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El Cisne de Vilamorta

Emilia Pardo Bazán


Novela


Prefacio

Al ver la luz mi penúltima novela, que lleva por título La Tribuna, no faltó quien atribuyese sus crudezas y sus francas descripciones de la vida popular, a empeño mío de escribir una obra rigurosamente ajustada a los cánones del naturalismo. Acaso hoy se me dirigirá la acusación opuesta, afirmando que El Cisne de Vilamorta, paga disimulado tributo al espíritu informante de la escuela romántica.

Yo sé decir que un autor, rara vez produce adrede libros muy crudos o muy poéticos; lo cierto es, en mi opinión, que la rica variedad de la vida ofrece tanta libertad al arte, y brinda al artista asuntos tan diversos, cuanto son diferentes entre sí los rostros de las personas: y así como en un espectáculo público, en un paseo, en la iglesia, vemos semblantes feos e innobles al lado de otros resplandecientes de hermosura, en el mudable espectáculo de la naturaleza y de la humana sociedad andan mezcladas la prosa y la poesía, siendo entrambas reales y entrambas materia artística de lícito empleo.

¡Parece que no necesita refutación el error de los que parten en dos mitades la realidad sensible e inteligible, con la misma frescura que si partiesen una naranja, y ponen en la una mitad todo lo grosero, obsceno y sucio, escribiendo encima naturalismo, y en la otra y bajo el título de idealismo, agrupan lo delicado, suave y poético. Pues tan errónea idea pertenece al número de las insidiosas vulgaridades que podemos calificar de telarañas del juicio, que no hay escoba que consiga barrerlas bien, ni nunca se destierran por completo. Es probable que hasta el fin del mundo dure esta telaraña espesa y artificiosa, y se juzgue muy idealista la descripción de una noche de luna y muy naturalista la de una fábrica, muy idealista el estudio de la agonía de un ser humano (sobre todo si muere de tisis como La dama de las Camelias), y ¡muy naturalista el del nacimiento del mismo ser!


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172 págs. / 5 horas, 1 minuto / 209 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Una Cristiana

Emilia Pardo Bazán


Novela


Capítulo 1

Verán ustedes las asignaturas que el Estado me obligó a echarme al cuerpo con objeto de prepararme a ingresar en la Escuela de Caminos. Por supuesto, Aritmética y Álgebra; sobra decir que Geometría. A más, Trigonometría y Analítica; por contera, Descriptiva y Cálculo diferencial. Luego, (prendidito con alfileres, si he de ser franco) idioma francés; y cosido a hilván, muy deprisa, el inglés, porque al señor de alemán no quise meterle el diente ni en broma: me inspiraban profundo respeto los caracteres góticos. A continuación, los infinitos «dibujos»: el lineal, el topográfico, y también el de paisaje, que supongo tendrá por objeto el que al manejar el teodolito y la mira, pueda un ingeniero de caminos distraerse inocentemente rasguñando en su álbum alguna vista pintoresca, ni más ni menos que las mises cuando viajan.

Siguió al ingreso el cursillo, llamado así en diminutivo para que no nos asustemos. En él no entran sino cuatro asignaturas, para hacer boca: Cálculo integral, Mecánica racional, Física y Química. Durante el año del cursillo no nos metimos en más dibujos; pero al siguiente (que es el primero de la carrera propiamente dicha) nos tocaban, —aparte de profundizar los Materiales de construcción, la Mecánica aplicada, la Geología y la Estercotomía— dos dibujitos nuevos: el dibujo a pluma, «de sólidos», y el «lavado».


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Dominio público
197 págs. / 5 horas, 45 minutos / 276 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Prueba

Emilia Pardo Bazán


Novela


Capítulo 1

No sé si he dicho en la primera parte de estos verídicos apuntes que Luis Portal, mi sensato, cuco y oportunista condiscípulo, era bastante feo y desgarbado, lo cual probablemente influía mucho en su manera de entender la vida y en su intransigencia para con los sueños, las ilusiones, la poesía, la pasión y demás cosas bonitas que dan interés a nuestro existir. Tenía Portal el cuerpo cuadradote y macizo; las manos anchas y mal puestas; la pierna corta; la cabeza bien desarrollada, pero redonda cual perilla de balcón; el cuello sin gallardía, y los hombros altos; las facciones demasiadamente grandes para su estatura, de lo cual resultaba una facies nada vulgar, pero de mascarón de proa; una carofla, como le decían para hacerle rabiar, cuando era chico, sus compañeros en el Instituto de Orense. El claro entendimiento de Portal le inducía a sufrir con risueña cachaza las bromas relativas a su físico; pero el amor propio inherente a la naturaleza humana debía de hacerle sentir a veces su aguijón, y lo revelaba, sin querer, en cierto afectado desprecio hacia la belleza masculina, y en las pullas que nos soltaba a los compañeros a quienes creía mejor tratados por la naturaleza.


