La Oruga
Isidoro Fernández Flórez
Cuento
El maestro de escuela de Carrizosa paseaba una tarde junto al río, cuando vió á una chiquilla pobrísimamente vestida con los pies metidos en el agua y tratando de alcanzar algo, sirviéndose de un junco.
La chiquilla era delgada y graciosa; su rostro, moreno y pálido; sus ojos, negros.
—¿Qué haces, muchacha?—la preguntó.
Ella volvió la cabeza y miró con cierto susto la cara larga, la nariz puntiaguda y las antiparras con armadura de plata de don Hilarión.
—¡Mírelo usted, señor!—contestó ella.
El miró. En el agua, tranquila y limpia, sólo vió una oruga que retorcía sus anillos membranosos y movía su escamosa cabeza con evidentes señales de disgusto. ¡No era aquél su elemento!
Don Hilarión, el primero y único naturalista de Carrizosa, opinó que aquella oruga correspondía indudablemente á la familia de mariposas de la col.
—Veamos. Tú quieres alcanzar con el junco esa oruga, ¿eh? ¿Y para qué?... ¿Para matarla?
Entonces la niña, que se había tranquilizado, porque la voz y el gesto de don Hilarión revelaban un bondadoso natural, dijo:
—Señor, miraba yo el agua de este remanso por a veía algún pececillo, cuando de pronto ha caído desde alguna rama (y alzó la cabeza) esa oruga; es muy lea, tan lea que me da miedo; pero hace tales contorsiones, debe sufrir tanto, que he cogido este junco y trato de alcanzarla y salvarla. Pero el junco es corto y no llego. ¡Si usted, que tiene los brazos tan largos, quisiera!...
El maestro se echó á reir paternalmente. Le hizo gracia la salida. Y he aquí á don Hilarión arremangándose el puño de la americana y extendiendo el brazo y el junco hasta llegar á la oruga.
—Vaya, señorita, ya está salvado el náufrago. Y en el extremo del junco, agarrándose con su docena de patas, agitándose con movimientos convulsivos, salió del agua la oruga.
La chiquilla batió palmas de júbilo.
Dominio público
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Publicado el 30 de agosto de 2022 por Edu Robsy.