Textos más vistos disponibles | pág. 24

Mostrando 231 a 240 de 6.036 textos encontrados.


Buscador de títulos

textos disponibles


2223242526

Las Ranas

Aristófanes


Teatro, comedia


Noticia preliminar

Baco, en cuyo honor se celebraban los certámenes trágicos y cómicos por haber tenido origen en sus fiestas, cansado de las malísimas tragedias que se representaban después de la muerte de Sófocles y Eurípides, se decide a descender al infierno en busca de un buen poeta. Para conseguir su objeto, y recordando que Hércules había ya realizado empresa tan peligrosa, llama al templo de este héroe, y después de adquirir las noticias necesarias para el viaje, parte acompañado de su esclavo Jantias y disfrazado con la piel de león y la clava de Alcides.

Al llegar a la laguna Estigia, Caronte le admite en su barca, y durante el trayecto óyese el canto de las ranas, que graznan a su sabor, insultando con su estrepitosa alegría las molestias que el dios experimenta. Este episodio completamente desligado de la comedia es, sin embargo, el que le da título.

Después de varias peripecias que ponen de manifiesto la cobardía de Baco, y de sufrir este los insultos y malos tratamientos de dos taberneras y Éaco, que le confunden con Hércules, penetra en el palacio de Plutón, precisamente cuando todo el infierno se halla conmovido por una terrible disputa entre Esquilo y Eurípides, a causa de pretender este ocupar el trono de la tragedia. Baco es elegido juez, y ambos rivales, en una larga escena interesantísima bajo el punto de vista de crítica literaria, se echan en cara todos los vicios y defectos de sus obras. Cansado Esquilo de las sutilezas y argucias de su adversario, propone la prueba decisiva de pesar los versos de uno y otro en una balanza, y consigue un triunfo completo. En vista de lo cual, Baco se lo lleva a la tierra, desentendiéndose del compromiso contraído con Eurípides; y Esquilo, al partir, entrega el cetro trágico a Sófocles, que ha presenciado la discusión con un silencio lleno de modestia.


Leer / Descargar texto

Dominio público
42 págs. / 1 hora, 13 minutos / 320 visitas.

Publicado el 18 de abril de 2023 por Edu Robsy.

Los Cachorros de Aguará-Guazú

Horacio Quiroga


Cuento infantil


Voy a contarles ahora, chiquitos, la historia muy corta de tres cachorritos salvajes que asesiné —bien puede decirse—, llevado por las circunstancias.

Hace ya algún tiempo, poco después del asunto con la serpiente de cascabel, que les conté con detalles, tres indios de Salta enfermos del chucho y castañeteando los dientes, llegaron a venderme tres cachorritos de aguará -guazú casi recién nacidos.

Yo no tenía vacas, ustedes bien saben; ni una mala cabra para alimentar con su leche a los recién nacidos. Iba, pues, a desistir de adquirirlos, por mucho que me interesaran los zorritos, cuando uno de los indios, el más flaco y más tiritante de chucho, me ofreció en venta también dos tarros de leche condensada, que extrajo con gran pena del bolsillo del pantalón.

¿Habrán visto indio más pillo? ¿De dónde podía haber sacado sus tarros de leche? De un ingenio, seguramente. Estos indios de Salta van todos los otoños a trabajar en los ingenios de azúcar de Tucumán. Allí aprenden muchas cosas, Y entre las cosas que aprenden, aprenden a apreciar la bondad de la leche cuando sus chicos están enfermos del vientre.

El indio poseedor de los tarros de leche condensada era seguramente padre de familia . Y pensó con mucha razón que yo le compraría sus tarros para criar a los aguaracitos. Y el demonio de indio acertó, pues yo, entusiasmado con los cachorritos, que compré por un peso los tres, pagué 10 por los dos tarros de leche. Y a más pagué un paquete de tabaco, y un retrato de mi tío, que vio colgado en la carpa. Hasta hoy no sé qué utilidad puede haberle reportado ese retrato de mi tío.

Crié, pues, a los cachorros de aguará-guazú, o gran zorro del Chaco, como también se le llama.


Leer / Descargar texto

Dominio público
3 págs. / 6 minutos / 310 visitas.

Publicado el 22 de enero de 2024 por Edu Robsy.

