Textos más populares este mes disponibles | pág. 2

Mostrando 11 a 20 de 6.088 textos encontrados.


Buscador de títulos

textos disponibles


12345

El Arte de la Guerra

Sun Tzu


Tratado, Estrategia


Capítulo 1. Sobre la evaluación

Sun Tzu dice: la guerra es de vital importancia para el Estado; es el dominio de la vida o de la muerte, el camino hacia la supervivencia o la pérdida del Imperio: es forzoso manejarla bien. No reflexionar seriamente sobre todo lo que le concierne es dar prueba de una culpable indiferencia en lo que respecta a la conservación o pérdida de lo que nos es mas querido; y ello no debe ocurrir entre nosotros.

Hay que valorarla en términos de cinco factores fundamentales, y hacer comparaciones entre diversas condiciones de los bandos rivales, con vistas a determinar el resultado de la guerra. El primero de estos factores es la doctrina; el segundo, el tiempo; el tercero, el terreno; el cuarto, el mando; y el quinto, la disciplina.

La doctrina significa aquello que hace que el pueblo esté en armonía con su gobernante, de modo que le siga donde sea, sin temer por sus vidas ni a correr cualquier peligro.

El tiempo significa el Ying y el Yang, la noche y el día, el frío y el calor, días despejados o lluviosos, y el cambio de las estaciones.

El terreno implica las distancias, y hace referencia a dónde es fácil o difícil desplazarse, y si es campo abierto o lugares estrechos, y esto influencia las posibilidades de supervivencia.

El mando ha de tener como cualidades: sabiduría, sinceridad, benevolencia, coraje y disciplina.

Por último, la disciplina ha de ser comprendida como la organización del ejército, las graduaciones y rangos entre los oficiales, la regulación de las rutas de suministros, y la provisión de material militar al ejército.

Estos cinco factores fundamentales han de ser conocidos por cada general. Aquel que los domina, vence; aquel que no, sale derrotado. Por lo tanto, al trazar los planes, han de compararse los siguiente siete factores, valorando cada uno con el mayor cuidado:

¿Qué dirigente es más sabio y capaz?


Leer / Descargar texto

Dominio público
43 págs. / 1 hora, 15 minutos / 12.654 visitas.

Publicado el 7 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Viaje al Centro de la Tierra

Julio Verne


Novela


Capítulo 1

El domingo 24 de mayo de 1863, mi tío, el profesor Lidenbrock, entró rápidamente a su hogar, situado en el número 19 de la König‑Strasse, una de las calles más tradicionales del barrio antiguo de Hamburgo.

Marta, su excelente criada, se preocupó sobremanera, creyendo que se había retrasado, pues apenas empezaba a cocinar la comida en el hornillo.

“Bueno” —pensé para mí—, “si mi tío viene con hambre, se va a armar la de San Quintín; porque no conozco a otro hombre de menos paciencia”.

—¡Tan temprano y ya está aquí el señor Lidenbrock! —exclamó la pobre Marta, con arrebol, entreabriendo la puerta del comedor.

—Sí, Marta; pero tú no tienes la culpa de que la comida no esté lista todavía, porque es temprano, aún no son las dos. Acaba de dar la media hora en San Miguel.

—¿Y por qué ha venido tan pronto el señor Lidenbrock?

—Él lo explicará, seguramente.

—¡Ahí viene! Yo me escapo. Señor Axel, cálmelo usted, por favor.

Y la excelente Marta se retiró presurosa a su recinto culinario, dejándome solo.

Pero, como mi timidez no es lo más indicado para hacer entrar en razón al más irascible de todos los catedráticos, había decidido retirarme prudentemente a la pequeña habitación del piso alto que utilizaba como dormitorio, cuando se escuchó el giro sobre sus goznes de la puerta de la calle, crujió la escalera de madera bajo el peso de sus pies fenomenales, y el dueño de la casa atravesó el comedor, entrando con apresuramiento en su despacho, y dejando al pasar, el pesado bastón en un rincón, arrojando el mal cepillado sombrero encima de la mesa, y dirigiéndose a mí con tono imperioso, dijo:

—¡Ven, Axel!

