una espesa capa de plomo de una extremidad a la otra, soportaba doce pies de tierra y sobre esta tierra se habían sembrado bosques de olivos, de naranjos, de limoneros, de palmeras, de claveros, de cocoteros, de canelos, que formaban avenidas impenetrables para los rayos del sol.

Las aguas del Éufrates, elevadas por medio de bombas dentro de cien columnas huecas, llegaban a esos jardines para llenar vastos estanques de mármol y, cayendo luego a otros canales, iban a formar en el parque cascadas de seis mil pies de largo y cien mil surtidores cuya altura apenas podía percibirse, luego volvían al Éufrates, de donde habían partido. Los jardines de Semiramis, que asombraron al Asia varios siglos después, no eran más que una débil imitación de estas antiguas maravillas: porque, en el tiempo de Semiramis, todo comenzaba a degenerarse, tanto entre los hombres como entre las mujeres.


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78 págs. / 2 horas, 17 minutos / 148 visitas.

Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Los Oídos del Conde de Chesterfield y el Capellán Gudman

Voltaire


Cuento


Capítulo I

¡Ah! la fatalidad gobierna indisputablemente todas las cosas de este mundo. Yo lo infiero, como es justo, do lo que por mí ha pasado.

Milord Chestcrfield, que me quería mucho, me había prometido ser mi bienhechor. Estaba vacante un buen preferment que él nombraba. Desde lo último de mi provincia echo á correr á Londres, me presento á milord, le acuerdo sus promesas; me aprieta amistosamente la mano, y me dice que efectivamente tengo muy mala cara. Respóndole que mi principal enfermedad es la pobreza: replica que me hará poner en cura, y me da al punto una carta para el Sr. Sil rae, cerca de Guid’hall. No me queda duda de que el Sr. Sidrac es el que me ha de despachar el título de mi curato. Voy volando á su casa, y el Sr. Sidrac, que era el cirujano de mílord, se dispone al instante á meterme la tienta, asegurándome que si tengo piedra, me hará la operación con mucha felicidad.

Háse de saber que había oido milord que yo me quejaba de la vejiga, y con su acostumbrada generosidad quiso que me hicieran la Operación á su costa. Era sordo como su hermano, y yo no lo sabía.

Miéntras que estaba yo gastando el tiempo en defender mi vejiga del Sr. Sidrac, que de por fuerza me quería meter la tienta, llegó uno de los cincuenta y dos competidores que pretendían el mismo beneficio á casa de milord, le pidió mi contrato, y le consiguió.

Estaba yo enamorado de miss Fidlcr, me había de casar con ella así que fuera cura, mi rival se calzó mi beneficio y mi novia.


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19 págs. / 34 minutos / 90 visitas.

Publicado el 7 de junio de 2021 por Edu Robsy.

El blanco y el Negro

Voltaire


Cuento


En la provincia de Candahar, todo el mundo sabe la aventura del joven Rustan, que era hijo único de un mirza del país que escomo si dijéramos marques en Francia, ó barón en Alemania. Su padre el mirza tenía un decente caudal, y el joven Rustan se iba a casar con una señorita ó mirzasa igual suya: ambas familias lo deseaban; Rustan había de ser el consuelo de sus padres, hacer feliz á su mujer, y serlo en su compañía. Quiso empero la desgracia que viese á la princesa de Cachemira en la feria de Cabul, que es la feria más famosa del mundo, más concurrida sin comparación que las de Basora y Astracán.

El motivo devenir á la feria el príncipe viejo de Cachemira con su hija, fué porque había perdido las dos alhajas más preciosas de su tesoro: la una era un diamante del tamaño del dedo pulgar, en que por un arte que poseían á la sazón los indios, y que luego se ha perdido, estaba grabada su hija; y la otra un venablo que por sí propio iba á donde se quería; cosa no muy rara en nuestro país, pero que lo era en Cachemira.

Un faquir de su alteza le robó ambas alhajas, y se las llevó á la princesa. Guardadlas entrambas con esmero, le dijo, porque pende vuestra suerte de ellas. Fuese dicho esto, y no se le volvió á ver.

En tanto, desesperado el duque de Cachemira, se resolvió á ir á ver si entre todos los mercaderes que de las cuatro partes del mundo van á la feria de Cabul, habría alguno que tuviese su arma y su diamante. En todos sus viajes le acompañaba su hija. Ésta llevaba su diamante bien escondido en su cinto, y el venablo que no podía esconder, también le había dejado en Cachemira encerrado en su arcon de la China.

Viéronse Rustan y ella en Cabul, y se enamoraron uno de otro con todo el candor de su edad, y la fineza de su país. En prenda de su amor dió la princesa su diamante á Rustan y éste le prometió, al despedirse, que iría á verla en secreto a Cachemira.


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Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Historia de los Viajes de Escarmentado

Voltaire


Cuento


En la ciudad de Candía vine yo al mundo el año de 1600. Era su gobernador mi padre, y me acuerdo que un poeta ménos que mediano, aunque no fuese medianamente desaliñado su estilo, llamado Azarria, hizo unas malas coplas en elogio mio, en las quales me calificaba de descendiente de Minos en linea recta; mas habiendo luego quitado el gobierno á mi padre, compuso otras en que me trataba de nieto de Pasifae y su amante. Mal sugeto era de veras el tal Azarria, y el bribon mas fastidioso que en toda la isla habia.

