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Maleficio

Ramón María Tenreiro


Cuento


Restallaban los truenos con fragor horrísono, despertando los dormidos ecos de los montes, y a su voz estremecíase la decrépita techumbre de la casuca aldeana, cuyas vigas crujían como si fueran a derrumbarse al peso del miedo. El cegante fulgor de los relámpagos abríase paso por las mal unidas tejas y las carcomidas hojas de las ventanas, metíase violento en el mísero hogar e iluminaba, con su luz despiadada, el suelo de tierra de la vivienda, las desnudas paredes de oscura pizarra, el tosco maderamen del tejado, negro del hollín que, año tras año, habían ido depositando en él los humos del llar, que, a falta de chimenea, salían trabajosamente al cielo por las hendiduras de la teja vana, trocando la casa entera en incensario.

Apretujada contra su marido, temblorosa de frío y espanto, la tía Antona respiraba con angustia, gemía y rezaba bajo las mugrientas mantas de la yacija conyugal:

—Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita... ¿Pero tú oyes, hô, tú oyes?... ¡En mi vida toda!... Estos no son truenos. Es que el mundo se hunde y el Señor llama a juicio a sus criaturas.

Pero el tío Mingos gruñía sordamente para que el terror no se le asomara a los labios:

—¡Cállate, mujer! ¡Duérmete!... Es una tronada como todas...

—¡Qué ha de ser!... ¡Si habré visto yo tronadas en los setenta años que Dios ha querido tenerme hasta hoy en el mundo!... ¡Pero como ésta!... ¡Escucha, escucha!... ¡Dios me lo perdone! Es como si el enemigo anduviera levantando las tejas del tejado.

Caía a torrentes la lluvia; azotaba muros y techumbre con un estruendo tal, que por momentos perdíase en él el bronco retumbar de los truenos. Dentro de la casa llovía poco menos que fuera; hasta la propia cama llegaba el agua. El chorrear de las goteras y el fatigoso aliento de la anciana sonaban acompasados en medio del estrépito exterior. Y la vieja pensaba entre suspiros y oraciones:


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Dominio público
13 págs. / 23 minutos / 21 visitas.

Publicado el 1 de noviembre de 2023 por Edu Robsy.

Florecilla

Ramón María Tenreiro


Cuento


“La provincia delta Marca d’ Ancona fu anticamente, a modo che ’l cielo di stelle, adornata di santi ed esemlari frati; i quali, a modo che luminari di cielo, hanno alluminato e adornato 1’ Ordine di santo Francesco e il mondo con esempli e con dot trina.”

—Fioretti di San Francesco.


¡Oh tú, Marca de Ancona, dichosa tierra entre la montaña y el mar, luce tu fama de santidad, como el cielo de estrellas! Cuando en Asís se encendió en pecho humano aquella hoguera de caridad divina que se llamó Francisco, a cuya palabra prendía el fuego de amor en los corazones, como en maduras mieses por agosto, fuiste tú, Marca de Ancona, la tierra que más se abrasó en aquel incendio, la que más apóstoles trajo para la santidad nueva y la que dió más enamorados amadores a la Virgen Pobreza. En tu ribera, se congregaron los peces de tu mar y de tus ríos, al mandato de la voz del hermano Antonio, y a su modo, reverentes, adoraron al Creador. Al pie de los pinos de tus selvas, y entre las quiebras de tus peñascales, hubo franciscanas colmenas, de donde manaba, gota a gota, la miel de la plegaria. ¡Cuántas veces, alguno de aquellos santos ermitaños, arrebatado de un éxtasis, fué suspendido corporalmente en los aires a más de cinco brazas del suelo! ¡Cuántas, los pájaros del bosque venían a posarse domésticamente sobre los hombros y el pecho de los enajenados penitentes, cantando cánticos de mucha maravilla! ¡Cuántas, en fin, los ángeles del Señor, pisaron tus breñales, por templar, con la dulzura de su presencia, la mortificación huraña de los solitarios! ¡Oh, tú, Marca de Ancona, dichosa tierra, luce tu fama de santidad, como el cielo de estrellas!

De la vida de uno de aquellos insignes varones de virtud y fortaleza arranqué yo esta tierna florecilla. Ojalá no pierda su fragancia al ser tratada entre mis manos indignas.


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Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 13 visitas.

Publicado el 1 de noviembre de 2023 por Edu Robsy.