No había tenido aún tiempo material de moverme, cuando me gritó el profesor con acento descompuesto:

—Pero, apúrate, ¿qué haces que no estás aquí ya?


Leer / Descargar texto

Dominio público
228 págs. / 6 horas, 40 minutos / 13.524 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Biblia

Varios


Religión


ANTIGUO TESTAMENTO

GÉNESIS

Capítulo 1

[1] En el principio creó Dios los cielos y la tierra. [2] La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. [3] Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. [4] Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; [5] y llamó Dios a la luz día, y a la oscuridad la llamó noche. Y atardeció y amaneció: día primero.

[6] Dijo Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas que las aparte unas de otras.» [7] E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. [8] Y llamó Dios al firmamento cielos. Y atardeció y amaneció: día segundo. [9] Dijo Dios: «Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto, déjese ver lo seco»; y así fue. [10] Y llamó Dios a lo seco tierra, y al conjunto de las aguas lo llamó mares; y vio Dios que estaba bien.

[11] Dijo Dios: «Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas, árboles frutales que den fruto de su especie con su semilla dentro sobre la tierra.» Y así fue. [12] La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio Dios que estaban bien. [13] Y atardeció y amaneció: día tercero. [14] Dijo Dios: «Haya luceros en el firmamento celeste para apartar el día de la noche, valgan de señales para solemnidades días, años; [15] y valgan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra.» Y así fue.


Leer / Descargar texto

Dominio público
2.443 págs. / 3 días, -1 horas, 15 minutos / 8.898 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Así Habló Zaratustra

Friedrich Nietzsche


Filosofía


Prólogo de Zaratustra

1

Cuando Zaratustra tenía treinta años abandonó su patria y el lago de su patria y marchó a las montañas. Allí gozó de su es­píritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de ha­cerlo. Pero al fin su corazón se transformó y una mañana, levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así:

«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!

Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.

Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberába­mos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.

Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura y los po­bres, con su riqueza.

Para ello tengo que bajar a la profundidad como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!

Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso como dicen los hombres a quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande!

¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus delicias!

¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre.

Así comenzó el ocaso de Zaratustra

2

Zaratustra bajó solo de las montañas sin encontrar a nadie. Pero cuando llegó a los bosques surgió de pronto ante él un anciano que había abandonado su santa choza para buscar raíces en el bosque. Y el anciano habló así a Zaratustra:


Leer / Descargar texto

Dominio público
312 págs. / 9 horas, 6 minutos / 11.496 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Corazón Delator

Edgar Allan Poe


Cuento


¡ES VERDAD! nervioso, muy, muy terriblemente nervioso yo había sido y soy; ¿pero por qué dirán ustedes que soy loco? La enfermedad había aguzado mis sentidos, no destruido, no entorpecido. Sobre todo estaba la penetrante capacidad de oír. Yo oí todas las cosas en el cielo y en la tierra. Yo oí muchas cosas en el infierno. ¿Cómo entonces soy yo loco? ¡Escuchen! y observen cuan razonablemente, cuan serenamente, puedo contarles toda la historia.

Es imposible decir cómo primero la idea entró en mi cerebro, pero, una vez concebida, me acosó día y noche. Objeto no había ninguno. Pasión no había ninguna. Yo amé al viejo. El nunca me había hecho mal. Él no me había insultado.

De su oro no tuve ningún deseo. ¡Creo que fue su ojo! Sí, ¡fue eso! Uno de sus ojos parecía como el de un buitre — un ojo azul pálido con una nube encima.

Cada vez que caía sobre mí, la sangre se me helaba, y entonces de a poco, muy gradualmente, me decidí a tomar la vida del viejo, y así librarme del ojo para siempre.

