Textos por orden alfabético disponibles | pág. 43

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Cármides

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Habiendo llegado la víspera de la llegada del ejército de Potidea, tuve singular placer, después de tan larga ausencia, en volver a ver los sitios que habitualmente frecuentaba. Entré en la palestra de Taureas, frente por frente del templo del Pórtico real, y encontré allí una numerosa reunión, compuesta de gente conocida y desconocida. Desde que me vieron, como no me esperaban, todos me saludaron de lejos. Pero Querefon, tan loco como siempre, se lanza en medio de sus amigos, corre hacia mí, y tomándome por la mano:

—¡Oh Sócrates! dijo, ¿cómo has librado en la batalla?

Poco antes de mi partida del ejército había tenido lugar un combate bajo los muros de Potidea, y acababan de tener la noticia.

—Como ves, le respondí.

—Nos han contado, replicó, que el combate había sido de los más empeñados, y que habían perecido en él muchos conocidos.

—Os han dicho la verdad.

—¿Asististe a la acción?

—Allí estuve.

—Ven a sentarte, dijo, y haznos la historia de ella, porque ignoramos completamente los detalles.

En el acto, llevándome consigo, me hizo sentar al lado de Critias, hijo de Callescrus. Me senté, saludé a Critias y a los demás, y procuré satisfacer su curiosidad sobre el ejército, teniendo que responder a mil preguntas.

Terminada esta conversación, les pregunté a mi vez qué era de la filosofía, y si entre los jóvenes se habían distinguido algunos por su saber o su belleza, o por ambas cosas. Entonces Critias, dirigiendo sus miradas hacia la puerta y viendo entrar algunos jóvenes en tono de broma, y detrás un enjambre de ellos:

—Respecto a la belleza, dijo, vas a saber, Sócrates, en este mismo acto todo lo que hay. Esos que ves que acaban de entrar son los precursores y los amantes del que, a lo menos por ahora, pasa por el más hermoso. Imagino que no está lejos, y no tardará en entrar.


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Dominio público
33 págs. / 57 minutos / 986 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Carolina 114

Francisco J. Jariego


memoria, crisis, literatura, democracia, España


 

 

 

CAROLINA 114

Experimento con un volcado de memoria

 

 

FRANCISCO J. JARIEGO

 

 

 

 

Diseño de portada: Francisco J. Jariego

© 2016, Francisco J. Jariego


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A Alicia, esa parte de mí que ya no sé dónde está.


 

Índice

 

Introducción al experimento Carolina 114. 1

Genocidio. 7

Por qué adoré a Kurt 8

Contra Carolina Rojo. 11

Mi infancia son recuerdos de la calle Atocha. 13

El materialismo dialéctico de los otros. 21

Agujeros de gusano. 25

Primeros amores. 29

Fantasmas. 31

Realidades o deseos. 34

Disfraces. 37

Anotaciones sobre los humos de la mayoría. 40

JK 5022, Judas y el "yield management". 45

Huesos de Guerra. 49

Caroliana (I) 51

Bono Bus. 54

La verdad exhumada. 58

Despertar 63

África, ¿truco o trato?. 65

Volando Voy. 68

El fracaso (epifanía) 73

Colores. 78

Walking around. 82

Caroliana (II) 84

Incomunicando. 88

EPÍLOGO.. 92

Sobre el autor y la obra. 94

 


Introducción al experimento Carolina 114

 


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58 págs. / 1 hora, 41 minutos / 48 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2022 por Francisco J. Jariego Fente.

Carta a mi familia y amigos

Edgar Luzuriaga


Carta


Carta a mi familia y amigos.