La Codorniz

Ramón María Tenreiro


Cuento


Jamás hubo forzados de galera maltratados con tan negra impiedad por desalmado cómitre como lo éramos aquella docena escasa de rapaces, pollada de Seminario, galeotes del latín, que aprendíamos letras divinas y humanas bajo el áspero azote de un dómine sin entrañas, en la cátedra humilde de la diminuta villa de Somonte. Invierno y verano, mañana y tarde, la angosta callejuela “de la cátedra” llenábase con el sabio zumbar de los pretéritos y supinos que mascullábamos a coro, a cuyo compás movían sus bolillos las niñas que urdían randas en los balcones de las casas fronteras. Mas no pasaba hora sin que sobre la salmodia dormilona de nuestro abejorreo no se alzara la áspera voz del preceptor reprendiéndonos con airados gritos, al tiempo que, con profundo estremecimiento piadoso de las encajeras, resonaban los restallidos de la penca, con que eran tundidas nuestras costillas, y los clamores medrosos del castigado. ¡Infame latín! ¡Malditos Cicerón y Horacio! ¿Qué déspota en el mundo habrá costado tantos sollozos a la humanidad como la infanda Epístola ad Pisones? Con tales procedimientos de enseñanza nuestros lomos eran un puro cardenal, y nuestra mollera, a golpes de puntero, llenábase de chichones por fuera y de gramática por dentro.


Masculino es fustis, axis,
Torris, caulis, sanguis, collis...


¡Horror! ¡Al cabo de sesenta años me escuecen aún los trastazos!


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 19 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2023 por Edu Robsy.

Cena de Ánimas

Ramón María Tenreiro


Cuento


Los dos íbamos solos, encajonados en la tenebrosa berlina de la diligencia, toda llena de humo de tabaco, del agrio vaho de sudores, caballares y humanos, y del trepidante estrépito con que se movía el vehículo: ensordecedor traqueteo de herrajes y ventanillas, opaco y rítmico trote de las mulas, restallidos de tralla y, de cuando en cuando, dominándolo todo, la bronca voz del mayoral, que berreaba, pateando en el pescante casi hasta romper las tablas: —¡Arre! ¡Arre! ¡Vamos ya!... ¡Otro repechito!... ¡Beata! ¡Beata!

Por los minúsculos vidrios delanteros, entre los hierros que sostenían el pescante, descubríamos la danza de las orejudas cabezas de las mulas. Prestamente subían y bajaban, en la perezosa penumbra que derramaba el solitario farol, puesto en lo más alto del coche, a cuyos míseros destellos entreveíamos la parda silueta del postillón, que gobernaba las mulas de guía, cabalgando en una de ellas, blandiendo su látigo como pica de guerra. A ambos lados de la cenicienta carretera, los pinos y castaños de las lindes alzaban sus medrosas fantasmas, negras sobre el plácido cielo, todo temblor de luceros.

A la puerta de fosco caserón solitario paróse la diligencia para mudar de tiro. Abrimos las ventanillas. Al momento nos llenó de dulce bienestar la repentina quietud y silencio, junto con la nocturna fragancia de los pinares, que invadió la berlina. En el sereno espejo del aíre palpitó a lo lejos un largo y crispador aúllo de perro. Otro le respondió más próximo.

—¿Qué hora podrá ser ya? —preguntó cansadamente el paternal amigo que me acompañaba, luego de aspirar con fuerza el humo de su cigarro, cuya roja estrella brilló un momento entre las sombras de la berlina, semialumbrando la canosa barba y la pulida mano, ornada de anillos, del fumador.

—Ya lo oye usted —le respondí sonriente.— Media noche: pasan las ánimas, y se espantan los perros.


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Dominio público
12 págs. / 21 minutos / 20 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2023 por Edu Robsy.

GOLPE AL CORAZON

Maria Carreño


Lo bonito de la vida


Un golpe al corazón

Hola mi nombre es María y soy una chica que siendo sincera pensaba que no le iba a pasar nada en esta vida, pero lastimosamente no es así, por eso quiero contarte lo que me sucedió en el año 2021 hasta el 2022, me considero alguien que en primer lugar no le importa nada, la verdad me da igual todo hasta lo que me pase, pero, este pensamiento puede llegar a cambiarte y mostrarte el otro lado de la moneda.

El año 2021 fue bueno, pero también tenía su lado malo, estaba en mi último año de preparatoria y como todas las chicas de último año empecé a imaginar todo lo que iba a suceder como tener buenas notas, un novio y un vestido increíble, pero aún faltaba algo, resulta que eso no era lo que realmente iba a pasar y a fin de cuentas hizo que mi imaginación empezara a derrumbarse, pero me ayudo a entender muchas cosas y eso el valor de estar con vida.


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2 págs. / 4 minutos / 41 visitas.

Publicado el 30 de octubre de 2023 por María Carreño.

¡Por la Causa!

