Por Gloria
Emilia Pardo Bazán
Cuento
La doncella entró de puntillas en la alcoba. Extrañaba que su ama no hubiese llamado ya, y sabiendo lo puntual de sus horas, aquélla su exactitud de cronómetro, estaba inquieta desde las ocho de la mañana. Era tan raro caso que la baronesa de Stick durmiese a las diez, que la sirviente sufría esa aprensión vaga que a veces anuncia las catástrofes. ¿Estaría la amazona gravemente enferma? ¡Bah, ella tan saludable, tan fuerte, tan viril! ¿La habrían quizás…? Y tragedias leídas en los periódicos, historias de asesinatos cometidos por criminales que se desvanecen como el humo, sin dejar huella alguna, ocurrían a la imaginación de la doncella leal, que compartía con la atrevida amazona, desde hacía cinco años, las emociones del riesgo, el engreimiento de los aplausos.
A pasos tácitos avanzaba, entre la semiobscuridad de la habitación, cuando la voz de la baronesa se alzó, apacible.
—Fanchonette, hija mía… ¿Cómo vienes antes que haya amanecido?
La muchacha, tranquilizada y atónita, se detuvo.
—¡Dios mío, madame! Son las diez, si es que no son las diez y cuarto.
—¿Qué dices? ¡Si no se ve claridad!
Dominio público
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Publicado el 10 de mayo de 2021 por Edu Robsy.