Queridos hermanos y amigos , hace ya casi un año que escribí mi último texto.  Sin embargo, me gustaría borrar de mi subconsciente, todos aquellos párrafos que redacté – aunque, con mi memoria endeble por estos días; no me será difícil- simplemente, porque todo lo que proyecté en las palabras en aquellos tiempos, eran atisbos de una mente enferma; todo lo que elaboré, no eran más que apologías a: filosofías, doctrinas ,  sistemas humanos, drogas y toda su parafernalia, rebeldía, oscurantismo y esoterismo… en fin, lo secular y cabalístico, influía en mis pensamientos. Recuerdo que mis  narraciones estaban llenas de cláusulas y glosas, de naturaleza ambigua,  barroca y petulante. Me dejé aprisionar   del pensamiento humano; y con cada libro, crecía mí desmesurado apasionamiento  por escritores; que al final no son más que simples personas.( Claro , también leí  libros muy buenos ; pero con ciertas narrativas hay que ser filtro y no esponja ) Empecé a delirar con la rebeldía, egocentrismo y hostilidad de aquellos autores. La verdad, que cuando uno va por la vida sin Dios; la vileza utiliza cualquier medio, para alienar la mente humana. Y cuando hablo de cualquier medio, me  refiero al: cine, música, media , literatura…


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11 págs. / 20 minutos / 46 visitas.

Publicado el 14 de agosto de 2019 por usuario no registrado.

Carta de Amor

Rufino Blanco Fombona


Cuento


Aunque escribo esta carta pensando en tí, mujer, no es para que tus queridos ojos claros la desfloren, ni para que tu corazón apresure su latir oyendo la confesión del mío.

Me dirijo á tí, en pensamiento. No eres tú quien está lejos de mí, sino tu corazón. No exento de triste voluptuosidad me abro á tí, de fantasía, como remedo pesaroso del tiempo, aun cercano y tan dulce, en que hablábamos de amores, las cabezas muy juntas, mis ojos en tus ojos, tus manos en las mías.

Sin embargo, verás estos renglones. Después de todo, tienes derecho á mirar por la rendija de luz que abrieron tus ojos en mi alma. Ahora no será, sino algún día, cuando yo me aleje más de tu memoria; y de tí no quede en el corazón del bardo errante más que un recuerdo, terrón de mirra, de esos que aroman la juventud.

Lo más dulce de nuestro amor fue su génesis: el espacio del primer saludo al primer beso; lo más noble su plenitud: el paréntesis de felicidad; lo más inquietante su ocaso, que, como toda agonía, es un dolor.

Hoy es sábado. Algunas semanas atrás este día era para nosotros de encanto. Nos complacíamos, por una extraña convención, en adornarlo con las rosas florecidas en esta mañana de juventud. Lo imaginaste un día propicio; y era en efecto un día de locura. Aunque, á la verdad, tu capricho no lo comprendo ahora; para nosotros ¿cuál día no era sábado?

¡Hoy, cuán distinto! nos separámos, huyéndonos. Tú correrás á tus amigas, ó al parque, ó al vértigo de la avenida; yo me encierro voluntario en estos muros, abro la jaula á mis tristezas y las miro batir las alas de sombra.

¿Vuelan tus horas tranquilas? ¿Nunca me consagras tu pensamiento? ¿Es verdad tu ficción? ¿Nada turba tus noches? Tu máscara es de impasible. No revelas sino harmonía y bienaventuranza.


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Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 101 visitas.

Publicado el 30 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Carta de un Muerto

José Fernández Bremón


Cuento


En el manicomio de Leganés conocí a un loco que razonaba con gran lógica: eran todos sus actos de cuerdo, paseaba solo y huía el trato de sus compañeros: tan sensato me parecía, que no pude menos de abrigar dudas acerca de su locura. Una de las maneras que hay de averiguar si una persona padece alguna manía es irritar ésta, recordando los hechos que la condujeron al asilo de locos. Así lo hice, quizás con imprudencia, pero llevado de un buen deseo: después de una conversación en que me sorprendió la resignación con que me refería su desventura, dijo sonriendo:

—Yo estoy aquí porque me carteo con un muerto.

Le miré con lástima, y comprendió el significado de aquella mirada, porque añadió con melancolía:

—Adivino lo que piensa usted de mí: lo que acabo de decirle es un absurdo; y sin embargo, no estaría aquí si me hubiera callado mi secreto.

—¿Lo es para mí?

—Ni para nadie. ¿Se hubiera usted callado al recibir una carta escrita desde la otra vida?

Yo vacilé para contestar.

—¿Se hubiera usted callado?

—Seguramente que no; pero...