Javier de Viana


Cuento


I

Llegóse al gran galpón y desmontó sin atender á los perros que ladraron un momento y callaron en seguida al olfatearlo y reconocerlo como hombre de la casa. Con toda calma y con la prolijidad de quien no tiene prisa, quitó la sobrecincha, luego los cojinillos, que dobló por el medio, con la lana para adentro, y los puso con cuidado sobre el barril del agua. De seguida quitó la cincha, el "basto", las caronas y el sudadero, y agrupándolo todo con cuidado, formó un lío que fué á depositar en un rincón sobre unas pilas de cueros vacunos.

Con una daga de mango de plata labrada y larga hoja afilada, refregó los lomos sudorosos de su cabalgadura, levantando el pelo, para que refrescaran.

Todo esto fué hecho en el mayor silencio. Al ladrido de los perros, un hombre había asomado las narices por la puerta de la cocina, y una vez enterado de quién era el visitante, hizo más ó menos lo que habían hecho los perros momentos antes.

El forastero no se inquietó ni poco ni mucho con aquel recibimiento, al cual parecía estar acostumbrado, y tomando su caballo por el cabestro, lo llevó hasta un potrerito distante pocos metros de allí y que él sabía rico en pasturas y sobrado en acequias.

Cuando regresó jugando con el rebenque plateado—sujeto á la muñeca por una cinta celeste, bastante descolorida—, el dueño de la casa lo esperaba en el galpón.

Se estrecharon la mano en silencio, serios, fríos y ceremoniosos los dos.

—Vamos padentro—había dicho secamente el dueño de casa; y ambos echaron á andar hacia las habitaciones.

La estancia, aparte de los galpones y una serie de ranchos que constituían la cocina, la despensa, la "troja" y las piezas de los peones, era un largo edificio de sólidos muros de piedra y rojo techo de tejas.


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Dominio público
24 págs. / 42 minutos / 26 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2023 por Edu Robsy.

Paz en la Guerra

Miguel de Unamuno


Novela


I

por los años de cuarenta y tantos una tienducha de las que ocupaban medio portal á lo largo, abriéndose por una compuerta colgada del techo, y que á él se enganchaba una vez abierta; una chocolatería llena de moscas, en que se vendía variedad de géneros, una minita que iba haciendo rico á su dueño, al decir de los vecinos. Era dicho corriente el de que en el fondo de aquellas casas viejas de las siete calles, debajo de los ladrillos tal vez, hubiese saquillos de peluconas, hechas, desde que se fundó la villa mercantil, ochavo á ochavo, con una inquebrantable voluntad de ahorro.

A la hora en que la calle se animaba, á eso del medio día, solíase ver al chocolatero de codos en el mostrador, y en mangas de camisa, que hacían resaltar una carota afeitada, colorada y satisfecha.

Pedro Antonio Iturriondo había nacido con la Constitución, el año doce. Fueron sus primeros de aldea, de lentas horas muertas á la sombra de los castaños y nogales ó al cuidado de la vaca, y cuando de muy joven fué llevado á Bilbao á aprender el manejo del majadero bajo la inspección de un tío materno, era un trabajador serio y tímido. Por haber aprendido su oficio durante aquel decenio patriarcal debido á los cien mil hijos de San Luís, el absolutismo simbolizó para él una juventud calmosa, pasada á la penumbra del obrador los días laborables, y en el baile de la campa de Albia los festivos. De haber oído hablar á su tío de realistas y constitucionales, de apostólicos y masones, de la regencia de Urgel y del ominoso trienio del 20 al 23 que obligara al pueblo, harto de libertad según el tío, á pedir inquisición y cadenas, sacó Pedro Antonio lo poco que sabía de la nación en que la suerte le puso, y él se dejaba vivir.


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Dominio público
314 págs. / 9 horas, 10 minutos / 92 visitas.

Publicado el 11 de octubre de 2023 por Edu Robsy.

Los Míseros

Carmen de Burgos


Novela corta


I. En la playa

Aquella amplia playa, frente aquella extensión de mar tan grandiosa, parecía profanada con los toldos de lona y los cucuruchos de las tiendas de los bañistas.

No se avenían bien la majestad severa del paisaje y el artificio de los veraneantes. En Figueiras da Fox no había, como en Trouville, ni en las playas de moda de las grandes estaciones, una Naturaleza ya dominada por el espectáculo; la playa de Figueiras, frente á la grandiosidad del Atlántico, es bravía aun en los días serenos, aun con la grandiosidad de la inmensa sábana de agua verde que se extiende bajo el cielo.

En el centro del arenal se habían colocado, sobro los píes derechos, unos toldos de dril, festoneados, bajo los que se colocaban sillas de madera, taburetes y banquetas de todas clases para las bañistas, que se sentaban frente al mar. Algunos de aquellos toldos eran de propiedad particular, y se distinguían por el color de sus festones y por las iniciales, en bayeta roja, verde ó amarilla, que anunciaban el nombre del propietario. Los otros eran públicos, y por la módica cantidad de veinticinco reis se podían ocupar á voluntad.