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Dominio público
211 págs. / 6 horas, 9 minutos / 299 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Última Fada

Emilia Pardo Bazán


Novela corta


Capítulo 1

Cuando Tristán de Leonís, Caballero de la Tabla redonda, e Iseo la Morena, reina del país de Cornualla, hubieron exhalado a un tiempo el último suspiro (siendo muy ardua faena el desenlazar sus cuerpos estrechamente abrazados), al pie de un espino cubierto el año todo de blanca flor, en las landas de Bretaña, país de encantamiento, se celebró un conciliábulo de fadas para tratar de la suerte del hijo que habían dejado los dos amantes.

No vierais, por cierto, cosa más linda que el tal espino. La albura que cubría enteramente sus ramas estaba rafagueada de un rosa muy sutil, y el viento, al agitar su follaje, hacía caer una lluvia de pétalos siempre olorosos. No era un arbusto, sino un árbol grande, y su mole de plata parecía que alumbraba todo el bosque, el cual se extendía casi una legua en derredor. Y le tenían miedo los labriegos a aquel bosque, sabiendo que lo poblaban trasgos y brujas, y, sobre todo, que en el grueso tronco del espino se hallaba preso nada menos que el sabio Merlín, protobrujo y mago en jefe.

Contábase que le había encerrado en tal cárcel su discípula y amada Bibiana, a quien el brujo, senilmente enamorado, dio cierto y que se sirvió de él para jugarle una mala pasada. Las crónicas, que no entienden de achaques del corazón, aseguran que Bibiana sufrió, al encerrar a Merlín, una equivocación fatal, de la cual le pesó mucho, y bien quisiera deshacerlo; mas yo os digo que las largas guedejas, más blancas que las flores del espino, de Merlín, no atraían a la maga, y al darle prisión, quiso librarse del peso y enojo de sus ternezas tardías.


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Dominio público
47 págs. / 1 hora, 22 minutos / 173 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Niño de Guzmán

Emilia Pardo Bazán


Novela


Capítulo 1. Frontera

Al divisar desde lejos el río, cuya corriente separa la tierra francesa de la española, Pedro, de pechos en la ventanilla, experimentó extraordinario impulso de júbilo insensato, un rapto, un vértigo. Desde Bayona presentía la emoción, latente en el alma. ¡El momento de cruzar la frontera… ! ¡España por fin!… Así y todo, se sorprendió de la violencia de aquel ímpetu, y procuró dominarse, pues le venían ganas de saltar del coche, de besar el suelo, de llorar y de reír, todo junto.

El fresquecillo de la rauda columna de aire, mezclado con humo y partículas de carbón, que levanta el tren —aire que ya era español—, aumentó la excitación de Pedro. Género de embriaguez bien disculpable, tumulto de la sangre generosa en un cuerpo mozo y sano, robustecido por el deporte, no gastado por hábitos viciosos. Dimanaba de algo muy íntimo; de cosas pegadas al corazón. ¡Esto de entrar en la patria! «España, España… ». Repetía en voz baja el nombre, como se repite el de una mujer en los balbucientes transportes del amor dichoso. Sus ojos se espaciaban por el paisaje, algo sorprendidos de encontrarlo idéntico al que quedaba atrás y a Francia pertenecía. La misma naturaleza agreste, los mismos vallecillos alternando con parduzcas laderas… Caserío idéntico… Igual estructura… Encogiose de hombros. ¿Qué tenía de extraño? ¿Qué realidad física implica una frontera?