Páginas Ocultistas y Cuentos Macabros

Helena Blavatsky


Ensayo, cuentos, teosofía, ocultismo


A mi nobilísimo amigo y alter ego el Dr. Eugenio García Gonzalo, preclaro teósofo de nuestra raza,

M. Roso de Luna.

Prólogo

Plato fuerte es, lector, el que te ofrezco. ¡Unos cuentos macabros, unas narraciones ocultistas de la Maestra Blavatsky, ante las cuales palidecen las mayores concepciones del fantástico Hoffmann; las más densas tenebrosidades de Edgar Poe en el delirium tremens de sus astrales embriagueces; los casos más extraños e inexplicables, en fin, coleccionados por la paciencia benedictina de A. Duncker, en su obra Los vampiros en la literatura alemana; por el arte de León Pineau, en sus Viejos cantos populares escandinavos; por Gregorson Campbell, en sus Superstitions of the Highlands and Islands of Scotland collected entirely from oral sources; por E. Cosquin, en susCuentos populares de la Lorena; por Laisnel de la Salle, en sus Souvenirs du vieux temps; por Daniel Deenay, en su Peasant lore from Gaelic Ireland; por Abbott, en su Macedonian Folklore; por Kassof, en sus Costumbres del nordeste de Rusia; por Friedel, en su Folkore de la Pomerancia y del Tirol; por Williams Ridgeway, en su The earty age of Graece; o, en fin, por nuestros. narradores terroristas, estilo jasé Espronceda y Gustavo Adolfo Bécquer!

En calidad y en cantidad a todos ellos supera el consciente arte macabro de la excepcional mujer que antes se nos mostró maravillosa ironista, en Por las grutas y selvas del Indostán, mística aria en su obrita acerca de La Voz del Silencio, y en tomos sucesivos de Comentarios se nos mostrará serena, sabia y archicientífica con sus cinco inmortales libros de Isis sin Velo y La Doctrina Secreta.


Leer / Descargar texto

Dominio público
490 págs. / 14 horas, 18 minutos / 225 visitas.

Publicado el 12 de agosto de 2023 por Edu Robsy.

Robinson Crusoe

Daniel Defoe


Novela


Capítulo 1. PRIMERAS AVENTURAS DE ROBINSON

Nací en 1632, en la ciudad de York, de una buena familia, aunque no de la región, pues mi padre era un extranjero de Brema que, inicialmente, se asentó en Hull. Allí consiguió hacerse con una considerable fortuna como comerciante y, más tarde, abandonó sus negocios y se fue a vivir a York, donde se casó con mi madre, que pertenecía a la familia Robinson, una de las buenas familias del condado de la cual obtuve mi nombre, Robinson Kreutznaer. Mas, por la habitual alteración de las palabras que se hace en Inglaterra, ahora nos llaman y nosotros también nos llamamos y escribimos nuestro nombre Crusoe; y así me han llamado siempre mis compañeros.

Tenía dos hermanos mayores, uno de ellos fue coronel de un regimiento de infantería inglesa en Flandes, que antes había estado bajo el mando del célebre coronel Lockhart, y murió en la batalla de Dunkerque contra los españoles. Lo que fue de mi segundo hermano, nunca lo he sabido al igual que mi padre y mi madre tampoco supieron lo que fue de mí. Como yo era el tercer hijo de la familia y no me había educado en ningún oficio, desde muy pequeño me pasaba la vida divagando. Mi padre, que era ya muy anciano, me había dado una buena educación, tan buena como puede ser la educación en casa y en las escuelas rurales gratuitas, y su intención era que estudiara leyes. Pero a mí nada me entusiasmaba tanto como el mar, y dominado por este deseo, me negaba a acatar la voluntad, las órdenes, más bien, de mi padre y a escuchar las súplicas y ruegos de mi madre y mis amigos. Parecía que hubiese algo de fatalidad en aquella propensión natural que me encaminaba a la vida de sufrimientos y miserias que habría de llevar.


Leer / Descargar texto

Dominio público
303 págs. / 8 horas, 50 minutos / 1.225 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Aves Sin Nido

Clorinda Matto de Turner


Novela


Proemio

Si la historia es el espejo donde las generaciones por venir han de contemplar la imagen de las generaciones que fueron, la novela tiene que ser la fotografía que estereotipe los vicios y las virtudes de un pueblo, con la consiguiente moraleja correctiva para aquellos y el homenaje de admiración para estas.

Es tal, por esto, la importancia de la novela de costumbres, que en sus hojas contiene muchas veces el secreto de la reforma de algunos tipos, cuando no su extinción.

En los países en que, como el nuestro, la Literatura se halla en su cuna, tiene la novela que ejercer mayor influjo en la morigeración de las costumbres, y, por lo tanto, cuando se presenta una obra con tendencias levantadas a regiones superiores a aquellas en que nace y vive la novela cuya trama es puramente amorosa o recreativa, bien puede implorar la atención de su público para que extendiéndole la mano la entregue al pueblo.

¿Quién sabe si después de doblar la última página de este libro se conocerá la importancia de observar atentamente el personal de las autoridades, así eclesiásticas como civiles, que vayan a regir los destinos de los que viven en las apartadas poblaciones del interior del Perú?