Detrás de estos toldos estaban las casetas de lona donde se vestían y desnudaban los bañistas para cruzar toda la arena, entre las miradas de los curiosos, hasta llenar á la orilla del agua.

La extensión del mar se perdía á lo lejos, confundiendo su verdor lechoso con el pizarra del cielo; y parecía llegar siempre con coraje á la playa. levantándose en una ola amenazadora, que venía furiosa á quebrarse en el sitio mismo donde estaban los bañistas.

Una multitud abigarrada paseaba por delante de los toldos ó se agrupaba á la orilla del mar para ver á las que se bañaban dar sus saltos, cabriolas y gritos, agarradas al bañero.


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Dominio público
27 págs. / 48 minutos / 79 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2023 por Edu Robsy.

Cuentos Completos

Baldomero Lillo


Cuentos, colección


Cambiadores

—Dígame usted, ¿qué cosa es un cambiador?

—Un cambiador, un guardagujas como más propiamente se le llama, es un personaje importantísimo en toda línea ferroviaria.

—¡Vaya, y yo que todavía no he visto a ninguno y eso que viajo casi todas las semanas!

—Pues, yo he visto a muchos, y ya que usted se interesa por conocerlos, voy a hacerle una pintura del cambiador, lo más fielmente que me sea posible.

Mi simpática amiga y compañera de viaje dejó a un lado el libro que narraba un descarrilamiento fantástico, debido a la impericia de un cambiador, y se dispuso a escucharme atentamente.

—Ha de saber usted —comencé, esforzando la voz para dominar el ruido del tren lanzado a todo vapor— que un guardagujas pertenece a un personal escogido y seleccionado escrupulosamente.

Y es muy natural y lógico que así sea, pues la responsabilidad que afecta al telegrafista o jefe de estación, al conductor o maquinista del tren, es enorme, no es menor la que afecta a un guardagujas, con la diferencia de que si los primeros cometen un error puede éste, muchas veces, ser reparado a tiempo; mientras que una omisión, un descuido del cambiador es siempre fatal, irremediable. Un telegrafista puede enmendar el yerro de un telegrama, un jefe de estación dar contraorden a un mandato equivocado, y un maquinista que no ve una señal puede detener, si aún es tiempo, la marcha del tren y evitar un desastre, pero el cambiador, una vez ejecutada la falsa maniobra, no puede volver atrás. Cuando las ruedas del bogue de la locomotora muerden la aguja del desvío, el cambiador, asido a la barra del cambio, es como un artillero que oprime aún el disparador y observa la trayectoria del proyectil.


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Dominio público
509 págs. / 14 horas, 52 minutos / 74 visitas.

Publicado el 2 de octubre de 2023 por Edu Robsy.

Relatos Varios

Baldomero Lillo


Cuentos, colección


El calabozo número 5

—¡Bah! ¡Un carcelero!

—Que tiene un corazón de oro.

La irónica mirada que me dirigió Rafael picó vivamente mi amor propio.

—¿De modo —insistí— que niegas que don Serafín, por el puesto que desempeña, sea un hombre bueno, de sentimientos nobles y humanitarios? Pues yo te aseguro que es la persona más culta, agradable y afectuosa que he conocido.

La incredulidad y el escepticismo de mi interlocutor para apreciar las acciones de los demás me ponía nervioso, y generalmente nuestras polémicas sobre este tópico terminaban en disputa.

Esta vez la controversia me excitaba más que de costumbre, pues se trataba de una persona a quien yo conocía muy de cerca. Era mi vecino y nos unían relaciones estrechas y cordiales.

—Amable, sí, no lo niego. Demasiado amable y además tiene la mirada falsa.

Esto ya era demasiado y deteniéndome bruscamente sujeté por un brazo al doctor que caminaba silencioso a mi derecha y dije a Rafael, con el tono seguro y convencido del que se encuentra en terreno sólido.

—Esta vez, maldiciente incorregible, tendrás que confesar, mal que te pese, que te has equivocado.

Los tres nos hallábamos en ese instante a cien metros escasos de la entrada principal de la cárcel penitenciaria. La pesada y sombría fachada del edificio se destacaba entre los altos olmos de la avenida y bajo el cielo gris plomizo de aquella mañana de otoño, con tonos lúgubres que despertaban en el espíritu las ideas melancólicas q1ue evocan las tumbas y los cementerios.

Ahí, detrás de aquellos muros, reinaba también la muerte, pero una muerte más fría, más callada, más pavorosa que la pálida moradora del campo santo.


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Dominio público
85 págs. / 2 horas, 30 minutos / 35 visitas.

Publicado el 2 de octubre de 2023 por Edu Robsy.

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