Textos favoritos disponibles publicados el 24 de octubre de 2021

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textos disponibles fecha: 24-10-2021


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El Violín de Cremona

E.T.A. Hoffmann


Cuento


I

El consejero Crespel era el tipo más original que pueda darse, hasta tal punto, que cuando llegué á H... con el intento de pasar algunos días allí, todo el vecindario hablaba de él, habiendo llegado entonces al apogeo de sus extravagancias.

Como sabio jurisconsulto y experto diplomático, había adquirido Crespel notable consideración, de tal modo que el príncipe reinante de un pequeño Estado de Alemania, bastante poderoso, valióse de él para redactar una memoria que debía dirigirse á la corte imperial, respecto á cierto territorio sobre el cual creía tener legítimas pretensiones; y tan propicio fué el resultado, que un día que Crespel se lamentaba de no encontrar una habitación á su gusto, el príncipe, deseoso de recompensarle, se encargó de costearle una casa, cuya construcción dirigiría el consejero por sí solo; y como además el príncipe le ofreciese comprarle el terreno que mejor le pluguiera, Crespel le dispensó de lo último, indicando que en ningún sitio mejor que en un delicioso jardín que poseía junto á las puertas de la ciudad, podría levantarse el edificio.

Empezó, pues, comprando todos los materiales necesarios, los hizo trasportar allí, y desde entonces era de verle á todas horas con un vestido especial, construído también según sus principios particulares, apagar la cal, pasar la arena por la criba, y arreglar los ladrillos en simétricos montones, para lo cual no había consultado con ningún arquitecto, ni había trazado plan alguno.


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Dominio público
25 págs. / 44 minutos / 83 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Huerco

José Pedro Bellán


Cuentos, colección


Mi ruina

Hoy logré contemplar el albor de la mañana.

Con su claridad, a través de su claridad, buscaba mis lugares, mis calles y mis caminos. Toda la ciudad se abría ante la luz, entre el mar y los árboles.

Hacia el norte, la gran masa vegetal, con su tinte obscuro, asomaba por detrás de la muralla de edificios, descubriéndose ante el sol tangente, suave, cuyos rayos se escurrían por sobre las cúpulas y las torres. El cielo, colosal, sonrosado apenas, se desgarraba al encajar entre el sube y baja de los pardos techos: era la pureza de un color que se manchaba al llegar a la tierra.

Crecía el murmullo y se hacía el ruido por toda la ciudad. El astro llameante había dado el impulso y eran ya en la realidad, el trabajo, el hambre y la estulticia.

Mi vista abarcó de nuevo el semi-círculo azul y caí como un pájaro en precipitado vuelo sobre las arboledas del norte.

Allí aun reinaba el silencio: érase mi mundo. Las aves, desprendidas de sus nidos saeteaban los poros del boscaje que se abría en la altura luminosa. Las trayectorias inconclusas y los colores indefinidos se unían harmónicamente. Faltaba el matiz de las flores, pero, en cambio, las hojas abandonadas las unas sobre la otras, movidas por un impulso lento, débil, acompasado, me llenaron de voluptuosidad. Todo un harem de mujeres orientales cruzó por mi imaginación. Sólo la realidad de un vetusto estanque logró expulsarlas de mí.

Noté primero un intervalo en la vegetación, luego, como algo que se ve apenas, una reja en forma de circunferencia hirióme la retina. Me acerqué a ella. Era antigua... muy antigua. Su color, allá, en su infancia, debió ser de un marrón obscuro; ahora era apenas perceptible. Llena de manchas, de herrumbre y musgo, la pobre reja antigua se arqueaba dolorosamente.