¿Quién sabe si se reconocerá la necesidad del matrimonio de los curas como una exigencia social?

Para manifestar esta esperanza me inspiro en la exactitud con que he tomado los cuadros, del natural, presentando al lector la copia para que él juzgue y falle.

Amo con amor de ternura a la raza indígena, por lo mismo que he observado de cerca sus costumbres, encantadoras por su sencillez, y la abyección a que someten esa raza aquellos mandones de villorrio, que, si varían de nombre, no degeneran siquiera del epíteto de tiranos. No otra cosa son, en lo general, los curas, gobernadores, caciques y alcaldes.


Leer / Descargar texto

Dominio público
199 págs. / 5 horas, 49 minutos / 1.893 visitas.

Publicado el 22 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Cuentos

Miguel de Unamuno


Cuentos, Colección


El amor

Ver con los ojos

Cuento

Era un domingo de verano; domingo tras una semana laboriosa, verano como corona de un invierno duro.

El campo estaba sobre fondo verde vestido de florecicas rojas, y el día convidando a tenderse en mangas de camisa a la sombra de alguna encina y besar al cielo cerrando los ojos. Los muchachos reían y cuchicheaban bajo los árboles, y sobre éstos reían y cuchicheaban también los pájaros. La gente iba a misa mayor, y al encontrarse los unos saludaban a los otros como se saludan las gentes honradas. Iban a dar a Dios gracias porque les dio en la pasada semana brazos y alegría para el trabajo, y a pedirle favor para la venidera. No había más novedad en el pueblo que la sentida muerte del buen Mateo, a los noventa y dos años largos de edad, y de quien decían sus convecinos: «¡Angelito! Dios se le ha llevado al cielo. ¡Era un infeliz el pobre...!». ¿Quién no sabe que ser un infeliz es de mucha cuenta para gozar felicidad?

Si todos estaban alegres, si por ser domingo bailoteaba en el pecho de las muchachas el corazón con más gana y alborozo, si cantaban los pájaros y estaba azul el cielo y verde el campo, ¿por qué sólo el pobre Juan estaba triste? Porque Juan había sido alegre, bullicioso e infatigable juguetón; porque a Juan nadie le conocía desgracia y sí abundantes dones del buen Dios, ¿no tenía acaso padres de que enorgullecerse, hermanos de que regocijarse, no escasa fortuna y deseos cumplidos?

Desde que había vuelto de la capital en que cursó sus estudios mayores, Juan vivía taciturno, huía todo comercio con los hombres y hasta con los animales, buscaba la soledad y evitaba el trato.


Leer / Descargar texto

Dominio público
364 págs. / 10 horas, 38 minutos / 1.150 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

El Capitán Tormenta

Emilio Salgari


Novela


1. Una partida de dados

—¡Siete!

—¡Cinco!

—¡Cuatro!

—¡He ganado!

—¡Por treinta mil cimitarras turcas! ¡Qué suerte la vuestra, señor Perpignano! En dos noches me habéis ganado ochenta cequíes. ¡Esto no puede seguir! ¡Prefiero una descarga de culebrina, aunque la bala sea disparada por esos perros infieles! ¡Por lo menos, no me martirizarán cuando conquisten Famagusta!

—¡Si la conquistan, capitán Laczinski!

—¿Lo ponéis en duda, señor Perpignano?

—De momento, sí. En tanto que estén a nuestro lado los mercenarios no será conquistada. La República sabe elegir a sus soldados.

—Pero no son polacos.

—¡Capitán, no ofendáis a los soldados dálmatas!

—No pretendo tal cosa. Pero si se encontrasen aquí mis compatriotas…

Murmullos amenazadores, que empezaron a oírse en torno a los dos jugadores, unidos al entrechocar de espadas nerviosamente blandidas, hicieron al capitán Laczinski interrumpir sus palabras.

—¡Oh! —exclamó cambiando el tono de su voz y esbozando una sonrisa—. ¡Ya conocéis, bravos mercenarios, que soy amigo de las bromas! Llevamos ya cuatro meses luchando juntos contra esos perros descreídos, que han jurado agujerearnos el pellejo, y sé lo que valéis. De manera, señor Perpignano, que mientras los turcos nos dejan en paz un rato, continuemos nuestra partida. Aún conservo unos veinte cequíes que están ansiando salirse del bolsillo.

Como para desmentir las palabras del capitán, en aquel instante se oyó el estampido del cañón.

—¡Ah, bandidos! ¡Ni por la noche nos dejan tranquilos! —exclamó el polaco parlanchín—. ¡Bah! ¡Todavía nos darán ocasión de perder o ganar unos cuantos cequíes! ¿No os parece, señor Perpignano?

—A vuestra disposición estoy, capitán.

