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Bribón

Leónidas Andréiev


Cuento


I

No pertenecía a nadie. No tenía nombre y nadie podía decir dónde pasaba el largo invierno ni de qué se alimentaba. Cuando quería aproximarse a las casas otros perros hambrientos como él, pero orgullosos de pertenecer a aquellas casas, le expulsaban sin piedad. Cuando empujado por el hambre o por la necesidad instintiva de encontrarse entre seres vivientes hacía su aparición en la calle los chicos le tiraban palos y piedras y las personas mayores le perseguían con gritos de maldad y silbidos terribles. Presa de terror corría de un lado para otro, tropezaba contra las vallas y contra los hombres; por fin llegaba al extremo de la aldea y se escondía en un jardín desierto, en un rincón que él sólo conocía. Allí lamía con su lengua las heridas recibidas, y su miedo, su desconfianza de los hombres iba en aumento constante.

Una sola vez le habían demostrado piedad. Era un aldeano borracho que acababa de abandonar la taberna. Amaba y perdonaba a todo el mundo y balbuceaba algo de las personas de buen corazón.Se apiadó de la suerte del pobre perro, sobre el cual había caído su mirada por casualidad.

—¡Chucho!—le llamó, aplicándole el nombre que se da a todos los perros—. ¡Ven acá, chucho; no tengas miedo!

El perro tenía muchas ganas de acercarse, daba señales de cariño con su cola, pero no se atrevía.

—¡Ven acá, ea, tonto! ¡A fe mía que no te haré daño!

Pero en tanto que el perro, vacilante y acelerando el balanceo de su cola, se acercaba a pasitos cortos el humor del borracho cambió súbitamente. Recordó todo el mal que le habían hecho las personas de bien y sintió disgusto y cólera. Y cuando el perro se prosternó ante él sobre el lomo le dió un fuerte puntapié en las costillas.

—¡Largo de aquí, cochino animal!


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Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 174 visitas.

Publicado el 12 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

Brisas de Primavera

Julia de Asensi


Cuentos infantiles, Colección


El retrato vivo

¡Pobres mujeres y pobres niños! Ancianos y jóvenes habían formado un valeroso ejército para combatir al enemigo que había venido a sitiarlos a los mejores de sus pueblos y, no habiendo logrado vencer, habían perecido casi todos. Los pocos que vivían, hechos prisioneros, no podían ser ya el sostén de la madre, de la esposa y de los tiernos hijos. El vencedor, no contento con este triunfo, había dado orden de salir de aquella tierra a tan débiles seres.

Recogieron sus ropas y todo cuanto era fácil llevar sobre sí y que no tenía valor material alguno, y llorando los unos, suspirando los otros, y sin comprender lo que perdían los más, se alejaron despacio de sus hogares, en los que meses antes fueran tan felices.

Ya a larga distancia de su patria, los tristes emigrantes se detuvieron para descansar y también para tomar una resolución para lo porvenir.

Los que tenían familia en otras poblaciones pensaban buscar su protección; los que no, decidían, las jóvenes madres trabajar para sus hijos, las muchachas servir en casas acomodadas, los niños aprender cualquier oficio fácil, las viejas mendigar.

Pero había entre aquellos seres un niño de nueve años, que no tenía madre ni hermanos, que antes vivía solo con su padre y, después de muerto este en la pelea, quedaba abandonado en el mundo.

Se acercó a una antigua vecina suya implorando su protección.

—Nada puedo hacer por ti, Gustavo, le dijo ella, harto tendré que pensar para buscar los medios de mantener a mis dos niñas.

—Cada cual se arregle como pueda, repuso otra; no faltará en cualquier país quien te tome a su servicio, aunque sólo sea para guardar el ganado.

—Para eso llevo yo tres hijos —añadió otra mujer—; primero son ellos que Gustavo.


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Dominio público
77 págs. / 2 horas, 15 minutos / 279 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2020 por Edu Robsy.

