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¿No se Reparan?

Arturo Robsy


Cuento


Como suele suceder a veces en naciones felices y dormidas, en Vardulia llegó al poder un hombre iluminado, ya que no de muchas luces. Lanzaba palabras ardientes al espacio libre y ellas, al caer sobre las cabezas de pueblo, le explicaban que había un destino histórico que cumplir y una exigencia racial que mantener.

El iluminado, cuando abandonaba los abstractos, era absolutamente preciso y escueto: quería Trevín. Muy posiblemente quisiera algo más al año siguiente pero, de momento, Vardulia sólo sería libre y feliz si metía mano a Trevín que, desafortunadamente, pertenecía a Austrigonia.

Los austrigones, aunque herederos de una brillante tradición militar, eran pacíficos comedores de cacahuetes, bebedores de refrescos y fumadores de tabaco rubio. No disponían de iluminados que los despeñaran por el destino pero, aún así, estaban encariñados con Trevín, un lugar lleno de panorámicas y muy ducho en la crianza y preparación del cordero.

El vecino ardiente sabía, sin embargo, que los condes de Trevín, en el Siglo XII, habían emparentado con la segunda dinastía de síndicos de Vardulia y, aunque el matrimonio no fue consumado por la debilidad sanguínea del primo del síndico Leocadio I pese a someterse al vino fuerte y a sahumerios aplicados por debajo del halda, el Papa lo declaró nulo tras cobrar varios miles de ducados—oro. Pero subsistía que por unos meses Trevín perteneció a la familia reinante en Vardulia. Había pues sobrados motivos para la reivindicación histórica.

—¡Venga ya! —dijeron los austrigones, muy divertidos con aquellas locuras y sin dejar de comer cacahuetes y de beber refrescos.

Fue una exclamación malhadada. Muy ofendido el iluminado, lanzó sobre Trevín varios batallones de soldados várdulos que creían firmemente en que, gracias a su arrojo, Vardulia sería más feliz y más libre.


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Publicado el 12 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Todo Es Poco

Arturo Robsy


Cuento


Cuando Adolfo dejó de gastar dinero, por falta de fondos, fue bajando de ambiente hasta llegar a la hamburguesa con catchup y a la tasca de artistas con tinto. Una chica, tan seria como mal peinada, procedente de la Academia de Ciencias Ocultas, tras mirarle el aura de reojo le diagnosticó gratuitamente:

—Tú eres cáncer, cariño.

No era verdad, pero Adolfo nunca había yacido, por así decir, con una esotérica y, por afán investigador, asintió mientras aparentaba sorpresa:

—¿Cómo lo has sabido?

Había cosas en opinión de Isabel, estudiante de ocultismos, que no se podían ocultar. El signo zodiacal era una de ellas. Los astros tenían buen cuidado de imprimirlo en la persona.

—¿Dónde? ¿En los cromosomas? ¿En la frente?

—En el aire. Quiero decir, en la personalidad.

Mirando bien, aire y personalidad, entre aquella gente, eran buenos sinónimos. Además, Adolfo había puesto fin a su fortunita, encadenando francachelas, y, si no le engañaba la vista, la brujería tenía aspecto de ser un entretenimiento económico.

De clase en clase, siempre a la popa de Isabel, fue introduciéndose en un híbrido de budismo y superstición. Se maravillaba tanto de las maravillas que descubría que, presa de la emoción, tentaba los muslos de la chica para que descubriera su ilusión y su inquebrantable fe.

Las experiencias fáciles del principio eran encantadoras. Muy pocos saben que el agua se puede «cargar». Basta con tomar un vaso, extender los brazos y hacer unas lentas y profundas respiraciones, pensando que se le transmite la fuerza vital del mundo. O la astral. Algo así. Luego, el agua así tratada sirve para ungirse y, posiblemente, sanarse.


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Publicado el 12 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Canción de Acero

Arturo Robsy


Cuento


LA NO MUERTE D'ARTÚS

Aquí se habla de hoy y de mañana. No de ayer. De hombres, acero y piedra.

El mundo solo, nublado, dormido. La Gran Espada clavada en la piedra viva y un joven que la empuña y la saca de su encierro: el mundo se estremece. Todo empieza.

Piedra solitaria.

De la espada se ha hablado. De la piedra viva, pura luz de manantial, nunca. Y era el soporte de un mundo nuevo, el cimiento de otra edad.