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Dominio público
68 págs. / 2 horas / 73 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Maestro Martín y sus Mancebos

E.T.A. Hoffmann


Cuento


Sin duda has experimentado alguna vez, lector querido, una indefinible melancolía, al recorrer una ciudad, cubierta de monumentos del antiguo arte alemán, los cuales atestiguan con muda y elocuente voz los esplendores, la heroica perseverancia y toda la historia de unos tiempos que ya no existen. Una ciudad de esas no te ha producido el mismo efecto que una casa abandonada? Encima de la mesa se ostenta todavía el libro de rezo que abrió el jefe de la familia: cuelga de las paredes la preciosa tapicería elaborada por la dueña de la casa, y están llenos los armarios de ricos utensilios, que fueron el regalo de la familia en las más solemnes festividades. Parece que uno de los habitantes de esta morada va á recibirte y á ofrecerte cordial hospitalidad; paro en vano esperas á aquellos á quienes el tiempo ha arrastrado consigo en sus rápidos ó incesantes embates. Ya no te queda más que dejarte mecer por los dulces ensueños que brotan de tantos recuerdos de los antiguos huéspedes, los cuales te hablan con un lenguaje tan puro y sensible, que te conmueve hasta en lo más hondo del espíritu. Entonces comprendes el sentido íntimo de sus obras, pues vives en su tiempo, y contemplas la fuente de sus inspiraciones.

Pero, ay! suele ocurrir que en el momento en que crees abarcar tan risueñas imágenes, éstas desaparecen perseguidas por los rumores del día que despierta, elevándose entre la tenue bruma de la mañana, y dejándote arrasados los ojos en lágrimas, sus primeros y pálidos reflejos. Entonces el rudo contacto de la vida real te arrebata la visión que te halagaba, dejándote sólo las huellas de un vehemente deseo que agita toda tu naturaleza.


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Dominio público
60 págs. / 1 hora, 45 minutos / 75 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Don Giovanni

E.T.A. Hoffmann


Cuento


I

El sonido agudo de una campanilla y el grito de Se va á empezar», me arrancaron del dulce sueño que de mí se apoderara. Oigo luego un sordo murmullo de contrabajos, preludios de violín, agudos trompetazos y uno que otro timbalazo, un oboe dando una nota chillona y sostenida... me restregó los ojos... El diablo se burlará de mí?... No; veo distintamente que me encuentro en el cuarto de la fonda, donde me detuve anoche, molido y devengado. Pende junto á mi el cordón de la campanilla, tiro de él y comparece el mozo.—Dime, muchacho, á qué viene esa endiablada música aquí tan cerca? Se dan conciertos en casa?

—Su Excelencia, ignorará que esta fonda esta contigua al teatro, y que esta portezuela entapizada da á un pequeño corredor que conduce en derechura al palco núm. 23, destinado á los extranjeros.

—Cómo? Teatro y palco de los extranjeros?

—Sí; un palco sumamente reducido, capaz para dos ó tres asientos, muy propio para las personas distinguidas, tapizado de verde, con celosías, que da sobre el escenario. Está á la disposición de su Excelencia; hoy echan el D. Giovanni, del célebre Mozart; la entrada y el asiento cuestan escudo y medio, que pondremos en la cuenta.

Diciendo estas últimas palabras abría la puerta del palco, pues con sólo oir el título de la ópera, yo me había lanzado al corredor, La sala era espaciosa, adornada con buen gusto y espléndidamente iluminada; tanto el patio como los demás palcos estaban llenos de espectadores.


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13 págs. / 24 minutos / 100 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Afortunado en el Juego

E.T.A. Hoffmann


Cuento


I

Las aguas de Pirmont se vieron sumamente concurridas durante el verano de 18..., aumentando de día en día la afluencia de ricos y nobles forasteros, lo cual excitaba el genio emprendedor de los especuladores de todas clases, de modo que los banqueros del Faraón se dieron buena maña en cubrir el tapete verde de sendos montones de ducados, esperando con ello, á fuer de diestros cazadores, atraer incautos.

Sabido es que en la estación de baños y entre esas numerosas reuniones, en las cuales nadie sigue sus habituales costumbres, la ociosidad suele arrastrar á todo el mundo, y el mágico atractivo del juego se hace irresistible. No es raro entonces encontrar á personas que en su vida han visto un naipe, sentadas junto al tapete verde, cual impertérritos jugadores; además de que el buen tono exige, mayormente entre las clases más distinguidas, que poco ó mucho se visite la sala de juego y se deje en ella algún dinero.