Bromita

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Había un compañero de oficina, un señor Picardo, que nos divertía infinito —díjome el cesante, sacudiendo momentáneamente la preocupación que le abruma, a consecuencia de haberse quedado sin empleo—. Tanto nos divertía, que desde que él faltó, la oficina parecía un velatorio, a pesar de las diabluras y humoradas de nuestro célebre Reinaldo Anís.

Picardo y Anís andaban enzarzados siempre, y eran impagables sus peloteras. Ha de saberse que Picardo, siendo un cuitado en el fondo, tenía un genio cascarrabias. Por eso nos entretenía pincharle, porque saltaba, ¡saltaba como un diablillo! Y era perderse de risa oír los desatinos que discurría Anís, las invenciones que se traía cada mañana para desesperar al santo varón.

Picardo padecía la enfermedad de admirar; era apasionado de Moret, a quien oía en la tribuna del Congreso; apasionado de Silvela, como estadista; apasionado de la Barrientos, desde una noche que le regalaron unos paraísos y oyó el Barbero. Y nosotros le volvíamos tarumba negando la elocuencia de don Segismundo, el acierto de don Francisco y los gorgoritos de la diva. Anís ponía a votos la cuestión.

—Verá usted lo que todos opinan…

—A mí no me convencen ustedes. Cada cual tiene su criterio.

¿Su criterio? Eso no se lo consentíamos. Caía sobre él la oficina en peso. Y había que verle, medio loco, defendiéndose como ciervo entre alanos. Ya persuadido de que le aturdíamos y no lo dejábamos resollar, se encogía, se enfurruñaba y casi desaparecía su cabeza bajo el cuello de su famoso gabán color chocolate barato. Picardo era calvo, engurruminado, pequeñito; no tenía cejas, y cuando tardaba en afeitarse, le salía un pelo de barba como hierba pobre. Al irritarse poníase colorado de súbito, desde la nuca hasta la nuez, cual si le hubiesen escaldado con agua hirviendo. Era una cosa tan fija, que nos guiñábamos el ojo.


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Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 74 visitas.

Publicado el 12 de febrero de 2021 por Edu Robsy.

Brujerías

Pablo Palacio


Cuento


La primera:


Andaba a caza de un filtro; de un filtro de amor; de uno de esos filtros que ponen en los libros ocultistas


«Para obtener los favores de una dama tómese una onza y media de azúcar cande, pulverícese groseramente en un mortero nuevo haciendo esta operación en viernes por la mañana, diciendo a medida que machacaréis: abraxas abracadabra. Mezclad este azúcar con medio cuartillo de vino blanco bueno; guardar esta mezcla en una cueva oscura por espacio de 27 días; cada día tomad la botella que no ha de estar enteramente llena, y la menearéis fuerte por espacio de 52 segundos diciendo abraxas. Por la noche haréis lo mismo pero durante 53 segundos y tres veces diréis abracadabra. Al cabo del 27 día…».


Pero este muchacho no estaba al tanto de los grandes secretos ocultistas y buscaba una bruja que le confeccionara la bebida maravillosa.

Si yo lo sé, lo evito a todo trance.

Bastaba con facilitarle los «ADMIRABLES SECRETOS» DE ALBERTO EL GRANDE y el HEPTAMERÓN compuesto por el famoso mágico Cipriano e impreso en Venecia el año de 1792 por Francisco Succoni. Lo de los filtros es elementario en ciencias mágicas.

Pero el atolondrado no pregunta; no consulta con los entendidos; no avisa siquiera a nadie: va en busca de una bruja; da con una, flaca y barriguda como una tripa inflada a la mitad; se lo cuenta todo, y la bruja se enamora de él.

¡Ah, bruja pícara! Dizque le decía, babosa y arrugada:

—Mi bonito, le vamos a dar una bebida que le caiga al pelo.

Y le mandaba ir todos los días. Y le metía las manos entre los sobacos. Y le acercaba mucho a la cara su espléndida nariz; su espléndida nariz borbona, ancha, colorada, ganchuda, acatarrada.

Yo no sé como la bruja no hizo una barbaridad, como a darle a beber del filtro.