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104 págs. / 3 horas, 2 minutos / 156 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Piedra Angular

Emilia Pardo Bazán


Novela


Capítulo 1

Rendido ya de lo mucho que se prolongara la consulta aquella tarde tan gris y melancólica del mes de marzo, el Doctor Moragas se echó atrás en el sillón; suspiró arqueando el pecho; se atusó el cabello blanco y rizoso, y tendió involuntariamente la mano hacia el último número de la Revue de Psychiatrie, intonso aún, puesto sobre la mesa al lado de cartas sin abrir y periódicos fajados. Mas antes de que deslizase la plegadera de marfil entre las hojas del primer pliego, abriose con estrépito la puerta frontera a la mesa escritorio, y saltando, rebosando risa, batiendo palmas, entró una criatura de tres a cuatro años, que no paró en su vertiginosa carrera hasta abrazarse a una pierna del Doctor.

—¡Nené! —exclamó él alzándola en vilo—. ¡Si aún no son las dos! A ver cómo se larga usted de aquí. ¿Quién la manda venir mientras está uno ocupado?

Reía a más y mejor la chiquilla. Su cara era un poema de júbilo. Sus ojuelos, guiñados con picardía deliciosa, negros y vivos, contrastaban con la finura un tanto clorótica de la tez. Entre sus labios puros asomaba la lengüecilla color de rosa. El rubio y laso cabello le tapaba la frente y se esparcía como una madeja de seda cruda por los hombros. Al levantarla el Doctor, ella pugnó por mesarle las barbas o el pelo, provocando el regaño cómico que siempre resultaba de atentados por el estilo.


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169 págs. / 4 horas, 56 minutos / 159 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Memorias de un Solterón: Adán y Eva

Emilia Pardo Bazán


Novela


Capítulo 1

A mí me han puesto de mote el Abad. En esta Marineda tienen buena sombra para motes, pero en el mío no cabe duda que estuvieron desacertados. ¿Qué intentan significar con eso de Abad? ¿Que soy regalón, amigo de mis comodidades, un poquito epicúreo? Pues no creo que estas aficiones las hayan demostrado los abades solamente. Además, sospecho que el apodo envuelve una censura, queriendo expresar que vivo esclavo de los goces menos espirituales y atendiendo únicamente a mi cuerpo. Para vindicarme ante la posteridad, referiré, sin quitar punto ni coma, lo que soy y cómo vivo, y daré a la vez la clave de mi filosofía peculiar y de mis ideas.

Yo friso en los treinta y cinco años, edad en que, si no se han perdido enteramente las ilusiones, al menos los huesos empiezan a ponerse durillos, y vemos con desconsoladora claridad la verdadera fisonomía de las cosas. —En lo físico soy alto, membrudo, apersonado, de tez clara y color mate, con barba castaña siempre recortada en punta, buenos ojos, y anuncios apremiantes de calvicie que me hacen la frente ancha y majestuosa. En resumen, mi tipo es más francés que español, lo cual justifican algunas gotas de sangre gala que vienen por el lado materno. —He formado costumbre de vestir con esmero y según los decretos de la moda; mas no por eso se crea que soy de los que andan cazando la última forma de solapa, o se hacen frac colorado si ven en un periódico que lo usan los gomosos de Londres. Así y todo, mi indumentaria suele llamar la atención en Marineda, y se charló bastante de unos botines blancos míos. Lo atribuyo a que en las personas de amplias proporciones y que se ven de lejos, es más aparente cualquier novedad. Mis botines blancos tenían las dimensiones de una servilleta.


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186 págs. / 5 horas, 25 minutos / 312 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Los Enemigos de la Mujer

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


Al Lector

En 1918, casi al final de la guerra europea, caí repentinamente enfermo por exceso de trabajo.

Había realizado un esfuerzo enorme escribiendo para los periódicos de España y América numerosos artículos, un cuaderno todas las semanas de mi Historia de la Guerra y dos novelas, Los cuatro jinetes del Apocalipsis y Mare nostrum. Además hice muchas traducciones y otras labores literarias obscuras para la propaganda en favor de los Aliados.

Durante cuatro años trabajé doce horas diarias, sin ningún día de descanso. Hubo semanas extraordinarias en las que aún fué más larga mi jornada. Á esta tarea excesiva y abrumadora, que lentamente iba agotando mis fuerzas, había que añadir las privaciones é inquietudes de la vida anormal que llevábamos los habitantes de París: mala comida, escasez de carbón, alumbrado defectuoso, noches en vela por las señales de alarma y el bullicio de la gente al anunciarse un ataque aéreo de los «Gothas».

