París, 13 de enero de 1898
Carta al Sr. Félix Faure,
presidente de la república
Señor presidente:
¿Me permite usted, dentro de mi gratitud por la benévola acogida
que usted me dio un día, de tener la preocupación de su justa gloria y
de decirle que su estrella, tan afortunada hasta ahora, está amenazada
por la más vergonzosa, por la más imborrable de las manchas?
Salió usted airoso de sucias calumnias, conquistó los corazones.
Apareció usted radiante en la apoteosis de esa fiesta patriótica que la
alianza rusa fue para Francia, y se prepara para presidir el solemne
triunfo de nuestra Exposición Universal, que coronará nuestro gran siglo
de trabajo, de verdad y de libertad. Mas ¡menuda mancha de barro sobre
su nombre —me atrevería a decir sobre su reino— que es este abominable
caso Dreyfus! Un consejo de guerra acaba, por orden, de absolver a un
tal Esterhazy, alucinación suprema de toda verdad, de toda justicia. Y
se terminó, Francia tiene sobre el rostro esta bajeza, y la historia
escribirá que fue bajo su presidencia como tal crimen social pudo
cometerse.
Puesto que ellos osaron, yo también osaré. Diré la verdad, puesto
que prometí decirla, si la justicia, regularmente sometida, no lo
hiciera, plena y enteramente. Mi deber es hablar, no puedo ser cómplice.
Mis noches estarían llenas de vergüenza por el espectro de un inocente
que expía allí, en la más horrible de las torturas, un crimen que no
cometió.
Y es a usted, señor presidente, a quién gritaré esta verdad, con
todas las fuerzas de mi indignación de hombre honesto. Por su honor,
estoy convencido de que usted desconoce lo sucedido. Por tanto, ¿a quién
denunciaré la turba malvada de los verdaderos culpables, si no es a
usted, el Primer Magistrado del País?
* * *
En primera instancia, la verdad acerca del proceso y la condena de Dreyfus.
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