Textos más populares esta semana disponibles publicados el 31 de octubre de 2020 | pág. 4

Mostrando 31 a 40 de 41 textos encontrados.


Buscador de títulos

textos disponibles fecha: 31-10-2020


12345

El Fin de una Raza

José María de Pereda


Cuento


I

Nos despedimos de él diez y seis años ha, y ya era viejo entonces. Iba Muelle arriba, descollando su gigantesca arboladura sobre un enjambre de pescadoras y granujas que le rodeaban. Gemían unas, suspiraban otras, y se secaban los ojos muy á menudo con la orilla del delantal, ó con el dorso de la mano, mientras hormigueaban entre ellas los muchachos con el escozor de la curiosidad. Hablaba él con todos sin mirar á nadie, forjando los secos razonamientos á empellones, como si derribara las palabras de sus hombros y les diera el acento con los puños. Quien sólo le viera y no le escuchara, tomárale por fiero capataz de un rebaño de esclavos, y no por el paño de lágrimas de aquella turba de afligidos.

En tanto, cerca del promontorio de San Marín balanceábase un buque del Estado, arrojando de sus entrañas de hierro, entre sordos mugidos, espesa columna de humo que el fresco Nordeste impelía hacia la ciudad, como si fuera el adiós fervoroso con que se despedían de ella, y de cuanto en ella dejaban, quizá para siempre, agrupados junto á la borda, los valientes pescadores santanderinos, arrancados de sus hogares por la última leva.


Leer / Descargar texto

Dominio público
22 págs. / 39 minutos / 44 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Ir por Lana...

José María de Pereda


Cuento


I

Nutrida de carnes, sana de color, ancha de caderas, roma de nariz, alta de pecho, alegre de mirada y frisando en los veintidós, Fonsa, hija de un viejo matrimonio cargado de trabajo, de arrugas y privaciones, era quien se llevaba la palma entre todas las mozas de su lugar. Rondábanla por la noche y bailábanla a porfía los domingos en el corro los mozos más gallardos; poníanle arcos de flores a la ventana durante la velada de San Juan, y la hacían, en fin, objeto de cuantas manifestaciones es susceptible la rústica galantería montañesa.

Pero Fonsa no era feliz, a pesar de todo. Su único hermano había marchado a América poco tiempo hacía, y dos amigas y convecinas que servían en Santander, se habían presentado en el pueblo con vestido de merino de lana y botas de charol. Lo primero la tenía en constante esperanza de ser señora; lo segundo la hizo reparar más de lo conveniente en que ella aún vestía bayeta y percal, y que, descalza casi siempre, se pasaba lo más del año cavando la tierra y sufriendo la inclemencia del sol y del frío. Por eso se dijo una vez, a su modo, por supuesto: «Mi hermano me ha prometido hacerme una señora principal, pero mañana u otro día; y de aquí allá, ya hay lugar para morirse de hambre. Yo podía, para entretener mejor el tiempo, irme a servir a Santander, donde dicen mis compañeras que se divierten mucho y comen y se visten bien y trabajan poco».

Y a Fonsa empezó a quitarle el sueño el condenado gusanillo de la ambición, que está haciendo y ha hecho en la Montaña más estragos que el oidium, la epizootia y el cólera juntos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
27 págs. / 47 minutos / 41 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Santander

José María de Pereda


Cuento


I

Las plantas del Norte se marchitan con el sol de los trópicos.

La esclavizada raza de Mahoma se asfixia bajo el peso de la libertad europea.

El sencillo aldeano de nuestros campos, tan risueño y expansivo entre los suyos, enmudece y se apena en medio del bullicio de la ciudad.

Todo lo cual no nos priva de ensalzar las ventajas que tienen los Cármenes de Granada sobre las estepas de Rusia, ni de empeñarnos en que usen tirillas y fraque las kabilas de Anghera, y en que dejen sus tardas yuntas por las veloces locomotoras nuestros patriarcales campesinos….

Pero sí me autoriza un tanto para reirme de esas largas disertaciones encaminadas á demostrar que los nietos de Caín no supieron lo que era felicidad hasta que vinieron los fósforos al mundo, ó, mejor dicho, los fosforeros, ó como si dijéramos, los hombres de ogaño.

