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El Matadero

Esteban Echeverría


Cuento


A pesar de que la mía es historia, no la empezaré por el arca de Noé y la genealogía de sus ascendientes como acostumbraban hacerlo los antiguos historiadores españoles de América que deben ser nuestros prototipos. Temo muchas razones para no seguir ese ejemplo, las que callo por no ser difuso. Diré solamente que los sucesos de mi narración, pasaban por los años de Cristo de 183… Estábamos, a más, en cuaresma, época en que escasea la carne en Buenos Aires, porque la iglesia adoptando el precepto de Epitecto, sustine abstine (sufre, abstente) ordena vigilia y abstinencia a los estómagos de los fieles, a causa de que la carne es pecaminosa, y, como dice el proverbio, busca a la carne. Y como la iglesia tiene ab initio y por delegación directa de Dios el imperio inmaterial sobre las conciencias y estómagos, que en manera alguna pertenecen al individuo, nada más justo y racional que vede lo malo.

Los abastecedores, por otra parte, buenos federales, y por lo mismo buenos católicos, sabiendo que el pueblo de Buenos Aires atesora una docilidad singular para someterse a toda especie de mandamiento, solo traen en días cuaresmales al matadero, los novillos necesarios para el sustento de los niños y de los enfermos dispensados de la abstinencia por la Bula…, y no con el ánimo de que se harten algunos herejotes, que no faltan, dispuestos siempre a violar los mandamientos carnificinos de la iglesia, y a contaminar la sociedad con el mal ejemplo.


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19 págs. / 33 minutos / 3.275 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Fistol del Diablo

Manuel Payno


Novela


Primera parte

I. Visita misteriosa

Arturo tenía 22 años. Su fisonomía era amable y conservaba la frescura de la juventud y el aspecto candoroso que distingue a las personas cuyo corazón no ha sufrido las tormentas y martirios de las pasiones.

Arturo había sido enviado por sus padres a educarse en un colegio de Inglaterra; y allí, entre los estudios y los recreos inocentes, se había desarrollado su juventud, vigilada por severos maestros. Las nieblas de Inglaterra, el carácter serio y reflexivo de los ingleses y la larga separación de su familia, habían hecho el genio de Arturo un poco triste.

Conocía el amor por instinto, lo deseaba como una necesidad que le reclamaba su corazón, pero nunca lo había experimentado en toda su fuerza; y excepto algunas señas de inteligencia que había hecho a una joven que vivía cerca del colegio, no podía contar más campañas amorosas.

Concluidos sus estudios, regresó a México al lado de su familia, que poseía bastantes comodidades para ocupar una buena posición en la sociedad. Al principio, Arturo extrañó las costumbres inglesas y hasta el idioma; mas poco a poco fue habituándose de nuevo al modo de vivir de su país, y notó además que los ojuelos negros de las mexicanas, su pulido pie y su incomparable gracia, merecían una poca de atención.

El carácter de Arturo se hizo más melancólico, y siempre que volvía de una concurrencia pública, reñía a los criados, le disgustaba la comida, maldecía al país y a su poca civilización, y concluía por encerrarse en su cuarto con un fastidio y un mal humor horribles, cuya causa él mismo no podía adivinar.

Una de tantas noches en que aconteció esto y en que se disponía a marcharse al teatro, se quedó un momento delante de su espejo, pensando que si su figura no era un Adonis, podría al menos hacer alguna impresión en el ánimo de las jóvenes.


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Dominio público
1.588 págs. / 1 día, 22 horas, 20 minutos / 5.599 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

Divinas Palabras

Ramón María del Valle-Inclán


Teatro


Dramatis personae

LUCERO, QUE OTRAS VECES SE LLAMA SÉPTIMO MIAU Y COMPADRE MIAU.
POCA PENA, SU MANCEBA.
JUANA LA REINA Y EL HIJO IDIOTA.
PEDRO GAILO, SACRISTÁN DE SAN CLEMENTE; MARI-GAILA, SU MUJER, Y SIMONIÑA, NACIDA DE LOS DOS.
ROSA LA TATULA, VIEJA MENDIGA.
MIGUELÍN EL PADRONÉS, MOZO LEÑADOR.
UN CHALÁN.
MUJERUCAS QUE LLENAN LOS CÁNTAROS EN LA FUENTE.
MARICA DEL REINO CON OTRAS MUJERUCAS.
UN ALCALDE PEDÁNEO.
UNA RAPAZA.
EL CIEGO DE GONDAR.
EL VENDEDOR DE AGUA DE LIMÓN.
UN PEREGRINO.
LA PAREJA DE CIVILES.
UN MATRIMONIO DE LABRIEGOS CON UNA HIJA ENFERMA.
LA VENTERA.
SERENÍN DE BRETAL.
UNA VIEJA EN UN VENTANO.
UNA MUJER EN PREÑEZ.
OTRA VECINA.
UN SOLDADO CON EL CANUTO DE LA LICENCIA.
LUDOVINA LA TABERNERA.
TROPAS DE RAPACES CON BURLAS Y CANCIONES.
BEATERÍO DE VIEJAS Y MOZAS.
BENITA LA COSTURERA.
QUINTÍN PINTADO.
MILON DE LA ARNOYA.
COIMBRA, PERRO SABIO.
COLORÍN, PÁJARO ADIVINO.
EL TRASGO CABRÍO.
UN SAPO ANÓNIMO QUE CANTA EN LA NOCHE.
FINAL DE GRITOS Y ATURUJOS MOCERILES.