—No cree usted posible esa correspondencia, ¿no es verdad? Eso me sucedía a mí antes de leer la carta que guardo muy oculta, pero al alcance de mi mano.

—¿Y quién le escribe a usted?

—Un amigo muerto.

—¿Conocía usted su letra?

—Perfectamente, y es la letra de la carta. La misma noche en que murió prometió escribirme desde el otro mundo: pasaron nueve días, y al salir del funeral me encontré su carta en casa; tenía el sello del interior, y además otro muy extraño, que figuraba una noche estrellada. Vea usted el sello.

Vi, en efecto, en el sobre de una carta un círculo de fondo negro que representaba en puntos blancos las constelaciones principales de nuestro hemisferio.

—¿Me presta usted el sobre?

—No, señor. Creo que no puedo ser más franco.


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 3 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Cartas Americanas

Juan Valera


Ensayo, Literatura


Al Excmo. Señor Don Antonio Cánovas del Castillo

Mi querido amigo: Como pobre muestra de la buena amistad que, desde hace años, me une á Ud., y de la gratitud que le debo por el benigno prólogo que escribió para mis novelas, dedico á Ud. este librito, donde van reunidas algunas de mis cartas sobre literatura de la América española.

Espero que sea Ud. indulgente conmigo y que acepte gustoso la ofrenda, á pesar de su corta ó ninguna importancia.

Yo entiendo, sin afectación de modestia, que mi trabajo es ligerísimo; pero la intención que me mueve y el asunto de que trato le prestan interés, del cual Ud., que con tanto fruto cultiva la historia política de nuestra nación, sabrá estimar el atractivo.

Breve fué la preponderancia de los hombres de nuestra Península en el concierto de las cinco ó seis naciones europeas que crearon la moderna civilización y por toda la tierra la difundieron; mas, á pesar de la brevedad, la preponderancia fué gloriosa y fecunda. Completamos casi, gracias á navegantes y descubridores atrevidos y dichosos, el conocimiento del planeta en que vivimos; ampliando el concepto de lo creado, despertamos é hicimos racional el anhelo de explorarlo y de explicarlo por la ciencia; abrimos y entregamos á la civilización inmensos continentes é islas; y luchamos con fe y con ahinco, ya que no con buena fortuna, porque la excelsa y sacra unidad de esa civilización no se rompiera.


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Dominio público
212 págs. / 6 horas, 12 minutos / 84 visitas.

Publicado el 3 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Cartas de Juan Sintierra

José María Blanco White


Política, Opinión


Carta I

Sr. Editor del Español:

Muy Sr. mío: Hace algunos días que recibí una carta de Cádiz escrita por un sujeto de indudable crédito y veracidad, e impuesto bastante a fondo en los negocios públicos, de la cual he creído conveniente dar a Vd. noticia, porque según veo, Vd. tiene muy pocas directamente de aquel pueblo. Mis noticias no son agradables, y si yo hubiera de publicarlas con mi nombre seguramente no habrían salido de mi cartera; mas como Vd. en estas materias tiene ya poco que perder, quiero decir, como el odio que Vd. ha excitado en muchos de sus paisanos no ha de crecer ni menguar porque diga Vd. algo de nuevo que les disguste, me determino a mandar mis noticias, envueltas en un centón de reflexiones, por si quiere Vd. publicarlas, y, como decimos comúnmente, sufrir por mí las pedradas.

«Ya sabe Vd., dice mi amigo de Cádiz, que yo he sido de los más alegres en materias de revolución de España; pero he venido últimamente a caer en mucho desaliento. Las Cortes, en que teníamos puestas nuestras últimas esperanzas, han errado el golpe, y no han excitado, o no han sabido conservar el espíritu público que podía salvarnos. Perdida la primera ocasión es difícil que puedan hacer nada. Y no es porque no haya en las Cortes hombres de mucho provecho; no porque en general sus individuos carezcan de buena intención, ni patriotismo, sino porque, siendo muy buenos, no son lo que las circunstancias de España exigían: han hablado y no han hecho nada. El Consejo de Regencia participa en sumo grado de la debilidad de todos los anteriores gobiernos; pero ¿quién había de creer que tiene acaso preocupaciones más dañosas que aquéllos? ¿Quién había de creer que un hombre de los talentos de Blake, había de incurrir en el error de oponerse al único medio de formar un tal cual ejército, quiero decir, la admisión de oficiales ingleses y austríacos?».