Y me río muy descuidado de la desdeñosa compasión con que hoy se mira á los tiempos de nuestros padres, porque éstos, en los suyos, también se reían de los de nuestros abuelos, que, asimismo, se rieron de los de sus antepasados; del mismo modo que nuestros hijos se reirán mañana de nosotros; porque, como es público y notorio, las generaciones, desde Adán, se vienen riendo las unas de las otras.

Quién hasta hoy se haya reído con más razón, es lo que aún no se ha podido averiguar y es probable que no se averigüe hasta que ría el último; pero que cada generación cree tener más derechos que ninguna otra para reirse de todas las demás, es evidente.

He dicho que el hombre se ríe de cuanto le ha antecedido en el mundo; y he dicho mal: también se ríe de lo que le sigue mientras le quedan mandíbulas que batir.


Leer / Descargar texto

Dominio público
15 págs. / 26 minutos / 39 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Robla

José María de Pereda


Cuento


De maldita de Dios la cosa sirvieran los contratos de compraventa, si al tiempo de consumarlos no llevaran más requisitos que el mutuo convenio de los contratantes y el ante mí del tabelión más competente del juzgado.

Y cuidado, señores legistas, con atribuirme la pretensión de poner en duda la legalidad de las fórmulas que sobre el particular se vengan usando desde la fecha de las Pandectas.

¡Líbreme de ello Dios! Voy separándome del centro civilizado donde la ley se halla en toda su pomposidad, y estoy refiriéndome á los incultos moradores del campo, entre los cuales, sin dejar de acatarse el vigente código en todo lo que vale, aún se rinde culto reverente á la tradición, la cual constituye para ellos un derecho tan sagrado como el que más se funde en cuantas leyes se vengan haciendo desde la fabla de don Alonso el Sabio.

Desengáñese la previsora jurisprudencia: sin un requisito que les sea peculiar, estos paisanos no dan por terminado ningún negocio, aunque para cumplir con la ley le amortajen en más testimonios y sellos que hay en un archivo de hipotecas. Pasar un objeto de las manos de Juan á las de Pedro sin cierta solemnidad sui géneris, valdría tanto como para la conciencia de un cristiano viejo un buen creyente sin bautizar, símil en que, sin duda alguna se fundaron los académicos de mi lugar para llamar á dicha ceremonia mojar el asunto.


Leer / Descargar texto

Dominio público
10 págs. / 19 minutos / 39 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Romería del Carmen

José María de Pereda


Cuento


I

Yo deploro ese espíritu inquieto y ambicioso que viene, años hace, apoderándose del hombre; yo abomino ese monstruo de pulmones de hierro que, devorando distancias y taladrando el corazón de las montañas, ha arrojado de nuestros pacíficos solares las tradiciones risueñas y el inocente bienestar de los patriarcas.

Me apresuro a advertir que esto no lo digo yo. Quien lo dice, y mucho más, a todas las horas del día, es mi respetable amigo el señor don Anacleto Remanso.

Necesito decir a ustedes quién es y de dónde viene este apreciable sujeto.

Don Anacleto era allá por el año 15 un mozo perfectamente reputado en el comercio de esta plaza. Tenía excelente letra y manejaba los libros con rara inteligencia. Merced a estas cualidades, su principal le aumentó el modestísimo sueldo que había estado ganando durante doce años, y cuando hubieron pasado seis más, le interesó en los negocios de la casa. Con este pie de fortuna, y gracias a no sé qué plaga que llovió sobre los trigos extranjeros tiempo andando, don Anacleto se encontró de la noche a la mañana con un capital neto de veinte mil duros. Entonces se plantó, contrajo matrimonio con una honesta doncella, su contemporánea; y libre de las penas y zozobras que torturan el alma de los que fían su bienestar en el acrecentamiento de la fortuna, comenzó a gustar las delicias de la paz del hogar, tras una sabrosísima luna de miel.

No hace a mi propósito seguir a este buen señor paso a paso en todos los de su vida hasta el año 48, época en que yo le conocí.