—¿Cómo era la piedra? — preguntaron, mucho después, al joven los que jamás la vieron.

—Era — explicó— sílex cóncavo y vibraba como una palabra que se va a decir.

Mago.

El mago, impaciente tras años de tanta y repetida historia, gritó tras la gran mesa:

—¿Es que nadie entenderá al fin que el hierro nace de la piedra y el acero bruñido de la luz? ¿Habrá que decir, de nuevo, que el pedernal, la más dura piedra, sólo existe porque el acero es lumbre?

Rey.

—¿La espada me hace Rey, mago?

—¡Qué juventud! La espada te obliga a ser hombre. Y sólo el hombre es rey.

—¿Rey de qué?

El aire quedó en suspenso: La brisa y el pedernal, el acero y el agua escuchaban:

—Sólo es posible ser rey de una cosa: de Justicia. Y, de uno mismo.

Acero.

Artús es rey. Tiene la espada del Rey, sacada de la piedra antigua y cóncava: entrambas son la Unión de ayer y hoy, de lo moderno y lo antiguo.

Pero es rey de un reino de uno. Menos que eso quizá, porque ni se domina ni se vence. No tienen razón mejor salvo el brillo del acero, cuando lo levanta al sol. Tampoco tiene verdad para llenar un estandarte.

El tiempo nuevo.

Algunos cómites, en la hora miserable del reino dividido y discorde, quieren ver al muchacho que, al sacar la espada hundida en la noche del sílex, venció a la piedra y es rey del nuevo tiempo.


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Publicado el 13 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El Hábito del Monje

Arturo Robsy


Novela


Una Prodigiosa Guerra en España

SOL DE ESPAÑA

El coronel de Estado Mayor Asensio Torrado salió del despacho de Largo Caballero y pareció reparar por primera vez en lo solo que se encontraba metido en aquel nueve de septiembre de 1936.

El sol, ajeno a la peripecia española, irradiaba a los justos y a los pecadores, sin duda satisfecho de sí mismo y de su imparcialidad. Se sentía tan bien solo que también irradiaba al coronel Asensio Torrado, a pesar de constarle que era un elemento de Estado Mayor y que cargaba con un ánimo lúgubre y sombrío.

El acongojado militar entornó los ojos y aprovechó para pensar cosas desagradables de los hombres y mujeres con mono que abajo, sobre la acera, se esforzaban en componer estampas revolucionarias.

Pensó por un momento en España Pero, decepcionado, volvió a su tema favorito de meditación: la negra suerte. Desde que Largo Caballero, el Lenin Español, había resultado Presidente del Consejo el pasado día cuatro, Asensio Torrado había subido de simpatizante a colaborador fundamental del líder proletario de los ojos fríos.

Y el líder, después de escucharle Durante más de media hora, acababa de prometerle un ascenso a general de brigada, pero al coronel no se le ocultaba que, por el momento, no había ningún ejército sobre el que "generalear" como sería de su gusto.

Y, además, en aquellos días de septiembre, el empleo no estaba bien visto: el general Castelló, ministro de la Guerra del recién caído Giral, se había refugiado en una embajada a principios de Agosto y ya estaba en Francia. Su sucesor, el teniente coronel Sarabia, había sido, únicamente, un buen marxista.

Ahora, en menos de un mes, el tercer ministro de la Guerra era Prieto , muy capaz de no ascender a Asensio Torrado para fastidiar a Largo Caballero: todos sabían que los dos jerarcas del PSOE andaban a la greña.


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Publicado el 13 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Camarada Dólar

Arturo Robsy


Novela


A todos los que No.

1

Emilio, conocido trabajador intelectual, desembarcó del ascensor ayudado por cierta cantidad de gin tonic que conservaba en sus depósitos supletorios. Por la posición de las estrellas y por una muesca del cercano pasamanos, comprobó que había llegado a su nebuloso destino. Así aliviado su corazón, flotó de Este a Oeste, cómodamente instalado en una sonrisa amistosa, y acabó dirigiendo una mirada llena de amor a la causa al ojo de su cerradura.

Emilio regresaba de añadir unas gotas de aventura y emoción a su vida, sólo que las gotas, a fuerza de perseverancia y graduación, le habían llenado hasta las amígdalas, induciéndole a instalarse en una especie de transparente beatitud.