Ahora éste es el punto. Ustedes me imaginan loco. Los locos no saben nada. Pero ustedes deberían haberme visto. Ustedes deberían haber visto cuan sabiamente yo procedí —¡con qué cuidado! — ¡con qué previsión, con qué disimulo, yo me puse a trabajar! Nunca fui más amable con el viejo que durante toda la semana antes de matarlo. Y cada noche cerca de la medianoche yo giraba el picaporte de su puerta y lo abría, ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando había hecho una apertura suficiente para mi cabeza, ponía una oscura linterna sorda todo

cerrada, cerrada para que ninguna luz saliera, y entonces metía mi cabeza. ¡Oh, ustedes habrían reído al ver cuan hábilmente la metía! La movía lentamente, muy, muy lentamente, para no perturbar el sueño del viejo. Me tomó una hora poner mi cabeza entera dentro de la apertura hasta poder ver como él yacía sobre su cama.


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 7.315 visitas.

Publicado el 21 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Gato Negro

Edgar Allan Poe


Cuento


NO espero ni solicito fe para la narración tan sencilla como extravagante que está a punto de brotar de mi pluma. Locura sería en verdad el esperarlo, pues que mis propios sentidos rechazan su evidencia. Sin embargo, no estoy loco, ni estoy soñando, de seguro. Mas debo morir mañana y quiero hoy aligerar el peso de mi alma. Mi propósito inmediato es presentar llana y sucintamente a los ojos del lector, sin comentario de ninguna clase, una serie de simples acontecimientos domésticos. En sus consecuencias, estos acontecimientos me han aterrorizado, me han torturado, me han deshecho. A pesar de todo, no trataré de interpretarlos. Para mí sólo han representado el Horror; para muchos otros serán quizá no tanto terribles como baroques. Es posible que se encuentre después algún entendimiento que reduzca mi fantasma a los límites de lo vulgar; algún entendimiento más sereno, más lógico y mucho menos excitable que el mío, capaz de percibir en las circunstancias que expreso lleno de pavor, simplemente la sucesión ordinaria de las causas y efectos más naturales.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 20 minutos / 14.711 visitas.

Publicado el 24 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Imitación de Cristo

Tomás de Kempis


Religión, tratado


Libro primero. Avisos provechosos para la vida espiritual

Capítulo 1. De la imitación de Cristo y desprecio de todas las vanidades del mundo

Quien me sigue no anda en tinieblas (Jn., 8, 12), dice el Señor.

Estas palabras son de Cristo, con las cuales nos amonesta que imitemos su vida y costumbres, si queremos verdaderamente ser alumbrados y libres de toda la ceguedad del corazón. Sea, pues, nuestro estudio pensar en la vida de Jesucristo. La doctrina de Cristo excede a la de todos los Santos, y el que tuviese espíritu hallará en ella maná escondido.

1. Mas acaece que muchos, aunque a, menudo oigan el Evangelio, gustan poco de él, porque no tienen el espíritu de Cristo. El que quiera entender plenamente y saborear las palabras de Cristo, conviene que procure conformar con Él toda su vida.

2. ¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si careces de humildad, por donde desagradas a la Trinidad? Por cierto, las palabras subidas no hacen santo ni justo; mas la virtuosa vida hace al hombre amable a Dios. Más deseo sentir la contrición que saber definirla. Si supieses toda. 1a Biblia. a la letra y los dichos de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo sin caridad y gracia de Dios Vanidad de vanidades y todo vanidad (Eccl., l, 2), sino amar y servir solamente a Dios. Suma sabiduría es, por el desprecio del mundo, ir a los reinos celestiales.

3. Vanidad es, pues, buscar riquezas perecederas y esperar en ellas. También es vanidad desear honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne y desear aquello por donde después te sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuida,: que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan presto se paso: y no buscar con solicitud el gozo perdurable.


Leer / Descargar texto

Dominio público
165 págs. / 4 horas, 49 minutos / 3.228 visitas.

Publicado el 21 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Romeo y Julieta

William Shakespeare


Teatro, Drama


PERSONAJES

ESCALA, príncipe de Verona.

PÁRIS, pariente del Príncipe.

MONTESCO.

CAPULETO.

Un Viejo de la familia Capuleto.

ROMEO, hijo de Montesco.

MERCUTIO, amigo de Romeo.

BENVOLIO, sobrino de Montesco.

