Libro primero. En la escuela
Capítulo I. Un festín de contrabando
Afuera del dormitorio la noche era oscura y silenciosa.
En el jardín, la llovizna era tan fina que no se la oía; en el aire
estancado por la calma no se movía ni una hoja; el perro guardián
dormía; los gatos habían buscado refugio en la casa; bajo el cielo
lóbrego, ningún sonido, fuera próximo o distante, rompía el silencio.
En el dormitorio la noche era oscura y silenciosa.
La señora Ladd conocía demasiado bien sus deberes de directora de
escuela como para permitir luces encendidas durante las noches; y se
suponía que las jóvenes de la señora Ladd estaban profundamente
dormidas, de acuerdo con los reglamentos de la institución. Sólo a ratos
se interrumpía levemente el silencio, cuando el suave roce de unas
sábanas delataba que una de las chicas se había dado la vuelta,
intranquila, en su cama. En los largos períodos de quietud no se oía ni
la suave respiración de las jóvenes dormidas.
El primer sonido revelador de vida y movimiento acusó el compás
mecánico del reloj. Desde las regiones inferiores de la casa, la voz del
Padre Tiempo anunció la hora que precedía a la medianoche.
Cerca de la puerta de la habitación, una voz suave se alzó
desfallecida. Contó las campanadas del reloj y le recordó la hora a una
de las chicas.
—¡Emily!, las once.
No hubo respuesta. Al cabo de un momento, la voz fatigada volvió a intentarlo, esta vez un poco más alto.
—¡Emily!
Una joven, cuya cama se encontraba en el extremo más alejado de la
habitación, suspiró en el pesado bochorno de la noche y dijo en tono
perentorio:
—¿Es Cecilia la que habla?
—Sí.
—¿Qué quieres?
—Tengo hambre, Emily. ¿La chica nueva duerme?
La chica nueva respondió rápida y resentida:
—No, no duerme.
Información texto 'La Respuesta Es No'