Zurita
Leopoldo Alas "Clarín"
Cuento
I
—¿Cómo se llama V.? —preguntó el catedrático, que usaba anteojos de cristal ahumado y bigotes de medio punto, erizados, de un castaño claro.
Una voz que temblaba como la hoja en el árbol respondió en el fondo del aula, desde el banco más alto, cerca del techo:
—Zurita, para servir a V.
—Ese es el apellido; yo pregunto por el nombre.
Hubo un momento de silencio. La cátedra, que se aburría con los ordinarios preliminares de su tarea, vio un elemento dramático, probablemente cómico, en aquel diálogo que provocaba el profesor con un desconocido que tenía voz de niño llorón.
Zurita tardaba en contestar.
—¿No sabe V. cómo se llama? —gritó el catedrático, buscando al estudiante tímido con aquel par de agujeros negros que tenía en el rostro.
—Aquiles Zurita.
Carcajada general, prolongada con el santo propósito de molestar al paciente y alterar el orden.
—¿Aquiles ha dicho V.?
—Sí… señor —respondió la voz de arriba, con señales de arrepentimiento en el tono.
—¿Es V. el hijo de Peleo? —preguntó muy serio el profesor.
—No, señor —contestó el estudiante cuando se lo permitió la algazara que produjo la gracia del maestro. Y sonriendo, como burlándose de sí mismo, de su nombre y hasta de su señor padre, añadió con rostro de jovialidad lastimosa—: Mi padre era alcarreño.
Nuevo estrépito, carcajadas, gritos, patadas en los bancos, bolitas de papel que buscan, en gracioso giro por el espacio, las narices del hijo de Peleo.
Dominio público
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Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.