La Cara de Dios
Ramón María del Valle-Inclán
Novela
Carta de Carlos Arniches
Sr. D. Ramón del Valle-Inclán
Mi distinguido amigo
Desde luego puede Ud. contar con mi autorización para hacer una novela de mi modesta obra La Cara de Dios.
Y honrándome mucho con ello aprovecho esta ocasión para reiterarle la seguridad de mi afecto.
Carlos Arniches
el 27 de Dbre. de 1899
Libro primero
I. En la obra
Hacia el final de la calle de Serrano, una de las más aristocráticas de Madrid, había no ha mucho una soberbia casa en construcción.
Era la casa propiedad del Duque de Ordax y hacía esquina a otra calle más modesta.
Una valla de madera sin pintar cerraba la obra.
En el momento de dar comienzo nuestra historia, la casa cuyos muros se levantaban ya en toda su altura, aparecía a los ojos del transeúnte, cubierta casi por completo de andamiajes y maderamen, grúas y garruchas bien provistas de cuerdas, por las que subían y bajaban sin descanso en las horas de trabajo los materiales de la obra.
Eran las dos de la tarde. Los obreros dormían la siesta a la sombra de la valla.
Pero no dormían todos. Aprovechando el sueño de sus compañeros, Eleuterio y Eustaquio, hablaban en voz baja, sentados en un rincón de la taberna vecina.
Eustaquio apuró un vaso de vino; y como si prosiguiese una conversación anterior, preguntó:
—De modo que viste a la Soledá anoche.
—¡Ya lo creo! Y aquello fue el acabose.
—¿Y ella?…
—Sigue en las mismas.
—En que no.
—Emperrada en que no. Pero eso será un pueblo y lo que quiera este cura, ¿sabes?
—¿Sabes lo que te digo?…
—Di.
Dominio público
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Publicado el 9 de enero de 2020 por Edu Robsy.