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Novelas Amorosas y Ejemplares

María de Zayas y Sotomayor


Cuento


Aprobación y licencia

APROBACIÓN DEL MAESTRO JOSEPH DE VALDIVIELSO

Este Honesto y entretenido Sarao que mandó ver el señor don Juan de Mendieta, Vicario General en esta Corte, y que escribió doña María de Zayas, no hallo cosa no conforme a la verdad católica de nuestra santa madre Iglesia ni disonante a las buenas costumbres. Y cuando a su Autora, por ilustre emulación de las Corinnas, Safos y Aspasias no se le debiera dar la licencia que pide, por dama y hija de Madrid me parece que no se le puede negar. Madrid, y Junio de 1634.

El M. Joseph de Valdivielso

LICENCIA:

El Doctor Juan de Mendieta, Vicario General desta Villa y su partido, etc. Por la presente, por lo que a Nos toca, damos licencia para que se pueda imprimir e imprima este libro. Tratado honesto y entretenido sarao, compuesto por doña María de Zayas, atento lo he hecho ver y no hay cosa en él contra nuestra santa fe y buenas costumbres. Dada en Madrid, a cuatro de junio de 1634.

El Doct. Juan de Mendieta

Por su mandado,

Juan Francisco de Haro, Not.

Introducción

Juntáronse a entretener a Lisis, hermoso milagro de la naturaleza y prodigioso asombro desta corte (a quien unas atrevidas cuartanas tenían rendidas sus hermosas prendas), la hermosa Lisarda, la discreta Matilde, la graciosa Nise y la sabia Filis, todas nobles, ricas, hermosas y amigas, una tarde de las cortas de diciembre, cuando los yelos y terribles nieves dan causa a guardar las casas y gozar de los prevenidos braseros, que en competencia del mes de julio quieren hacer tiro a las cantimploras y lisonjear las damas para que no echen menos el prado, el río y las demás holguras que en Madrid se usan.


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Dominio público
327 págs. / 9 horas, 32 minutos / 975 visitas.

Publicado el 18 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Soledad

Miguel de Unamuno


Cuento


Soledad nació de la muerte de su madre: ya Leopardi cantó que es riesgo de muerte el nacimiento,

nasce l'uomo a fatica,
ed è rischio di morte il nascimento,

riesgo de muerte para el que nace, riesgo de muerte para quien le da el ser.

La pobre Amparo, la madre de Soledad, había llevado en sus cinco años de casada una vida penumbrosa y calladamente trágica. Su marido era impenetrable y parecía insensible. No sabía la pobre cómo se habían casado; se encontró ligada por matrimonio a aquel hombre como quien despierta de un sueño. Su vida toda de soltera se perdía en una lejanía brumosa, y cuando pensaba en ella se acordaba de sí misma, de la que fue antes de casarse, como de una persona extraña. No podía saber si su marido la quería o la detestaba. Se detenía en casa no más que para comer y dormir, para todo lo animal de la vida; trabajaba fuera, hablaba fuera, se distraía fuera. Jamás dirigió a su pobre mujer una palabra más alta o más agria que otra; jamás la contrarió en nada. Cuando ella, la pobre Amparo, le preguntaba algo, consultaba su parecer, obtenía de él invariablemente la misma respuesta: «¡Bueno, sí; déjame en paz; como tú quieras!». Y este insistente: «¡Como tú quieras!», llegaba al corazón de la pobre Amparo, un corazón enfermo, como un agudo puñal. «¡Como tú quieras! —pensaba la pobre-; es decir, que mi voluntad no merece ni siquiera ser contradicha». Y luego el: «¡Déjame en paz!»; ese terrible: «¡Déjame en paz!», que amarga tantos hogares. En el de Amparo, en el que debía ser hogar de Amparo, esa terrible y agorera paz lo entenebrecía todo.


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Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 1.415 visitas.

Publicado el 25 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Fabricante de Fantasmas

Roberto Arlt


Teatro


Acto primero

Cuadro primero

Escritorio poligonal, separado de un comedor rectangular por un pasillo. Ambas habitaciones,con dos ventanales abiertos permiten distinguir chimeneas y azoteas de la ciudad.

Escena I

MARTINA le cuenta a ELOÍSA que ha ido a ver a una echadora de cartas que acertó que tenía relaciones con un hombre que además de casado era asesino.