Quince años tenia quando me envió mi padre á estudiar á Roma, y yo llegué con la esperanza de aprender todas las verdades, porque hasta entónces me habian enseñado todo lo contrario de la verdad, segun es uso en este mundo, desde la China hasta los Alpes. Monsiñor Profondo, á quien iba recomendado, era sugeto raro, y uno de los mas terribles sabios que en el mundo habia. Quísome instruir en las categorías de Aristóteles, y por poco me pone en la de sus gitones: de buena me libré. Ví procesiones, exorcismos, y no pocos robos. Decian, aunque contra toda verdad, que la siñora Olimpia, dama muy prudente, vendia ciertas cosas que no suelen venderse. De mi edad todo esto me parecia muy gracioso. Ocurrióle á una señora moza, y de muy suave condicion, llamada la siñora Fatelo, prendarse de mi: obsequiábanla el reverendisimo padre Puñalini, y el reverendísimo padre Aconiti, religiosos de una congregacion que ya no existe, y los puso de acuerdo á entrámbos dándome sus favores; pero me vi á peligro de ser envenenado y excomulgado. Dexé á Roma muy satisfecho con la arquitectura de San Pedro.

Viajé por Francia, donde reynaba á la sazon Luis el justo; y lo primero que me preguntáron fué si queria para mi almuerzo un trozo del mariscal de Ancre, que habia asado la gente, y le vendian muy barato á los que querian comprar su carne para regalarse.


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Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Historia de un Buen Brahmín

Voltaire


Cuento


En mis viages encontré un brama anciano, sugeto muy cuerdo, instruido y discreto, y con esto rico, cosa que le hacia mas cuerdo; porque, como no le faltaba nada, no necesitaba engañar á nadie. Gobernaban su familia tres mugeres muy hermosas, cuyo esposo era; y quando no se recreaba con sus mugeres, se ocupaba en filosofar. Vivia junto á su casa que era hermosa, bien alhajada y con amenos jardines, una India vieja, beata, tonta, y muy pobre.

Díxome un dia el brama: Quisiera no haber nacido. Preguntéle porque, y me respondió: Quarenta años ha que estoy estudiando, y todos quarenta los he perdido; enseño á los demas, y lo ignoro todo. Este estado me tiene tan aburrido y tan descontento, que no puedo aguantar la vida: he nacido, vivo en el tiempo, y no sé qué cosa es el tiempo; me hallo en un punto entre dos eternidades, como dicen nuestros sabios, y no tengo idea de la eternidad; consto de materia, pienso, y nunca he podido averiguar la causa eficiente del pensamiento; ignoro si es mi entendimiento una mera facultad, como la de andar y digerir, y si pienso con mi cabeza lo mismo que palpo con mis manos. No solamente ignoro el principio de mis pensamientos, mas también se me esconde igualmente el de mis movimientos: no sé porque exîsto, y no obstante todos los dias me hacen preguntas sobre todos estos puntos; y como tengo que responder por precision y no sé qué decir, hablo mucho, y despues de haber hablado me quedo avergonzado y confuso de mí propio.


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Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Juanico y Perico

Voltaire


Cuento


Muchos sujetos fidedignos conocieron á Juanico y Perico en la escuela de Isoire en Alvernia, pueblo ilustre en todo el universo por su colegio y sus calderos. Era Juanico hijo de un traficante en machos muy afamado, y Perico debía la existencia á un buen labrador de las inmediaciones, que cultivaba la tierra con cuatro muías, y que, cuando había pagado el diezmo, la primicia, los pechos, el encabezamiento, no se quedaba muy sobrado en dinero para llegar hasta el fin del año.

Para ser alverñeses, Juanico y Perico eran muy bonitos muchachos, y se querían mucho uno á otro, teniendo siempre entre ellos ciertas confianzas de que se acuerdan los camaradas de la escuela con gusto cuando se ven luego en siendo grandes.

Ya estaban para salir de la escuela de escribir, cuando un dia trajo un sastre á Juanico un vestido de terciopelo con una chupa de raso á la última moda, acompañado todo con una carta del señor de los Juanetes. Perico alabó mucho el vestido, sin tener envidia; pero Juanico la empezó á echar de gran señor, cosa que afligió mucho á Perico. Juanico desde este dia no volvió á mirar el libro; pero se miraba mucho al espejo y no hacía aprecio de nadie. Poco después llegó en posta unayuda de cámara, trayendo otra carta para el señor marques de los Juanetes, que era una orden de su señor padre para que sin más tardanza fuera el señorito, su hijo, á Paris. Subió Juanico en su coche, alargando la mano á Perico, sonriéndose á guisa de protector y con mucha dignidad. Conoció Perico su miseria y echó á llorar, Juanico se partió con toda la pompa de su altanería.


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Publicado el 7 de junio de 2021 por Edu Robsy.

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