El ojo de la cerradura, con el ceño fruncido, le devolvió la mirada: era un artilugio fosco y aburrido, poco amigo de ser interrumpido cuando meditaba a solas con la noche, abrumado por sus problemas individuales.

—Uy, uy. —le dijo Emilio, aceptando su silencioso reproche.— A ver cómo te portas hoy.

Sacó el llavero y se lo enseñó al altivo mecanismo para que tuviera una clara idea de lo que se esperaba de él:

—La última vez —le explicó con toda confianza— me hiciste repetir catorce veces. Sé bueno y ponte donde yo te pueda ver.

La cerradura, con su ojo negro y vertical, se apresuró a cambiar de sitio tan pronto como escuchó las pretensiones de Emilio: tenía ideas propias acerca de cómo pasar el tiempo.

—¿Así que ya empezamos? —le recriminó el joven, que confiaba en que todos tuvieran su misma amplitud de miras a aquellas horas de la madrugada.

La cerradura volvió a moverse, refractaria a todo razonamiento. En su opinión, Emilio tendría que cazarla como a una liebre.


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227 págs. / 6 horas, 37 minutos / 282 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Yo Fui Kovacsizado

Arturo Robsy


Cuento


UNA VIDA FELIZ

En aquel tiempo vivía sumido en la dieta mediterránea y en una salud que mantenía operativas mis mejores glándulas y poderosas mis hormonas. Era un hombre feliz, con tendencia a retozar como un conejo, e inasequible a los cambios de tiempo, entregado a la literatura festiva y a la gimnasia sueca.

Raro escritor, poseía un gimnasio, una tienda de deportes y un gato. Tocaba el clarinete y la gaita, hacía cinco horas diarias de ejercicio, practicaba el yoga, la prensa de banca y el salto de potro y, en los ratos libres, salía a buscar setas como método para comulgar con la naturaleza y llenar los depósitos.

Las únicas visitas al médico siempre habían sucedido bajo la presión del porrazo. Fui cosido por primera vez a los seis años y, desde entonces, coleccioné diversos zurcidos y fracturas, dolores intensos pero poco duraderos que no habían quebrado mi fe en que la naturaleza humana era un caudal inagotable.

Incluso sabía cosas útiles, como comer y montar con los codos pegados al cuerpo o que Maastricht venía del latín «Trajectum ad Mosam», pero ni idea de que hubiera otras hernias distintas a las de hiato y de escroto. Era inocente y tenía una espalda virginal con la que esperaba recorrer no menos de cien años.

LOS PRIMEROS PROBLEMAS

Esta vida idílica un día se vio interrumpida por un ardor en la zona lumbar y por una manifiesta repugnancia a doblarme por el eje. Nada —me dije— que escape a las virtudes de una buena faja de lana, porque un escritor deportista sabe que el lumbago acecha a los atletas y que hay que contar con su visita.


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19 págs. / 34 minutos / 81 visitas.

Publicado el 13 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Hablar de España

Arturo Robsy


Ensayo, Política


DELANTAL QUE SE PONE AL LIBRO.

Panorama

El hombre es un ser sometido a instintos, como el de conservación o el gregario, y a reflejos como el de la búsqueda (qué difícil es dejar de buscar algo extraviado). Sometido. No hay libertad frente a ellos ni frente al tiempo que toca vivir. Llegar a percibir que hoy no es ayer, que se han modificado los principios activos de nuestro mundo, es difícil. Más si se trata con demagogia.

Hay que contar siempre con que la metafísica no pesa en los postulados que rigen el rumbo de la sociedad. Hay que atenerse, críticamente, a lo que hay, sabiendo que no se busca lo permanente y que se silencia la trascendencia de lo que realmente trasciende.

El mundo del hombre, el único verdaderamente accesible, es la sociedad y, en específico, la propia, en la que se ha formado y cuyo paso debe seguir, a gusto o a disgusto, o aceptar el riesgo de quedarse fuera. La sociedad es un sino, algo a lo que estamos condenados, un principio automático de sometimiento que, si falla, es restaurado por la coacción o la coerción: Policías y jueces cuidan de ello. Y quienes legislan.


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55 págs. / 1 hora, 37 minutos / 149 visitas.