Escena II

Dichos y PEDRO.

PEDRO (entrando de la calle y descubriéndose. Es un hombre elegante, pero descuidado. Por momentos, reservado; en otros, explosivo): Buenas tardes. ¿Cómo está, Martina?

ELOÍSA: Buena tardes.

MARTINA: Bien, ¿Y usted?

PEDRO: Aquí... sin novedad. (Sacando del bolsillo un sobre y entregándoselo a ELOÍSA.) Las entradas. (ELOÍSA abre el sobre.)

MARTINA: ¿Van al cine?

ELOÍSA: No, al teatro. ¡Qué fila!

MARTINA (que se aproxima): Sí, muy atrás.

ELOÍSA (a MARTINA): Este, que es un poco sordo, no va a oír nada.

PEDRO (sentándose junto a la mesa y hojeando una revista): No pude ir más temprano.

MARTINA (a ELOÍSA): ¿Por qué no haces el favor de envolverme ese vestido? (ELOÍSA recoge el vestido.)

ELOÍSA: ¿Te vas ya?

MARTINA: Sí.

ELOÍSA: Bueno. (Sale. Pedro continúa leyendo sin mirar a MARTINA, que lo observa.)

Escena III

MARTINA y PEDRO.

MARTINA (después de un intervalo de silencio): ¿Qué novedades tiene el hombre silencioso?

PEDRO: ¿Eh?

MARTINA: Le decía que hace un hermoso tiempo.


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Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 460 visitas.

Publicado el 6 de julio de 2023 por Edu Robsy.

El Licenciado Vidriera

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta


Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas de Tormes, hallaron en ellas, debajo de un árbol durmiendo, a un muchacho de hasta edad de once años, vestido como labrador. Mandaron a un criado que le despertase; despertó y preguntáronle de adónde era y qué hacía durmiendo en aquella soledad. A lo cual el muchacho respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado, y que iba a la ciudad de Salamanca a buscar un amo a quien servir, por sólo que le diese estudio. Preguntáronle si sabía leer; respondió que sí, y escribir también.

­Desa manera ­dijo uno de los caballeros­, no es por falta de memoria habérsete olvidado el nombre de tu patria.

­Sea por lo que fuere ­respondió el muchacho­; que ni el della ni del de mis padres sabrá ninguno hasta que yo pueda honrarlos a ellos y a ella.

­Pues, ¿de qué suerte los piensas honrar? ­preguntó el otro caballero.

­Con mis estudios ­respondió el muchacho­, siendo famoso por ellos; porque yo he oído decir que de los hombres se hacen los obispos.

Esta respuesta movió a los dos caballeros a que le recibiesen y llevasen consigo, como lo hicieron, dándole estudio de la manera que se usa dar en aquella universidad a los criados que sirven. Dijo el muchacho que se llamaba Tomás Rodaja, de donde infirieron sus amos, por el nombre y por el vestido, que debía de ser hijo de algún labrador pobre. A pocos días le vistieron de negro, y a pocas semanas dio Tomás muestras de tener raro ingenio, sirviendo a sus amos con tanta fidelidad, puntualidad y diligencia que, con no faltar un punto a sus estudios, parecía que sólo se ocupaba en servirlos. Y, como el buen servir del siervo mueve la voluntad del señor a tratarle bien, ya Tomás Rodaja no era criado de sus amos, sino su compañero.


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29 págs. / 52 minutos / 1.776 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

El Público

Federico García Lorca


Teatro


Personajes

DIRECTOR
CRIADO
CABALLO BLANCO PRIMERO
CABALLO BLANCO SEGUNDO
CABALLO BLANCO TERCERO
CABALLO BLANCO CUARTO
HOMBRE PRIMERO
HOMBRE SEGUNDO
HOMBRE TERCERO
ARLEQUÍN DIRECTOR
MUJER EN PIJAMA
ELENA
FIGURA DE CASCABELES
FIGURA DE PÁMPANOS
NIÑO
EMPERADOR
CENTURIÓN
JULIETA
CABALLO NEGRO
EL TRAJE DE ARLEQUÍN
EL TRAJE DE BAILARINA
PASTOR BOBO
DESNUDO ROJO
ENFERMERO
ESTUDIANTE PRIMERO
ESTUDIANTE SEGUNDO
ESTUDIANTE TERCERO
ESTUDIANTE CUARTO
ESTUDIANTE QUINTO
DAMA PRIMERA
DAMA SEGUNDA
DAMA TERCERA
DAMA CUARTA
MUCHACHO
LADRÓN PRIMERO
LADRÓN SEGUNDO
TRASPUNTE
PRESTIDIGITADOR
SEÑORA

Cuadro primero

Cuarto del Director.
El Director sentado. Viste de chaqué. Decorado azul. Una gran mano impresa en la pared. Las ventanas son radiografías.