Un joven barón alemán, á quien llamaremos Sigifredo, parecía ser el único que resistía al atractivo de la baraja, rebelándose contra esas roblas del buen tono, de tal modo que cuando todo el mundo se abalanzaba á las mesas del juego se avenía gustoso á perder el recurso de entablar una grata conversación y se retiraba á su cuarto para leer ó escribir, ó se dirigía al campo emprendiendo solitarias excursiones.


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28 págs. / 49 minutos / 117 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Mi Ruina

José Pedro Bellán


Cuento


Hoy logré contemplar el albor de la mañana.

Con su claridad, a través de su claridad, buscaba mis lugares, mis calles y mis caminos. Toda la ciudad se abría ante la luz, entre el mar y los árboles.

Hacia el norte, la gran masa vegetal, con su tinte obscuro, asomaba por detrás de la muralla de edificios, descubriéndose ante el sol tangente, suave, cuyos rayos se escurrían por sobre las cúpulas y las torres. El cielo, colosal, sonrosado apenas, se desgarraba al encajar entre el sube y baja de los pardos techos: era la pureza de un color que se manchaba al llegar a la tierra.

Crecía el murmullo y se hacía el ruido por toda la ciudad. El astro llameante había dado el impulso y eran ya en la realidad, el trabajo, el hambre y la estulticia.

Mi vista abarcó de nuevo el semi-círculo azul y caí como un pájaro en precipitado vuelo sobre las arboledas del norte.

Allí aun reinaba el silencio: érase mi mundo. Las aves, desprendidas de sus nidos saeteaban los poros del boscaje que se abría en la altura luminosa. Las trayectorias inconclusas y los colores indefinidos se unían harmónicamente. Faltaba el matiz de las flores, pero, en cambio, las hojas abandonadas las unas sobre la otras, movidas por un impulso lento, débil, acompasado, me llenaron de voluptuosidad. Todo un harem de mujeres orientales cruzó por mi imaginación. Sólo la realidad de un vetusto estanque logró expulsarlas de mí.

Noté primero un intervalo en la vegetación, luego, como algo que se ve apenas, una reja en forma de circunferencia hirióme la retina. Me acerqué a ella. Era antigua... muy antigua. Su color, allá, en su infancia, debió ser de un marrón obscuro; ahora era apenas perceptible. Llena de manchas, de herrumbre y musgo, la pobre reja antigua se arqueaba dolorosamente.


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2 págs. / 4 minutos / 33 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Otra Faz de la Física Elemental

José Pedro Bellán


Cuento


«Todo movimiento en las moléculas de los cuerpos produce vibración» Pero... ¿Y está allí la definición del sonido?


Rodolfo Mendeville dejó el Club a la una de la mañana y rehusando el carruaje que se le ofrecía, travesó la plaza Independencia, a pasos lentos, despreocupado por la distancia, Al llegar a la calle Andes, un señor que andaba en sentido inverso, le llamó en voz alta:

—¡Eh!, Mendeville. ¿Hacia dónde va Vd?—Pero como no obtuviera respuesta, volvió a alzar la voz:

—Caramba... ¿está Vd. ordo?...

—¡Ah!... perdón, contestó Rodolfo algo cohibido. No me siento bien.

—¿Viene Vd. del Club?

—Sí.

—¿Ha ganado?

—No... creo que no...

—¿Se juega fuerte?

—Bastante.

—Voy hacia allá. Hasta mañana.

—Adios. —Y se alejó sin volver la cabeza, andando torpemente, sin elegancia, con la galera echada hacia atrás.

Hallábase sorprendido de sí mismo. Nunca hasta entonces habíasele ocurrido dejar el juego tan temprano, prescindir del coche y descuidar su línea.

Además se turbaba. Vivía dentro de si un vaivén tan contínuo de ideas y de recuerdos que su espíritu se confundía ante ellos, se agobiaba por momentos, como vencido por una carga demasiado pesada para su vida correcta y elegante.


