Textos más populares esta semana disponibles publicados el 2 de febrero de 2024 | pág. 2

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textos disponibles fecha: 02-02-2024


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De la Última Hornada

Joaquín Dicenta


Cuento


—No le quepa a usted duda; el secreto de la vida está en divertirse y solo en divertirse, sin descuidar, por supuesto, lo que a nuestras comodidades y a nuestro porvenir se refiere.

Así se expresaba un joven de veintidós a veintitrés años, asiduo concurrente a cierto café donde asisto yo todas las tardes, como quien asiste a una cátedra; porque si el café constituye en la mayoría de los casos un centro de holganza y un congreso de maldicientes, puede también resultar, para quien sabe utilizarlo, un observatorio de hombres como otro cualquiera.

Aquel joven era y sigue siendo mi contertulio de mesa; yo me complazco en escucharle porque representa de hecho y de derecho a la última hornada de nuestra juventud y, ¡qué demonio!, bien vale la pena de perder un par de horas averiguando cómo razonan y cómo discurren los que a vuelta de algunos años han de influir en los destinos de la patria con el esfuerzo de sus músculos o con los productos de su inteligencia.


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Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 12 visitas.

Publicado el 2 de febrero de 2024 por Edu Robsy.

El Retrato

Joaquín Dicenta


Cuento


Quien entrase por vez primera en aquel gabinete dudaría si iba a presentarse delante de una cortesana, de una artista o de una gran señora, tan varios aspectos ofrecía en su ornamentación, tan rico era en contrastes, tales y tan diversas las impresiones que causaba a los ojos y al juicio en ese rápido e inconsciente cálculo de probabilidades que todos hacemos al visitar por vez primera la casa de personas para nosotros desconocidas.

Una chaisse longue, semejante a un lecho por su anchura, adornada con blandos almohadones de seda y puesta enfrente de amplio espejo de luna, evocaba la imagen tizianesca de humanos desnudos, reflejando sobre el cristal los retazos íntimos de la pasión, las truhanerías carnales del deleite. Un armónium chapeado de nácar, dos estantes de pelouche encima de los cuales se gallardeaban las partituras de los grandes maestros y las literaturas más peregrinas del humano ingenio; dos o tres coronas que dejaban caer sobre el armónium como una cascada de gloria sus cintas de colores múltiples y algunos lienzos sin concluir, bocetos, apuntes, notas de color, matrices de cuadros, leitmotives pictóricos de esos que los inteligentes veneran y el público no paga, recordaban el estudio de un artista de genio, mientras el resto del mueblaje, de última novedad, ajustado a la moda, con sus silloncitos de raso, sus sillas maqueadas y sus entredós llenos de baratijas, tan costosas como vulgares, pregonaban la existencia de grandes caudales contraídos a la obligación perentoria de costear un lujo inútil.

¿Quién era la dueña de tal mosaico? ¿Había conseguido encontrar en sí misma el punto de intersección, la convergencia de los tres grandes dominadores del mundo, el vicio, la riqueza y el arte?… ¿Quién era?… No entonces, que apenas sí la conocía, ahora que he dejado de conocerla ya, seríame difícil contestar de un modo preciso.


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 11 visitas.

Publicado el 2 de febrero de 2024 por Edu Robsy.

El León de Bronce

Joaquín Dicenta


Cuento


Aquello fue horrible; te aseguro que fue horrible. Bien castigado estoy; como no pueden imaginarlo los jueces que me condenaron, los alguaciles que me condujeron a la cárcel y el carcelero que me guarda. Si ellos supiesen mi secreto, me dejarían en libertad… ¡Mi secreto! No lo saben, ¡no lo sabrán nunca! ¿Para qué?… A ti sí quiero revelártelo, a fin de que me compadezcas, de que me consueles, de que conozcas mi desventura… ¡Sufro tanto!… Oye y no me tomes por un loco. Te juro que es verdad. Si el pecho fuera transparente; si en el sitio donde late mi corazón se abriese una ventana y te asomases a mirar por ella, lo verías con tus propios ojos. ¿Qué verías?… Vas a saberlo, a saberlo tú solo. Escucha la historia de mi martirio y luego calla; ¡calla siempre!, no se la reveles a nadie.

No sé explicarte cómo se aposentó en mi cráneo idea tan ruin; pero es lo cierto que no pensaba en otra cosa. Al igual de esas plantas que nacen entre las grietas de los muros ruinosos y siendo al principio imperceptible mancha verde, se extienden pronto y crecen y se desarrollan y trepan por el muro adelante e invaden a su víctima de granito, esta idea brotó en mi cerebro indeterminada, confusa, inconsistente; su primera aparición fue tan rápida, que apenas sí me di cuenta de ella; no hice caso; imaginé que se había ido para no volver nunca; pero aquella idea tenía la condición de los traidores; acechaba en la sombra y echó raíces, y comenzó a extenderse con sigilo; y trepó por todos los filamentos nerviosos de mi máquina de pensar y ocupó las celdillas microscópicas donde gestan los decretos de la voluntad y las determinaciones del juicio, y un día se levantó delante de mí despótica, absorbente, única. Era su esclavo; no tenía más remedio que obedecerla.


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Dominio público
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Publicado el 2 de febrero de 2024 por Edu Robsy.

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