La Noche de Navidad
José María de Pereda
Cuento
I
Está apagando el sol el último de sus resplandores, y corre un gris de todos los demonios. Á la desnuda campiña parece que se la ve tiritar de frío; las chimeneas de la barriada lanzan á borbotones el humo que se lleva rápido el helado norte, dejando en cambio algunos copos de nieve. Pía sobresaltada la miruella, guareciéndose en el desnudo bardal, ó cita cariñosa á su pareja desde la copa de un manzano; óyese, triste y monótono, de vez en cuando, el ¡tuba!, ¡tuba! del labrador que llama su ganado; tal cual sonido de almadreñas sobre los morrillos de una calleja…; y paren ustedes de escuchar, porque ningún otro ruido indica que vive aquella mustia y pálida naturaleza.
En el ancho soportal de una de las casas que adornan este lóbrego paisaje, y sobre una pila de junco seco, están dos chicuelos tumbados panza abajo y mirándose cara á cara, apoyadas éstas en las respectivas manos de cada uno.
Han pasado la tarde retozando sobre el mullido lugar en que descansan ahora, y por eso, aunque mal vestidos, les basta para vencer el frío que apenas sienten, soplarse las uñas de vez en cuando.
De los dos muchachos, el uno es de la casa y el otro de la inmediata.
De repente exclama el primero, en la misma postura y dándose con los talones desnudos en las asentaderas:
—Yo voy á comer torrejas … ¡anda!
—Y yo tamién—contesta el otro con idéntica mímica.
—Pero las mías tendrán miel.
—Y las mías azúcara, que es mejor.
—Pues en mi casa hay guisao de carne y pan de trigo pa con ello….
—Y mi padre trijo ayer dos basallones … ¡más grandes!…
Dominio público
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Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.