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5 págs. / 9 minutos / 90 visitas.

Publicado el 29 de febrero de 2024 por Edu Robsy.

Brumas Densas

José María de Pereda


Cuento


Éstos son dos, y cada uno de ellos pudiera pedir un cuadro aparte; pero es de saberse que siempre que trato de sacarlos del fondo de mi cartera, al tirar del uno hacia arriba, sale enredado el otro con él; de donde yo deduzco que son tal para cual, y uno en esencia, aunque dos en la forma.

Tiro, pues, de ellos, agarrando a tientas, y ahí tienen ustedes al primero.

Convengamos en que es mozo de gran estampa. Pedrusco en el anillo que recoge los dos ramales de su chalina; pedruscos en los dedos; pedruscos en el pecho y pedruscos hasta en la leontina; flamante vestido de lanilla; leve pajero muy tirado sobre los ojos; éstos de mirada firme, pero no muy noble; largo cigarro en retorcida y caprichosa boquilla; la siniestra mano en el correspondiente bolsillo del pantalón, y en la diestra, flexible junco.

Sin embargo, aunque sus ojos son negros, y negras las anchas relucientes patillas, y es regular su boca, y blanca su dentadura y alta su talla, no puede decirse de él que es lo que ordinariamente se llama una buena figura. Mirado más al pormenor, tiene juanetes en los pies, ásperas y muy gruesas las manos, demasiado redonda la cara y muy destacados los pómulos. Además, carece su persona de ese aire de que todos hablamos, que todos conocemos a la legua, pero que nadie sabe definir, y al que, por darle algún nombre, se llama vulgarmente buen aire, o aire distinguido; cuya falta es, sin duda, la causa de que, a pesar de su pedrería, que relumbra mucho, y de su boquilla, que sin cesar ahúma, pase este mozo enteramente inadvertido, como figura vulgar e insignificante.

Anda con parsimonia lo poco que anda, como hombre que no lleva prisa ni se preocupa de cuanto le rodea mientras va andando.


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7 págs. / 12 minutos / 40 visitas.

Publicado el 17 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Bucólica

Emilia Pardo Bazán


Novela corta


Sr. D. Camilo Jiménez.

Fontela, Setiembre.

Querido Camilo: ya ves si cumplo mi palabra, y eso que estoy dado á los demonios en este destierro, que me parecería menos horrible á poder salir de él libremente y cuando quisiese. Mucho vale la libertad. Hasta perderla no se conoce su precio.

¿Qué sacrificio hago yo, en realidad, con alejarme de Madrid unos meses, cazar, pescar y respirar aire sano? Protesto contra esta higiénica medida porque me la imponen, no porque en sí me desagrade. Tú me recordabas, para aplacarme, que cedo á la tiranía del cariño, lo cual no humilla: convenido; mamá me adora, me aparta de sí desgarrándose el alma, ha llorado como una Magdalena en la estación, y me decía, mojándome la cara de llanto, que ojalá fuese millonaria para costearme la invernada en Niza, ó en Alicante siquiera; pero que no poseía sino este palomar grieteado en el corazón de Galicia, donde yo pudiese beber leche fresca, dormir sobre un establo y reponerme... Que, no obstante, si me empeoraba ó me aburría, cuatro renglones; la familia hará un esfuerzo, te mandaremos á Italia... Ante las lágrimas y el besuqueo, ¿qué se hace un hombre, Camilo? Jurar que le entusiasma Fontela y venirse á escape. ¿He de consentir que el consabido esfuerzo desequilibre los presupuestos de mi casa? El sueldo de magistrado de mi padre y las rentitas gallegas de mi madre, sólo á fuerza de orden y parsimonia cubren los gastos y permiten atender á las exigencias del decoro. Hacen milagros los pobres papás.

Por eso, por eso me incomoda á mí no servir para nada, ser á los veinticuatro abriles abogado sin pleitos, y por eso te suplico no olvides mi pretensión y trabajes con ahínco para que suban al poder los tuyos y me hagan á mí siquiera juez de entrada; bien poco pido; se trata de sentar el pié en la carrera y dejar de ser miembro inútil, cero social.