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Dominio público
100 págs. / 2 horas, 55 minutos / 181 visitas.

Publicado el 5 de mayo de 2019 por Edu Robsy.

Cartas de un Cazador

Horacio Quiroga


Cuentos, cuentos infantiles, colección


Cartas de un cazador

Cartas de un cazador de fieras en que relata sus aventuras

Las historias que aquí se van a contar son el relato de las cacerías de animales salvajes que efectuó un hombre con gran peligro de su vida, y que regresó por fin a Buenos Aires con el pecho y la espalda blancos de cicatrices, bien que tuviera la piel muy quemada por el sol.

Este hombre recorrió las grandes selvas cazando; y para contar las fieras, cocodrilos y monstruosas serpientes que mató habría que comenzar varias veces la cuenta desde el dedo pulgar.

Gastó también mucho dinero en armas y balas, porque los fusiles capaces de desplomar de un solo tiro a un elefante cuestan centenares de pesos. Y estuvo a punto de morir siete veces, y en gran peligro muchísimas más.

Pero este hombre tenía una salud de hierro y un valor sereno y frío, no loco valor de león, sino valor de hombre que sabe a lo que se expone, lo que vale mucho más. Con la vida activa y la frugalidad de su comida, pues, se salvo de las fiebres mortales y las heridas.

Para comprar las armas y las municiones vendía las pieles de los animales cazados, y aun otros productos de gran valor en las ciudades, como colmillos de elefantes, dientes de hipopótamo, cueros de monos del África y plumas de pájaros de la Oceanía.

Este hombre se llamaba... Pero su nombre no hace al caso, y por esto no daremos más que sus iniciales. Éstas eran D.D. Mas sus hermanitos lo llamaban Dum-Dum, exactamente como las terribles balas de ese nombre para cazar fieras. (En algunas partes se han cazado también hombres con estas balas.)


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Dominio público
40 págs. / 1 hora, 10 minutos / 42 visitas.

Publicado el 24 de enero de 2024 por Edu Robsy.

Cartas desde el Tíber

Cristóbal Miró Fernández


Reflexión


Y nunca mejor dicho. Las cartas de amor son la piedra sobre la que edifica todo el mundo. Sin este sentimiento de unión, la vida decae y se muere en sombras. Pensemos en un pobre soldado en cualquier conflicto, desde las arenas del Nilo hasta los hielos del Ártico. Pensemos en ese hombre, si nos remitimos a la antigüedad, o mujer, si viajamos a tiempos actuales, a esa persona sola en una trinchera y con la vida en permanente riesgo: no sabe si vivirá otro día. Esa carta de su familia representa la vida, la esperanza de poder algún día volver a casa. La magia de las cartas de amor, la magia de las cartas desde el Capitolio de la Ciudad Eterna.

Realmente, el sentimiento de una carta de amor es el mismo a todas, solo cambia el léxico, desde un abrazo, un “os quiero mucho” o “eres el amor de mi vida”. Todo depende de a que círculo concéntrico del gran lago embravecido que es el amor pertenece la persona a quién se le envía esta misiva, pero en todos los casos, sin diferencia, es alguien especial. Puede ser un hermano de leche, amigo desde la infancia, un padre anciano o la pareja que te alegra cada mañana al despertarte a su lado y que añoras perderte en sus brazos algún día, solo por dar algunos ejemplos (faltan en la lista anterior los hijos, los hermanos, los abuelos, etcétera). Pero en todo caso, sea cual sea su nivel de cercanía con aquella persona, es algo que reconforta… y desvela.

Cartas desde el Tíber...y que desvela. Desvela la espera por esa carta, desvela el hecho de saber si ha llegado o no a destino, desvela el contenido de la carta de respuesta, qué dirá, si anuncia paz o tormenta, y calma hasta el peor Infierno, convirtiéndolo en Paraíso, el pensar en ella.


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Dominio público
1 pág. / 2 minutos / 47 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2022 por Cristóbal Miró Fernández .

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