Jornada primera

Escena primera

San Clemente, anejo de Viana del Prior. Iglesia de aldea sobre la cruz de dos caminos, en medio de una quintana con sepulturas y cipreses. PEDRO GAILO, el sacristán, apaga los cirios bajo el pórtico románico. Es un viejo fúnebre, amarillo de cara y manos, barbas mal rapadas, sotana y roquete. Sacude los dedos, sopla sobre las yemas renegridas, las rasca en las columnas del pórtico. Y es siempre a conversar consigo mismo, huraño el gesto, las oraciones deshilvanadas.

PEDRO GAILO:


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Dominio público
62 págs. / 1 hora, 49 minutos / 1.523 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

De la Tranquilidad del Ánimo

Lucio Anneo Séneca


Filosofía, Tratado


Capítulo I

Haciendo de mí examen, en mí, oh amigo Sereno, se manifestaron unos vicios tan descubiertos que casi se podían cortar con la mano, y otros más escondidos y no continuados, sino que a ciertos intervalos volvían; y a éstos los tengo por molestísimos, porque, como enemigos vagos, asaltan en las ocasiones, sin dar lugar a estar prevenidos como en tiempo de guerra, ni descuidados como en la paz. Hállome en estado (justo es confesarte la verdad, como a médico) que ni me veo libre de estas culpas que temía y aborrecía, ni me hallo de todo punto rendido a ellas. Véome en tal disposición, que si no es la peor, es por lo menos lamentable y fastidiosa. Ni estoy enfermo ni tengo salud, y no quiero que me digas que los principios de todas las virtudes son tiernos, y que con el tiempo cobran fuerza; porque no ignoro que aun las cosas en que se trabaja por la estimación, como son las dignidades y la fama de elocuentes, con todo lo demás que pende de parecer ajeno, se fortifica con el tiempo, y que así las cosas que tienen verdaderas fuerzas como las que se dejan sobornar con alguna vanidad, esperan a que poco a poco las dé color la duración. Tras esto recelo que la misma costumbre que suele dar constancia a las cosas, no me introduzca más en lo interior los vicios. La conversación larga, así de bienes como de males, engendra amor. Cuál sea esta enfermedad del ánimo perplejo en lo uno y en lo otro, sin ir con fortaleza a lo bueno ni a lo malo, no lo podré mostrar tan bien diciéndolo junto, cuanto dividiéndolo en partes. Diréte lo que a mí me sucede; tú puedes dar nombre a la enfermedad. Estoy poseído de un grande amor a la templanza; así lo confieso. Agrádame la cama no adornada con ambición; no me agrada la vestidura sacada del cofre y prensada con mil tormentos que la fuercen a hacer diferentes visos, sino la casera y común, en que ni hubo cuidado de guardarla ni le ha de haber en ponerla.


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Dominio público
36 págs. / 1 hora, 3 minutos / 2.828 visitas.

Publicado el 14 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

David Copperfield

Charles Dickens


Novela


PREFACIO

Difícilmente podré alejarme lo bastante de este libro, to­davía en las primeras emociones de haberlo terminado, para considerarlo con la frialdad que un encabezamiento así re­quiere. Mi interés está en él tan reciente y tan fuerte y mis sentimientos tan divididos entre la alegría y la pena (alegría por haber dado fin a mi tarea, pena por separarme de tantos compañeros), que corro el riesgo de aburrir al lector, a quien ya quiero, con confidencias personales y emociones ínti­mas.

Además, todo lo que pudiera decir sobre esta historia, con cualquier propósito, ya he tratado de decirlo en ella.

Y quizá interesa poco al lector el saber la tristeza con que se abandona la pluma al terminar una labor creadora de dos años, ni la emoción que siente el autor al enviar a ese mundo sombrío parte de sí mismo, cuando algunas de las criaturas de su imaginación se separan de él para siempre.