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51 págs. / 1 hora, 29 minutos / 130 visitas.

Publicado el 15 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Buen Humor

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Mi padre me dejó en herencia el mejor bien que se pueda imaginar: el buen humor. Y, ¿quién era mi padre? Claro que nada tiene esto que ver con el humor. Era vivaracho y corpulento, gordo y rechoncho, y tanto su exterior como su interior estaban en total contradicción con su oficio. Y, ¿cuál era su oficio, su posición en la sociedad? Si esto tuviera que escribirse e imprimirse al principio de un libro, es probable que muchos lectores lo dejaran de lado, diciendo: «Todo esto parece muy penoso; son temas de los que prefiero no oír hablar». Y, sin embargo, mi padre no fue verdugo ni ejecutor de la justicia, antes al contrario, su profesión lo situó a la cabeza de los personajes más conspicuos de la ciudad, y allí estaba en su pleno derecho, pues aquél era su verdadero puesto. Tenía que ir siempre delante: del obispo, de los príncipes de la sangre...; sí, señor, iba siempre delante, pues era cochero de las pompas fúnebres.

Bueno, pues ya lo saben. Y una cosa puedo decir en toda verdad: cuando veían a mi padre sentado allá arriba en el carruaje de la muerte, envuelto en su larga capa blanquinegra, cubierta la cabeza con el tricornio ribeteado de negro, por debajo del cual asomaba su cara rolliza, redonda y sonriente como aquella con la que representan al sol, no había manera de pensar en el luto ni en la tumba. Aquella cara decía: «No se preocupen. A lo mejor no es tan malo como lo pintan».

Pues bien, de él he heredado mi buen humor y la costumbre de visitar con frecuencia el cementerio. Esto resulta muy agradable, con tal de ir allí con un espíritu alegre, y otra cosa, todavía: me llevo siempre el periódico, como él hacía también.


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4 págs. / 8 minutos / 174 visitas.

Publicado el 26 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Buen Jabón

Silverio Lanza


Cuento


Quanto plus tourmenti, tanto plus erit gloriæ?. ¿Via scire quam non pœniteat hoc pretio æstimasse virtutem? Refice tu illum et mitte in senatum eamdem sententiam dicet.

Séneca.


Tengo el honor de participar á ustedes que en esta su casa vivimos bajo la anarquía.

Si creen ustedes que soy el amo están equivocados. Aquí no existe esa cosa. Robustiana es nuestra sirvienta, según consta en el padrón, pero esto obedece á que el Gobierno civil no admite el anarquismo, y Robustiana necesita un documento que le permita ser sirvienta aunque no le sirva para ser buena ni para acreditarlo. La tal criada lleva catorce años en nuestra compañía, y durante ellos ha sido soltera, casada y viuda. Ha gastado menos de lo que le han producido sus salarios y ahora tiene su capitalito invertido en préstamos al Estado, que gana poco y gasta mucho, pero encuentra artimañas para pagar sus deudas.

Desconocemos nuestros derechos y nuestros deberes. Tenemos conciencia de que nos queremos mucho y nada más. Hemos suprimido el abuso y no hemos necesitado del principio de autoridad.

Etcétera; porque las explicaciones son inútiles. Un diestro nacido en Chinchón decía á un chulillo aficionado al toreo: «Para matar á un toro lo primero que se necesita es quien lo mate.» Eso digo: sean ustedes anarquistas, y la anarquía les será tan fácil y tan natural como dormir.

Cuando nos hallamos entre extraños hacemos un papel cortito en el sainete social y pasamos desapercibidos, porque lo declamamos con mucha frialdad.

Cuando volvemos á quedamos solos no hacemos burla de nadie, y nos limitamos á compadecer á los tontos que viven mal por contemporizar con quien no les da nada, y á los pobres que no comen por lo mismo, ó sea porque no comen.


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6 págs. / 11 minutos / 79 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

¡Buena Pesca!