Leer / Descargar texto

Dominio público
23 págs. / 41 minutos / 38 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Dos Sistemas

José María de Pereda


Cuento


I

Se fue a la Habana en 1801, en el sollado de un bergantín, entre otros cien muchachos, también montañeses, también pobres y también aspirantes a capitalistas. Unos de la fiebre amarilla, en cuanto llegaron; otros de hambre, otros de pena y otros de fatigas y trabajos más tarde, todos fueron muriendo poco a poco. Él solo, más robusto, más animoso o más afortunado, logró sobreponerse a cuantos obstáculos se atravesaban delante de sus designios.

Treinta años pasó en la oscuridad de un roñoso tugurio, sin aire, sin descanso, sin libertad y mal alimentado, con el pensamiento fijo constantemente en el norte de sus anhelos. Una sola idea extraña a la que le preocupaba, que con ésta se hubiese albergado en su cerebro, le hubiera quizá separado de su camino.

Creo que fue Balmes quien dijo que el talento es un estorbo cuando se trata de ganar dinero. Nada más cierto. La práctica enseña todos los días que, sin ser un monstruo de fortuna, nadie la conquista luchando a brazo partido con ella, si le distrae de su empeño la más leve preocupación de opuesto género. De aquí que no inspiren compasión los sufrimientos del hombre que aspira a ser rico por el único afán de serlo. En el placer que le causa cada moneda que halla de más en su caja, ¿no está bien remunerado el trabajo que le costó adquirirla? ¡Ay del desdichado que busca el oro como medio de realizar empresas de su ingenio!

No le tenía muy pronunciado el mozo en cuestión, por dicha suya. Así fue que, dándosele una higa porque a sus oídos jamás llegara una palabra de cariño ni a su pecho una pasión generosa, echó un día una raya por debajo de la columna de sus haberes, y se halló dueño absoluto de un caudal limpio, mondo y lirondo, de cincuenta mil duros; sumó después los años que él contaba, y resultaron cuarenta y cinco.

—¡Alto! —se dijo entonces—; reflexionemos ahora.

Y reflexionó.


Leer / Descargar texto

Dominio público
19 págs. / 34 minutos / 34 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Un Tipo Más

José María de Pereda


Cuento


Corría el mes de noviembre: hacía poco más de una hora que había amanecido, y llovía a cántaros. Excusado creo decir que aún me hallaba yo en la cama, tan abrigadito y campante, gozando de ese dulce sopor que está a dos dedos del sueno y a otros tantos del desvelo, pero que, sin embargo, dista millares de leguas de los dolores, amarguras y contrariedades de la vida; estado feliz de inocente abandono en que la imaginación camina menos que una carreta cuesta arriba, y no procura más luz que la estrictamente necesaria para que la perezosa razón comprenda la bienaventuranza envidiable que disfrutan en esta tierra escabrosa los tontos de la cabeza. Punto y seguido. Abrieron de pronto la puerta de mi cuarto, y avisáronme la llegada de una persona que deseaba hablarme con mucha urgencia.


Leer / Descargar texto

Dominio público
22 págs. / 39 minutos / 34 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Un Marino

José María de Pereda


Cuento


Marino, como ustedes saben muy bien, significa genéricamente, hombre que se dedica á la navegación, que profesa la náutica, empleado en la marina, etc., etc.

Pero «un marino» en Santander, hasta hace muy pocos años, hasta que llegó á la clásica tierra de los garbanzos ese airecillo que aclimató la crinolina en Bezana y la cerveza en San Román, significaba otra cosa más concreta y determinada. «Un marino» significaba, precisamente, un joven de veinte á treinta años, con patillas á la catalana, tostado de rostro, cargado de espaldas, de andar tardo y oscilante, como buque entre dos mares, con chaquetón pardo abotonado, gorra azul con galón de oro y botón de ancla, corbata de seda negra al desgaire, botas de agua, mucha greña, y cada puño como una mandarria.

«Un marino» no era capitán, ni contramaestre, ni simplemente marinero; era, por precisión, tercero, ó examinado de segundo, ó, á lo sumo, piloto en efectividad.