A pesar de todo, no tengo nada más que decir aquí, a menos de confesar (lo que sería todavía menos apropiado) que estoy seguro de que a nadie, al leer esta historia, podrá parecerle más real de lo que a mí me ha parecido al escri­birla.

Por lo tanto, en lugar de mirar al pasado miraré al porve­nir. No puedo cerrar estos volúmenes de un modo más agra­dable para mí que lanzando una mirada llena de esperanza hacia los tiempos en que vuelvan a publicarse mis dos hojas verdes mensuales, y dedicando un pensamiento agradecido al sol y a la lluvia que hayan caído sobre estas páginas de DAVID COPPERFIELD, haciéndome feliz.

Londres, octubre de 1850.


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Dominio público
1.105 págs. / 1 día, 8 horas, 14 minutos / 1.730 visitas.

Publicado el 16 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Los Viajes de Gulliver

Jonathan Swift


Novela, Viajes, Sátira


Primera parte. Un viaje a Liliput

Capítulo I

El autor da algunas referencias de sí y de su familia y de sus primeras inclinaciones a viajar. Naufraga, se salva a nado y toma tierra en el país de Liliput, donde es hecho prisionero e internado...

Mi padre tenía una pequeña hacienda en Nottinghamshire. De cinco hijos, yo era el tercero. Me mandó al Colegio Emanuel, de Cambridge, teniendo yo catorce años, y allí residí tres, seriamente aplicado a mis estudios; pero como mi sostenimiento, aun siendo mi pensión muy corta, representaba una carga demasiado grande para una tan reducida fortuna, entré de aprendiz con míster James Bates, eminente cirujano de Londres, con quien estuve cuatro años, y con pequeñas cantidades que mi padre me enviaba de vez en cuando fuí aprendiendo navegación y otras partes de las Matemáticas, útiles a quien ha de viajar, pues siempre creí que, más tarde o más temprano, viajar sería mi suerte. Cuando dejé a míster Bates, volví al lado de mi padre; allí, con su ayuda, la de mi tío Juan y la de algún otro pariente, conseguí cuarenta libras y la promesa de treinta al año para mi sostenimiento en Leida. En este último punto estudié Física dos años y siete meses, seguro de que me sería útil en largas travesías.


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Dominio público
303 págs. / 8 horas, 51 minutos / 747 visitas.

Publicado el 5 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Lord Jim

Joseph Conrad


Novela


A Mr. y Mrs. Hope con agradecido afecto, después de muchos años de amistad.

Joseph Conrad


No cabe duda de que cualquier convicción gana infinitamente en cuanto otra alma cree en ella.

Novalis

Nota del autor

Cuando esta novela se publicó en forma de libro, circuló la idea de que me había dejado arrebatar por ella. Algunos críticos sostuvieron que la obra, que comenzó como un cuento corto, había escapado al dominio del autor. Uno o dos descubrieron pruebas internas del hecho, cosa que pareció divertirles mucho. Señalaron las limitaciones de la forma narrativa. Argumentaron que no podía esperarse que un hombre hablara tanto tiempo y otros escucharan durante tan largo rato. No era muy creíble, dijeron.

Después de pensarlo unos dieciséis años, no estoy tan seguro. Se ha sabido de hombres, tanto en los trópicos como en la zona templada, que permanecieron despiertos la mitad de la noche "intercambiándose relatos". Pero este es un solo relato, aunque con interrupciones que ofrecen cierta medida de alivio; y en consideración a la resistencia del lector, es preciso aceptar el postulado de que la narración era interesante. Es el supuesto preliminar necesario. Si no hubiese creída que era interesante, no habría empezado a escribirla. En cuanto ala simple posibilidad física, todos sabemos que algunos discursos del Parlamento ocuparon más bien seis que tres horas, en tanto que toda la parte del libro que es el relato de Marlow puede leerse en voz alta, diría yo, en menos de tres horas. Además —aunque eliminé de la narración, con criterio estricto, todo tipo de detalles insignificantes por el estilo—, podemos presumir que esa noche tiene que haber habido algún refrigerio, un vaso de agua mineral, o algo así, para ayudar al narrador a seguir adelante.


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407 págs. / 11 horas, 53 minutos / 279 visitas.

Publicado el 20 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Ideocracia

Miguel de Unamuno


Ensayo, filosofía, política


De la tiranías todas, la más odiosa me es, amigo Maeztu, la de las ideas; no hay cracia que aborrezca más que la ideocracia, que trae consigo, cual obligada secuela, la ideofobia, la persecución, en nombre de unas ideas, de otras tan ideas, es decir, tan respetables o tan irrespetables como aquéllas. Aborrezco toda etiqueta; pero si alguna me habría de ser más llevadera es la de ideoclasta, rompeideas. ¿Que cómo quiero romperlas? Como las botas, haciéndolas mías y usándolas.