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6 págs. / 10 minutos / 43 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Imagen

José Pedro Bellán


Cuento


En una de las últimas casitas del barrio de los pescadores, casi junto al mar, el viejo Leopoldo, de setenta años, fuma en su pipa cargada de Virginia. Frente a él, su nuera, espoleada por un pensamiento tenaz, remienda que no surce, una media gris deshecha en el talón. Así permanecen largo rato: callados, sin mirarse, como si estuvieran solos. Sin embargo, quizá piensen lo mismo.

El temporal no cesa. Hace tres horas que conmueve al barrio y lo llena de pavor.

El mar es un turbión inmenso que ensordece. Sus promontorios de agua persisten un instante, convulsos, inquietos y se desploman en masa. Parecen que hierven.

Todas las barcas han vuelto menos una.

—María ya tarda demasiado, dijo Leopoldo, rompiendo el mutismo.

Se refería a su nietita de diez años, hermosa chiquilla de ojos azules, blanca y endeble. Habíanla mandado por tres veces en demanda de noticias y por tercera vez, buscaba a los amigos de su padre, a los pescadores salvos, y les imploraba datos, aun los más sencillos, los más insignificantes.

Al volver contestó de la misma manera que contestara antes.

—Nadie sabe nada... nadie lo ha visto. —Se sentó cerca de la mesa y recostóse sobre ella. Sus manecitas sin sangre se juntaron que pedían perdón.

La escena recalcitró. La frígida imagen de un reconcentramiento abrazado a las cosas, caló la habitación. Pasó un rato.

Leopoldo vuelve a hablar. Su voz inquietante atemoriza.

—¡Este viento! —Elena escucha con ansiedad. Después, obligada por su pensamiento pregunta:

—¿Cuántos fueron en la barca?

—Los de siempre. El y los dos muchachos.

Hace una pausa. Luego dice con atropello:

—Yo, una vez, estuve a punto de ahogarme.

Elena pregunta con viveza:

—¿Y cómo se salvó?...


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4 págs. / 8 minutos / 27 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

No Se Sabe Cómo

José Pedro Bellán


Cuento


No se sabe cómo pero, lo cierto es que la gran reina Leonora, víctima de un feroz naufragio, era arrastrada por las olas, sobre un pequeño bote, hacia las costas de una isla montañosa, pero pequeña.

La gran señora, una vez en tierra, con el ánimo abatido y el cuerpo desfalleciente, miró con asombro la gran desolación que la rodeaba. El mar, aún iracundo, sucio y despiadado, en constante lucha, ya se amontonaba, ya se abría, barbullando como una muchedumbre acorralada. Sobre él, un cielo obscuro, completamente cerrado, se prolongaba hasta el horizonte, siempre en la misma tonalidad.

En vano intentaba la señora reina ver allá lejos, formas de buques en les contorsiones de las olas; en vano se esforzaba por empinarse; en vano poníase horizontalmente las manos sobre las arcadas de las cejas: todo era inútil. Allí no había más que agua y agua terrible, tumultuosa, convertida en una Hidra invencible.

Desalentada, se internó en la isla con mucho miedo y mucha precaución. Buscó un sitio y después de limpiarlo, se sentó sobre la hierba, sin atinar a sacarse sus vestidos que, debido al agua que absorbieran, estaban lisos, mansos, superficiales, sin blondas y sin fruc-fruc.

En este estado desesperante, casi de atontamiento, los recuerdos golpearon en su cerebro. Se vió nuevamente en el Océano, en el momento de la catástrofe. Recién entonces bebió un poco de amargura y se dijo muy inocentemente:

—¡Qué terrible es la vida!...

Una emoción intensa la conmovió. Recordaba cómo el gran ministro, en su afán de salvarse, la había arrojado al agua, donde hubiese perecido si la suerte no hubiera hecho pasar por su lado a un bote que, libre de cabos escapaba del circuito fatal. Recordó esto y muchas cosas más, tan parecidas entre sí, que le produjeron el mismo efecto.


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3 págs. / 5 minutos / 32 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

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