El frío de dos inviernos crudos, pasados casi sin calefacción, y el exceso de trabajo, acabaron con mi salud, y por consejo de los médicos me trasladé á la Costa Azul. No por tal cambio de ambiente dejé de trabajar. Como en París escaseaba el combustible, fuí en busca del calor del sol que nunca falta á orillas del Mediterráneo. Esto fué todo.

Me instalé en Niza, por unas semanas nada más. Como necesitaba seguir trabajando, me sentí atraído por la soledad bravía del Cap-Ferrat, península que avanza en el mar su lomo cubierto de pinos. Durante unos meses viví en el Gran Hotel del Cap Ferrat como en un convento abandonado. Muchos días fuí su único huésped, llevando una vida de familia con su director y sus escasos domésticos.


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478 págs. / 13 horas, 57 minutos / 196 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Idilio de un Enfermo

Armando Palacio Valdés


Novela


Dedicatoria

A mi hijo.

Con grata sorpresa pude averiguar que algunas de las obras que he lanzado a la publicidad estaban agotadas y otras a punto de estarlo. Fue pasión incontrastable de mi ánimo, no esperanza de lucro o de gloria, la que me arrastró a novelar en esta edad tan poco feliz para las musas. Desde que, recién salido de las aulas, entregué mis primeras cuartillas a la imprenta, vi claramente que no era ésa la vía para lograr los halagos de la vanidad ni los regalos del cuerpo.

Nuestra nación se halla desde hace algunos años con disposición indiferente, más bien hostil, hacia todas las manifestaciones del espíritu. La pasión de lo útil, un sensualismo omnipotente, invade a la sociedad española, y muy singularmente a esa clase media que en la primera mitad del siglo tantas y tan gallardas muestras dio de su amor a lo justo y a lo bello. La juventud, de quien suelen partir los impulsos generosos, los anhelos espirituales, no se ocupa actualmente sino en abrirse paso a codazos para llegar al poder, a la influencia, a la comodidad. Mi padre me decía que, en su tiempo, viendo un joven errar solitario con un libro entre las manos, se podía apostar a que este libro era de versos. El tuyo te dice que actualmente hay seguridad de que el libro es la ley municipal o un compendio de Derecho administrativo. ¿Caminamos por este sendero a la civilización y al engrandecimiento de la patria, o vamos derechos a la barbarie y al desprecio de las naciones cultas? Tú o tus hijos lo sabréis. Yo moriré antes de que se averigüe.


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165 págs. / 4 horas, 50 minutos / 189 visitas.

Publicado el 9 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Papa del Mar

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


Parte 1. La ciudad de las tres llaves

Capítulo 1. El Caballero Tannhauser

Ella dudó un instante mientras exploraba mentalmente su pasado. Luego se apresuró a decir sonriendo, como si le regocijasen sus propias palabras:

—Lo conozco. Usted es el caballero Tannhäuser, que tuvo amores con Venus.

Esto fue en el «Select Hotel» a las ocho de la noche. Claudio Borja, que la había observado de lejos durante la comida, abandonó su mesa para apostarse junto al hall, y al verla llegar preguntó en español:

—¿No es usted la señora de Pineda?… Tuve el honor de que me presentase en Madrid… Tal vez no se acuerda usted.

Pero ella no lo había olvidado, y después de reír unos instantes pareció pedirle perdón con sus ojos por esta alegría espontánea.

Los dos evocaron en su memoria cómo se habían visto por primera vez. Fue luego de una comida en casa del señor Bustamante, senador español que explotaba por vanidad personal las relaciones entre los pueblos hispanoamericanos.

Los comensales habían hablado en el salón de sus personajes predilectos en la literatura y en la Historia. Cada uno iba manifestando qué héroe hubiese querido ser.

Estela, la hija del dueño de la casa, joven de ademanes encogidos y voz tímida, sentía no haber sido la Ofelia de Shakespeare; su padre, el solemne don Arístides, dudaba entre Licurgo y el cardenal Jiménez de Cisneros; un viejo general optaba por Julio César.


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279 págs. / 8 horas, 9 minutos / 247 visitas.

Publicado el 10 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

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