Publicado el 14 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Por Amor al Joven César

Arturo Robsy


Cuento, Política


En algunos ambientes se extendió el uso —que a veces permanece— del laconismo falso, basado en el verdadero de José Antonio Primo de Rivera, cuando inició, entre aplausos, el que luego fue conocido como Discurso de Fundación de Falange, pronunciado en el Teatro de la Comedia, el 29 de Octubre de 1933, dijo así lo que llegó a ser tópico: «Nada de un párrafo de gracias. Escuetamente, gracias, como corresponde al laconismo militar de nuestro estilo.»

Y José Antonio, negándolo, había hecho su «párrafo de gracias». Pero, inteligente, salido de la Facultad a los 18 años como abogado, no era lacónico. Pensador, debía comunicar los pensamientos y más los suyos, pura novedad en aquel mundo inmovilizado.

Sí, era sobrio. Nunca hablaba a humo de pajas ante su gente o las multitudes; nunca de él. Tenía algo que decir y lo hacía tanto con la palabra como con lo que se llamó «Estilo», concepto que al rodar hacia abajo ha acabado en «Look». Pero donde estaba José Antonio la gente pedía su voz, su idea, su perdón para aquel mundo que se moría. Tenía lo que hoy se diría «el valor de decir lo necesario», el mismo valor que nos falta.

Pero este libro a mi Joven César, debe empezar hermanando dos épocas, dos posiciones, mediante cuatro versos:

Anoche, cuando dormía,
soñé, bendita ilusión,
que José Antonio venía
a tocarme el corazón.


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85 págs. / 2 horas, 29 minutos / 239 visitas.

Publicado el 15 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Pulgarcita

Hans Christian Andersen


Cuento infantil


Cierta vez hubo una mujer que deseaba muchísimo tener un hijo, sin que le fuera concedida la realización de ese deseo. Finalmente fue a hablar con un hada y le dijo:

—Mi mayor ambición es tener un niñito. ¿Puedes decirme dónde podría encontrar uno?

—Eso es fácil de resolver —contestó el hada—. Aquí tienes un grano de cebada de una clase muy diferente de aquella que crece en los campos y que se echa de comer a los pollos. Plántala en esa maceta y verás lo que pasa.

—¡Gracias! —respondió la mujer, y dio al hada doce monedas de cobre, que era el precio de la cebada.

Luego se fue a su casa y la plantó. Enseguida creció una flor hermosa y grande, de aspecto semejante al de un tulipán, pero con pétalos tan apretados como si fuera todavía un pimpollo.

"La flor es muy linda" —dijo la mujer, y dio un beso a los pétalos dorados y rojos. Al hacerlo, la flor se abrió, y la mujer vio que se trataba realmente de un tulipán.


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13 págs. / 23 minutos / 775 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Nostromo

Joseph Conrad


Novela


Nota del autor

Nostromo es la novela elaborada con mayores angustias entre las más extensas, que pertenecen al período siguiente a la publicación del volumen de narraciones cortas, intitulado Typhoon.

No quiero decir que llegara entonces a tener conciencia de algún cambio inminente en mi mentalidad o en mi opinión sobre las tareas de mi vida de escritor. Tal vez no ha habido nunca cambio alguno, a no ser en ese algo misterioso y raro que no tiene nada que ver con las teorías del arte; un cambio sutil en la naturaleza de la inspiración, fenómeno del que de ningún modo puede hacérseme responsable.

Lo que, a pesar de eso, me puso en algún apuro es que, después de terminar el último relato del volumen Typhoon, me pareció, no sé cómo, haber agotado la materia y que en el mundo no quedaba ya nada de que escribir.

Este humor, extrañamente negativo y perturbador a la vez, se prolongó por algún tiempo; y después, como me ha ocurrido con muchas de mis novelas más largas, se me ofreció la primera sugestión para escribir Nostromo en la forma de una anécdota cogida al vuelo y enteramente desprovista de incidentes de importancia.

El hecho es que en 1875 ó 1876, siendo todavía muy joven, y hallándome en las Indias Occidentales, o más bien en el Golfo de México, pues mis contactos con tierra eran breves, pocos y pasajeros, oí la historia de cierto individuo al que se atribuía haber robado por sí solo toda una gabarra llena de plata en unpunto del litoral de Tierra Firme, durante los trastornos de una revolución.


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Dominio público
579 págs. / 16 horas, 53 minutos / 364 visitas.

Publicado el 18 de julio de 2016 por Edu Robsy.

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