Medalla... de perro chico
¿Que no conocen ustedes a la de
Casa—Pinar? ¡Pues si no se ve por ahí otra cosa! Ella es la
golondrina que sí hace verano.
En cuanto asoma agosto, se presenta Agripina
Pinillos, hija de la marquesa viuda, y pontificia, de
Casa—Pinar.
Es una golondrina que no viene de África, a no
ser que África empiece en Pajares. Viene de tierra de Campos o cosa
así: es hige life… de tierra, y, a todo tirar, de
Toro.
Todos los veranos aparece con una protesta que
no se le cae de los labios, a saber: que por milagro de Dios no
está en San Sebastián o en Ostende o en Corls… , eso, en fin, donde
la señora de Cánovas.
Todavía da la mano como se daba el año ochenta
y tantos, es decir, como quien da una coz con los remos delanteros.
Si no fuese por la moda, ese ídolo que reconocieron los griegos, la
de Casa—Pinar sería una perfecta hermosura. No es la Venus Urania,
es la Venus… snob.
Sí; representa el snobismo… de
cabotaje.
Porque no sale de nuestras
costas.
Quiere ser más figurín que
estatua.
Entre Fidias y el modisto mejor de París, ella
no vacilaría: se pondría en manos del
modisto.
Cuando se ve desnuda, se desprecia. Y vuelve a
ser el pavo real, satisfecho de sus plumas, cuando se ciñe el
ridículo traje de baño y se pone el sombrero que la convierte en un
patache a toda vela, o el gorro ignominioso que la hace parecerse a
un frasco de esencias. ¿Queréis que os salude la de Casa—Pinar, ya
que tenéis el honor de tratarla y ser acreedor de su señora madre,
por ejemplo?
Pues en vano aspiráis a tal privilegio… si
lleváis chaleco al balneario.
Leer / Descargar texto 'Recopilación de Cuentos Varios'