CRIADO.
Señor.

DIRECTOR.
¿Qué?

CRIADO.
Ahí está el público.

DIRECTOR.
Que pase. (Entran cuatro Caballos Blancos).

DIRECTOR.
¿Qué desean? (Los Caballos tocan sus trompetas). Esto sería si yo fuese un hombre con capacidad para el suspiro. ¡Mi teatro será siempre al aire libre! Pero yo he perdido toda mi fortuna. Si no, yo envenenaría el aire libre. Con una jeringuilla que quite la costra de la herida me basta. ¡Fuera de aquí! ¡Fuera de mi casa, caballos! Ya se ha inventado la cama para dormir con los caballos. (Llorando). Caballitos míos.


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Dominio público
38 págs. / 1 hora, 6 minutos / 3.028 visitas.

Publicado el 9 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Así que Pasen Cinco Años

Federico García Lorca


Teatro


Personas

Joven
Viejo
Un niño muerto
Un gato muerto
Criado
Amigo primero
Amigo segundo
La mecanógrafa
La novia
El maniquí del traje de novia
El jugador de rugby
La criada
El padre de la novia
Payaso
Arlequín
Muchacha
Máscaras y jugadores

Acto primero

Biblioteca. El joven está sentado. Viste un pijama azul. El Viejo de chaqué gris, con barba blanca y enormes lentes de oro, también sentado.

JOVEN. No me sorprende.

VIEJO. Perdone...

JOVEN. Siempre me ha pasado igual.

VIEJO. (Inquisitivo y amable.) ¿Verdad?

JOVEN. Sí.

VIEJO. Es que...

JOVEN. Recuerdo que...

VIEJO. (Ríe.) Siempre recuerdo.

JOVEN. Yo...

VIEJO. (Anhelante.) Siga...

JOVEN. Yo guardaba los dulces para comerlos después.

VIEJO. Después, ¿verdad? Saben mejor. Yo también.

JOVEN. Y recuerdo que un día...

VIEJO. (Interrumpiendo con vehemencia.) Me gusta tanto la palabra recuerdo. Es una palabra verde, jugosa. Mana sin cesar hilitos de agua fría.

JOVEN. (Alegre y tratando de convencerse.) Sí, sí, ¡claro! Tiene usted razón. Es preciso luchar con toda idea de ruina, con esos terribles desconchados de las paredes. Muchas veces yo me he levantado a medianoche para arrancar las hierbas del jardín. No quiero hierbas en mi casa ni muebles rotos.

VIEJO. Eso. Ni muebles rotos porque hay que recordar, pero...

JOVEN. Pero las cosas vivas, ardiendo en su sangre, con todos sus perfiles intactos.


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Dominio público
41 págs. / 1 hora, 12 minutos / 741 visitas.

Publicado el 12 de enero de 2022 por Edu Robsy.

Cantar de Mio Cid

Anónimo


Poema épico, Cantar de gesta


Cantar primero. Destierro del Cid

El rey Alfonso envía al Cid para cobrar las parias del rey moro de Sevilla Éste es atacado por el conde castellano García Ordóñez. El Cid, amparando al moro vasallo del rey de Castilla, vence a García Ordóñez en Cabra y le prende afrentosamente. El Cid torna a Castilla con las parias, pero sus enemigos le indisponen con el rey. Éste destierra al Cid.

1

El Cid convoca a sus vasallos; Éstos se destierran con él. – Adiós del Cid a Vivar

Por sus ojos mío Cid va tristemente llorando ;
volvía atrás la cabeza y se quedaba mirándolos.
Miró las puertas abiertas, los postigos sin candados,
las alcándaras vacías, sin pellizones ni mantos,
sin los halcones de caza ni los azores mudados.
Suspiró entonces mío Cid, de pesadumbre cargado,
y comenzó a hablar así, justamente mesurado:
«¡Loado seas, Señor, Padre que estás en lo alto!
Todo esto me han urdido mis enemigos malvados.»

