Textos más populares esta semana disponibles publicados el 18 de marzo de 2021 | pág. 2

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textos disponibles fecha: 18-03-2021


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La Muchedumbre

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Y sucedió que Silas, uno de los Príncipes de los sacerdotes, amigo particular y confidente de Pilatos, le habló reservadamente la tarde del día en que Jesús entró en Jerusalén entre ramos de palmas.

El pretor escuchaba, cogiéndose con la mano derecha el rasurado mentón y fruncidas las recias cejas, entrecanas ya. El de la Sinagoga precipitaba anheloso las frases, añadía detalles menudos, anunciaba catástrofes próximas y pavorosas, que destruirían la ciudad sagrada al entregarla a las turbas venidas de todas partes, hasta de los confines del desierto.

—Quisiera —repetía— que hubieses presenciado el tumulto de esta mañana, y verías cómo en mis palabras sólo hay verdad. Por dondequiera le siguen; arrastra un inmenso gentío. Si quisiese juntar un ejército de cien mil hombres, con cayadas y hondas, en veinticuatro horas lo verías ondear al Sol, en la llanura, cual trigo maduro. ¿Qué harías entonces? A su paso se alzan las muchedumbres, rumorosas como el mar. Creen en su magia, en las curaciones que hace a cada momento. Besan el suelo. Se arrojan a él. Tienden ante sus pies, por alfombra, sus mantos nuevos. Deshojan flores para que las pise. Una sola palabra suya, ¡oh representante del sacro Emperador!, puede incendiar a toda Judea en un instante, como arden los pinares embutidos de resina en la canícula, en el espacio de muchas leguas. Ten cuidado, mira que es grave el peligro. Tú no ignoras que se empieza buscando el dominio espiritual y se acaba por procurar el material. Es un hombre descendiente de David y quiere ser Rey efectivo de Israel.

Alzó la cabeza Pilatos. Una sonrisa inteligente plegó su boca.


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Dominio público
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Publicado el 18 de marzo de 2021 por Edu Robsy.

La Lima

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Cuando Severo Llamas, en la edad más florida, abandonó la casa de sus padres yendo a estudiar en la Universidad de Madrid la carrera de Filosofía y Letras, sucediole una aventura casi vulgar en el camino carretero de su pueblo a la estación del ferrocarril. Y fue que en el patio de una venta, donde se paró deseoso de echar un trago de rioja clarete y picante, vio arrimados a un poyo, trasegando vasos del mismo vinillo, a un gitano viejo y una gitana moza garrida, los cuales le convidaron. No era Severo hombre que se dejase ganar por la mano en asuntos de cortesía, y se dio prisa a avisar al ventero de que corría de su cuenta el gasto. Sacaron mesa, jarros y copas, amén de un queso medianamente duro, y el estudiante y los dos egipcios refrescaron allí en amor y compaña. Miraba Severo a la gitanilla, y le cosquilleaban en el corazón los ojos negrísimos, los labios pálidos con el húmedo nácar de los dientes, la tez de raso obscuro y la sandunga zalamera del hablar de aquella ninfa. En cambio, al volverse hacia el gitano, veía una jeta de caricatura, una boca de puchero desportillado, unas pupilas malignas detrás de un matorral de cerdas grises. Sostenía la gitana una clavellina en el canto de la boca, y como al despedirse Severo le pidiese la flor, el carcamal exclamó con énfasis que también él quería su correspondiente regalo al caballero estudiante: y sacando de la faja una roñosa lima de acero, la ofreció al mozo. «Misté —advirtió— que esta limilla no es como toas las limas del mundo, ¡quia! Si su mercé tiene algún quebraero de cabeza o algún disgustaso…, se pasa su mercé la lima muchos días seguíos por el cuerpo… y curao; na, que no vuelve a darle fatiga nunca».


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Dominio público
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Publicado el 18 de marzo de 2021 por Edu Robsy.

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