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Cubierto de gloria y de heridas en la guerra de Sucesión, y sin blanca en la faltriquera, como entonces acontecía a casi todos los héroes, tornó un día a su desmantelado castillo el noble barón de Mequinenza, a descansar de las duras fatigas de los campamentos y comerse en paz los pobres garbanzos vinculados a su título.

Dos palabras sobre el batallador y otras dos sobre su guarida.

Don Jaime de Mequinenza, barón de lo mismo, capitán que había peleado por los intereses de Luis XIV, era a la sazón un hombre de treinta y cinco años, alto, hermoso, rudo, valiente, emprendedor, poco letrado, pero locuaz en extremo y muy aficionado a las aldeanas bonitas. Añadid que era huérfano, unigénito y solterón, y acabaréis de formar idea de nuestro hidalgo aragonés.

En cuanto a su castillo, era su vivo retrato en todo..., menos en lo fuerte; mas por lo que toca a soledad y pobreza y altanería, ¡vive Dios que no le iba en zaga! Figuráoslo (y digo figuráoslo porque ya se ha hundido medio edificado y medio tallado en una roca que lamían de una parte las ondas del río Ebro, y que se reclinaba por la otra sobre una montaña..., que allá seguía remontándose a las nubes.

Al pie de este peñasco había una docena de casas y chozas habitadas por los vasallos del barón, o sea por los labradores de los cuatro majuelos que constituían sus Estados. De la aldea al castillo subíase por quince rampas que terminaban en un foso con puente levadizo. Alimentaba de agua este foso una sangría hecha en el Ebro media legua al norte de la fortaleza; sangría que, convertida en ruidoso torrente, volvía a precipitarse en el opulento río.

Ítem: enclavada en un inaccesible flanco de la montaña, separada del castillo por este salto de agua y, como él, colgada sobre el Ebro, había otra roca más pequeña, que coronaban una cabaña y un huertecillo, fundados allí por la temeraria mano del hombre.


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9 págs. / 15 minutos / 98 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Buenos Aires en el Año 2080

Aquiles Sioen


Novela corta, ciencia ficción


Dedicatoria

AL SEÑOR DON ANTONINO CAMBACERES

PRESIDENTE DE LA ADMINISTRACION DEL FERRO-CARRIL DEL OESTE

Señor:

Este librito, en el que, á la manera de Julio Verne, de Mery y del autor anónimo de la batalla de Dorking, se hace un bosquejo del Porvenir que espera á vuestra República, no podía ménos que dedicarse á un gran Administrador, á un Político prudente, honrado y liberal; en fin, á un amante apasionado del Progreso bajo todas sus formas.

Hé ahí, en verdad, las cualidades que habrán de sobresalir en vuestros hombres de Estado, si desean asegurar para la Patria Argentina la prosperidad que, sin temor de equivocarme, se la puede augurar, y que yo le deseo con todo mi corazon.

¿Quién, sinó vos, podría ser más acreedor á mi preferencia, Señor? Este librito podrá elevarse hasta los astros, si os dignais aceptar su dedicatoria, si el público le concede una pequeña parte de la merecida popularidad y de la alta consideracion con que os rodea.

Dignaos admitir, Señor, con la seguridad de mi gratitud, la de mi profunda consideracion.

A. Sioen.

Buenos Aires, Julio 23 de 1879.


* * *
 

Señor Don Aquiles Sioen:

Presente.

Distinguido Señor:

Carezco absolutamente de los méritos que V. tiene la bondad de atribuirme. Acepto, no obstante, gustoso, la dedicatoria de su libro, pero sólo como una prueba de la benevolencia que V. me manifiesta.

Buenos Aires en el año 2080: hé ahí, sin duda, un vastísimo tema de estudio, el que, seguro estoy, ha de ser tratado por V. con el distinguido talento de escritor que le caracteriza.

Con toda consideracion me digo de V. atento S. S.

Buenos Aires en 2080

Qué es esto?

Qué significa este título?.....


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Dominio público
46 págs. / 1 hora, 21 minutos / 247 visitas.

Publicado el 21 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.

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