Cuando estudiaba en el Instituto, no se había embarcado jamás, y, sin embargo, ya era tostado de color y cargado de hombros, y se balanceaba al andar…; en fin, ya olía á brea y alquitrán. Cualquiera diría que, como destinado á la mar, estaba construído de macho de trinquete ó de piezas de cuaderna, y no de carne y hueso como nosotros.

Entonces se llamaba náutico, y se largaba cada piña que derrengaba.

La clase de filosofía que contaba con un par de estos alumnos que sacase la cara por ella, ya se creía capaz de hacer frente á la pandilla de Cuco, el del muelle de las Naos, ó al rebaño de mozos más aguerridos de Monte.

Correrla entre nosotros, equivalía á pasar las horas de la cátedra jugando á paso en el Prado de Viñas, ó pescando luciatos en el Paredón, ó acometiendo alguna empresa inocente en el Alta.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 20 minutos / 33 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Los Bailes Campestres

José María de Pereda


Cuento


En una ocasión, hallándose en la romería de San Juan, ó en la de San Pedro, ó en la de San Roque, ó en la de Santiago, ó en la de los Mártires, pues la crónica no lo fija bien; hallándose, digo, en una de estas romerías más de nueve petimetres santanderinos, y no menos de diez damiselas de copete, y hallándose más que regularmente aburridos, lo cual es de necesidad en una romería mientras en ella no se hace otra cosa que ver, oir y brujulear, resolvieron los primeros proponer á las segundas, con las respetuosas salvedades de costumbre, un honesto entretenimiento que, ajustándose en lo posible al carácter del sitio y de la ocasión, fuese digno de las distinguidas personas que se aburrían. Las pudibundas jóvenes aceptaron la propuesta en cuanto al fin. Por lo que hace al modo; los atentísimos galanes, después de discurrir breves instantes, no hallaron, así por razón de honestidad como por razón de sitio, causa, etc., nada más á propósito que un baile improvisado. Las mujeres de entonces, como las de ahora, juzgaban de buena fe que no era un abuso de lenguaje, ó cuando menos, un error de observación, la honestidad, del baile; y no dudaron un instante en aceptar el propuesto, con tal que fuese por lo fino, y no al grosero estilo de los populares, como los que tenían delante y formaban el principal objeto de la romería; exigencia que manifiesta bien claro, que también, en el concepto de aquellas escrupulosas beldades, las cabriolas y escarceos, según que se ejecuten de abajo arriba (more plebeyo) ó de acá para allá y en derredor (more aristocrático), son pecaminosos y groseros, ó edificantes y solemnes…. Digo, pues, que se aceptó la proposición del baile con la restricción consabida, y añado que los proponentes se adhirieron á ella con tanta mayor decisión, cuanto que, á fuer de señores, nunca entró en sus ánimos bailar de otra manera. Acto continuo se procedió á la ejecución del pensamiento.


Leer / Descargar texto

Dominio público
14 págs. / 24 minutos / 33 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Día 4 de Octubre

José María de Pereda


Cuento


I

Desde luego advierto al lector que esta fecha no viene aquí con la pretensión de figurar entre las muy justamente célebres que guardan los fastos españoles, ni pertenece siquiera al catálogo de esas otras de flamante cuño que, no mereciendo, por ningún estilo, que la imparcial severa Historia las registre en sus páginas, andan indocumentadas pidiendo hospitalidad de puerta en puerta y rebotando de periódico en periódico, á manera de proyectil elástico. Hablo de los diez de abril, tres de octubre, siete de julio veintinueve de septiembre, y otras ejusdem farinoe, no menos zarandeadas, en estos tiempos que corremos, por los campeones de la política militante, ya como gloria, ya como afrentas.

Tampoco se halla impresa en ninguna parte con sangre de libres ni de esclavos, ni recuerda patíbulos, ni asonadas, ni siquiera un mal cintarazo. Por tanto, no aspira á que el país la recuerde sólo con que yo se la cite. Más humilde en su origen y en sus aspiraciones, se cree muy honrada con que unos cuantos pueblos de la Montaña y yo la evoquemos con inocente complacencia: ellos, por lo que afecta á sus caros intereses: yo, por el que me tomo siempre en cuanto sirve de satisfacción á los demás.


Leer / Descargar texto

Dominio público
12 págs. / 21 minutos / 30 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

12345