—¡Tiráis vos!


Leer / Descargar texto


119 págs. / 3 horas, 29 minutos / 1.018 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Napoleón en Chamartín

Benito Pérez Galdós


Novela


I

El Sr. D. Diego Hipólito Félix de Cantalicio Afán de Ribera, Alfoz, etc., etc., conde de Rumblar y de Peña—Horadada, hacía en Madrid la siguiente vida:

Levantábase tarde, y después de dar cuerda a sus relojes, se ponía a disposición del peluquero, quien en poco más de hora y media le arreglaba la cabeza por fuera, que por dentro sólo Dios pudiera hacerlo. Luego daba al reloj de su cuerpo la cuerda del necesario alimento, como decía Comella, la cual cuerda pasaba aún más allá de la media docena de bollos de Jesús reblandecidos en dos onzas de chocolate.


Leer / Descargar texto


246 págs. / 7 horas, 11 minutos / 572 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

A Bordo del Taymir

Emilio Salgari


Novela


CAPITULO I. LOS CAZADORES DE NUTRIAS

—Sandoe, ¿la has visto?

—Si, MacDoil; pero desapareció súbitamente.

—¿Dónde la viste?

—Allí, bajo aquella roca.

—¡No la veo! La noche está tan oscura, que me serían necesarias las pupilas de un gato para ver algo a diez pasos de la punta de mi nariz. ¿Era grande?

—¡Enorme, MacDoil! Debe de ser la misma que vi esta mañana.

—¿Tenía hermosa piel?

—Una de las más hermosas. La compañía podría obtener de ella ochocientos rublos.

—¿Sabes lo que he observado, Sandoe?

—¿Qué?

—Que desde hace unos días estas condenadas nutrias parecen asustadas.

—Lo mismo tengo observado, MacDoil. ¿Sabes desde cuándo?

—Desde la noche que oímos aquel silbido misterioso.

—¡Lo has adivinado!

—¿Quién pudo haber lanzado aquella nota? Una ballena no pudo ser.

—Quizá un mamífero de nueva especie.

—¡Hum! —dijo el que se llamaba MacDoil, meneando la cabeza—. ¡No lo creo!…

—Pues entonces…

—No sé qué decir.

—Algo debe de suceder en las costas septentrionales de esta isla. Si así no fuera, las nutrias no se mostrarían tan desconfiadas, y el mismo «Camo» estaría más tranquilo. Ayer mismo ladró muchas veces.

—Lo he oído, Sandoe, y creo…

—¡Calla!

Un murmullo extraño, pero potente, que parecía producido por un inmenso surtidor de agua brotando en la superficie del mar, seguido poco después de un agudo silbido, se oyó en lontananza hacia la costa septentrional de la isla.

Al oír aquellos ruidos, un enorme can que estaba acostado junto a una peña saltó hacia los dos hombres, y volviendo la cabeza al Norte, lanzó tres poderosos ladridos.


Leer / Descargar texto


187 págs. / 5 horas, 27 minutos / 1.496 visitas.

Publicado el 23 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Cadima

Pablo Guillamón


Granada época actual. Intriga y suspense,


    

  

1

 

  

 

Aquella tarde de invierno, la redacción del periódico en el que trabajaba Bruno, estaba llena a rebosar. El frío que hacía en la calle mantenía los reporteros remoloneando por los despachos antes de salir a cubrir las últimas noticias del día. Bruno estaba con el responsable de los «semanales», esos artículos, que se suelen colocar en la edición del sábado o el domingo. Repasaban el contenido de «Vivir en la calle». Pasó varios días recorriendo lugares frecuentados por mendigos. Había hablado con algunos en la estación de autobuses, en la de ferrocarril y en las colas de algunos comedores sociales. En la estación, suelen deambular horas y horas por los andenes, le dijo a su jefe, que lo escuchaba asombrado.

Había recogido muchas historias de vidas desoladas, perdidas, desgarradas, pero hizo una selección en la que destacó la de dos divorciados a los que sus parejas habían dejado literalmente tirados en la calle, sin dinero ni trabajo, se habían conocido hacía poco y ahora «estaban juntos» le dijeron. Se organizaban en pequeños lugares en que los podían verse a solas y compartir momentos de intimidad. Por la noche dormían en el suelo con cartones y mantas que guardaban en el portal de una casa abandonada, le dijeron. Eran habituales de los comedores sociales, pero algunas veces conseguían algo de dinero y podían organizar una cena íntima en un edificio en construcción o una casa abandonada. «Eran felices, le dijeron. Más que antes».


Leer / Descargar texto

Licencia limitada
344 págs. / 10 horas, 2 minutos / 633 visitas.

Publicado el 9 de febrero de 2024 por Pablo Guillamón.

2223242526