TEOBALDO, sobrino de Capuleto.

Fr. LORENZO.
Fr. JUAN, de la Órden de S. Francisco.

BALTASAR, criado de Romeo.

SANSON.
GREGORIO, criados de Capuleto.

PEDRO, criado del ama de Julieta.

ABRAHAM, criado de Montesco.

Un boticario.

Tres músicos.

Dos pajes de Páris.

Un Oficial.

La señora de Montesco.

La señora de Capuleto.

JULIETA, hija de Capuleto.

El Ama de Julieta.

Ciudadanos de Verona, Alguaciles, Guardias, Enmascarados, etc., Coro.

La escena pasa en Verona y en Mántua.

PRÓLOGO.

CORO.

En la hermosa Verona, donde acaecieron estos amores, dos familias rivales igualmente nobles habian derramado, por sus odios mutuos, mucha inculpada sangre. Sus inocentes hijos pagaron la pena de estos rencores, que trajeron su muerte y el fin de su triste amor. Sólo dos horas va á durar en la escena este odio secular de razas. Atended al triste enredo, y suplireis con vuestra atencion lo que falte á la tragedia.

ACTO I.

ESCENA PRIMERA.

Una plaza de Verona.

SANSON y GREGORIO, con espadas y broqueles.

SANSON.

A fe mia, Gregorio, que no hay por qué bajar la cabeza.

GREGORIO.

Eso seria convertirnos en bestias de carga.

SANSON.

Queria decirte que, si nos hostigan, debemos responder.

GREGORIO.

Sí: soltar la albarda.

SANSON.

Yo, si me pican, fácilmente salto.

GREGORIO.

Pero no es fácil picarte para que saltes.

SANSON.

Basta cualquier gozquejo de casa de los Montescos para hacerme saltar.

GREGORIO.


Leer / Descargar texto

Dominio público
65 págs. / 1 hora, 54 minutos / 18.803 visitas.

Publicado el 25 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Alicia en el País de las Maravillas

Lewis Carroll


Cuento infantil, novela infantil


Prefacio

En el dorado anochecer
bogamos lentamente;
los brazos siéntense ceder
al remo débilmente.
¡Qué dichoso desfallecer
las manos sin oriente!

Y qué implacable triple voz
suena en el dulce olvido
pidiendo extrañas invenciones,
de quieto y lírico sentido.
¿Cómo callar indiferente
sintiendo su latido?

Dice apremiante la primera
voz que comience el cuento,
la segunda no nos reclama
lógica de argumento,
y nos acucia la tercera
con anheloso acento.

¡Oh, qué silencio más profundo
se impone a todo ruido!
Es la tierra un maravilloso
país desconocido,
lleno de seres que convierten
en real lo fingido.

Cuando la fuente imaginaria
se agota en la inventiva
y a los cristales del ensueño
la luz se les esquiva:
«¡Siga el cuento —claman los seres—
que tanto nos cautiva!»

Así el país maravilloso
sobre el yunque del yo.
episodio tras episodio,
su leyenda forjó,
y al ocaso, un mundo de amigos
el alma nos pobló.

Recibe, Alicia, este pueril
libro con mano tierna
y ponlo allí donde la infancia
salva la vida interna,
como el ferviente peregrino
guarda una flor eterna.

1. En la madriguera

Alicia empezaba a sentirse cansadísima de estar sentada en un margen, al lado de su hermana, sin saber qué hacer: por dos veces había atisbado el libro que ella leía, pero era un libro sin grabados, sin diálogo, y «¿de qué sirve un libro —se dijo Alicia— si no tiene diálogo ni grabados?».

Y de la mejor manera que le permitían la somnolencia y el atontamiento en que la había sumido el calor de aquella jornada, consideraba en su fuero interno si valdría la pena entretenerse en arrancar margaritas por el gusto de hacer una cadena con ellas, cuando de pronto saltó a su lado un Conejo Blanco de ojuelos encarnados.


Leer / Descargar texto

Dominio público
89 págs. / 2 horas, 37 minutos / 2.311 visitas.

Publicado el 27 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

12345