El perseguir la emisión de esas ideas a que se llama subversivas o disolventes, prodúceme el mismo efecto que me produciría el que, en previsión del estallido de una caldera de vapor, se ordenase romper el manómetro en vez de abrir la válvula de escape. Al afirmar con profundo realismo Hegel que es todo idea, redujo a su verdadera proporción a las llamadas por antonomasia ideas, así como al comprender que es milagroso todo cuanto nos sucede, se nos muestran, a su más clara luz, los en especial llamados milagros.

Idea es forma, semejanza, species… ¿Pero forma de qué? He aquí el misterio: la realidad de que es forma, la materia de que es figura, su contenido vivo. Sobre este misterio giró todo el combate intelectual de la Edad Media; sobre él sigue girando hoy. La batalla entre individualistas y socialistas es, en el fondo lógico, la misma que entre nominalistas y realistas. Esto en el fondo lógico; pero ¿y en el vital? Porque es la forma especial de vida de cada uno lo que le lleva a la mente tales o cuales doctrinas.

¿Que las ideas rigen al mundo? Apenas creo en más idea propulsora del progreso que en la idea-hombre, porque también es idea, esto es, apariencia y forma cada hombre; pero idea viva, encarnada; apariencia que goza y vive y sufre, y que, por fin, se desvanece con la muerte.


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11 págs. / 20 minutos / 379 visitas.

Publicado el 10 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Alquimista

H.P. Lovecraft


Cuento


Allá en lo alto, coronando la cimera cubierta de hierba de un montículo hinchado cuyos lados están arbolados cerca de la base con los árboles nudosos de la selva primitiva, está el viejo château de mis ancestros. Por siglos su alta crestería ha fruncido el ceño al salvaje y escarpado campo circundante, sirviendo como hogar y fortaleza para la casa orgullosa cuyo linaje honrado es más viejo incluso que los muros llenos de musgo del castillo. Estos torreones antiguos, manchadas por las tormentas durante generaciones y desmoronadas bajo la lenta pero poderosa presión del tiempo, formaron en las épocas del feudalismo una de las fortalezas más temidas y formidables de toda Francia. Desde sus matacánes y petriles, y sobre sus cresterías, barones, condes e incluso reyes habían sido desafiados, pero nunca sus amplios pasillos resonaron al paso del invasor.

Pero desde esos gloriosos años todo ha cambiado. Una pobreza poco por encima de la miseria extrema, junto al orgullo de un nombre que prohíbe su alivio por las actividades de la vida comercial, han impedido que los vástagos de nuestro linaje mantengan sus propiedades en su esplendor prístino; y la piedras desprendidas de los muros, la maleza de los parques, el foso seco y polvoriento, los patios mal pavimentados y las torres derrumbadas afuera, así como los suelos hundidos, los boiseries comidos por gusanos, y los tapices descoloridos adentro. Todos cuentan un sombrío cuento de grandeza caída. A medida que pasaban las edades, primero una, y luego otra de las cuatro grandes torres se dejaron en ruinas, hasta que al final una sola torre albergó a los descendientes tristemente reducidos de que una vez fueron los poderosos señores de la finca.


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11 págs. / 20 minutos / 2.848 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Ariel

José Enrique Rodó


Ensayo


Aquella tarde, el viejo y venerado maestro, a quien solían llamar Próspero, por alusión al sabio mago de La Tempestad shakespiriana, se despedía de sus jóvenes discípulos, pasado un año de tareas, congregándolos una vez más a su alrededor.

Ya habían llegado ellos a la amplia sala de estudios, en la que un gusto delicado y severo esmerábase por todas partes en honrar la noble presencia de los libros, fieles compañeros de Próspero. Dominaba en la sala—como numen de su ambiente sereno—un bronce primoroso que figuraba al Ariel de La Tempestad. Junto a este bronce se sentaba habitualmente el maestro, y por ello le llamaban con el nombre del mago a quien sirve y favorece en el drama el fantástico personaje que había interpretado el escultor. Quizá en su enseñanza y su carácter había, para el nombre, una razón y un sentido más profundos.

Ariel, genio del aire, representa, en el simbolismo de la obra de Shakespeare, la parte noble y alada del espíritu. Ariel es el imperio de la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad; es el entusiasmo generoso, el móvil alto y desinteresado en la acción, la espiritualidad de la cultura, la vivacidad y la gracia de la inteligencia, el término ideal a que asciende la selección humana, rectificando en el hombre superior los tenaces vestigios de Calibán, símbolo de sensualidad y de torpeza, con el cincel perseverante de la vida.


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80 págs. / 2 horas, 20 minutos / 577 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2016 por Edu Robsy.

3536373839