Un Velatorio
Juan José Morosoli
Cuento
Bentos había terminado la jornada. Tomaba unos mates, tranquilo, sentado sobre un tronco cuando llegó la policía. Venía a mata caballo con el aviso del comisario. Mandaba decir éste que fuera al pueblo enseguida.
—¿Qué pasa? —preguntó Bentos.
—Parece que un hijo suyo "es" muerto.
Bentos ensilló en seguida y partió.
* * *
Cuatro leguas lo separan del pueblo. A veces pone el caballo al trote para pensar mejor. O al paso. Arma un cigarro.
—...Vaya a saber cuál es el muertito. A lo mejor Justino, el mayor, un muchachito que va a ser flor de hombre. Es un gurí que si llora por algo es porque él no lo lleva al monte.
Tiene una escalera de hijos, Bentos. Una escalera a la que le faltan algunos escalones. Porque es raro el año que él no cristiane un hijo y entierre otro. El pueblo es un pueblo muy castigado por los andancios. Nada más. Trabaja en el monte, de carbonero. Corta leña, la para. Embarra el horno. Quema.
Vende cuando comienza el otoño. Entonces ya no va más al monte. Hasta la primavera se lo pasa "en las casas", haciéndole el gusto al cuerpo. Duerme en cama, truquea en el boliche. Tres meses lindos se pasa Bentos así.
Cuando se va no vuelve hasta el final del verano. A menos que lo vayan a buscar por alguna desgracia. Por nacimientos, gracias a Dios, no lo molesta la patrona.
* * *
Trote y galope. Paso y cigarro. Cuando quiere acordar está en la
boca del pueblo. Son dos hileras de ranchos que tropezando y
levantándose bordean el callejón con colchón de polvo bayo.
Un tajo de luz, una luz bárbara de fuerte, se tiene en la calleja, mordiendo la tierra, revelando el yuyal y el hormigueo de perros y mujeres.
Sale del rancho de Bentos la luz.
Bentos paró el caballo y sintió entonces un ronquido parejo y seguro, de motor, que vencía la noche sin ruidos.
—¡Güe! ¿Y ésto?...
Dominio público
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Publicado el 24 de febrero de 2025 por Edu Robsy.