2

Agüeros en el camino de Burgos

Ya aguijaban los caballos, ya les soltaban las riendas.
Cuando de Vivar salieron, vieron la corneja diestra ,
y cuando entraron en Burgos, la vieron a la siniestra.
Movió mío Cid los hombros y sacudió la cabeza:
«¡Albricias, dijo Álvar Fáñez, que de Castilla nos echan
mas a gran honra algún día tornaremos a esta tierra!»

3

El Cid entra en Burgos

Mío Cid Rodrigo Díaz en Burgos, la villa, entró;
hasta sesenta pendones llevaba el Campeador;
salían a verle todos, la mujer como el varón;
a las ventanas la gente burgalesa se asomó
con lágrimas en los ojos, ¡que tal era su dolor!
Todas las bocas honradas decían esta razón:
«¡Oh Dios, y qué buen vasallo, si tuviese buen señor!»


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Dominio público
117 págs. / 3 horas, 26 minutos / 2.000 visitas.

Publicado el 6 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Cuentos Completos

Abraham Valdelomar


Cuento


Cuentos criollos

El caballero Carmelo

I

Un día, después del desayuno, cuando el sol empezaba a calentar, vimos aparecer, desde la reja, en el fondo de la plazoleta, un jinete en bellísimo caballo de paso, pañuelo al cuello que agitaba el viento, sanpedrano pellón de sedosa cabellera negra, y henchida alforja, que picaba espuelas en dirección a la casa.

Reconocímosle. Era el hermano mayor, que años corridos, volvía. Salimos atropelladamente gritando:

–¡Roberto, Roberto!

Entró el viajero al empedrado patio donde el ñorbo y la campanilla enredábanse en las columnas como venas en un brazo y descendió en los de todos nosotros. ¡Cómo se regocijaba mi madre! Tocábalo, acariciaba su tostada piel, encontrábalo viejo, triste, delgado. Con su ropa empolvada aún, Roberto recorría las habitaciones rodeados de nosotros; fue a su cuarto, pasó al comedor, vio los objetos que se habían comprado durante su ausencia, y llegó al jardín.

–¿Y la higuerilla? –dijo.

Buscaba entristecido aquel árbol cuya semilla sembrara él mismo antes de partir. Reímos todos:

–¡Bajo la higuerilla estás!…


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Dominio público
258 págs. / 7 horas, 32 minutos / 3.977 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

Juan de Mairena

Antonio Machado


Miscelánea, aforismos, ensayo


Habla Juan de Mairena a sus alumnos

I

La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.

AGAMENÓN. Conforme.

EL PORQUERO. No me convence.

* * *

(Mairena, en su clase de Retórica y Poética).

—Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa».

El alumno escribe lo que se le dicta.

—Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.

El alumno, después de meditar, escribe: «Lo que pasa en la calle».

MAIRENA. No está mal.

* * *

—Cada día, señores, la literatura es más escrita y menos hablada. La consecuencia es que cada día se escriba peor, en una prosa fría, sin gracia, aunque no exenta de corrección, y que la oratoria sea un refrito de la palabra escrita, donde antes se había enterrado la palabra hablada. En todo orador de nuestros días hay siempre un periodista chapucero. Lo importante es hablar bien: con viveza, lógica y gracia. Lo demás se os dará por añadidura.

* * *

(Sobre el diálogo y sus dificultades).

«Ningún comediógrafo hará nada vivo y gracioso en el teatro sin estudiar a fondo la dialéctica de los humores». Esta nota de Juan de Mairena va acompañada de un esquema de diálogo en el cual uno de los interlocutores parece siempre dispuesto a la aquiescencia, exclamando a cada momento ¡Claro!, ¡claro!, mientras el otro replica indefectiblemente: ¡Oh, no tan claro!, ¡no tan claro! En este diálogo, el uno acepta las razones ajenas casi sin oírlas, y el otro se revuelve contra las propias, ante el asentimiento de su interlocutor.

* * *


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Dominio público
324 págs. / 9 horas, 28 minutos / 1.467 visitas.

Publicado el 5 de enero de 2020 por Edu Robsy.

1819202122